Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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16/11/10

Psicología y Espiritualidad

En los últimos tiempos, la psicología y la psiquiatría muestran especial interés por cuestiones relacionadas con la espiritualidad. El estudio del hombre, lo que le inquieta, aquello en lo que cree, su concepto de vida y de muerte, son aspectos que fascinan a la psiquiatra, Maribel Rodríguez, directora de la Cátedra Ediht Stein de la Universidad de la Mística de Ávila.

Maribel cree que el ser humano es un universo asombroso por explorar y que esa maravillosa aventura tiene muchas dimensiones. Integrar la espiritualidad dentro de la Psicología es su gran reto. Está convencida de que nos encontramos en un momento histórico y que “esta crisis puede llegar a ser una auténtica oportunidad de transformación, hacia un estado de mayor consciencia y a una felicidad más real, anclada en lo espiritual y lo sagrado que está dentro de nuestras almas humanas”.

Se publica seguidamente la entrevista que Mariló Hidalgo le ha realizado para la Revista Fusión (http://www.revistafusion.com)

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Eso de relacionar psicología con espiritualidad parece algo nuevo, ¿de dónde surge?

Realmente no es nada nuevo. No debemos olvidar el significado etimológico de la palabra psicología, pues psyche significa alma.

El problema, es que la psicología, en su intento de hacer ciencia, trata al ser humano como a un objeto más del mundo, aplicando al estudio de la persona, lo que se ha aplicado al estudio de las cosas. El riesgo de estos planteamientos es, que se dejan cosas fuera y se puede acabar reduciendo al ser humano a un esquema (a un ser bidimensional, o sea, compuesto por mente y cuerpo, excluyendo al espíritu por considerar que este no es objeto de estudio científico). Por ello, a principios del siglo XX, William James, se plantea la necesidad de considerar la dimensión espiritual, en la psicología, en su libro “Las variedades de la experiencia religiosa”, siendo pionero dentro de la psicología al tratar en profundidad esta temática. Posteriormente, hacia mediados del siglo XX, varios autores reivindican que la psicología recupere su alma y reivindican que esa parte espiritual, del ser humano, sea tenida en cuenta, y así se crean corrientes psicológicas que quieren estudiar los aspectos más intangibles de la experiencia humana.

En la actualidad, desde diversos planteamientos, se han multiplicado el número de investigaciones en psicología y en psiquiatría, que incluyen lo espiritual, como un aspecto más a tener en cuenta y a ser evaluado. Siendo esta una perspectiva cada vez mejor asumida por los científicos y no quedándose meramente en lo teórico o lo especulativo.

¿Qué diferencia existe entre religión y espiritualidad? ¿Cómo definirías a esta última?
La diferencia no es siempre clara, especialmente para quienes pertenecen a una tradición religiosa, pues para ellos ambos aspectos están estrechamente interrelacionados. Para quienes no pertenecen a una religión, la espiritualidad va más allá de los límites de la religión y abarca fenómenos más vivenciales o personales.

La religión es un término que se refiere a un sistema organizado de creencias, prácticas y formas de culto, compartidas por una comunidad, que se dirigen, generalmente, a mantener una relación o un vínculo entre el ser humano y Dios u otra realidad trascendente.

La espiritualidad sería un concepto más amplio que el de la religiosidad y suele relacionarse con la búsqueda de trascendencia, con la esperanza, propósito y sentido de la vida o con los aspectos inmateriales de la existencia, como el tener relaciones armónicas o conexión con uno mismo, con otros, con la naturaleza, con Dios o con una realidad superior.

Para Viktor Frankl, por ejemplo, lo espiritual sería todo lo que hay de humano en el hombre y la dimensión esencial en la que acontece su existencia. Además, este autor lo concibe como lo que diferencia, esencialmente al hombre del mundo animal y también relaciona lo espiritual con la capacidad de comportarse de forma libre y responsable, frente a las influencias externas e internas.

