El alumno acopló la
espalda al respaldo de la silla. Respiró hondo queriendo, con el aire inhalado,
deshacer cualquier nebulosa que su inconsciente pudiera, en forma de telón
impenetrable, ocultarle en la introspección solicitada. Cerró los ojos, centrando
toda su atención en el interior de sus recuerdos. Inició el proceso desde lo
más nimio, desde los procedentes de la infancia, hasta los actuales. Encadenaba
sucesos e incidentes, frases y dichos, consejos y advertencias, acciones y
reacciones. Volvió a aspirar con fuerzas. Analizó cada centímetro
cuadrado de vivencias que la película de su extinta vida grabó. Pero nada
ofrecía alternativas viables. ¿Se estaría anulando? No, se dijo convenciéndose:
tan solo no has realizado la derivada correcta. La incógnita se mantiene.
¡Vamos!, insistió
procurando encontrarse. Sabes que eres inteligente, puedes descifrar el enigma.
¡Puedes! ¿Qué es lo que realmente estás escudriñando? ¿Qué has aprendido hoy?
Fue la primera pregunta que me hizo Pitt. Quizá en ella estaría la clave. ¿Qué
le habían transmitido durante el día que fuese relevante?
Siguió cotejando los
datos que fluían… Como una luz, su computadora mental abrió una ventana: un
resquicio que en principio podría parecer una solución grotesca, pero que era
la única que hasta el momento quiso aparecer. ¿Será esto? Esperó. La búsqueda
interna se perpetuó animadamente. Descartó posibilidades. Eliminó lo absurdo,
la sinrazón. Tan sólo aquella luz ofrecía una pesquisa real. Decidió realizar
una exposición. Total, como solía decir: ¿qué
puedo perder?
- De acuerdo Pitt. Déjame exponer algo. Es
lo único que he considerado lógico. Y te aseguro que le he dado vueltas al
asunto. Verás – iniciaba inclinando todo su cuerpo hasta colocarse al filo del
asiento provocando que las patas traseras de la silla quedaran en el aire –. Al
llegar a tierra abriste la carlinga soltando una pregunta: ¿qué tal la clase?
Luego, aquí has lanzado otra sin desperdicio al principio: ¿qué has aprendido
hoy? Y tú no eres de los que gastan saliva en balde. Recapitulando, esta tarde
en el aire con Pal tuve un mal entendido. Ella aclaró la diferencia entre el
contenido de la clase y lo que es el aprendizaje de las reglas de vuelo. Ello
ocurrió porque confundí lo que me contó a propósito de un hecho de su vida para
que captara mejor ésta cuarta norma, mientras que el contenido de la clase era la práctica de la relajación e
introspección hasta llegar a la plenitud de mi Ser y poder dirigir el aparato
de mi vida sin maniobrarlo con mi cuerpo, sino con el pensamiento postulado
desde el Ser.
- ¿A dónde quieres ir a parar? ¿No estás desviando el tema?
- No, en absoluto. Permíteme seguir, ya
sabes que todo tiene un porqué. Pal relató que el escollo que le condujo a Nairda
fue su falta de autoestima al no haberse sentido… bueno, la historia ya la
conoces por ella ¿Me sigues hasta aquí?
- Continúa. A ver a dónde
nos conduce esto; tenemos todo el tiempo
del mundo.
