Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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1/3/21

Amar en bata y zapatillas (Proyecto “La Física de la Espiritualidad”: 9)

La búsqueda del amor imperfecto

El sueño de la Iglesia, como cualquier otro sueño de la magnitud que nos imaginemos, familiar, colectivo, social o nacional, tiene la gran virtud de prepararnos con las “herramientas” y conocimiento necesario para hacer “nuestro propio camino de desarrollo personal”. Esto es absolutamente esencial para comprender el inmenso valor del legado de la Iglesia, sin la que no conoceríamos la Historia de la Salvación. Quiero decir, que la Iglesia se puede desgañitar enseñándonos el camino, asesorándonos, advirtiéndonos de los peligros de las bifurcaciones, etc. Pero quien ha de hacer el camino hemos de ser cada uno de nosotros. Nadie puede caminar con nuestros pies, que son nuestros, personales e intransferibles.

Y sucede como cuando vamos en grupo, que podemos caminar o viajar siendo conscientes de por donde pasamos, de dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos o; podemos caminar inercialmente como una maleta o como uno que va en el grupo del Imserso o de un viaje turístico donde “si hoy es martes esto es Cuenca”, caso de que se consulte el folleto del viaje. Es decir, el viaje de la fe en modo inercial es una auténtica estupidez. Es el viaje del joven rico, fiel cumplidor de un código perfecto donde el foco está en “no pecar” por miedo al castigo. Incluso sabiendo que Dios nos ama.

Pero igual que no es lo mismo “pelar patatas” que “pelar patatas”, es decir pelarlas por imposición de la parienta que, por amor a la esposa, tampoco es lo mismo saber que Dios me ama que ser consciente de que Dios me ama. Lo primero me induce a no pecar, no sea que… Lo segundo me induce a amar yo también y a dejarme amar.

Es la diferencia abismal entre refuerzo negativo (hacer por miedo) y el refuerzo positivo (el deseo de crecer en el amor). En el primero la persona vive a la defensiva; en el segundo vive a la ofensiva, entendiendo “ofensiva” como proactividad, asertividad (esto es muy importante) y donación, es decir, amistad y entrega.

Lo de la asertividad es muy importante porque supone tener una habilidad social de saber comunicar y defender sus propios derechos e ideas de manera adecuada y respetando las de los demás. La asertividad es una aptitud que le permite a la persona comunicar su punto de vista desde el equilibrio entre un estilo agresivo y un estilo pasivo de comunicación. La palabra asertividad viene del latín assertus, que denota una afirmación sobre la certeza de algo, pero que no invade el terreno del otro obligándole sí o sí a aceptar lo nuestro y nuestras razones.

Todo esto supone el trascendental cambio de paradigma de vida que consiste en pasar de limitarnos a vivir para no pecar (cumplir la Ley católica adorando al Pantócrator) a vivir para amar (seguir a Jesús, el hijo de María). No me atrevo a decir que el primero, Jesucristo sea diferente a Jesús el hijo de María, pero sí hay diferencia…

No me mueve, mi Dios, para quererte

el Cielo que me tienes prometido

ni me mueve el Infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido;

muéveme el ver tu cuerpo tan herido,

muéveme tus afrentas, y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara,

y, aunque no hubiera Infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,

pues, aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

 

(Soneto al crucificado, Anónimo Siglo XVI)

Se trata de la búsqueda del derecho y el deber imperfecto, basado en amar “porque sí”, porque me amas y te amo. Lejos de mí la obsesión por el pecado y por las condenas. Lejos de mí el amor de compromiso y la rigidez de los códigos penales.

Puede que al principio no haya otra forma de reaccionar frente a la propia insensatez y perversión, pero superado ese trance, no tiene sentido seguir amarrado a las cadenas.

Es más, la tibieza del católico practicante acaso viene porque, al ser bautizado de tierno infante, no ha decidido él su destino, sino que lo han hecho otros por él. Ni siquiera en la Primera Comunión uno está en sus cabales a los nueve años. Acaso la Confirmación es un intento sacramental de que el joven deje la Playstation y “se dé cuenta” de lo que tiene entre manos, que sea consciente de lo que significa ser cristiano. Pero, claro, volvemos a una toma de consciencia trascendente, filosófico – teológica de altos vuelos, muy al gusto de las autoridades eclesiástica, que para eso tienen estudios.

No sé como explicarlo. Sólo sé que es un enfoque adoratriz que me deja vacío. Todo muy solemne, todo muy bien pensado, las oraciones impecablemente redactadas por expertos en catequética, mayéutica o exegética o como se llamen las elevadísimas doctrinas teológicas y, etc., etc. Y por supuesto, todo celebrado con el vestido adecuado para la ocasión, que va desde la gala de un traje de solemne ceremonia hasta una reluciente armadura de un soldado de Cristo.

