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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de este enlace se puede tener información sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
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En esta entrevista el filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi aborda la exclusión neoliberal y cómo el ritmo frenético de la comunicación virtual genera frustración juvenil que se refleja, entre otras cosas, en el suicidio y masacres en centros de estudio
Una de las metáforas más
potentes —y de mayor resonancia hasta nuestros días— dentro del imaginario de
Pier Paolo Pasolini es la de “mutación antropológica”. Se trata de un término
que el cineasta, escritor y poeta italiano utilizaba para ilustrar los efectos
psicosociales producidos por la transición de una economía de origen agrario e
industrial, a otra de corte capitalista y transnacional.
Así, durante la década de
los 70 del siglo pasado, Pasolini identificaba en sus libros Escritos Corsarios y Cartas Luteranas una verdadera
transmutación en las sensibilidades de vastos sectores de la sociedad italiana
como consecuencia del “nuevo fascismo” que imponía la globalización. Creía que
este proceso estaba creando —fundamentalmente a través del influjo semiótico de
la publicidad y de la televisión— una nueva “especie” de jóvenes burgueses a
los que él llamaba los “sin futuro”: muchachos con una marcada “tendencia a la
infelicidad”, con poco o ningún arraigo cultural o territorial, y que estaban
asimilando, sin demasiada distinción de clases, los valores, la estética y el
estilo de vida que los nuevos “tiempos del consumo” promovían.
40 años después, otro
tábano intelectual oriundo de Bologna -el filósofo y teórico de los medios de
comunicación, Franco “Bifo” Berardi- cree que el sombrío diagnóstico de
Pasolini se ha hecho profético a la luz de la situación de “precariedad
existencial” y aumento de trastornos del ánimo que las transformaciones
neoliberales han provocado.
Según la Organización
Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es hoy la segunda causa de muerte en el
grupo de jóvenes y niños -en su gran mayoría varones- de entre 10 a 24 años. De la misma
manera, la depresión -la patología del ánimo más predictiva del comportamiento
suicida- será para el 2020 la segunda forma de incapacidad más recurrente en el
mundo.
Berardi cree que estos
datos -así como la mayoría de acontecimientos violentos que se han producido en
los últimos años, como los asesinatos de masas o los atentados suicidas
radicales- están estrechamente vinculados a las condiciones de hiper
competición, subsalario y exclusión que promueve el ethos neoliberal. Sugiere
que, al momento de analizar los efectos que la economía de mercado tiene en
nuestras vidas, también debemos incorporar un nuevo y trascendental elemento:
la forma en que los acelerados flujos de información a los que nos exponemos a
través de las “nuevas” tecnologías influyen en nuestra sensibilidad y en
nuestros procesos cognitivos.
Aclaración: Berardi no es
un ningún tecnófobo o un romántico de los tiempos del capitalismo pre
industrial. Comprende -y ha utilizado a su favor- los avances que la técnica
introduce en nuestras vidas. Desde finales de los años 60 ha encabezando diversos
proyectos de comunicación alternativa, tales como la revista cultural
Atraverso, Radio Alice (una de las primeras emisoras libres de Europa) o TV
Orfeo (la primera televisión comunitaria de Italia) y ha participado en
programas educativos de la Radio y Televisión Italiana (RAI) vinculados al
funcionamiento y los efectos de las nuevas tecnologías. Además, “Bifo” ha sido
un atento observador de fenómenos contraculturales como el ciberpunk, o las
posibilidades futuras de gobiernos tecno-fascistas.
Su carrera ha estado
fuertemente marcada por el compromiso político: fue miembro activo -desde la
Universidad de Bologna, donde se licenció en Estética- de los acontecimientos
insurreccionales de Mayo del 68 y, a inicios de los 70, estuvo vinculado al
movimiento de izquierda extraparlamentaria “Potere Operaio”. Posteriormente -a
principios de los 80, durante su exilio en Francia- frecuentó a Michel Foucault
y trabajó junto a Félix Guattari en el naciente campo disciplinar del
ezquizoanálisis. Berardi es autor de más de una veintena de libros, entre los
que destacan El alma del trabajo: desde
la alienación a la autonomía, Generación
post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Héroes: asesinato de masa y suicidio y Fenomenología del fin.
