Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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6/4/21

Memorias de un descarnado: 10 de 29. Por Deéelij

      Imagina – marcó Pal pasado un buen rato –, que estás en la vertical de Nairda, deslizándote para tomar tierra. Comprueba como posees el control de los mandos e instrumentos. Imagina que atraviesas varias capas de nubes en el descenso que es aún más impetuoso y excitante. Siente la magnitud del viento al chocar contra ti; siente cómo te sustenta; comprueba su humedad y frescor – en efecto, aquello se estaba manifestando en realidad, aunque podía pensar que era el fruto “ficticio” del ejercicio. El VZ giraba evolucionando según él lo percibía con los sentidos, con la mente…y así permaneció en su deambular un buen rato… Pal sólo se limitaba a dirigirle sin controlar los mandos de la nave, sin que él pudiera percibirlo.

    Comprueba mentalmente cómo se alinea tu aparato para encauzar la pista uno seis izquierda. Oirás a la torre de control dando las instrucciones precisas y necesarias de viento, y escucharás la autorización para aterrizar sin ningún problema – de igual modo, Jano experimentó todos aquellos datos; parecía increíble que estuviera pasando –. Siente cómo, ya, estás enfilando la pista; quedan pocos metros para llegar. La velocidad es alta, no puedes quedarte sin margen al no tener el motor auxiliar encendido. El tren de aterrizaje baja suavemente. Ahora, no es válido abortar la maniobra, ha de realizarse del tirón, con exactitud y suavidad, casi rozando, sin que se produzca ningún impacto brusco con el firme – él no podía comprobarlo con sus ojos, pero la realidad era la que se le estaba describiendo, y al hacerla suya, la estaba provocando. Estaba volando, gobernando, dirigiendo el motovelero sin ver; lo hacía exclusivamente con los datos ofrecidos por su pensamiento. Volaba a la perfección a ciegas –. Comprueba que estás sobre la pista a escasos diez pies de altura. Siente que, con sigilo, el VZ se desploma sin brusquedad, y de igual modo experimenta cómo desliza sus ruedas, ambas paralelas, en el roce con el asfalto, al mismo tiempo, sin apenas desgaste, sin saltos… Siente o imagina como con la inercia que posee el VZ lo reconduces por una calle de tránsito que se encuentra a sesenta grados por la amura de babor. Puedes sentir y visualizar que, sin detrimento posible, la velocidad que aún mantiene el aparato es la que necesitas para llegar al hangar de donde partimos. Siéntelo.

     Ya es hora de volver a la situación inicial. Dentro de un momento voy a contar de uno a diez. Cuando llegue a diez, abrirás los ojos y estarás plenamente despierto, alerta, descansado y sereno, muy sereno. Te sentirás muy bien. Tendrás pleno dominio de todas tus funciones y capacidades. Estarás como hasta ahora, completamente en tu Ser. Podrás recordar todos los detalles en los que te has visto inmerso, con absoluta precisión. Uno, dos… Todos los músculos, los nervios del cuerpo, están relajados. Tres, cuatro… Despierta tu Ser poco a poco, te percibes muy bien. Cinco, seis… Más y más despierto y alerta. Siete, ocho… Casi despierto, te sientes estupendamente. Nueve, diez… Completamente despierto y alerta, sintiéndote muy bien. Abre los ojos cuando gustes hacerlo. 

     Lo hizo pasado un rato. Lo que veía, no podía creerlo. ¡Estaban en tierra! Se sentía pleno y satisfecho, al mismo tiempo que asombrado. Pitt permanecía al lado de la cabina, accionando desde fuera la apertura. Un suave y tosco clip sonó. La cúpula se abrió automáticamente gracias al resorte que lo impulsaba. El silencio y una tremenda paz repleta de seguridad se escaparon de esa forma, dejando penetrar los sonidos y los olores propios de Nairda a los que ya estaba acostumbrado.

     -     ¿Qué tal la clase? –preguntó Pitt con una amplia e inconfundible sonrisa ante el asombro mostrado por el alumno.

     No podía responder a la pregunta, le era imposible. Aún no podía creer en lo experimentado. Era un “alucine” que nunca, antes, pudo saborear. Cualquier otro momento de su vida no tenía parangón. Aquello había sido inconmensurable, inaudito y perfecto. No sentía la necesidad de abandonar la cabina. Pal, al contrario, terminaba de quitarse los arneses al tiempo que maniobraba para saltar a tierra firme.

     -     No es necesario que te muevas – advertía Pal acariciando su hombro –. Quédate ahí hasta que realmente quieras o sientas que te apetece salir. Es una reacción normal.

     -     Jano, te esperamos en mi oficina. ¿Entendido?