El alma, creo, lo que busca es “amar en bata y zapatillas”, incluso desnuda, sin tapujos, sin protocolo, en lo escondido. El alma busca un amor de alcoba.

Es la búsqueda del amor imperfecto, porque sí, porque te amo y sé que me amas.

2¡Bésame con los besos de tu boca! | ¡Tus amores son más dulces que el vino! 3 ¡Qué exquisito el olor de tus perfumes; | aroma que se expande es tu nombre; | por eso te aman las doncellas! 4 Llévame contigo, ¡corramos!; | condúzcame el rey a su alcoba; | disfrutemos y gocemos juntos, | saboreemos tus amores embriagadores. | ¡Con razón te aman las doncellas! (Cantar de los cantares 1, 2-4)

¡Qué sabio era Salomón cuando escribió estos versos de la bella amada a su Amado!

¿Por qué los doctrinólogos jamás nos hablan de que esta es la relación auténtica del alma con Dios? ¿Por qué se nos oculta que la auténtica vida de fe es “la vida interior”, la que vive la amada en brazos del Amado? Nuestros santos místicos lo descubrieron y casi fueron condenados por la Inquisición.

Reconozco que hay tantas vidas de fe como personas y que ninguna será igual que la de otra, pero, con el debido respeto de los que saben más que yo de estos temas, creo que hasta que el cristiano no descubre la puerta estrecha que Jesús abrió en “El Muro”, que abre el camino de la vida interior, vive en la superficie de la apariencia de la fe, pero es incapaz de descubrir su esencia; participa en celebraciones y solemnidades, pero puede que por dentro esté vacío y, hasta incluso, puede vivir la paradoja del que aparenta ser de comunión diaria.

Es la advertencia que me hizo una vez mi padre, “no os fieis de ese, que es de comunión diaria”, avisándonos de cómo determinada persona le hizo sufrir, siendo o aparentando ser un piadoso cofrade.

En cuestión de fe, por mucha educación cristiana recibida y practicada, existe un antes y un después de un acontecimiento fundamental en la vida, que es “la Llamada y su respuesta”, el “flechazo” o el caer el alma rendida a los pies de su enamorado; o ese beso que obra el milagro del despertar de la “bella durmiente”.

El salto de fe

Aristóteles, en su tratado sobre la comedia, refiere que la trama de una obra de teatro tiene tres fases, presentación de personajes y situación, desarrollo y desenlace. En el desenlace, en un momento determinado se tiene que producir “el salto de fe”, que es una decisión que al protagonista le supone un dilema entre lo que los demás esperan de él y lo que realmente desea él, a riesgo de no ser aceptado por los demás. Supone un salto en el vacío, donde te juegas prácticamente el resto de tu vida. Los guiones de Hollywood, habitualmente se han ajustado a este esquema. El ejemplo típico es “Pretty woman”, en el que el adinerado Edward Lewis (Richard Gere) ha de elegir entre amar y vivir el resto de su vida con Vivian (Julia Roberts), la prostituta que le prestó los servicios sexuales durante su estancia en Los Ángeles, a riesgo de ser rechazado por los suyos, o renunciar a ese amor, para satisfacer lo que la gente esperaba de él.

Pues “mutatis mutandi”, en la vida de fe, el creyente en algún momento de su vida ha de tomar esa misma decisión, porque “vivir a Jesús” va mucho más allá del cumplimiento de los preceptos religiosos. En realidad, no tiene nada que ver. Incluso puede ser antagónico a esa vivencia inercial del sueño de la Iglesia. Porque cuando Jesús entra realmente en tu vida, lo hace incluso con violencia, la que desplegó al expulsar a los mercaderes del templo o incluso diciéndoles a los vendedores de palomas, “quitad eso de ahí” (Jn. 2, 16), como explicaba el Maestro Eckhart en uno de sus sermones. Es decir, decir sí a Jesús, supone dejar tu templo vacío, desnudo de todo apego inútil, incluso de los apegos espirituales, que dice S. Juan de la Cruz, que es lo que significa ese “quitad eso de ahí”.

Es decir, el encuentro por primera vez con Jesús es algo que no se olvida jamás; es ese beso del Príncipe que despierta a la bella doncella dormida, al alma que, por primera vez es consciente de sí misma. Y sí, es un salto en el vacío, porque decir “sí” a ese beso, a esa llamada, supone la entrega total de la vida de uno mismo a Dios. A partir de entonces, ya nada volverá a ser lo mismo, porque supone soltar los mandos de tu vida y entregárselos a Él. Incluso pones en riesgo satisfacer lo que los demás esperan de ti.