En tus últimos trabajos has dicho que el efecto de las tecnologías
digitales, la mediatización de las relaciones comunicativas y las condiciones
de vida que produce el capitalismo financiero, están estrechamente vinculados
con el incremento de patologías en la esfera afectiva emocional, así como de
suicidios a nivel mundial. Incluso has dicho que estamos ante una verdadera
“mutación antropológica” de la sensibilidad. ¿De qué manera estos fenómenos se
vinculan con el aumento de suicidios y de patologías del ánimo?
Se trata naturalmente de un
proceso muy complicado que no puede ser reducido a líneas de determinación
sencillas. La combinación de estas condiciones técnicas, sociales,
comunicacionales puede producir —y de hecho producen, en un gran número de
casos— una condición de individualización competitiva y de aislamiento psíquico
que provoca una fragilidad extrema, que algunas veces se manifiesta como
predisposición al suicidio.
No puede ser casual el
hecho de que en los últimos cuarenta años el suicidio se haya incrementado
enormemente (particularmente entre los jóvenes). Según la Organización Mundial
de la Salud se trata de un aumento del 60%. Es enorme. Se trata de un dato
impresionante que tenemos que explicar en términos psicológicos, y también en
términos sociales. Cuando leí por primera vez esta información me pregunté:
¿qué ha pasado en los últimos cuarenta años? La respuesta es clara. Pasaron dos
cosas. La primera fue que Margaret Thatcher declaró que la sociedad no existe,
que sólo hay individuos y empresas en competición permanente —en guerra
permanente—, digo yo. La segunda es que, en las últimas décadas, la relación
entre los cuerpos se ha hecho cada vez más rara, mientras que la relación entre
sujetos sociales ha perdido corporeidad, pero no intercambio comunicacional. El
intercambio se ha hecho puramente funcional, económico, competitivo. El
neoliberalismo ha sido, en mi opinión, una masiva instigación al suicidio. El
neoliberalismo —más la mediatización de la relación social—, ha producido un
efecto de fragilización psíquica y de agresividad económica claramente
peligrosa, y al límite del suicidio.
¿Cuál crees que fue el sentido profundo de lo que quiso expresar
Thatcher?
Cuando Thatcher dijo que ya
nada ni nadie se puede definir como sociedad, que sólo hay individuos y
empresas que luchan para el provecho, para el éxito económico competitivo,
declaró algo de una potencia destructiva enorme. El neoliberismo, a mi parecer,
produce un efecto de radical destrucción de lo humano. La dictadura financiera
de nuestra época es el producto de la desertificación neoliberal. La
financiarización de la economía se funda sobre una abstracción doble. Siempre
el capitalismo se fundó sobre una abstracción del valor de intercambio
(abstracción que olvida y cancela el carácter útil y concreto del producto).
Pero la valorización financiera no necesita pasar a través de una producción
útil. Si quiere acumular capital, el capitalista industrial tiene que producir
objetos, automóviles, petróleo, gafas, edificios. El capital financiero no
necesita producir nada. La acumulación de capital financiero no pasa a través
de un producto concreto, sino que sólo a través de la manipulación virtual del
dinero mismo.
En este escenario ¿qué peculiaridades observas en las formas en
las que nos relacionamos con nuestros trabajos —a diferencia por ejemplo, del
caso de un obrero industrial de los años 70— que nos deja tan expuestos a la
saturación patológica que expresas en tus libros?
El movimiento obrero del
siglo pasado tenía como meta principal la reducción del tiempo de trabajo, la
emancipación del tiempo de vida. La precarización, y el empobrecimiento
producido por la dictadura neoliberal ha producido un efecto paradójico. La
tecnología reduce el tiempo de trabajo necesario, pero el capital codifica el
tiempo liberado como paro y lo sanciona, reduciendo la vida de las personas a
condiciones de miseria material. Consecuentemente, las personas jóvenes son
obligadas a buscar continuamente un empleo que no puede encontrarse sino en
condiciones de precariedad y de sub-salario. El efecto afectivo es la ansiedad,
la depresión y la parálisis del deseo. La condición precaria trasforma a los
demás en enemigos potenciales, en competidores.
