Un universo inteligente y ordenado
De
enseñanzas inmemoriales, de los hallazgos de quienes han podido explorar los
campos más sutiles de la vida, y de nuestras intuiciones espirituales
profundas, podemos percibir que lo que nos dicen nuestros sentidos no es sino
una fracción de la gran leyenda de la eternidad y de que las respuestas al
misterio de la existencia están en otra parte.
Tres
hipótesis generales acerca del origen y existencia de la vida y la forma han
recibido seria consideración:
+Primera, que todo es resultado de
la casualidad, un “concurso fortuito de átomos”, y que el universo es un caos
sin organización definida, y la vida humana es una creación espontánea.
+Segunda, que el universo, en su
funcionamiento físico, puede ser producto de leyes naturales definidas, pero la
organización se detiene en ese punto dejando como resultado una combinación de
cosmos y caos, en parte ordenada y en parte caótica.
+Tercera, que el universo es una
organización ordenada con precisión, y que la vida es eterna, auto-existente,
sin principio ni fin, y las formas son creadas por una Inteligencia Divina que
opera conforme a leyes bien definidas.
La Teosofía
sugiere que esta tercera hipótesis soporta mejor el examen de la razón y parece
estar más justificada por el estudio y la observación del mundo circundante. Constantemente
aumenta la percepción humana del alcance de esa ley. Más si aceptamos la
hipótesis de un universo de ley y orden, implicamos tácitamente que debe tener
un significado. Entonces surge la pregunta: ¿Cuál es el propósito de la vida al
manifestarse en este universo?
¿Cuál es el propósito de la vida al manifestarse en este universo?
a) Primer postulado
La Teosofía
opina que este propósito es el de convertir posibilidades latentes en poderes
activos. El plan de este desarrollo se encuentra en la' evolución (del verbo
latino “evolvere”, desenvolver) la cual significa el desenvolvimiento de la consciencia
por medio de la experiencia en formas cada vez más refinadas y sensitivas. Este
concepto Teosófico va más allá de la teoría de Darwin sobre la evolución de las
formas de lo simple a lo complejo, pues añade lo que parece ser un corolario
esencial: la idea de la evolución de la consciencia.
La vida
misma es el factor gobernante, pues al desarrollarse mejora y adapta formas
sucesivas para sus propias necesidades evolutivas. La vida es continua y
permanente. Las formas se desechan cuando han servido a sus propósitos; son
temporales. Será bueno decir aquí, aunque esto se tratará más completamente en
otra lección, que según la Teosofía, el reino humano obtiene su experiencia
evolutiva a través de muchas vidas, en cuerpos de ambos sexos, bajo diferentes
circunstancias y civilizaciones.
a) Segundo postulado
Un segundo
postulado teosófico con respecto a la evolución es que ésta no prosigue en una
línea recta sino que representa la segunda mitad de un movimiento circular cuya
primera mitad se llama involución. Durante el período de involución la vida
desciende de su estado de consciencia pura e indiferenciada y se infiltra por
etapas sucesivas en materia más y más densa. La mitad evolutiva del ciclo
comienza cuando, al pasar por las severas limitaciones y restricciones de la
materia, la conciencia despierta gradualmente y empieza su largo ascenso hacia
la autoconciencia y más allá.
Las
palabras “descenso” y “ascenso” pueden considerarse como la toma gradual de
materia más y más densa (involución), y luego el desechamiento gradual de las
formas que se tomaron para obtener experiencia (evolución). Según el concepto
teosófico, hay siete planos concéntricos o estados de materia en los que ocurre
el proceso total de involución y evolución. Pero todos estos planos o
densidades de materia se ínter penetran y no están en estratos.
Creación y evolución
Detrás de
toda vida manifestada está la Existencia Eternal Única, Infinita, inconocible
porque la mente finita del hombre no puede abarcar lo infinito. De ese
Principio Primero, a menudo llamado lo Absoluto, proviene todo, y a ello debe
regresar todo finalmente. Nuestro universo no es sino una ola dentro del
inmenso océano de este Absoluto o Existencia Única, una manifestación que
aparece y desaparece. De este Absoluto emergen innumerables universos, y en
cada universo hay incontables galaxias y, en estas, multitud de sistemas
solares.
Cada
sistema solar está energizado y gobernado por una Consciencia poderosa, llamado
un Logos Solar. Quienes estamos en él somos fragmentos de su vida en proceso de
evolución. Y el propio Logos Solar está evolucionando, puesto que el proceso es
universal y sin concebible terminación en el tiempo.
