Es necesario poder poner nombre a lo que necesitamos concretar.
No obstante, esta necesidad se convierte en
muchas ocasiones en conceptos cerrados que, una vez adquiridos e integrados,
cuesta mucho cuestionar o replantear.
Este es el caso de cómo, un niño al que se
había etiquetado y definido como hiperactivo y con déficit de atención, pudo
derivar su exceso de energía a una acción más acorde a su vitalidad y redujo su
tensión interna.
“Cuando recibo la solicitud
de atender una necesidad relacionada con la salud o con algún trastorno,
siempre soy más prudente de lo habitual. Nunca cuestiono un diagnóstico médico
ni mucho menos desaconsejo su seguimiento. La función en estos casos a nivel
vital es tratar de identificar las posibles debilidades del espacio donde se
habita por si están generando o reflejando alguna debilidad en la persona
afectada para tratar. En el caso de que la hubiese, el trabajo consiste en
reforzar la zona y ayudar con ello a que la persona vulnerable tenga más
vitalidad, asimile mejor el tratamiento y su salud fluya con naturalidad.
También me encuentro en
muchas ocasiones con personas que llevan mucho tiempo buscando la solución a
una dolencia o incomodidad y no logran dar con la solución. En estos casos, el
trabajo consiste en localizar y desbloquear el motivo.
En este caso, la solicitud
fue la solicitud de pautas creativas para la decoración de una habitación
infantil.
Tras la solicitud, pedí la
información habitual:
• Plano de la vivienda y de
la habitación para localizar, identificar y estudiar las zonas vitales.
• Fecha de nacimiento del
niño para saber su personalidad vital y averiguar sus mejores orientaciones
para dormir y estudiar.
• Una sencilla descripción,
por parte de los padres, del día a día del niño y sus hábitos más comunes, para
facilitar su expresión natural.
Tras recibir toda la
información, me llamó la atención la normalidad con la que se exponía la
hiperactividad del niño. Sentí un especial interés por ello y propuse hacer una
videollamada con los padres a la que accedieron encantados.
En la videollamada, tras
conocernos mutuamente y hablar de la intención general del trabajo que, por
parte de ellos era decorar la habitación del chico ante la proximidad de su
Comunión, les pregunté con mucha suavidad sobre lo que definían como
hiperactividad.
Me sorprendió la naturalidad
y firmeza con la que ambos padres corroboraron el diagnóstico. Yo seguía
sintiendo necesidad de saber más y les acabé exponiendo mi inquietud e interés.
Ante mi interés sano, la confianza y la discreción que les transmití, ambos se
abrieron un poco más.
El niño llevaba una temporada
larga sin poder llevar a cabo una tarea continua por mucho tiempo, además, le
costaba mucho centrarse en los deberes y habían recibido varios avisos de la
tutora del colegio sobre la falta de interés escolar y la continua distracción.
Ante esto, y buscando
referencias en internet, concluyeron que su hijo era hiperactivo y con déficit
de atención. Estaban a la espera de ser atendidos por un terapeuta para que les
guiase en el proceso y se sentían tranquilos y confiados.
Entre los hábitos destacables
del niño, estaba la tendencia a ponerse a realizar tareas creativas y
manualidades en un lugar concreto de la mesa de la cocina.
Les agradecí la confianza por
compartirlo y me dispuse a estudiar el caso.
Tras localizar las zonas
vitales y calcular la personalidad vital del chico, pude comprobar que su
vitalidad vibra como en sintonía con el elemento Tierra, que su habitación se
encontraba en una zona que vibra en sintonía con el elemento Fuego y que la
orientación hacia la que estudia no llega a ser la más adecuada. Además,
observé que su escritorio estaba frente a la pared y la profundidad del mismo
era escasa.
Puse el foco entonces en ver
la posición natural que ocupaba el niño cuando iba a la cocina y me encontré
con que elegía de forma innata una buena orientación, y se posicionaba en una
zona que vibraba en sintonía con el metal y además elegía la parte con más
profundidad de la mesa.
Explicado así comprendo que
no aporta mucha información, pero desde la mirada vital pude observar con
nitidez el posible factor que desencadenaba la excesiva inquietud el chico.
Su vitalidad de Tierra se
veía muy nutrida por la zona Fuego donde se localizaba su habitación. La zona,
a su vez, estaba muy fortalecida por la madera del suelo. Esta simple
combinación podría estar generando un exceso de vitalidad en él.
Al ver cómo se posicionaba en
la cocina, pude ver que el chico buscaba drenar ese exceso al elegir la zona de
Metal y necesitaba, además, espacio para expresarse.
Ante este diagnóstico,
solicité una nueva videollamada con los padres para tratar de darles unas
sencillas pautas y observar si funcionaban para, posteriormente, determinar la
decoración de la habitación.
Les transmití el diagnóstico
vital y les recomendé que observaran unos días si, cuando el chico estaba en la
cocina, se concentraba en lo que hacía. Que probasen a facilitarle espacio en
la mesa para que hiciese allí los deberes. Les pedí que pusieran un objeto
metálico en su mesita de noche y les recomendé que probasen, unos minutos al
día, a preguntar al niño, con interés real, qué había aprendido ese día.
Se tomaron con interés las
indicaciones y la sorpresa llegó al cabo de una semana.
El padre me llamó ilusionado.
El chico se despertaba menos por la noche, observaban que en la cocina su
inquietud era menor, acababa los deberes y le encantaba explicarles lo que
aprendía cada día.
El hombre estaba feliz y yo,
pese a que llevo muchos años de experiencia y casos vividos, siempre sigo
sorprendiéndome con la magia con que la energía busca aportar valor.
Me dispuse a preparar las
pautas definitivas para la habitación. El diagnóstico estaba claro. La
vibración Tierra del chico estaba hiperactivada por la vibración Fuego intensa
de la zona de la casa y había el niño necesitaba canalizar toda aquella
vitalidad.
Para ello, la vibración del
color blanco y sencillos objetos metálicos le ayudarían. Propuse también un
escritorio de mayor profundidad con la facilidad de que fuese extraíble y
orientable a su dirección elegida.
A la vez, les recomendé que
expusieran a su tutora la posibilidad de ponerle de compañero de mesa en el
colegio a algún niño o niña que precisase de apoyo para que el chico sintiera
que aporta valor.
Tres semanas después, todo
había cambiado.
El descanso y concentración
del niño eran óptimos, y su energía interior, gracias a haber logrado encontrar
formas de canalizarla, había comenzado a serenarse y a no acumularse tanto
dentro de él buscando salidas”.
La naturaleza de la energía es aportar luz;
retenerla siempre genera inquietud.
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Autor: Andrés
Tarazona (andres@andrestarazona.com)
Todos los jueves, desde el 7 de noviembre de 2019, Andrés comparte
en este blog una serie de publicaciones centradas en
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