Arpas Eternas se encuentra entre los llamados “Libros Revelados”. Y es uno de los más importantes de los últimos tiempos. Fue editado 20 años antes de lo publicado sobre los Manuscritos de Qumram y el contenido de ambos es, en lo esencial, coincidente, aunque Arpas Eternas es más rico en detalles y datos. De su amplio contenido, Pepe Navajas, editor de Ituci Siglo XXI y amigo del Blog, ha seleccionado una serie de pasajes que todos los miércoles pone a nuestra disposición.
1. Profecía del Maestro Jesús referida a estos tiempos (ver entrada publicada el pasado 19 de febrero)
2. Encuentro entre Jesús y Juan el Bautista siendo niños (24 de febrero)
3. Jesús y Juan el Bautista, siendo niños, oran en un templo esenio (3 de marzo)
4. Profecía de Jesús a Vercia, la druidesa gala (10 de marzo)
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5. La inquietud compartida entre Vercia, Nebai y Mágdalo
(Este relato de Arpas Eternas se sitúa en los días previos al Prendimiento del Maestro, cuando todos sus discípulos, discípulas, amigos, familiares, … habían oído de su boca la frase que tanto repetía “La muerte por un ideal de redención humana es la suprema consagración del amor” y en consecuencia sabían ya por el propio Jesús de Nazareth que su “muerte física” estaba muy cercana. Todos estaban alerta, todos querían evitarlo, … y en ese estado de cosas, el Maestro les hace comprometerse en un pacto a María Magdalena, Nebai y Vercia. Y mientras el Maestro y sus acompañantes pasaban días hermosos de paz y de amor entre la buena familia montañesa y los solitarios del Santuario, estudiemos, lector amigo, otros aspectos de las actividades desarrolladas por los amigos y por los enemigos del Profeta Nazareno)
Las mujeres discípulas suyas (1) tan pronto estaban en la vieja casa de Lázaro en Bethania, como en el palacio de Ithamar o en la residencia de María de Mágdalo. Vercia,
(…) Nebai no pudo resistir más la interna inquietud que le sacudía como a una palmera el vendaval del desierto y acompañada de Vercia su nueva amiga, se dirigió a la residencia de la castellana de Mágdalo, (4) donde pensaba encontrar a Myriam, la madre del Profeta.
Quizás allí tendrían la certeza plena de lo que iba a ocurrir y que a ella la llenaba de incertidumbre y a veces de espanto. (…)
En el adusto palacio Henadad no estaba Myriam que no había vuelto de Bethania desde el día de los tumultos por el discurso de su hijo en el templo, pero sí encontró a María de Mágdalo con la familia de Hanani, algunas de sus compañeras, más Juan, Zebeo y Boanerges, que estaban especialmente encargados de vigilar las astutas maniobras del Sanhedrin con respecto al Maestro. (…)
Alrededor del Profeta Nazareno, habían llegado a comprenderse y amarse Nebai, María y Vercia, que eran como un solo corazón en tres cuerpos, que tenían hasta cierto punto, un parecido no tan intenso y marcado como el que había entre sus almas.
Las tres eran rubias, de estatura regular, pero sólo la mujer gala, tenía los ojos de un profundo azul oscuro como el fondo del mar.
Nebai, esposa y madre de dos preciosos niños, tenía ya en su alma esa dulce y serena plenitud de la mujer austera que encontró su ideal humano, en un noble príncipe judío, a quien el dolor había hecho justo y fuerte. (…) Y esta modalidad suya le dio entrada franca en el alma de María de Mágdalo, duramente censurada por la estrechez de los hebreos puritanos que encontraban graves delitos legales, las estatuas de sus jardines, sus vestiduras, sus diversiones, sus costumbres todas, reñida con la ortodo xia judía. (…)
Igual cosa aconteció con Vercia
Y la dulce Nebai, compañera de adolescencia de Jhasua en las mon tañas del Tabor, comprendía también a la mujer gala en la sencillez pura de su fe sin templo y sin altar, adorando al Supremo Creador en la estupenda magnificencia de
Fue pues Nebai el ánfora de oro en que mezclaron sus perfumes aquellas dos flores exóticas en Israel: María y Vercia.
Nebai, María y Vercia, cuyos corazones formando uno solo como una lámpara votiva ante el Cristo del Amor, fueron la cuna mística del cristianismo naciente en aquel siglo primero, cuando aún flotaba en Palestina el rumor de las palabras sublimes del Hombre-Dios, arrullando a la humanidad: "Amaos los unos a los otros porque todos sois hermanos e hijos de mi Padre que está en los cielos. Y en el amor que os tengáis los unos a los otros se conocerá que sois mis discípulos".
-María —le dijo Nebai después de los saludos de practica—, vengo a ti buscando me alivies de la incertidumbre que me atormenta. ¿Qué hay relativo a nuestro Profeta por el cual todos padecemos?
—¡Cómo! ¿Tú vienes a mí cuando debía yo preguntarte a ti, es posa del príncipe Judá, qué hay de nuestro amado Maestro?
—Tienes toda la razón, querida mía, pero es el caso que a Judá no le veo sino a momentos, y nunca a solas, pues desde que el Profeta está en Jerusalén, él vive en todas partes menos; en su casa. Esto natural mente me hace suponer que momentos culminantes están llegando para la patria, para la fe, para todos los pueblos oprimidos que alientan una esperanza de libertad.
—Dos discípulos íntimos están viviendo aquí por el momento, y por ellos sé que llevaron al Maestro hasta el Monte Quarantana a orillas del Mar Muerto para alejarle de Jerusalén por unos días —dijo María—. Ignoro completamente si en este compás de espera, se tomarán resoluciones que pueden traernos el éxito buscado.
