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15/11/10

La libertad en el Ser para la muerte, en Heidegger

Heidegger es con seguridad el filósofo de mayor influencia del siglo XX. Su filosofía es una fuente de nihilismo fundamental, presente sobre todo en su idea del hombre como ser-para-la-muerte. Para Heidegger, es cuando el hombre asume precisamente su condición de tal ser para la muerte, cuando adquiere su libertad, cuando se convierte en auténtico. Es únicamente entonces cuando se olvida de su estado de «se» (que le hace repetir continuamente lo que «se» dice, «se» hace...), que también llama estado de «deyección», esto es, de su situación de distracción permanente.

Pero, ¿por qué precisamente es, para Heidegger, el encontrarse frente a la muerte lo que permite realizar libremente un proyecto humano? Para él, la muerte es la nada, y en tanto que ausencia y vacío, es lo que nos permite elegir libremente un proyecto (que puede tomar muchas formas concretas, pero que, en tanto que radicado en la idea de la muerte como nada, sería libre). En las filosofías del ente (o del ser), o en las religiones, sin embargo, los hombres eligen sus proyectos sometidos ya a un destino. Para Heidegger, en cambio, la muerte como final absoluto nos libera de ese destino determinado que nos arrastra. Nos situamos, así, frente a un destino indeterminado. Dicho en terminología más precisa: el absoluto como ausencia nos permitiría elegir sin mediatizaciones del ente.

A semejante concepción cabe hacerle, no obstante, una objeción fundamental. La muerte es la nada, pero, en cambio, a ella misma no podemos elegirla, sino que se nos impone. Y aunque sólo cabe concebir la libertad como poder (puesto que, si no, no sería tal libertad), no podemos, sin embargo, dejar de morirnos. Luego la muerte se convertiría más bien -al contrario que lo que afirma Heidegger- en el destino de nuestra falta de poder, de nuestra impotencia.

Puede decirse entonces que una elección en relación a esa nada que es la muerte (que es, como se ha dicho, para el filósofo alemán, la elección libre) se encuentra condicionada, pues, por nuestro no poder: mediada por la impotencia. Pero si, como hemos dicho, la libertad es poder, entonces dicha elección no es libre. Es más:todo proyecto elegido en relación a esa nada absoluta que es la muerte es un proyecto frustrado. Y si nuestra elección la realizamos fundamentada en la impotencia, entonces nunca será suficiente la “libertad” que tengamos (una libertad «de», no constructiva: «para», como recuerda Fromm). Se impone, entonces, la ley del «nunca es suficiente» del hombre occidental contemporáneo, al que ya nada satisface. Su aparente sed insaciable de libertad no es, en realidad, sino impotencia y frustración.

Pero pueden aún sacarse más consecuencias del razonamiento de Heidegger. Si la nada es fuente de libertad, para ser libres absolutamente hemos de indentificarnos con la muerte, sobre todo en el sentido de convertirnos en la muerte de los otros. Así ha ocurrido, de hecho, demasiadas veces en nuestra más reciente historia. Convertirnos en la muerte de los otros es ser ley de los otros (lo mismo que la muerte es ley de nuestra libertad en el pensamiento de Heidegger), y, por tanto, la forma de convertirnos en necesarios y superar -aparentemente- nuestra impotencia fundamental (revelando la de los demás). De esta forma, matamos y humillamos -como lo hicieron los nazis, que creían haberse convertido en el destino del hombre- porque nos hemos convertido en impotencia absoluta. La muerte, pues, como destino inexorable del ser humano, no puede ser tomada de ninguna manera como referente en relación al cual construimos un proyecto en libertad, porque el sello de la muerte es el sello de la impotencia, el de la necesidad. Y, como tal, toda libertad «conquistada» en base a ese destino siempre llevará el sello de la impotencia. Además, la filosofía heideggeriana constituye asimismo un hito para la historia misma de la filosofía, pues a partir de ella se ha asistido a su agonía, que es a su vez el síntoma más claro de la agonía de una cultura: la occidental.

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Fuente: Asociación Atehtiea (http://aletheia-informa.blogspot.com)

2 comentarios:

  1. Muy interesante.Si unimos aspectos:político, econ´mico,filosófico, religioso, etc.todo anuncia la agonía de un sistema y el cambio a otro que ya está en el interior de una multitud de personas de distitos países y ámbitos

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  2. Camino A o Camino B.
    Los dos coexisten ya y ninguno sustituirá al otro. Simplemente, cada cual seguirá aquel en el que ponga su corazón.
    Un beso

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