¿Qué alimenta hoy nuestra espiritualidad?

Es una pregunta que quizás sea mejor que la responda cada uno mirando en lo más profundo de su corazón. Creo que para esto no hay respuestas genéricas, sino respuestas personales y algunas de las respuestas posibles, cuando la persona vive esta dimensión de su existencia, pueden ser que la espiritualidad se alimenta del amor, de la solidaridad, de la responsabilidad, de que la vida tenga algún sentido, de tener ciertas experiencias de plenitud, etc. También, la espiritualidad se fragua en el campo de batalla de la vida, y muchas personas “despiertan” a otra dimensión, después de atravesar ciertas crisis, dificultades o sufrimientos que les empujan a mirar más allá de lo que consideran habitualmente, y a buscar nuevas respuestas, más personales, a cuestiones que tienen que ver con quienes son o qué sentido tiene cuanto sucede en su vida, trascendiendo los esquemas que reciben prefabricados, en sus mentes.

¿No existe una cierta decepción en esa búsqueda?

Por una parte, la humanidad sufre una decepción con los caminos espirituales propuestos por las religiones y, por otra, parece haber un interés creciente en la espiritualidad. Junto a esto, se da el fenómeno, cada vez más extendido, del “hágalo usted mismo”, y “hágalo fácil”, que lleva a no querer asumir esfuerzos, responsabilidades o tener interés por los demás, asumiéndose un individualismo extremo, al tiempo que casi no se quiere aprender nada de los sabios del pasado o de nuestros mayores, dentro o fuera de las diferentes tradiciones espirituales. Ese no querer aprender de otros, puede llevarnos a un estado de soberbia espiritual, en el que uno se cree el creador de todo y el “ombligo” del mundo. Siendo precisamente este estado uno de los obstáculos para el desarrollo de la espiritualidad.

Dicen que las crisis precisamente se producen cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer...

Por supuesto, no todo lo que está sucediendo es negativo. Creo que estamos en un momento histórico en el que hay más libertad que nunca para buscar por nosotros mismos, para preguntar, conocer, etc. Algo que, paradójicamente, se suma, muchas veces, a una indiferencia, o a una desesperanza. Quién sabe, quizás todo este mejunje cultural, en el que estamos sin mucha orientación, en el que nos buscamos cada uno a nosotros mismos, nos venga bien, para llegar a una transformación radical de nuestra forma de vivir la espiritualidad. Para evolucionar, es necesario, muchas veces romper ciertos moldes, renovarse, transformar lo que ya está obsoleto. Aunque esto no significa tirar toda la sabiduría del pasado por la borda, tal vez sí transformarla o asumirla desde nuevas perspectivas o paradigmas.

Hace unos años surge una revolucionaria teoría que aseguraba que el “alma” se aloja en el córtex, la parte más superficial de nuestro cerebro. Un grupo de neuronas nos permitirían tener conciencia de nosotros mismos y de nuestro entorno. ¿La ciencia empieza a abrir sus puertas a la espiritualidad?

Me pregunto cómo se puede afirmar que el “alma” está en el córtex, si no la podemos medir, pesar, evaluar o simplemente localizar. El que se suponga que el alma es un pedacito del cerebro parece querer explicar el todo a través de una parte, que asume funciones cognitivas superiores, como es el pensamiento racional. Pero, ¿cómo saber donde está el alma, si casi ni sabemos lo que es? ¿Y cómo un neurocientífico se atreve a afirmar tales cosas, sin saber realmente de qué estamos hablando? El planteamiento me parece reduccionista y con eso no quiero decir que no sean importantes las funciones cerebrales superiores, simplemente quiero decir que para mí eso no lo explica todo.

¿Crees que es posible llegar a comprender al ser humano en su totalidad, estudiando por separado cada una de sus dimensiones, -como se está haciendo hasta ahora-?