     Su respuesta al Jefe de Instrucción consistió en un suave inclinar de cabeza. Su mente galopaba por cada uno de los instantes que acababa de percibir. Cerró los ojos reviviendo cada momento. Efectivamente lo recordaba todo, a la perfección, cada palabra dicha por Pal; incluso las mismas sensaciones percibidas en los instantes anteriores podían encarnarse en cada parte de su organismo. Seguía sin querer juzgar el experimento. Simplemente había consistido en algo asombroso. Por un momento pensó que él mismo fue quien hizo aterrizar el aparato. Pero aquello se le escapaba de toda posible lógica. Un pequeño conflicto germinaba en su interior.

     Jefe e instructora charlaban animadamente como era su costumbre cada vez que ella impartía tal clase, bien conocedores de lo que despertaba en cada alumno. Permanecían a la espera de los resultados. Reían plácidamente cuando la puerta se abrió de golpe apareciendo la figura del esperado.

     -     Sólo dime una cosa, Pal: ¿he sido yo quien ha gobernado el VZ con los ojos cerrados hasta aterrizarlo? No me mientas por favor. ¿He sido yo realmente?

     -     ¿Tú que crees o piensas? ¡¡¡Pilotillo!!!

     -     No, Pal, no. No es esa la cuestión. ¿He sido yo, o no?

     -    ¿Qué duda tienes? – respondía Pitt –. ¿Acaso no ha sido evidente? – afirmaba confirmando sus sospechas con una pregunta que anulaba cualquier interrogante al respecto. Termina de entrar, y siéntate con nosotros. Charlemos un rato.

     Jano obedeció, cerrando la puerta despacio y tomando asiento.

     -  Podrías haber avisado de lo que en realidad perseguía el ejercicio – reclamó amablemente a Pal.

     - ¡Sí, claro! Entonces no te hubieses dejado llevar, y de igual forma no habrías experimentado los efectos perseguidos. Ahora, ya sabes más sobre lo que eres capaz de Ser y Hacer con lo que Tienes. ¿No me digas que no ha sido fantástico?

     -     Puedo asegurar que jamás elucubré algo tan excelso. Esto es lo que en realidad le gustaría poder hacer a cualquier piloto. Ser él, sin medios algunos, quien vuele, como si de un pájaro se tratase. Es el culmen. La auténtica realización del don de volar. Es como lanzarse desde la montaña más alta al mayor vacío inimaginable, sabiendo que al abrir los brazos y estirar el cuerpo, puedes conducirte en el aire igual que si lo hiciera un pájaro. Saber que puedes ascender y bajar a tu antojo sin más consentimiento que el de tu propia voluntad. ¿Sabéis una cosa? Pienso – decía sin dar margen a respuesta alguna –, que ha merecido la pena venir aquí sólo por el hecho de poder experimentar éste placer.

     ¿Quién no reaccionaría igual?: ¡Nadie! La complicidad de sus interlocutores no necesitaba de palabras para expresar lo que miles de veces comprobaron con cada alumno; y con ellos mismos, por supuesto, en sus respectivos instantes. Él, todavía, permanecía sumido en su experimentar. Tal era el enfervorizador entusiasmo que le embargaba que cualquier añadido posterior no le llegaría. Paladeaba todo el espléndido vuelo.

     -     Ha sido realmente magistral. Gracias Pal. Muchas gracias – fue cuanto pudo expresar. Seguía en las alturas paladeando cada giro; cada beso a cada nube; cada sorbo de oxígeno inhalado; cada porción de aire tocada; cada corriente abrazada…

    -    Será mejor que vayamos a cenar – sentenciaba Pitt, percatándose que cualquier otra cuestión no le sacaría de su cavilación –. ¿Tenéis hambre?

    -      Me comería lo que me pusieran por delante – respondió Jano vivazmente –.  Venga, vamos, y os cuento por el camino el resto del vuelo.

     Como un niño pequeño, con juguetes recién estrenados, relataría con todo detalle y lujo de percepciones, cada uno de los segundos devotamente encarnados. Pitt le acompañaba. Pal tenía otros asuntos que atender y se disculpó; algo que a él no le molestó mucho pese a la gran unión que se había fraguado entre ambos. Jano necesitaba contar una y otra vez aquello tan increíble. Tras la cena, donde no paró de hablar sin descanso, y una vez que Pitt percibió que el alumno había soltado en profundidad, lo invitó a tomar una infusión en su despacho.

     Un té de frutas cálido, rojizo, muy aromático, de sabor exquisito y penetrante acarició sendas papilas gustativas. En silencio, saboreaban la rica sustancia, dejándose mimar por el instante que les envolvían.

     El Cadete, calmado, tenía al igual que el General, sus pies cruzados y apoyados sobre la magnífica mesa que les separaba. Fue el instante escogido para empezar y concluir, si era posible, con el aprendizaje de la jornada. La noche estaba muy entrada; el cansancio, en breve, reclamaría su porción de tiempo.

     -    Jano – dijo suavemente procurando su atención –, ¿qué otras cosas aparte de volar en un VZ, has aprendido a lo largo del día?