Con regularidad has analizado las formas en que las tecnologías de
la comunicación y el uso que les damos interactúan con las condiciones de vida
instauradas por el capitalismo. ¿Qué rol crees que cumplen las redes sociales en
el marco de una sociedad con un nivel de capitalismo altamente desregulado? ¿De
qué manera los efectos que este sistema económico produce en nuestras vidas se
complementan o se relacionan con el uso que le damos a este tipo de plataformas
digitales?
La red social es, al mismo
tiempo, una expansión enorme —virtualmente infinita— del campo de la
estimulación, una aceleración del ritmo del deseo y, al mismo tiempo, una
frustración continua, una postergación infinita del placer erótico, aunque en
los últimos años se hayan creado redes sociales que tienen como función directa
la convocatoria sexual. No creo que se puedan considerar las redes (ni la
tecnología en general) como causa de la deserotización del campo social, sino
que creo que las redes funcionan al interior de un campo social deserotizado,
de manera tal que confirman continuamente la frustración mientras que
reproducen, amplían y aceleran el ritmo de la estimulación.
Es interesante considerar
el siguiente dato: en Japón, el 30% de los jóvenes de entre 18 y 34 años no han
tenido ninguna experiencia sexual, y tampoco desean tenerla. Por su parte,
David Spiegelhalter, profesor de la Universidad de Cambridge, escribió en Sex by Numbers que la frecuencia de los
encuentros sexuales se ha reducido casi a la mitad en los últimos veinte años.
¿Las causas? Estrés, digitalización del tiempo de atención, ansiedad. Esto ha
producido el surgimiento de lo que para Spiegelhalter es la “single society”,
es decir, una sociedad asocial, en la cual los individuos están demasiado
ocupados en buscar trabajo y en relacionarse digitalmente como para encontrar
cuerpos eróticos con los que relacionarse.
En esta misma línea de análisis, también has dicho que las nuevas
formas de relacionarnos con las nuevas tecnologías afectan los paradigmas del
humanismo racionalista clásico, y en particular, nuestra capacidad para pensar
críticamente. Considerando esto, ¿de qué manera las dinámicas multitaskin o la
apertura de ventanas de atención hipertextuales pueden llegar a deformar las modalidades
secuenciales de elaboración mental?
La comunicación alfabética
tiene un ritmo y una escansión que permiten al cerebro una recepción lenta,
secuencial, reversible. Son las condiciones de la crítica, que la modernidad
considera como la condición esencial de la democracia y de la racionalidad.
Pero ¿qué significa “crítica”? En su sentido etimológico, la crítica es la
capacidad de distinción, y particularmente de discriminación entre verdad y
falsedad de los enunciados. Cuando el ritmo de la enunciación se acelera, la
posibilidad de interpretación crítica de los enunciados se reduce hasta al
punto de cancelarse completamente. McLuhan escribió que, cuando la
simultaneidad remplaza la secuencialidad —es decir, cuando la enunciación se
acelera sin límites— la mente pierde su capacidad de discriminación crítica y
pasamos, desde esa condición a una o neo-mitológica.
Pese a las deficiencias
comunicacionales a la que muchos especialistas atribuyeron la derrota de
Hillary Clinton, y concretamente, a su postura frente al estilo confrontacional
y “políticamente incorrecto” con el que Trump encaró temas vinculados con las
cultural wars, ¿incidió esta “reducción de la capacidad crítica” que tú
identificas en el resultado de las elecciones?
En los últimos meses se ha
hablado mucho de post-truth communication en el contexto de las elecciones en
Estados Unidos que llevaron a un racista a ganar la presidencia. Pero yo no
creo que el problema verdadero sea en el circuito de la comunicación. Siempre
la mentira ha sido normal dentro de la comunicación política. El problema
verdadero fue que la mente individual y colectiva ha perdido su capacidad de
discriminación crítica, de autonomía psíquica y política.
