- Todos llegamos aquí
porque no aprendimos una de las reglas de vuelo. Pasamos una y otra vida
dándonos de bruces con una o varias, hasta que al final no queda más remedio
que volver, aquí, para tomar las clases de vuelo desde el principio. Para
algunos es la única forma. Tú, ya lo descubrirás, te atascaste, y permaneces
aún anclado en algo concreto; de lo contrario no habrías ido tan rápido con las
tres primeras reglas. Yo, estaba relatando cuál fue mi verdadero problema: el
merecimiento. Ésta fue la lección que no conseguí afrontar, hasta que aterricé
como una suicida en el vertedero de basura.
En ese momento, ella,
estalló en risa rememorando los viejos tiempos, algo que provocó la misma
reacción en el Cadete que aprovechaba la circunstancia para descargar el
sentimiento contenido anteriormente. Recordó cómo aterrizó él: desde luego era
lamentable; pero lo de Pal, no tenía desperdicio. ¡Era realmente cómico! De
pronto, revivió el hecho de que ella podía leer la mente, y ante el miedo a ser
descubierto el motivo de su sorna provocando un posible enfado, decidió
reprimirse de nuevo.
-
No tengas miedo Jano – acudió
con voz dulce –, sólo puedo leer la mente cuando la otra persona me lo permite,
o se dirige a mí con sus pensamientos; de todas formas, no me molesta que
encuentres ese suceso como algo digno para destornillarte. Sé que no lo haces a
mi costa.
- Lo siento Pal – replicó sorprendido de
nuevo con las artes adivinatorias de su instructora –, yo sólo…
- No – cortó radical –, no te
justifiques, es innecesario. Hagas lo que hagas, no estés justificándote; vas
en contra de tu esencia. ¿Ves? Esa es una de las aberraciones que afectan al
merecimiento: el estar justificando todo a todas horas. Quién lo hace suele
tener ciertos problemas con la percepción de merecerse o no algo.
El VZ perdía altitud con
lentitud. Se habían enfrascado con tanta pasión y concentración en el contenido
de sus respectivos comentarios que olvidaron por un momento dónde estaban.
- ¡Jano, hemos perdido trescientos pies,
corrige!
- ¿Qué quieres que haga? No he volado
nunca en velero.
Un golpe brusco sacudió por
estribor desestabilizando varios grados el rumbo que procuraba proteger.
- Aprovéchalo. Gira en ese sentido.
- ¿Qué?
- ¿No me digas que no sabes aprovechar una
corriente de aire, una térmica?
- Ya te he mencionado que no he volado en
veleros. Si se trata de subir y bajar de nuevo en busca de una pista cuenta
conmigo. Del resto no tengo la más mínima idea.
- Menudo pilotillo estás hecho. Fíjate: el
velero se ha tambaleado debido a que una corriente de aire caliente ascendente
ha impactado en el ala de estribor. Has de girar hacia ese lado, de esa forma
la agarras, o te dejas aspirar por la misma en su declinar. Es la manera que un
velero posee para navegar en la distancia sin perder altura y/o ascendiendo.
Hazlo, gira ya, estamos dentro de la misma; ¡no dejes que se escape!
Jano reaccionó
inmediatamente, sin dilación. Sintió de súbito dos efectos: por un lado,
percibió que las alas del VZ se aferraban como garfios a una escala invisible
que le imprimía un ascenso vertiginoso, subiendo con fuerza, con contundencia,
pero al mismo tiempo con armonía y entusiasmo; en segundo término, adquirió la
certeza de formar un sólido equipo con su acompañante y el VZ, como si los tres
fuesen parte de un mismo Ser. De un Todo.
Él, se dejaba llevar. Fluía. No intentaba gobernar a su aire. Apreció que los lazos de unión estaban estrechándose a la
perfección, como la mantequilla y la mermelada lo hacen mezclándose sobre una
tostada caliente y crujiente; y de pronto
sintió la chispa de la comunión entre dos Seres. Desde aquéllas alturas,
sentados en un motovelero, hablaban sobre la real introspección que mueve la
existencia en todos sus confines. Estaban sumergiéndose en las alturas de los
cielos, penetrando en sus secretos, ascendiendo hacia la autenticidad.
- ¡Perfecto, así se hace! Lo has enganchado
a la primera. Continúa…
- Por cierto – intervino Jano mostrando
intranquilidad, temiendo una reacción no deseada –. ¿Podrías retomar la
conversación donde la dejaste? No es que sea curioso, sólo pretendo ver a dónde
conducía tu relato con respecto a esta cuarta regla.
- De nuevo, excusándote – proclamó Pal con
autoridad –. Me da igual que seas o no
curioso. Si no quiero contar algo, no lo hago. Pero te pido, por última vez,
que dejes de excusarte ¿De acuerdo?
- Alto y claro. Pero, ¿podrías continuar por
dónde lo dejaste? Yo me encargo de seguir con el ascenso.
- Como quieras, aunque no hay mucho que
añadir. La cuestión es que mi principal obstáculo con las reglas de vuelo fue
precisamente ésta en la que estamos inmersos, la del merecimiento. Tal cual
mencioné, Pitt, en su abundante experiencia, había detectado el origen del
problema, que siempre, valga la redundancia, se encuentra en el mismo sitio, en
la misma causa. Cuando pude dejar de gimotear, tras esas jornadas, él pudo
entablar un mínimo de acercamiento conmigo. Hasta entonces, me había estado
negando a hablar con los que lo intentaban. No confiaba.
- Entonces ¿Por qué confiaste en Pitt?