¿Por qué una chica o un chico se enamora de él o de ella? Nadie lo sabe, simplemente se produce. Es ese encuentro fortuito que simplemente “porque sí”, enciende la llama y se clava en el corazón una flecha que tritura la propia vida, reduciéndola a cenizas, de donde surge una nueva vida basada en una entrega total y absoluta al otro. Y la mente, que es como la madre de la chica, piensa que “ese chico no te conviene”, y espera que no seas ligera de cascos y recapacites. Pero Él insiste y la mente empieza a hacerse preguntas tales como:

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? 
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, 
que a mi puerta, cubierto de rocío, 
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, 
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío, 
si de mi ingratitud el hielo frío 
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía: 
«Alma, asómate ahora a la ventana, 
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana, 
«Mañana le abriremos», respondía, 
para lo mismo responder mañana!

(Lope de Vega)

Resulta que el sí a Jesús, el regocijo de María pone contra las cuerdas a Marta, a la mente, que sabe que va a dejar de ser la dueña de la casa (¡de su propia casa! Como siempre ha sido) para ser ese intruso de Jesús, que enamora a la lela de su hermana.

Pues ya está el follón armado; cuando la fe pasa de consistir en aceptar un conjunto de creencias y practicar de modo inercial un conjunto de ritos y liturgias a vivir el amor apasionado del alma con Jesús, todo se pone patas arriba, porque se enfrenta la alegría del alma con las dudas de la mente. Cada cual lo vivirá a su modo, pero se establecerá una lucha muy incómoda y a veces intensa entre la bella doncella enamorada de Aquel que con un beso la ha despertado de su sueño, y su hermana mayor, la mente, para la que se le ha descompuesto una vida que ya tenía ella organizada, donde en la casa cada cosa tenía su lugar y había un lugar para cada cosa. Ahora “todo está revuelto”. Antes era todo perfecto, ahora es imperfecto, vamos, un desastre.

En mi caso particular, mi encuentro con Jesús fue a los nueve años recién cumplidos, el día de mi Primera comunión. Más allá de la inconsciencia de un niño a esa edad, sé que Jesús besó mi alma, en el mismo acto de recibir por primera vez la Sagrada forma. Y siempre le he sentido en lo más profundo de mí. Pero por lo general, el alma recuerda una vida anterior dominada por los deseos y veleidades de la mente, así como la violencia de ese encuentro que sucede “porque sí”.

Cada cual que se considere cristiano, ha de preguntarse si vive una fe aprendida y practicada correctamente (en su caso), o ha hecho íntimamente suyo ese “sueño de la Iglesia”. No tiene absolutamente nada que ver. Cuando el bautismo se recibe de adulto, aceptar ese sueño de la Iglesia y el personal encuentro con Jesús, el despertar del alma, van en el mismo pack, a riesgo de defraudar lo que la gente espera de ti; por eso, abrazar la fe cristiana en edad adulta supone un auténtico salto de fe, porque su vivencia, no podrá ser nunca inercial, a no ser que el doctrino sea un gilipollas.

La trama de la película, según el planteamiento de Aristóteles (o de Hollywood), sería tal como dos hermanas, Marta y María, que viven en una casa una vida normal y cotidiana, donde la mayor, Marta es el ama de casa y María es esa loca pequeña con la cabeza llena de pájaros, atolondrada y dormilona que, una vez paseando por el campo en flor se encuentra con un chico de la que se queda prendada y locamente enamorada “porque sí”. Y el chico también se ha fijado en ella y se acerca y le da conversación, hasta que dan las diez y ha de volver a casa, no sea que su hermana la regañe. Se lo cuenta y Marta con el ceño fruncido le dice que “ese chico no te conviene”, mientras le dice a María que espabile porque si no van a llegar tarde a misa, que es domingo. Claro, María se ha pasado toda la noche soñando despierta con su gran amor y ahora tiene sueño…

Lo dicho, nada que ver. El día que uno pasa de vivir una fe inercial a experimentar el encuentro con el amor de su vida, ese día no se olvida jamás; que lo digan los enamorados. ¡Ese día todo es maravilloso! Ese día uno siente que despierta a la vida, porque ese día el es día del encuentro con el Amor, “el primer día del resto de la vida”.

¡Mil campanas suenan en el corazón! entonando un Aleluya como jamás escuchó oído alguno. Pero hace falta decir un “sí” consciente a la llamada, un salto de fe, a riesgo de ser denostado por uno mismo y por los demás, y arriesgarse a vivir toda una revolución interior. Es una entrada triunfal a un camino que no será precisamente de rosas.

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Autor: José Alfonso Delgado

Nota: La publicación de las diferentes entregas de La Física de la Espiritualidad

se realiza en este blog, todos los lunes desde el 4 de enero de 2021.

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