Aunque algunos especialistas le resten importancia al término “nativos
digitales” (y digan que es sólo una metáfora que habla más del poder
desproporcionado que le otorgamos a las nuevas tecnologías que de los efectos
reales que tienen en los individuos), el concepto guarda bastante relación con
la “mutación antropológica” que identificas en los jóvenes de la primera
generación conectiva. ¿Qué valor le otorgas al concepto de “nativos digitales”
y cómo puede relacionarse con la noción acuñada por Marshall McLuhan de
“generaciones post alfabéticas” que tú has retomado en algunos de tus libros?
No creo en absoluto que la
expresión “nativo digital” sea meramente metafórica. Se trata, al contrario, de
una definición apta para nombrar la mutación cognitiva contemporánea. La
primera generación conectiva, la que ha aprendido más palabras por una máquina
que por la voz de la madre, se encuentra en una condición verdaderamente nueva,
sin precedentes en la historia del género humano. Es una generación que se
relaciona con los signos semióticos de manera puramente funcional, que ha perdido
la capacidad de valoración afectiva de la comunicación, y que está obligada a
elaborar los flujos semióticos en condiciones de aislamiento y de competencia.
En su libro L’ordine simbolico della
madre, la filósofa italiana Luisa Muraro argumenta que la relación entre
significante y significado es garantizada por la presencia física y afectiva de
la madre. El sentido de una palabra no es aprendido de manera funcional, sino
que de manera afectiva. Yo sé que una palabra tiene un sentido (y que el mundo
como significante tiene un sentido) porque la relación afectiva con el cuerpo
de mi madre me introduce a la interpretación como un acto esencialmente
afectivo. Cuando la presencia afectiva de la madre se hace rara, el mundo
pierde calor semiótico, y la interpretación se hace cada vez más funcional,
frígida. Naturalmente no estoy hablando aquí de la madre biológica, no me
refiero a la función materna tradicional, familiar. Estoy hablando del cuerpo
que habla, estoy hablando de la voz. Puede ser la voz del tío, de la abuela o
de un amigo. La voz de un ser humano es la única manera de garantizar
afectivamente la consistencia semántica del mundo. La rarefacción de la voz
trasforma la interpretación en un acto puramente económico, funcional y
combinatorio.
En su libro El lenguaje y la muerte, Giorgio Agamben
dice que la voz es lo que vincula el cuerpo (la boca, la garganta, los
pulmones, el sexo) al sentido. Si remplazamos la voz con una pantalla, el
sentido erótico afectivo y concreto del mundo se desvanece, y quedamos solos,
temblorosos y desprovistos de la garantía de que el mundo sea algo carnalmente
concreto. El mundo se hace puramente fantasmal, matemático, frío.
En tu libro Héroes te
concentras en el creciente fenómeno de suicidios a nivel mundial y lo relacionas
con los crímenes de masas que hemos presenciado a finales de los años 90, como
las masacres en Columbine o Virginia Tech, hasta llegar a episodios recientes,
como el del piloto suicida de Germanwings, o lo crímenes de Bataclán. ¿Qué te
dice la historia de vida los perpetradores de estos crímenes acerca de las
condiciones existenciales en los tiempos del capitalismo financiero? ¿De qué
manera estos episodios nos hablan del espíritu de nuestros tiempos?
Yo creo que la
financiarizacion es esencialmente un suicidio de la humanidad. Lo es a todos
los niveles. La devastación del medio ambiente, la devastación psíquica, el
empobrecimiento, la privatización, provocan miedo del futuro y depresión.
Básicamente, la acumulación financiera se alimenta a través de la destrucción
de lo que en el pasado fue la producción industrial. ¿Cómo puede ser
incrementado el capital invertido en la época de capitalismo financiero? Sólo a
través de la destrucción de algo. Destrozando la escuela se incrementa el
capital financiero. Destrozando un hospital se incrementa el capital
financiero. Destrozando Grecia se incrementa el capital de la Deutsche Bank. Es
un suicidio en sentido no metafórico, sino que material.
