Imagina – marcó Pal
pasado un buen rato –, que estás en la vertical de Nairda, deslizándote para
tomar tierra. Comprueba como posees el control de los mandos e instrumentos.
Imagina que atraviesas varias capas de nubes en el descenso que es aún más impetuoso
y excitante. Siente la magnitud del viento al chocar contra ti; siente cómo te
sustenta; comprueba su humedad y frescor – en efecto, aquello se estaba
manifestando en realidad, aunque podía pensar que era el fruto “ficticio” del
ejercicio. El VZ giraba evolucionando según él lo percibía con los sentidos,
con la mente…y así permaneció en su deambular un buen rato… Pal sólo se
limitaba a dirigirle sin controlar los mandos de la nave, sin que él pudiera
percibirlo.
Comprueba mentalmente
cómo se alinea tu aparato para encauzar la pista uno seis izquierda. Oirás a la
torre de control dando las instrucciones precisas y necesarias de viento, y
escucharás la autorización para aterrizar sin ningún problema – de igual modo,
Jano experimentó todos aquellos datos; parecía increíble que estuviera pasando
–. Siente cómo, ya, estás enfilando la pista; quedan pocos metros para llegar.
La velocidad es alta, no puedes quedarte sin margen al no tener el motor
auxiliar encendido. El tren de aterrizaje baja suavemente. Ahora, no es válido
abortar la maniobra, ha de realizarse del tirón, con exactitud y suavidad, casi
rozando, sin que se produzca ningún impacto brusco con el firme – él no podía
comprobarlo con sus ojos, pero la realidad era la que se le estaba describiendo,
y al hacerla suya, la estaba provocando. Estaba volando, gobernando, dirigiendo
el motovelero sin ver; lo hacía exclusivamente con los datos ofrecidos por su
pensamiento. Volaba a la perfección a ciegas –. Comprueba que estás sobre la
pista a escasos diez pies de altura. Siente que, con sigilo, el VZ se desploma
sin brusquedad, y de igual modo experimenta cómo desliza sus ruedas, ambas
paralelas, en el roce con el asfalto, al mismo tiempo, sin apenas desgaste, sin
saltos… Siente o imagina como con la inercia que posee el VZ lo reconduces por
una calle de tránsito que se encuentra a sesenta grados por la amura de babor.
Puedes sentir y visualizar que, sin detrimento posible, la velocidad que aún
mantiene el aparato es la que necesitas para llegar al hangar de donde
partimos. Siéntelo.
Ya es hora de volver a la situación inicial. Dentro de un momento voy a contar de uno a diez. Cuando llegue a diez, abrirás los ojos y estarás plenamente despierto, alerta, descansado y sereno, muy sereno. Te sentirás muy bien. Tendrás pleno dominio de todas tus funciones y capacidades. Estarás como hasta ahora, completamente en tu Ser. Podrás recordar todos los detalles en los que te has visto inmerso, con absoluta precisión. Uno, dos… Todos los músculos, los nervios del cuerpo, están relajados. Tres, cuatro… Despierta tu Ser poco a poco, te percibes muy bien. Cinco, seis… Más y más despierto y alerta. Siete, ocho… Casi despierto, te sientes estupendamente. Nueve, diez… Completamente despierto y alerta, sintiéndote muy bien. Abre los ojos cuando gustes hacerlo.
Lo hizo pasado un rato.
Lo que veía, no podía creerlo. ¡Estaban en tierra! Se sentía pleno y
satisfecho, al mismo tiempo que asombrado. Pitt permanecía al lado de la
cabina, accionando desde fuera la apertura. Un suave y tosco clip sonó. La
cúpula se abrió automáticamente gracias al resorte que lo impulsaba. El
silencio y una tremenda paz repleta de seguridad se escaparon de esa forma,
dejando penetrar los sonidos y los olores propios de Nairda a los que ya estaba
acostumbrado.
- ¿Qué tal la clase? –preguntó Pitt con una
amplia e inconfundible sonrisa ante el asombro mostrado por el alumno.
No podía responder a la
pregunta, le era imposible. Aún no podía creer en lo experimentado. Era un
“alucine” que nunca, antes, pudo saborear. Cualquier otro momento de su vida no
tenía parangón. Aquello había sido inconmensurable, inaudito y perfecto. No
sentía la necesidad de abandonar la cabina. Pal, al contrario, terminaba de
quitarse los arneses al tiempo que maniobraba para saltar a tierra firme.
- No es necesario que te muevas – advertía
Pal acariciando su hombro –. Quédate ahí hasta que realmente quieras o sientas
que te apetece salir. Es una reacción normal.
- Jano, te esperamos en mi oficina.
¿Entendido?