Tres Grandes Emanaciones
Conforme a
la hipótesis Teosófica, son necesarios tres grandes impulsos vitales para dar
existencia a un mundo. Se le conoce como las Tres Grandes Emanaciones u Olas de
Vida. Están simbolizadas en la Trinidad que aparece bajo diversos nombres en
las grandes religiones del mundo.
Primera
La Primera
gran Emanación de energía creadora ígnea (correspondiente al Espíritu Santo en
la Trinidad Cristiana) sale del Logos y electrifica con vida la substancia
primordial que existe eternamente.
Esta
substancia es un potencial que permanece así hasta que esa Primera Emanación la
electrifica con vida. Se dice que esto se lleva a cabo por un proceso que
podría simbolizarse como un desmenuzamiento en infinitos fragmentos sin
auto-destruirse.
No hay,
pues, un solo átomo que no tenga en sí la vida de Dios. Y a la inversa, la Vida
Divina solamente puede manifestarse animando materia. Vida y Materia se
encuentran juntas e inseparables doquiera hay manifestación.
La Primera Emanación de Vida pasa a
través de los siete campos concéntricos, descendiendo del cénit al nadir y
volviendo de este otra vez al cénit. Con esta entrada o involución prepara la
materia para una tremenda jornada en el tiempo.
Segunda
Este
proceso toma incalculables eones de tiempo, y mucho antes de quedar completo
entra en acción la Segunda Emanación de Vida (correspondiente al Hijo en la
Trinidad). Se dice que el Logos expide una sucesión constante de olas de vida,
de modo que en cualquier momento hay un número de ellas en operación; de otro
modo no existiría en un momento dado sino un solo reino de vida.
Igual que
la Primera Emanación, la Segunda recorre el ciclo del cenit al nadir y vuelta
hacia el cenit. En el arco descendente le da a la materia características que
la capacitarán para responder a estímulos externos por medio del pensamiento,
del deseo y demás. En el nadir termina la involución y comienza la evolución.
Cuando la
Segunda Emanación comienza a “ascender” (no en términos de espacio, sino de consciencia),
construye formas con la materia que ahora posee las cualidades que le fueron
impartidas en el arco descendente. La tarea en el arco ascendente consiste en
modelar las formas minerales, vegetales y animales, por medio de las cuales la
vida animadora evoluciona en organismos cada vez más complejos.
Tercera
La Primera
Emanación vivificó la materia. La Segunda la dotó de cualidades para responder,
y construyó con ella las formas de los reinos inferiores. La Tercera Emanación
(correspondiente al Padre en la Trinidad Cristiana) lanza las mónadas humanas,
las chispas imperecederas de la Vida Divina.
Mónada
El término
“mónada” viene del griego y significa simplemente aquello que es indivisible.
En Teosofía se usa esta palabra para designar el aspecto inmortal del ser
humano.
Se dice que
las mónadas espirituales o humanas han estado esperando en su propio plano
elevado. No pensemos en este plano monódico en términos de espacio, sino como
un campo de energía que ínterpenetra todos los campos más densos, pero que es
tan sutil que es completamente imperceptible para cualquier consciencia que
esté “más abajo”). Allí esperan mientras las formas evolucionan a través de los
reinos interiores, mineral, vegetal y animal. Vigilan la vida que está en esas
formas, durante largos períodos de tiempo, infundiendo en ella la voluntad de
extenderse y expandirse mediante su incorporación en formas cada vez más
sensitivas, formas que las mónadas van configurando según sus necesidades.
Esta es la
“voluntad de vivir” que se observa a través de toda la naturaleza. Como este
impulso monádico es en verdad un “afán de superación”, su influencia está
impeliendo constantemente la evolución de la vida y de las formas.
Cuando las
formas están suficientemente evolucionadas para convertirse en instrumentos de
la consciencia humana, bajan como un relámpago las mónadas y toman posesión de
ellas. Al encontrarse las mónadas con los cuerpos de materia mental que están
elevándose y que también han estado evolucionando, se unen a ellos y los
fertilizan. En el momento de esta unión forman en cada caso lo que se llama el
cuerpo causal, o sea el instrumento verdadero de la consciencia humana individual.
El alma humana queda diferenciada así de las formas de vida en los reinos
inferiores.
Algunas
veces se hace la pregunta de si nosotros “ascendimos a través del remo animal”.