En ese marco, no me parece
tan incomprensible que los jóvenes se suiciden en una situación similar.
Además, la impotencia política que el capitalismo financiero produce, la
impotencia social y la precariedad, urge a jóvenes desesperados a actuar en una
forma que parece (y es, efectivamente) la única manera de obtener algo: matando
gente casualmente y matándose a sí mismos. Se trata de la única acción eficaz,
porque matando obtenemos venganza, y matando obtenemos la liberación del
infierno que el capitalismo financiero ha producido.
Hace poco, en junio 2016,
un joven palestino llamado Mohammed Nasser Tarayah, de 17 años, mató a una niña
judía de 13 años con un cuchillo y, posteriormente, fue asesinado de manera
previsible por un soldado israelí. Antes de salir de su casa para ir a matar —y
a matarse— escribió en su página de Facebook: “Death is a right, and I reclaim
this right”.
Son palabras horribles,
pero muy significativas. Significan que la muerte le parecía la única manera de
liberarse del infierno de la violencia israelí, y de la humillación de su
condición de oprimido.
A nivel mundial, la tasa de hombres que se suicida cuadriplica el
número de mujeres que incurre en la misma práctica, aunque según la OMS, ellas
lo intenten en más ocasiones. De la misma manera, no hemos visto casos de
asesinatos de masas perpetrados por mujeres ¿A qué atribuyes que, tanto los
suicidios como los crímenes de masas, sean protagonizados casi exclusivamente
por varones? ¿De qué forma el capitalismo los interpela para generar tales
niveles de impotencia, violencia y autodestrucción?
La violencia competitiva,
la ansiedad que esa violencia implica, es una translación de una ansiedad
sexual que es únicamente masculina. Las mujeres son las víctimas de la
violencia financiera, y son las víctimas también de la venganza masculina y
terrorista contra la violencia financiera. La cultura feminista puede
considerarse como la única forma cultural y existencial que podría crear
lugares psíquicos y físicos de autonomía frente a la agresión económica y a la
agresión terrorista suicida. Sin embargo, cuando hoy hablamos de suicidio, es
importante resaltar que no hablamos del viejo suicidio romántico, que
significaba una desesperación amorosa, un intento de venganza de amor, un
exceso de pulsión erótica. Hablamos de un suicidio frío, de un intento de
escapar la depresión y de la frustración.
Para finalizar, ¿podrías hablar de posibles prácticas que planteen
soluciones, o de las potencialidades que veas en esta generación
post-alfabética? En tu libro Héroes retomas el interesante concepto de
“chaosmosis”, acuñado por Félix Guattari, el cual supone una suerte de
instancia estético-ética superadora que daría sentido al contexto de sobre
estimulación y precariedad existencial que tú ves en nuestros tiempos…
Félix Guattari hablaba de
espasmo caosmico para entender una condición de sufrimiento y de caos mental
que puede solucionarse sólo a través de la creación de una nueva condición
social, de una nueva relación entre el cuerpo individual, el cuerpo cósmico, y
el cuerpo de los demás. Sólo la liberación de la condición capitalista, sólo la
liberación de la esclavitud laboral precaria, sólo la liberación de la
competencia generalizada podría abrir un horizonte pos-suicidiario.
Sin embargo, la afirmación
política de los nacionalistas racistas trumpistas en casi todos los países del
mundo me hace pensar que estamos cada vez más lejos de una posibilidad similar,
y que estamos acercándonos poco a poco al suicidio final de la humanidad. Lo
siento, lo siento muchísimo pero, en este momento, no me parece ver una
perspectiva de chaosmosis, sólo una perspectiva de espasmo final. Pero eso es
lo que yo puedo entender, y está claro que mi entendimiento es muy parcial.
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Fuente:
Enviado por: Alberto Chessa (Alberto.Chessa@outlook.com)
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