Habitualmente el origen del Camino de Santiago se localiza en
Roncesvalles, localidad pirenaica de Navarra desde donde todo el mundo
considera que comienza el Camino. De tal modo, los que queremos hacer el
Camino, tomamos un transporte que nos lleve hasta aquella localidad para
comenzar a caminar, macuto al hombro desde allí en lo que se conoce como el
Camino francés.
Pero en realidad, Roncesvalles no es sino uno de los puntos de
convergencia, donde terminan los muchos caminos que, originados desde múltiples
ciudades europeas, se dirigen hasta la localidad francesa de Saint-Jean-Pied-de-Port, en la cara Norte del
Pirineo francés, y que conecta con Roncesvalles, en la vertiente Sur.
Así que Roncesvalles no es
sino un punto de encuentro donde comienza el Camino Francés. Aunque un poco más
al Este, se sitúa Canfranc, como otro punto de encuentro para los caminos que
procedían de la Provenza y de la Lombardía. O Irún en la costa cantábrica.
Dentro del Continente, ciudades como Ginebra o Nuremberg o París, o Milán,
tienen sus puntos de encuentro para comenzar desde allí el Camino.
Y dentro de España sucede lo
mismo, está el Camino del Norte, la Ruta de la Plata y en general, desde
cualquier ciudad se podría comenzar el Camino, porque en realidad en Camino
comienza “en-tu-propia-casa”.
Betania
Entendiendo que el Camino en
realidad comienza en tu propia casa, es decir, que si quieres recorrerlo
realmente, has de comenzar a caminar desde tu portal, eso significa que el
Camino comienza en tu más evidente realidad cotidiana.
Yo vivo en Madrid y, tras
haber hecho el Francés, el Primitivo desde Oviedo o el Portugués, me queda
recorrer mi auténtico Camino desde casa. En Madrid, el punto de encuentro está
en la Iglesia de Santiago, muy cerca de la Plaza de Oriente. Pues “sensu
stricto”, no vale tomar el Metro para ir desde mi casa hasta la estación de
Opera. Mi camino comienza desde mi portal.
Y ¿qué es mi casa?
Simplemente es mi auténtica realidad, donde vengo viviendo desde que tengo uso
de razón, donde Marta se ocupa de las cosas de la casa y María vive sopa y
dormida en su cuarto convertido en “La Torre de Doña Urraca”, donde vive
adormecida por su hermana, para que, al menos, no la moleste. En suma,
acudiendo al socorrido pasaje de Betania, donde Jesús se encuentra con sus
amigos Lázaro, Marta y María, un par de días antes de ser prendido en Jerusalén,
mi casa, la casa de cada uno de nosotros es Betania, donde María y Marta se encuentran
con Jesús, donde se produce el flechazo entre Jesús y María. Es decir, no hay
que hacer grandes cosas para buscar el “encuentro” con Jesús. No, Jesús viene a
tu puerta, a tu particular Betania y te llama. Es ahí, en tu más personal e
íntima y prosaica realidad cotidiana donde se produce en encuentro y donde
María se rinde a los pies de Jesús y llorando, le enjuga sus pies con sus
cabellos derramando el más caro de los perfumes.
Así que, para el encuentro
con la Divina Realidad, no hay que hacer grandes cosas; no hay que irse no al Tíbet,
ni a las Montañas Rocosas ni al desierto del Kalahari. No, simplemente
responder al Amado que llama a tu puerta. Es Él el que se acerca a ti, no tú el
que se acerca a Él.
Esto es muy importante,
porque creo que casi nadie entiende este hecho, que no somos nosotros los que
buscamos a Dios, sino Él el que sale a nuestro encuentro. Nosotros somos como
el publicano Leví, que dedicado a sus asuntos, la recaudación de impuestos, un
buen día, pasaba por allí Jesús y le dice simplemente “sígueme” y va Leví, deja
la mesa recaudatoria y le sigue, para transformarse en el apóstol Mateo.
Cuando sucede lo inesperado
Y, sin responder al por qué, un buen día sucede. Jesús llama y,
mientras Marta está, como siempre ocupada en sus asuntos, María, un poco
aturdida de llevar tanto tiempo dormida o, intencionadamente sedada por Marta,
oye el timbre de la puerta, escucha a Marta preguntar de malos modos “¿otra vez tú?”, pero María, intrigada
pregunta, “¿quién es?”. Y Jesús le
responde alzando la voz “¿soy yo, María?”