Vercia parecía una estatua de alabastro por su inmovilidad y mutismo. Sus ojos azules llenos de lágrimas decían muy alto que aquella estatua de alabastro tenía un corazón que sentía profundamente la misma angustia de sus amigas!
La lengua griega les era conocida a las tres y mediante ella podían entenderse.
—Tú lloras en silencio —le dijo Nebai— y tu dolor aumenta nuestra inquietud.
—No lloro por el Profeta sino por vosotras, por su madre, por todos los que le amáis queriéndole retener a vuestro lado cuando la gloria del Reino del Gran Hessus le espera para coronarle. ¡El es un Rey!... ¡Un gran Rey!.., pero no de este mundo. El fuego sagrado no engaña nunca, y en él he visto, entre legiones inmensas y resplandecientes, que le aclamaban como a un triunfador.
—¡Bendito!.. . ¡Bendito seas por siempre amado del Altísimo!.
—¿Entonces quiere decir que seguramente será su muerte la terminación de todo esto? —preguntó alarmada Nebai.
—Los Druidas —continuó Vercia— no encontramos en la muerte el dolor angustioso que vosotros. La muerte no es el aniquilamiento, sino la renovación. Y en los grandes seres como el; Profeta, la muerte es la gloriosa entrada en su Reino que no conocemos Ves habitantes terrestres, pero que existe, tan real y verdadero como este adusto edificio plantado sobre esta calle.
-María de Mágdalo les refirió entonces su visión de la cruz de estrellas que se aparecía detrás del Maestro el día de su entrada a
El Gran Hessus —siguió diciendo Vercia— puede cortar cuando le place una vida humana. ¡Es tan tenue el hilo de que está suspendida la vida humana! ¡Un hálito de Hessus basta para cortarlo!
"Y yo espero que así será cortada la vida terrestre de este Hombre-Dios, hijo del gran Hessus, que camina entre los hombres.
"Y la cortará seguramente cuando ya no falte nada por hacer, cuan do todas sus obras estén completas; cuando estén encendidos todos los fuegos que seguirán ardiendo por siglos y más siglos, en el futuro de la humanidad.
"Yo he sabido de su boca divina lo que atañe a mi tierra gala esclavizada por el invasor. Será la primera que haga oír de los hombres el grito de "libertad, igualdad, fraternidad". Y de allí se extenderá como la marea sobre toda la faz de la tierra. (…)
Y María rompió en sollozos abrazada de Vercia que le acariciaba suavemente los dorados bucles de su cabellera.
Nebai lloraba también en silencio ante aquella escena que la intensidad de un amor demasiado humano todavía, hacia en extremo emotiva y dolorosa.
De pronto la penumbra de aquel delicioso gabinete encortinado de malva se iluminó de una luz opalina como si descorridas las cortinas hubiesen entrado de lleno los resplandores del sol poniente. La imagen sutil y resplandeciente del Profeta Nazareno se esbozó en aquella penumbra, y Vercia que fue la primera en verle, levantó la cabeza doliente de María recostada en su pecho y la obligó a mirar.
Nebai le percibió al mismo tiempo y con las manos cruzadas sobre el pecho como para acallar los fuertes latidos del corazón, las tres mujeres quedaron inmóviles, sin palabra.
Y la imagen transparente y luminosa se acercaba como si resbalara suavemente por un plano inclinado de cristal.
—¡No lloréis por mí! —les dijo la voz sin ruido de la aparición.
"He sentido vuestra angustia cuando hacía oración entre las rocas del Santuario vecino al Mar Muerto y he venido a consolaros.
"¡María!. . . ¡-qué poco sabes de la fuerza del espíritu y del poder del amor, cuando dices que no te resignas a vivir la vida terrestre sin verme, sin oírme, buscándome sin encontrarme jamás! ¿Crees acaso que yo olvido a los que me aman?
"¡En la vida física o en la vida espiritual, yo estaré eternamente con vosotros, dentro de vosotros, palpitando en vuestro propio corazón!
Y la hermosa visión abrió los brazos transparentes y luminosos mientras su pensamiento les decía:
"Venid a sellar el pacto con que os dejo unidas para todos los siglos que han de venir en pos de este día. Prometedme que donde quiera que os coloque
Las tres se lanzaron como una sola a los brazos de la visión amada que se cerraron como amorosas alas en torno suyo, y cuando el éxtasis de dicha y gloria había pasado, se encontraron abrazadas las tres, con fundidas en una sola madeja sus rubias cabelleras, confundidas sus lá grimas, sus sentimientos, sus amores todos, como vivos reflejos de aquel gran amor hecho hombre, cuyo espíritu radiante las había visitado en su hora de incertidumbre y de dolor.
Fortalecidas con la consoladora visión del Maestro tan amado, se prometieron trabajar por la gloria suya unidas o separadamente según se presentasen los acontecimientos.
Nebai y Vercia volvieron al palacio Ithamar dejando a María sumida en un mar de reflexiones entre todas las cuales no sabía cuál fuese la más prudente y acertada.
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(1) Estaban Myriam su madre, y las 12 discípulas: Noemí, Helena de Adiabenes, Nebai, Thirza, Ana de Nazareth, María de Mágdalo, Salomé, Susana, Verónica, Ana de Jerusalén, Martha y María de Bethania, y por fin la mujer gala de los ojos azules,
(2) Enamorada en su adolescencia del Maestro Jesús.
(3) Judá, amigo personal del Maestro. El cine recogió (mal) a este personaje en la película Ben Hur
(4) La castellana de Magdalo es María Magdalena.
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