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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de este enlace se puede tener información sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
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Es necesario enraizar en aquellos valores específicamente humanos
para que todos puedan asumir una nueva ética donde primen el cuidado, la
solidaridad, la responsabilidad universal y la justicia
Entre el 10 y el 13 de
julio de 2018 se celebró en Belo Horizonte un congreso internacional organizado
por la Sociedad de Teología y Ciencias de la Religión (SOTER) en torno a los
temas religión, ética y política. Las exposiciones fueron de gran actualidad y
de nivel superior. Voy a referirme solamente a la discusión sobre El eclipse de
la ética que me tocó introducir.
A mi modo de ver, dos
factores han alcanzado el corazón de la ética: el proceso de globalización y la
mercantilización de la sociedad.
La globalización ha
mostrado los diferentes tipos de ética, según las diferencias culturales. Se ha
relativizado la ética occidental, una entre tantas. Las grandes culturas de
Oriente y las de los pueblos originarios han revelado que podemos ser éticos de
forma muy diferente.
Por ejemplo, la cultura
maya centra todo en el corazón, ya que todas las cosas nacieron del amor de los
dos grandes corazones del Cielo y de la Tierra. El ideal ético es crear en
todas las personas corazones sensibles, justos, transparentes y verdaderos. O
la ética del “bien vivir y convivir” de los andinos, asentada en el equilibrio
de todas las cosas, entre los humanos, con la naturaleza y con el universo.
Tal pluralidad de caminos
éticos ha tenido como consecuencia una relativización generalizada. Sabemos que
la ley y el orden, valores de la práctica ética fundamental, son los
prerrequisitos para cualquier civilización en cualquier parte del mundo. Lo que
observamos es que la humanidad está cediendo ante la barbarie rumbo a una
verdadera era mundial de las tinieblas, tal es el descalabro ético que estamos
viendo.
Poco antes de morir en
2017, advertía el pensador Sigmund Bauman: “O la humanidad se da las manos para
salvarnos juntos o, si no, engrosaremos el cortejo de los que caminan rumbo al
abismo”. ¿Cuál es la ética que nos podrá orientar como humanidad viviendo en la
misma casa común? El segundo gran impedimento a la ética es la mercantilización
de la sociedad, lo que Karl Polanyi llamaba ya en 1944 “la gran
transformación”. Es el fenómeno del paso de una economía de mercado a una
sociedad puramente de mercado. Todo se transforma en mercancía, cosa ya
prevista por Karl Marx en su texto La miseria de la filosofía de 1848, cuando
se refería al tiempo en el que las cosas más sagradas como la verdad y la
conciencia serían llevadas al mercado; sería el “tiempo de la gran corrupción y
de la venalidad universal”. Pues estamos viviendo ese tiempo. La economía,
especialmente la especulativa, dicta los rumbos de la política y de la sociedad
como un todo. La competición es su marca registrada y la solidaridad
prácticamente ha desaparecido.
¿Cuál es el ideal ético de
este tipo de sociedad? La capacidad de acumulación ilimitada y de consumo sin
límites, que genera una gran división entre un pequeñísimo grupo que controla
gran parte de la economía mundial y las mayorías excluidas y hundidas en el
hambre y la miseria. Aquí se revelan rasgos de barbarie y de crueldad como
pocas veces en la historia.
Tenemos que volver a fundar
una ética que se enraíce en aquello que es específico nuestro como humanos y
que, por eso, sea universal y pueda ser asumida por todos.
Estimo que en primerísimo
lugar está la ética del cuidado, que según la fábula 220 del esclavo Higinio,
bien interpretada por Martin Heidegger en Ser
y tiempo, constituye el sustrato ontológico del ser humano, aquel conjunto
de factores sin los cuales jamás surgirían el ser humano y otros seres vivos.
Por pertenecer el cuidado a la esencia de lo humano, todos pueden vivirlo y
darle formas concretas, conforme a sus culturas. El cuidado presupone una
relación amigable y amorosa con la realidad, de mano extendida para la
solidaridad y no de puño cerrado para la dominación. En el centro del cuidado
está la vida. La civilización deberá ser biocentrada.
Otro dato de nuestra
esencia humana es la solidaridad y la ética que de ella se deriva. Sabemos hoy
por la bioantropología que fue la solidaridad de nuestros ancestros antropoides
la que permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad. Buscaban los
alimentos y los consumían solidariamente. Todos vivimos porque existió y existe
un mínimo de solidaridad, comenzando por la familia. Lo que fue fundacional
ayer, lo sigue siendo todavía hoy.
Otro camino ético ligado a
nuestra estricta humanidad es la ética de la responsabilidad universal: o
asumimos juntos responsablemente el destino de nuestra casa común o vamos a
recorrer un camino sin retorno. Somos responsables de la sostenibilidad de Gaia
y de sus ecosistemas para que podamos seguir viviendo junto con toda la
comunidad de vida.
El filósofo Hans Jonas que
fue el primero en elaborar El principio de responsabilidad, le agregó la
importancia del miedo colectivo. Cuando este surge y los humanos empiezan a
darse cuenta de que pueden conocer un fin trágico e incluso llegar a
desaparecer como especie, irrumpe un miedo ancestral que los lleva a una ética
de supervivencia. El presupuesto inconsciente es que el valor de la vida está
por encima de cualquier otro valor cultural, religioso o económico.
Por último, es importante
rescatar la ética de la justicia para todos. La justicia es el derecho mínimo
que tributamos al otro de que pueda continuar existiendo y recibiendo lo que le
toca como persona. Las instituciones especialmente deben ser justas y
equitativas para evitar los privilegios y las exclusiones sociales que tantas
víctimas producen, particularmente en nuestro país, uno de los más desiguales,
es decir, más injustos del mundo. De ahí se explica el odio y las
discriminaciones que desgarran a la sociedad, venidos no del pueblo sino de las
élites adineradas, que siempre viven del privilegio y no aceptan que los pobres
puedan subir un peldaño en la escala social. Actualmente, vivimos bajo un
régimen de excepción en el que tanto la Constitución como las leyes son
pisoteadas mediante el Lawfare (la interpretación distorsionada de la ley que
el juez practica para perjudicar al acusado).
La justicia no vale solo
entre los humanos sino también con la naturaleza y con la Tierra, que son
portadoras de derechos y por eso deben ser incluidas en nuestro concepto de
democracia socioecológica.
Estos son algunos
parámetros mínimos para una ética válida para cada pueblo y para la humanidad,
reunida en la casa común. Debemos incorporar una ética de la sobriedad
compartida para lograr lo que decía Xi Jinping, jefe supremo de China: “Una
sociedad moderadamente abastecida”. Esto significa un ideal mínimo y
alcanzable. En caso contrario, podremos conocer un armagedón social y
ecológico.
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Autor: Leonardo Boff (Teólogo, filósofo, escritor y profesor brasileño)
Fuente:
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