Por una parte, creo que se puede intentar conocer al ser humano de una forma más global, pero, por otra parte, veo, -desde mi experiencia como psiquiatra-, que cuanto más sé del ser humano, más me doy cuenta de lo poco que sé. La totalidad del ser humano y su profundidad, me parece un infinito inconmensurable, un misterio. Siempre se puede saber algo más, pero la totalidad parece ser un misterio. Eso no quita, que estudiando cada parte por separado (pues todo a la vez resulta harto complicado), me pueda hacer una idea limitada, de lo que podría ser esa totalidad. Y a la vez, si aprendemos a ser más intuitivos y a pensar captando la totalidad, aunque sea difícil de explicar, quizás sepamos más sobre nosotros mismos.

Hace unos días conocimos la noticia de que el suicidio era la primera causa de muerte no natural en España y que afectaba a todas las edades. Las cifras se han incrementado. ¿Qué está fallando?

El tema es complejo, pues cada persona tendrá sus motivos o alteraciones psíquicas, para llegar a tan drástica solución o evasión de sus problemas. Pero me atrevería a decir que la falta de orientación, valores, sentido de la vida, que sufre mucha gente, les lleva a que una frustración, fracaso o malestar, les haga no querer vivir, por no saber cuál puede ser la salida al sufrimiento o cuál puede ser el sentido de sus vidas. Yo me encuentro a veces, con personas, que creen que el sentido de la vida es tener dinero, un coche, una casa, una pareja y que eso les hará felices. Cuando lo consiguen se dan cuenta de que eso no es suficiente y si no lo consiguen viven sus vidas como un fracaso, pues no son capaces de ver más allá de sus limitados objetivos.

En parte, esto va en paralelo con la pérdida de fuerza de las tradiciones espirituales, que proporcionan, en ciertos sentidos “mapas”, mejores o peores, con los que vivir. Quizás sea este un momento de transición en el que lo viejo ha de “morir” para renacer renovado y esta crisis, que a tantas personas afecta, lleve a buscar más allá del “bienestar” inmediato y de la satisfacción exclusivamente personal.

¿Cómo utilizar esta “crisis” a todos los niveles como un revulsivo?

Las crisis son oportunidades de transformación. Son dolorosas, difíciles, poco tolerables, pero a la vez, nos empujan a buscar salidas y a desarrollar lo mejor de nosotros mismos, siempre que aprendamos la lección que la crisis nos está queriendo transmitir.

A mí me parece que esta crisis, no es más que un reflejo de una crisis más profunda, una crisis de los valores más esenciales del ser humano. Si el ser humano pierde su razón de ser, se pierde el rumbo y se llega al caos y al desastre. Pero si abrimos los ojos y aprendemos de nuestros errores, escuchando lo que late en lo más profundo del alma y salimos de nuestro egoísmo-egocentrismo, es probable que esta crisis sea una auténtica oportunidad de transformación, a un estado de mayor consciencia y a una felicidad más sólida y real, más anclada en lo espiritual y lo sagrado que está dentro de nuestras almas humanas.

¿Hacia dónde crees que nos están conduciendo los acontecimientos? ¿Qué reto crees que tiene la humanidad en este momento?

Difícil pregunta, pues lo que nos depare el futuro es un misterio. No obstante, me parece que es posible, que después de esta tormenta o “noche oscura” nos espere la oportunidad de un mundo mejor, no sin sacrificios, esfuerzos y padecimientos. Los retos son muchos, aunque pienso que el reto más grande es para con el propio mundo interior, en el sentido de ordenarlo, ponerlo en paz, encontrar armonía y ser capaces de amarnos a nosotros mismos y a nuestros semejantes. Para eso hay que desarrollar humildad, capacidad de escucha, cambiar aunque nos cueste, preocuparnos por la responsabilidad que tenemos todos, por mejorar lo que ocurre a nuestro alrededor. En definitiva, madurar, evolucionar, crecer… Algo que se da por supuesto, pero que no alcanzan, sin ayuda, la mayoría de las personas.

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