¿Eres Tú, Jesús, mi Amor?
Sí, María, que soy Yo
¿No estaré soñando, no?
No, María, soy tu Amor
Pero Marta, que se malicia lo peor, responde a Jesús, “ahora no puedo atenderte”. Y cierra la
puerta.
Pero ese “soy yo” de Jesús a María, ha hecho que ella se despierte
y se cuestione si acaso no fuera Jesús el que ha llamado. Así que baja de la
Torre de doña Urraca y le pregunta a Marta quién era el que llamó a la puerta.
Marta le responde, “el de siempre”.
Y ahora surge, brota una sensación agridulce, una dulce pena o una
triste alegría de sentir, tanto Marta como María…
“Algo dentro de mí que no sé lo que es”
… y que deja inquieta y contrariada a Marta, pero con una tenue
sonrisa cargada de moderada ilusión a María y, lo suficientemente consciente
como para que María se niegue a tomar el sedante brebaje que Marta le pone
todos los días en la comida.
María ya ha despertado y queda vigilante para que la próxima vez
que Jesús llame a la puerta, sea ella la que le abra.
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no
he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su
padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada
uno serán los de su propia casa. Mt. 10, 34
Marta, que ve a María merodeando por la casa, se barrunta algo y le
pregunta “¿qué estás buscando?” A lo
que María no sabe responderle bien, porque aún está saliendo del estado de
duermevela. Pero Marta es lo suficientemente lista como para sospechar que está
relacionada con la última visita de Jesús. No ha nacido ayer y sabe que María
tiene un natural sutil, fantasioso y místico, que se va por ahí con sus
fantasías y salvo soñar, no le ayuda mucho a las tareas de la casa.
De vez en cuando se ponen a soñar juntas, por las noches viendo las
estrellas y a Marta, hasta le da por soñar con un alma gemela, un esposo, o una
casa en un idílico lugar,
Qué preciosa es la luz de las estrellas,
y la brisa en el rostro acariciando;
y El sonoro silencio es tal encanto
que la noche parece ser más bella…
hasta que una llamada telefónica, un email o la visita de un
colega, le pone en órbita y le devuelve a la rutina diaria llenita de cosas qué
hacer. Y María, vuelta a su habitación en la Torre de Doña Urraca.
Es decir, el dominio prácticamente absoluto de Marta sobre María
hace que su relación sea de total predominio de la una sobre la otra, un “no me incordies con tus fantasías místicas”
que tengo muchas cosas que hacer y muchos planes que llevar a cabo. “Tu ya
tienes tu dosis dominical, así que no incordies”. O ni siquiera eso.
Es una forma de comprender por qué Marta y María suelen vivir
enemistadas, por qué, como Jesús dice, “los
enemigos de cada uno son los de su propia casa”. El predominio de lo mental
sobre lo espiritual, y el muro que lo separa, procede de la creencia de que lo
real es lo que ven mis ojos y el conjunto de modelos que mi pensamiento viene
elaborando desde mi infancia sobre todo lo que me rodea. Lo sutil no es tangible;
a lo sumo imaginable con altas dosis de fantasía.
Por eso a Marta siempre le han reventado las fantasías de María,
tanto más cuanto que con esas ilusiones no consigues pagar la comida o los
impuestos de Hacienda. Y Marta, sometida a un intenso proceso de estímulo
respuesta, trata de imaginarse cómo debe ser el mundo hasta creerse que debe
ser como ella cree que debe ser y sufre y se indigna porque no es así y, en el
extremo toma arrestos para luchar por su modelo de mundo junto con otros en
torno a una ideología política. Hasta puede que se sienta dichosa porque tiene
hambre y sed de justicia.
Soñaré por mi vida y por los míos
en un mundo mejor de lo que tengo
usaré para ello mis talentos
lucharé cada día con más brío.