- Deduzco, por tanto, que en la misma medida
que ella obtuvo ese resultado del trato percibido, yo conseguí justo lo
contrario. Fíjate, y ahora llega la conclusión del análisis que espero sea el
que necesitamos para seguir escalando hasta llegar al final de esa escalera
que, como ejemplo gráfico, mencionaste antes. Desde que tengo uso de razón,
puedo asegurar que yo fui tratado de forma totalmente distinta a la de Pal
desde el nacimiento. El ejemplo es, concretamente, mi padre, pues, aunque mi
madre siempre constituyó un ejemplo de virtudes adornándonos de buenos
consejos, mucha ternura y cariño; el espíritu vital, el impulsor de la familia,
lo forjó a cada instante su marido. Ambos se compinchaban perfectamente, cada
uno en su papel. En casa éramos tres hermanos, yo el mayor, y, como
consecuencia, al que se le inculcaba más responsabilidad y ejemplo. Tuve que
cuidar de mis hermanos en multitud de ocasiones, y cada vez que quedaba en casa
a cargo de todo, mi padre siempre me hacía la misma pregunta: ¿por qué nos sale
todo bien en la vida? La respuesta la teníamos grabada a fuego en nuestra
conciencia, la habíamos repetido miles de veces, y estábamos convencidos de
ello: porque nos lo merecemos; porque
somos cada uno lo más importante de papá y mamá. Tal “adoctrinamiento” ha sido
el auténtico impulsor de mi coraje y fuerza para alcanzar cualquier meta auto
propuesta. Ahora, como nunca, puedo dar las gracias a ellos por inculcarme ese
valor concreto. ¿Hemos subido un peldaño Pitt?
- Desde luego que sí – confesó
socarrón –, unos cuantos de golpe…
- Uff, creí que no daría con la tecla. Ya iba
a pasar toda la noche indagando y dando vueltas a mi vida. ¡Aleluya! – concluyó
levantándose de un brinco y alzando los brazos sarcástica e irónicamente a la
vez.
El estallido de risas
fue mutuo. El ambiente apelmazado por la indagación preliminar y la exposición
subsiguiente del aventajado alumno se había distendido de súbito.
- De acuerdo entonces. ¿Eres capaz de
establecer un corolario tras tu deducción?
- ¿No sería un atrevimiento por mi parte?
Después de todo, tú eres el instructor, y yo, el alumno.
- Precisamente por ello. Lánzate, seguro que lo harás bien.
Otra vez se veía
avocado, sin ser forzado, a realizar un discernimiento que nunca, antes, solía
recabar en su antigua vida. Quizá, pensó, esto era algo que también debía
aprender. Solía saltar de un lado para otro sin extraer las consecuencias de
sus acciones. Un claro se describía en el océano de nubes por el que danzaba. Otra
ventana se volvía a abrir en su interior. Una
cosa era obrar por razones, y otra muy distinta hacerlo con razón.
-
Bien Jefe, intentaré
sorprenderte –dijo convencido.
Pidió papel y algo para
escribir, materiales que solícitamente puso en sus manos Pitt. Apuntó varias
frases, unió algunas palabras de cada una de ellas, enlazó ideas, y creó al fin
algo que presumía podría ser plausible.
- A ver si te gusta: “uno se merece lo que cree merecer; siempre que lo crea y cree a
nivel mental, lo verá; pero siempre que sepa que él es la causa que lo genera.
Por tanto, el motor de su merecer se contiene en el pensamiento que
lo crea desde su Ser, desde su totalidad y plenitud” – se quedó
esperando un vítore.
- ¿Y…? – inquirió Pitt sin inmutarse,
incitándole a seguir acompañando con el gesto de sus manos abiertas.
- ¿Y…? ¿No te parece poco? ¿No está bien?
- Vamos pilotillo, estás a punto de escalar la
montaña; queda nada; piensa un poco; sólo algo más; ya casi lo tienes –
concluía, sonrisa en ristre, asiendo la jarra que contenía su gustoso té de
fruta.
¿Y…? se dijo Jano,
reflexionando. Este Pitt hoy conseguirá dejarme sin neuronas de segunda
generación. Nací de nuevo hace tres jornadas, y está apunto de machacarlas,
todas de un tajo, con tanto ejercicio metal. ¡¿Y…?, me dice! ¡¿Qué más quiere
que diga?! ¡¿Acaso hay más?! Este era su refunfuñar interior contra el Jefe de
Instructores cuando el mismo le sacó de sus cavilaciones y quejas.
- Hay una cosa más, lo esencial, lo que
engloba a todo…
- No lo hagas otra vez – profirió Jano malhumorado
– no me leas la mente ¿Quieres?