     -    Si te refieres – bien sabía a dónde quería llegar él – a que si he asimilado el sentido total de la cuarta regla del vuelo, puedo concluir que imagino que sí. Pero como Pal ya hizo mención, tú terminarías de apuntillarlo a nuestro regreso, por lo que deduzco que debe haber un trasfondo que no he captado. Así que, si vamos al grano será lo mejor. ¿No te parece?

     -     Me parece perfecto. Dime: ¿Qué es lo que crees que en verdad te mereces? – soltó Pitt como un escopetazo disparado a bocajarro –. ¿Piensas alguna vez en que eres merecedor de algo?

     Una cosa era leer frases de un manual de vuelo y otra muy distinta responder a cuestiones tan directas. Recapituló un poco en sus archivos mentales localizando una respuesta válida. No quería parecerle un estúpido…

     -   Deja de intentar acaramelar una respuesta – espetó Pitt, interrumpiendo su deliberación interna con amabilidad y seriedad, demostrando que también podía leer la mente –, y responde con sencillez y sinceridad a mis preguntas Vamos, se franco contigo mismo. Puedes, si te apetece, engañarme, pero si lo haces contigo, entonces puedes tener la seguridad de ser un perfecto estúpido. ¿Lo captas?

     Tal aseveración había dejado a Jano noqueado. Su mente estaba en blanco. Ahora sí que no sabía qué contestar. No encontró nada que añadir. Bajó los pies de la mesa e inclinó su cuerpo refugiando su cabeza entre sus manos. Tenía que ser sincero. Pitt tenía razón: era absurdo intentar colocar cualquier frase evasiva. Total, él estaba aquí para aprender, y estas personas se estaban dedicando en cuerpo y alma en una instrucción absolutamente ejemplar y maravillosa. Tenía que corresponder de la misma manera. Tenía que ser ético.

     -      Ético lo has sido y lo eres. Ese no es tu problema. Siempre has sido una persona leal y entregada. Nunca has dejado de ayudar si te lo han pedido o cuando creíste que era necesaria tu cooperación. No sigas por esos senderos. No te critiques ahora. Tan sólo responde a mi pregunta, Jano. ¿Qué es lo que crees que en verdad te mereces?

     -     A bote pronto sólo puedo mencionar algo que esta tarde Pal me ha inculcado: que me merezco lo mejor, sólo por el hecho de existir. Algo que tú, en su momento, le dijiste muy acertadamente, según ella confirma.

     -    Confundes dos frases distintas mezclándolas. Yo le transmití hace mucho tiempo lo siguiente: “Te mereces lo mejor, todo lo mejor que puedas imaginar. Sólo que aún no lo sabes. Y te lo mereces sólo por Ser Quién Eres. Por Ser única e irrepetible; por tanto, Perfecta. Por Ser la mejor” Y por otro lado le inculqué que “Sólo por el hecho de existir, te mereces ser feliz. Nunca cuestiones esta verdad, ni la pongas en duda”. Esas fueron mis palabras exactas, y no el resumen medio infame que has espetado – concluía con mofa –, así que te repito de nuevo la pregunta: ¿qué es lo que crees que, en verdad, te mereces?

    -   Pitt, sé que puedo aportar algo real a esta reiterada cuestión. Déjame indagar. Desde siempre he conseguido todo, o casi todo, lo que me propuse. Siempre me creí merecedor de todo aquello a lo que aspiraba. Y siempre que lo buscaba y luchaba por ello, eso era mío. Así de simple, pero igualmente, así de real. ¿Te sirve esta respuesta?

    -   Perfectamente – acompasó con un sorbo de té –. Es lo que quería averiguar, para, a continuación, lanzarte la siguiente. Tienes que ir subiendo peldaño a peldaño. ¿Por qué crees que tenías tal convencimiento sobre el hecho de merecer todo lo que te proponías alcanzar?

    -    Lo siento, Pitt, no quiero demorar la respuesta y provocar que de nuevo leas la mente. Me hace sentir desnudo. Sólo sé que podía conseguirlo y me lo merecía. Insisto: No sé por qué. Sólo lo sabía. Y no encuentro otra razón. ¿Te llega?

    -     Todo sirve, siempre, y no es cuestión de que llegue o llene, o colme. Es imprescindible que alcances lo vital. Nada es casual, pues ya sabes que somos la causa de nuestros efectos, esa lección la tienes aprendida. Pero ahora quiero que te tomes el tiempo necesario y que indagues en tus recuerdos; que penetres en ellos, con tranquilidad, descomponiéndolos. Seguro que hallas el motivo por el cual, siempre, has tenido el convencimiento de merecer lo que querías. Procúralo.

 

Posdata:

En el artículo del día 1 de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre. III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el 80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que, con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas (Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su correo profesional:  terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es

 

Para las actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com

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