Su respuesta al Jefe de
Instrucción consistió en un suave inclinar de cabeza. Su mente galopaba por
cada uno de los instantes que acababa de percibir. Cerró los ojos reviviendo
cada momento. Efectivamente lo recordaba todo, a la perfección, cada palabra
dicha por Pal; incluso las mismas sensaciones percibidas en los instantes
anteriores podían encarnarse en cada parte de su organismo. Seguía sin querer
juzgar el experimento. Simplemente había consistido en algo asombroso. Por un momento
pensó que él mismo fue quien hizo aterrizar el aparato. Pero aquello se le
escapaba de toda posible lógica. Un pequeño conflicto germinaba en su interior.
Jefe e instructora
charlaban animadamente como era su costumbre cada vez que ella impartía tal
clase, bien conocedores de lo que despertaba en cada alumno. Permanecían a la
espera de los resultados. Reían plácidamente cuando la puerta se abrió de golpe
apareciendo la figura del esperado.
- Sólo dime una cosa, Pal: ¿he sido yo quien
ha gobernado el VZ con los ojos cerrados hasta aterrizarlo? No me mientas por
favor. ¿He sido yo realmente?
- ¿Tú que crees o piensas? ¡¡¡Pilotillo!!!
- No, Pal, no. No es esa la cuestión. ¿He
sido yo, o no?
- ¿Qué duda tienes? – respondía Pitt –.
¿Acaso no ha sido evidente? – afirmaba confirmando sus sospechas con una
pregunta que anulaba cualquier interrogante al respecto. Termina de entrar, y
siéntate con nosotros. Charlemos un rato.
Jano obedeció, cerrando
la puerta despacio y tomando asiento.
- Podrías haber avisado de lo que en realidad
perseguía el ejercicio – reclamó amablemente a Pal.
- ¡Sí, claro! Entonces
no te hubieses dejado llevar, y de igual forma no habrías experimentado los
efectos perseguidos. Ahora, ya sabes más sobre lo que eres capaz de Ser y Hacer
con lo que Tienes. ¿No me digas que no ha sido fantástico?
- Puedo asegurar que jamás elucubré algo tan
excelso. Esto es lo que en realidad le gustaría poder hacer a cualquier piloto.
Ser él, sin medios algunos, quien vuele, como si de un pájaro se tratase. Es el
culmen. La auténtica realización del don de volar. Es como lanzarse desde la
montaña más alta al mayor vacío inimaginable, sabiendo que al abrir los brazos
y estirar el cuerpo, puedes conducirte en el aire igual que si lo hiciera un
pájaro. Saber que puedes ascender y bajar
a tu antojo sin más consentimiento que el de tu propia voluntad. ¿Sabéis
una cosa? Pienso – decía sin dar margen a respuesta alguna –, que ha merecido
la pena venir aquí sólo por el hecho de poder experimentar éste placer.
¿Quién no reaccionaría
igual?: ¡Nadie! La complicidad de sus interlocutores no necesitaba de palabras
para expresar lo que miles de veces comprobaron con cada alumno; y con ellos
mismos, por supuesto, en sus respectivos instantes. Él, todavía, permanecía
sumido en su experimentar. Tal era el enfervorizador entusiasmo que le
embargaba que cualquier añadido posterior no le llegaría. Paladeaba todo el
espléndido vuelo.
- Ha sido realmente magistral. Gracias Pal.
Muchas gracias – fue cuanto pudo expresar. Seguía en las alturas paladeando
cada giro; cada beso a cada nube; cada sorbo de oxígeno inhalado; cada porción
de aire tocada; cada corriente abrazada…
- Será mejor que vayamos a cenar –
sentenciaba Pitt, percatándose que cualquier otra cuestión no le sacaría de su cavilación
–. ¿Tenéis hambre?
- Me comería lo que me pusieran por delante
– respondió Jano vivazmente –. Venga,
vamos, y os cuento por el camino el resto del vuelo.
Como un niño pequeño,
con juguetes recién estrenados, relataría con todo detalle y lujo de
percepciones, cada uno de los segundos devotamente encarnados. Pitt le
acompañaba. Pal tenía otros asuntos que atender y se disculpó; algo que a él no
le molestó mucho pese a la gran unión que se había fraguado entre ambos. Jano
necesitaba contar una y otra vez aquello tan increíble. Tras la cena, donde no
paró de hablar sin descanso, y una vez que Pitt percibió que el alumno había
soltado en profundidad, lo invitó a tomar una infusión en su despacho.
Un té de frutas cálido,
rojizo, muy aromático, de sabor exquisito y penetrante acarició sendas papilas
gustativas. En silencio, saboreaban la rica sustancia, dejándose mimar por el
instante que les envolvían.
El Cadete, calmado,
tenía al igual que el General, sus pies cruzados y apoyados sobre la magnífica
mesa que les separaba. Fue el instante escogido para empezar y concluir, si era
posible, con el aprendizaje de la jornada. La noche estaba muy entrada; el
cansancio, en breve, reclamaría su porción de tiempo.
- Jano – dijo suavemente procurando su
atención –, ¿qué otras cosas aparte de volar en un VZ, has aprendido a lo largo
del día?