- Lo siento, no lo hago. Ya sabes cómo son
esas reglas, sólo se puede leer cuando tú la abres voluntariamente o te diriges
a esa persona. En este caso me estabas hablando con tu pensamiento. Venga, un
pequeño esfuerzo y concluyes poniendo la guinda. No me creo que no seas capaz.
¿O no?
“Touché”. Pitt le había
dado en su amor propio. Ahora sí que no consentiría en cejar en su empeño. Lo alcanzaría,
aunque le costase toda la noche. El acertijo hervía en su interior.
Desde que he llegado todo
se reduce a eso: a un puro juego adivinatorio, –se decía Jano conjeturando–. He
ido saltando de una regla a otra. Ha sido divertido en muchas ocasiones, otras
han costado algo de esfuerzo, pero parece que ésta es la peor de todas. Y eso
que no constituye el famoso escollo por el que todos llegamos hasta este lugar.
Sólo pensar cuál será el mío me da miedo. ¿Cuál será mi problema? No, no, mejor
no seguir por ahí. Dejaré que eso llegue en su momento, ahora toca resolver
este galimatías. ¿Por dónde empezar, si
es que había que recurrir a un hacer, en vez de a un estar en el Ser?
Veamos – continuó
elucubrando, perfilando –. Le falta algo a ese corolario. ¿Un resumen final?
No. Un corolario no necesita un resumen: se demuestra por sí mismo. Tampoco
necesita de otro corolario. ¿Un axioma? Tampoco parece que sea la solución.
¿Qué está esperando éste…? – interrumpió
la pregunta interna; sí se la dirigía a Pitt él le volvería a
leer la mente, y eso era lo que menos deseaba –. ¿Qué narices le falta a esto?
¿Una explicación? Tampoco, resulta inconcluso.
¡Ya está! Prorrumpió en
una eclosión neuronal. De la palabra inconcluso extrajo la de conclusión. Esto
es lo que le falta a mi corolario: Una conclusión, no una explicación. Algo que
une y ata. Es como el pescado que se muerde la cola. Lo pillé.
- Lo tengo Pitt. Lo tengo… – aclamó eufórico. Estaba absolutamente
convencido de haberlo conseguido.
- ¿Y a qué esperas? Suéltalo.
- Es realmente fácil, sinceramente creo que
lo tenía que haber alcanzado antes. Déjame empezar por enunciar el corolario –
él con agrado le devolvió una mirada de asentimiento y conformidad,
testimoniando su seguridad en el final de sus deducciones –. Veamos, si “uno se merece lo que cree merecer;
siempre que lo crea y cree a nivel mental, lo verá; pero siempre que sepa que
él es la causa que lo genera. Por tanto, el motor de su merecer se contiene en
el pensamiento que lo crea desde su Ser, desde su totalidad y plenitud”, resultando,
como consecuencia, si así queremos llamarlo, que, “cada una de las reglas no es independiente de la otra, sino que se
interrelacionan entre sí para poder funcionar”. O lo que es lo mismo,
lo que me exigías antes, la conclusión: “ninguna
regla funciona si una falla” – Pitt mostró una expresión aprobatoria
sin equívoco e intentó hablar, pero el ánimo de Jano no acogía la opción de
verse interrumpido en un momento que consideró tremendamente satisfactorio
solicitando con sus manos paciencia –. En definitiva y gráficamente expuesto, las normas de vuelo son igual que una cadena;
ésta siempre cumple su función mientras que cada una de sus piezas mantenga su
posición. ¿Qué, es o no es lo que querías escuchar?
- ¡Perfecto!
– manifestó Pitt acompañando de aplausos sus palabras.
- ¿Esbozaste la posibilidad de que no
concluiría? – indagó con vehemencia el creído, ahora, alumno.
- Bajo ninguna circunstancia, pero…
- ¿Ves? Siempre lo consigo, soy el mejor.
¿Ves? ¿Ves? – la alegría le embotaba. Dejaba de estar consciente del alboroto
formado; parecía haber conquistado el primer premio de alguna lotería, más que
tener en su haber el logro de descifrar las claves con las que dirigir su vida.