Por lo que hemos dicho puede verse que si bien la vida y las formas que
habitamos, evolucionaron a través de los reinos inferiores, la consciencia
humana jamás fue otra cosa que consciencia humana; nada que podamos llamar un
“yo” ha habitado formas en esos reinos inferiores. La consciencia del “yo”
pertenece al Ego, es decir a una extensión de la consciencia monádica, y
comenzó a existir al formarse el cuerpo causal.
Individualización
Este proceso
se llama individualización y señala la transición desde la consciencia simple
del reino animal a la auto-consciencia y la formación del alma humana.
En el reino
animal, lo que se llama “alma grupal” se dice que se manifiesta a la vez por
medio de varios cuerpos de animales de una misma especie. En otras palabras,
cada animal es apenas una parte de un alma grupal o colectiva. Las experiencias
obtenidas por los animales revierten al morir estos en su alma grupal y
entonces la comparten todos los nuevos animales que nacen de esa alma grupal. Experiencias
continuamente repetidas que se almacenan en el alma grupal animal, suministran
los instintos heredados de sus miembros; de ahí que un patito empollado por una
gallina por ejemplo, sabe instantáneamente que el agua es su ambiente natural,
o un pájaro incubado artificialmente sabe hacer un nido sin haber visto jamás
tal cosa. En el ser humano, donde las memorias de experiencias pasadas están ya
individualizadas, reaparecen como consciencia; cada uno de nosotros es en un
sentido la suma total de sus experiencias pasadas.
Reino humano
El progreso
evolucionario a través de los reinos inferiores hacia la meta de la humanidad,
es inconsciente y, por tanto, inconcebiblemente lento. Pero una vez que se
alcanza el reino humano, el progreso de cada individuo queda en sus propias
manos. También puede ser lento al principio, porque la auto-consciencia recién
formada es débil y la mónada no ha aprendido todavía a dirigir sus
instrumentos. Pero gradualmente se acelera este progreso a medida que la consciencia
individual crece y se ensancha al pasar por muchas reencarnaciones en una serie
de cuerpos físicos, con intermedios para descansar y asimilar las lecciones
aprendidas.
Por lo
dicho se ve claro que el entrar al reino humano es un gran paso hacia adelante
en responsabilidad, dentro de la jornada evolucionaría. El alma comienza a
encarnar en un nivel de civilización extremadamente primitivo, pero asciende
gradual, lenta y penosamente, paso a paso, y va aprendiendo una lección tras
otra en la escuela de la vida. El intelecto asoma bajo el impulso y estímulo
del deseo, fortalecido por el recuerdo de su satisfacción. Al principio no hay
moralidad, ni distinción entre el bien y el mal. Pero más adelante, el ser
humano encuentra que vive en un mundo de leyes naturales; que experimenta
placer cuando obedece esas leyes, y dolor cuando las desatiende. También vienen
Grandes Instructores, de edad en edad, a ayudarlo a que evolucione y a que
distinga entre lo bueno y lo malo, o, en otras palabras, entre lo que es
prudente porque está en línea con la corriente de evolución, y lo que no es
prudente porque se opone a ella.
Se dice que
el método de evolución humana consiste en recoger experiencias en varias razas
y subrazas, las cuales se caracterizan por cualidades particulares necesarias
para el desarrollo completo. El ser humano pasa por las varias razas para que
aprenda lecciones específicas en cuerpos de distintos tipos y por ambientes
diversos. Cada nación tiene una lección especial que enseñar a las almas que
encarnan en ella, y un mensaje definido con qué contribuir a la civilización en
conjunto. Grecia, por ejemplo, dio al mundo un mensaje de belleza, Roma, el de
la ley y organización; las razas Teutónicas están desarrollando el intelecto.
El alma encarna de raza en raza o de nación en nación, tal como el niño pasa de
uno a otro curso en la escuela. A veces encarna en cuerpo femenino con el fin
de aprender las lecciones del corazón; otras en cuerpo masculino para aprender
las lecciones del intelecto. Es necesario experimentar en muchos cuerpos de
ambos sexos y en muchas razas, antes de poder alcanzar la meta de plenitud.
La
explicación al propósito de todo esto se encuentra en el hecho de que al final
del ciclo hay billones de almas espiritualmente conscientes que no existían de
esa manera al comienzo del mismo. Esto ha sido expresado bellamente en la
frase: Dios duerme en el mineral, sueña en el vegetal, despierta en el animal,
se hace plenamente despierto y auto-consciente en el ser humano y
universalmente consciente en el Cristo, el Ser Superior”.
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Autor: Emogenes Simons, resumen del segundo capítulo de su libro
Curso básico de Teosofía
Curso básico de Teosofía
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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