- Si te refieres – bien sabía a dónde quería
llegar él – a que si he asimilado el sentido total de la cuarta regla del
vuelo, puedo concluir que imagino que sí. Pero como Pal ya hizo mención, tú
terminarías de apuntillarlo a nuestro regreso, por lo que deduzco que debe
haber un trasfondo que no he captado. Así que, si vamos al grano será lo mejor.
¿No te parece?
- Me parece perfecto. Dime: ¿Qué es lo que
crees que en verdad te mereces? – soltó Pitt como un escopetazo disparado a
bocajarro –. ¿Piensas alguna vez en que eres merecedor de algo?
Una cosa era leer frases
de un manual de vuelo y otra muy distinta responder a cuestiones tan directas.
Recapituló un poco en sus archivos mentales localizando una respuesta válida.
No quería parecerle un estúpido…
- Deja de intentar acaramelar una respuesta –
espetó Pitt, interrumpiendo su deliberación interna con amabilidad y seriedad,
demostrando que también podía leer la mente –, y responde con sencillez y
sinceridad a mis preguntas –Vamos, se franco contigo mismo. Puedes, si te apetece, engañarme, pero si lo
haces contigo, entonces puedes tener la seguridad de ser un perfecto estúpido.
¿Lo captas?
Tal aseveración había
dejado a Jano noqueado. Su mente estaba en blanco. Ahora sí que no sabía qué
contestar. No encontró nada que añadir. Bajó los pies de la mesa e inclinó su
cuerpo refugiando su cabeza entre sus manos. Tenía que ser sincero. Pitt tenía
razón: era absurdo intentar colocar cualquier frase evasiva. Total, él estaba
aquí para aprender, y estas personas se estaban dedicando en cuerpo y alma en
una instrucción absolutamente ejemplar y maravillosa. Tenía que corresponder de
la misma manera. Tenía que ser ético.
- Ético lo has sido y lo eres. Ese no es tu
problema. Siempre has sido una persona leal y entregada. Nunca has dejado de
ayudar si te lo han pedido o cuando creíste que era necesaria tu cooperación.
No sigas por esos senderos. No te critiques ahora. Tan sólo responde a mi pregunta,
Jano. ¿Qué es lo que crees que en verdad te mereces?
- A bote pronto sólo puedo mencionar algo
que esta tarde Pal me ha inculcado: que
me merezco lo mejor, sólo por el hecho de existir. Algo que tú, en su
momento, le dijiste muy acertadamente, según ella confirma.
- Confundes dos frases distintas
mezclándolas. Yo le transmití hace mucho tiempo lo siguiente: “Te mereces lo mejor, todo lo mejor que
puedas imaginar. Sólo que aún no lo sabes. Y te lo mereces sólo por Ser Quién
Eres. Por Ser única e irrepetible; por tanto, Perfecta. Por Ser la mejor” Y
por otro lado le inculqué que “Sólo por
el hecho de existir, te mereces ser feliz. Nunca cuestiones esta verdad, ni la
pongas en duda”. Esas fueron mis palabras exactas, y no el resumen medio
infame que has espetado – concluía con mofa –, así que te repito de nuevo la
pregunta: ¿qué es lo que crees que, en verdad, te mereces?
- Pitt, sé que puedo aportar algo real a esta
reiterada cuestión. Déjame indagar. Desde siempre he conseguido todo, o casi
todo, lo que me propuse. Siempre me creí merecedor de todo aquello a lo que
aspiraba. Y siempre que lo buscaba y luchaba por ello, eso era mío. Así de
simple, pero igualmente, así de real. ¿Te sirve esta respuesta?
- Perfectamente – acompasó con un sorbo de té
–. Es lo que quería averiguar, para, a continuación, lanzarte la siguiente.
Tienes que ir subiendo peldaño a peldaño. ¿Por qué crees que tenías tal
convencimiento sobre el hecho de merecer todo lo que te proponías alcanzar?
- Lo
siento, Pitt, no quiero demorar la respuesta y provocar que de nuevo leas la
mente. Me hace sentir desnudo. Sólo sé que podía conseguirlo y me lo merecía.
Insisto: No sé por qué. Sólo lo sabía. Y no encuentro otra razón. ¿Te llega?
- Todo sirve, siempre, y no es cuestión de
que llegue o llene, o colme. Es imprescindible que alcances lo vital. Nada es casual, pues ya sabes que somos
la causa de nuestros efectos, esa lección la tienes aprendida. Pero
ahora quiero que te tomes el tiempo necesario y que indagues en tus recuerdos;
que penetres en ellos, con tranquilidad, descomponiéndolos. Seguro que hallas
el motivo por el cual, siempre, has tenido el convencimiento de merecer lo que
querías. Procúralo.
Posdata:
En el artículo del día 1
de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre.
III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una
serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el
80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de
esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la
Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en
tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas
maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que,
con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis
tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una
formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os
habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas
(Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su
correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es
Para las
actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
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