- ¡Jano! – Pronunció Pitt sólidamente,
captando al completo su atención –.
Déjame terminar. Tranquilízate; no te enarboles tan rápido. Has obtenido
un triunfo notable, de acuerdo. Has captado a la perfección el sentido de las
cuatro primeras normas del vuelo, y, además, enuncias la concatenación
existente entre ellas y la paradoja que encierra su articulación y correcto
funcionamiento para obtener la armonía en su fin. Sé que estás en condición de
digerir lo que no pude concluir hace unos instantes. Has de captar que todos
los alumnos alcanzan la misma cognición. No eres el único. Pero, y déjame
concluir… – apuntaló ante las señales evidente de volver a cortar la
comunicación – Sí, he de reconocer, como anteriormente he mencionado, que estás
progresando a muy buen ritmo. Espera, espera…– advertía, de nuevo ante otro
intento de Jano por tomar la palabra – ¡Mira que eres impaciente a veces!
Quiero que entiendas, en profundidad, que hasta ahora todo ha podido parecer
fácil o rápido; no obstante, el gran problema lo encontrarás cuando tropieces
con el denodado y fatídico escollo que te ha conducido a Nairda. Es, o será,
ese momento el principal; y para ese preciso instante has de estar preparado.
Por eso era preciso aventurarte hoy en estos conceptos, dado que es
imprescindible tenerlos bien aprendidos para cuando llegue tu particular
infierno. ¿Entendido?
Y tanto que lo estaba.
Tenía razón, le conocía mejor de lo que había imaginado. Segundos atrás, estaba
encumbrado en su conquista; ahora, sumido en la advertencia de un posible
desastre. Aquello le desasosegó.
- ¿Cuándo será eso? ¿Cuándo tropezaré con mi
personal obstáculo? Seguro que tú sabes el momento y a qué atañe. Vamos, Pitt,
dímelo.
- Eso es algo – decía negando con la cabeza –
que no forma parte de la instrucción.
Cada cosa a su momento, todo a su hora. Tú lo percibirás. Es como saber que
llueve, así de simple.
- Con Pal fue distinto, ¿no es verdad? –
argumentó reprochando sin otro recurso y a modo de chantaje.
- Sí, lo
fue. Pero con cada alumno es diferente –proclamó con rotundidad –, ninguno es igual. Y al adiestramiento se
accede acorde a las circunstancias individuales, personales e intrínsecas que
componen la esencia propia de cada Ser sin que deje de ser igual al Todo del
que forma parte – Pitt matizó un breve silencio queriendo conquistar la
voluntad inquebrantable del alumno – Creo que es hora de dormir un poco. Mañana
será un día intenso, imagino – concluía dejando su sillón vacío y girando al
levantarse, dando fin a la conversación – ¿Prefieres ir a pie o en jeep a la
residencia?
Jano frenado ante la
actitud expuesta, percibía, con la exigua lucidez que le restaba tras una
jornada tan intensa, el momento adecuado para obedecer sin rechistar. Mañana encontraría
argumentos, si era posible, para atacar con la caballería suficiente y
conquistar la información que requería. No le apetecía nada encontrarse de
bruces con su peor enemigo, desconocido aún, pero con toda probabilidad,
experimentado en su anterior vida. Debería realizar un ejercicio de auto
análisis desentrañando, si era posible, la razón que le impulsó hasta esta
dimensión.
- Prefiero, si no te molesta, dar un paseo.
Quisiera disfrutar del frescor de la noche, creo que me ayudará a conciliar el
sueño y despejar la mente. ¿No te importa?
- Al contrario Jano, eres libre de hacer lo que consideres oportuno – remató abriendo la
puerta –
Que descanses. Buenas noches.
Posdata:
En el artículo del día 1
de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre.
III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una
serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el
80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de
esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la
Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en
tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas
maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que,
con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis
tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una
formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os
habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas
(Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su
correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es
Para las
actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
Nota a la posdata: si quieres recibir esta ayuda terapéutica más vale que te comprometas contigo mismo, pues es exigente. Sólo apto para valientes y no timoratos.
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