Así, creyendo Marta que todo, absolutamente todo, tiene una
explicación lógica y racional, abraza como ideario de vida la ciencia y la
filosofía, basadas ambas en el Imperio de la mente, con lo que María es
simplemente una invitada de piedra y, en el extremo, un incordio pesado con el único
propósito de tocar las narices.
Por eso, cualquier intento de María de sacar los pies del plato es
visto por Marta como una amenaza que tratará de neutralizar por todos los
medios y, a lo sumo mantenerla sedada con su dosis de opio dominical.
Así, cuando sucede lo inesperado, que significa el despertar del
alma, de María, del eterno letargo al que ha sido sometida, ambas, Marta y
María se han de enfrentar a una lucha interna de poder a poder que supone un
proceso de salto de escala absoluto en el desarrollo de la consciencia
(desarrollo evolutivo del estado consciencial). Marta tratará de mantener su
hegemonía mientras que María ha de abrirse paso entre la jungla intelectual.
Cuando sucede lo inesperado, el ser humano se conmociona porque
todo parece indicar que en nuestro interior hubiera dos personalidades, algo
como un síndrome esquizoide. En realidad, es la manifestación de la dualidad
provocada por la naturaleza humana. Pero esto entra dentro de las tradiciones
religiosas judeocristianas, donde la serpiente engañó a Eva, inicialmente
María, con aquello de que “seréis como
dioses”, momento en el que nació Marta y encerró a María en la Torre de Doña
Urraca del limbo del alma.
Así que cuando sucede lo inesperado, el proceso al que se enfrenta
María es a una auténtica reconquista de un reino secuestrado por un usurpador
tirano tan inflado de sí mismo que, llega a creerse que no necesita nada que no
sea él mismo, el orgulloso ego vestido de plena vanidad y autoestima.
Por eso, el mayor enemigo de uno mismo es, uno mismo.
Así que cuando María, casi de casualidad, escucha que Jesús llamó
por enésima vez a la puerta de la casa, descubre que no es la misma esencia que
su Creador, que le falta “algo”. A
ese algo, que es la tiranía de Marta y su casi total dominio de “la casa”, es lo que se denomina “penitencia”, descubrir ese casi que
impide ser la misma esencia de la divinidad, como península es casi una isla o
penúltimo es casi el último.
Así que la aventura de reconquistar la casa, para María supone
recorrer el camino de la penitencia, para ir reduciendo poco a poco, batalla a
batalla con Marta, ese casi que le separa De Dios.
Y María le pregunta a Marta.
¿Qué te hago, mi hermana, que te enfada
y no quieres siquiera que quedemos
a compartir el pan que ambas tenemos
y te veo vivir tan amargada?
Y en un momento de sinceridad, Marta le responde.
Algo en mí no funciona rectamente
Me devano en vivir un loco empeño
¿Es mi vida, quizás un triste ensueño?
¿Algo irreal, el fruto de mi mente?
Porque sí
En la vida espiritual las cosas
suceden porque sí, es decir, porque Dios así lo dispone. Que un buen día nos
despertemos y surja en nosotros ese deseo de buscar nuevos horizontes, no es un
elaborado de la mente; no es una idea genial que se me ha ocurrido. Todo es un
complejo sistema de bifurcaciones vitales que, sin saber por qué, despierta en
nosotros esa añoranza de encontrar una realidad distinta a la que vivo, porque
aquí, en Betania, en “mi casa” no soy feliz.
Centramos la felicidad en ese estado
de cosas en las que todo nos sale “de puta madre”, que se dice. Es decir:
“Somos una panda de egoístas guiñapos
que no hacemos otra cosa que enfadarnos porque el mundo no nos hace felices”
Esta frase es del genial Bernard Shaw,
que nos hace ver que nosotros somos como Anibal Smith, el Coronel del “Equipo
A” al que, al final de cada episodio de la serie, fumando el puro de la
victoria, sonreía diciendo su famoso “me gusta que los planes salgan bien”.
De este modo, que cuando nuestros
planes no salen bien, que es casi siempre, pues nos sentimos andrajosos
guiñapos que enfadados nos lamentamos de que el mundo no nos sea propicio,
cuando al mundo nosotros le importamos un carajo. Pero centramos nuestra
felicidad en eso, en que todo nos sonría.
Y un buen día, casi en una visión beatífica,
no damos cuenta de que hemos sido unos perfectos gilipollas, al pretender
buscar la felicidad donde no existe, al fabricarnos centenares de trampantojos
para vivir engañados en una “mátrix” virtual que trate de aliviar nuestra sed
de paz y de alegría.
Y aquí es donde se produce el milagro.
No nos hemos dado cuenta de que Dios siempre ha estado junto a nosotros,
siempre ha habitado nuestra más íntima intimidad y nos ha estado lanzando
mensajes de aviso y de llamada, aunque nosotros no le hayamos hecho ni puñetero
caso. A veces nos tiene que dar un par de duras collejas, un drama familiar o
personal, para hacernos ver la necedad de nuestra pobre vida.
El hecho es que nosotros no buscamos a
Dios o a un ser superior o una nueva realidad o como queramos llamar a nuestras
ansias de paz, libertad o anímico bienestar.
Y vive Dios que nuestra casa puede
estar en cualquier sitio, y no necesariamente al lado de la parroquia. Es
decir, que al igual que al Camino de Santiago viene gente de todos los rincones
del Planeta, nuestra casa, nuestra íntima realidad puede estar también en
cualquier rincón del Planeta.
O dicho de otra forma, y esto es muy
importante, Jesús llama a las puertas de todo el mundo, no sólo de los
católicos practicantes.
Y de nuevo el muro
Lo que voy a
decir, me temo que no le va a sentar nada bien a los curas, pero no creo que a
Dios le importe. Jesús vino a entregar al mundo un mensaje de salvación, a
mostrarnos un camino hacia la Divinidad, hacia el Reino de los Cielos. En
realidad vino a romper los muros religiosos establecidos hasta entonces y que
tenían al mundo separado por un mismo Dios, al que unos llamaban Yaveh (y se
creían eran los elegidos) y otros llamaban Júpiter, o Afrodita, o Ahura Mazda, o Rama o Vishnu o Alá…
“Uno sólo existe que los sabios llaman
con diferentes nombres”
Este es un viejo proverbio Veda que
hace referencia a que los diferentes pueblos de la Tierra en realidad adoran al
mismo Dios, sólo que le aplican diferentes nombres y lo expresan de diferente
forma y con diferentes liturgias.
Jesús vino a poner fin a todo eso,
pero como vulgarmente se dice, “no obstante V.E. resolverá”, dejó a Pedro y a
sus descendientes “atar y desatar” lo que creyeran oportuno y, bien que la
Iglesia a atado y desatado, hasta convertir el mensaje de Jesús en un lio, un
nudo gordiano que no ha hecho otra cosa que profundizar en la separación del
mundo por un mismo Dios.
Así que el muro sigue levantado.
Menos mal que, según las profecías de
San Malaquías, el actual papa, Francisco, es el último de los papas de las
profecías, “Pedro el Romano”. Así que después de Francisco, supuestamente no
accederá al papado nadie. Inquietante, ¿verdad?
Si uno va a la Basílica de San Pablo
extramuros, en Roma, podrá ver cómo están todos los cuadros de todos los papas
desde Pedro. Inicialmente, la galería de cuadros en la nave central, tras el
que pongan con Francisco, no queda sitio para nadie más. Pero lo han resuelto
ampliando la galería, creo recordar, por una de las naves laterales. En fin, es
una simple anécdota para el que así lo considere.
En resumen
Que Jesús, Dios encarnado, llama a
cualquier hombre y mujer de la Tierra, ya sea católico, protestante, budista,
musulmán, sintoísta, jaimista, taoísta, escéptico o ateo. El Camino de Santiago
es Universal, igual que la senda de la vida interior es tan universal como
diferente como personas habitan este mundo.
Nadie considere esta narrativa como un
ejercicio de proselitismo católico. Nada más lejos de mi intención. Mi
intención es mostrar una senda tan única como diferente y que Dios la adapta a
las circunstancias de cada ser humano, con independencia del código credencial
que le hayan inyectado sus padres y la sociedad en la que vive.
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Autor: José
Alfonso Delgado
Nota: La
publicación de las diferentes entregas de La Física
de la Espiritualidad
se
realiza en este blog, todos los lunes desde el 4 de enero de 2021.
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