- Fue la única persona que no pedía nada. El
único que no vino abriendo sus brazos ofreciendo ayuda. Simplemente observaba,
aunque a veces pensé que me ignoraba. No se dirigía a mí, aunque supe que
preguntaba a los demás por mi estado. Nunca entabló conversación directa.
Ocurrió una noche que no
podía dormir, cosa habitual por aquella época. Salí del dormitorio sin rumbo
fijo. Pasé por la fila de hangares que a esa hora tenían sus puertas cerradas;
pero encontré uno abierto. Al fondo, una luz encendida: Era el despacho de
Pitt. Tú lo conoces, fuiste a visitarlo el primer día. Yo ni siquiera sabía
dónde se encontraba cuando llegué. Me dirigí hacia allí con curiosidad, sin
saber qué podría encontrar. Miré por la ventana. Con seguridad, yo debía
parecer un alma en pena. Él, permanecía leyendo informes y hojas de servicios
que recogía de un gran montón de su derecha. Apuntaba datos en diversos papeles
que, luego supe, eran las órdenes que cada uno de los instructores deberían
tener en consideración con sus alumnos en sus siguientes clases. Seguí
observando, no sabría decir cuánto tiempo, pero debió ser mucho; tanto que
prácticamente ya tenía apilados todos los documentos en el lateral izquierdo.
Casi había concluido; sólo quedaba un legajo. Lo tomo y lo abrió con rapidez,
con tal celeridad que una foto salió despedida retomándola al vuelo, pero puede
comprobar que era la mía. Aquello era mi hoja de servicios. Volvió a meter la
fotografía dentro de una forma que consideré entonces “despreciativa”, y arrojó
a la papelera todo el legajo de papeles. Aquello me ofendió. No lo pensé dos
veces. Sólo obedecí a un impulso ciego de venganza: Entré como un ciclón en su
despacho dando un portazo y gritando. Le dije muchas cosas, ¡demasiadas! Pero
Pitt no se inmutó ni un ápice. Permaneció impertérrito esperando que desahogara
toda mi furia. Cuando ya no pude más, ni supe qué otra cosa decir, me desplomé
en una de las sillas gimoteando por haber perdido el control; avergonzándome de
mí misma… Ya no tenía ni fuerzas, ni esperanzas. Entonces, él se acercó,
sentándose a mi lado, y esperó sin mediar palabra hasta que me calmé
definitivamente.
Recuerdo a la perfección
mi postura: tenía los pies subidos en la silla sujetos por las manos cruzadas,
y la cabeza hundida entre ellas. Entonces Pitt pronunció una sentencia, sólo
una. ¡Sonó a gloria! – Jano seguía atento a la revelación como si de una novela
rosa se tratase, pero con el resto de los sentidos puestos en el gobierno de la
nave; no se podía permitir el lujo de perder altura. Eso sacaría a su compañera
del relato interrumpiéndolo, y a esas alturas no quería equivocarse; sentía que
iba a aprender algo fundamental –. Puedo
asegurarte que fue lo más hermoso que jamás había escuchado. Con una voz dulce,
cálida y reconciliadora enunció algo que nunca olvidaré: “Te mereces lo mejor, todo lo mejor que puedas imaginar. Sólo que
aún no lo sabes. Y te lo mereces sólo por Ser Quién Eres. Por Ser única e
irrepetible; por ser, por tanto, Perfecta. Por Ser la mejor” –. Pal
silenció su discurso un instante, retomó aire y siguió –: A partir de aquél
momento mi alma y entendimiento se iluminaron. Mi grado de conciencia adquirió
una nueva dimensión. Empecé a ser consciente. Le miré con ternura, esperando
que sus brazos se abrieran para recogerme en consuelo. Y lo hizo, ¡vaya que si
lo hizo! Lloré de nuevo y por un buen rato. Él no dijo nada; simplemente permitió
expresar mis sentimientos. Quise contarle lo que me había pasado, pero no fue
necesario. Lo sabía. Ya te mencioné que su experiencia le hace deducir cuál es
el escollo de cada persona con bastante exactitud, aunque no siempre a la
perfección; no obstante, la documentación de mi hoja de servicio confirmaba sus
elucubraciones.
Se produjo un nuevo
mutismo. Jano no se atrevía a romperlo. Algo en su interior aconsejaba seguir
con su pilotaje, a la expectativa de noticias.
Por unos diez minutos
el cielo era el único que hablaba, si es que se le podía escuchar. Apenas un
susurro entrecortado se hacía audible al giro acusado del VZ aferrándose a una
y otra corriente de aire.
Pal había hecho aquél
alto con total complicidad. Quería que aquélla frase quedase sellada en la
mente de su alumno para siempre. Cuando consideró oportuno, continuó con su
historia.
- Estás muy callado, novato, ¿va todo bien
ahí delante?
- Sí perfectamente. Tan sólo reflexionaba
sobre lo que me has contado. Aunque presumo que no todo acaba así – respondía
esperando, con ello, la reanudación del folletín biográfico de su compañera de
vuelo.
- En efecto. Pero no quiero aburrirte con mis
sucesos, a…
- No. No. De ninguna manera, por favor,
continua, creo que es muy interesante, y que de alguna manera está sirviendo
para mi instrucción.
- De acuerdo. Pero si en algún momento te
importuna la historia lo dices. ¿Entendido?
- Continua, por favor – procuró Jano con voz
tenue –, creo que es muy difícil que puedas molestar a estas alturas, ya vamos
conociéndonos mejor.
- Bien, tú lo has pedido. Pero hay poco más
que añadir. Veamos… el hecho fundamental, consistía en haber tenido una serie
de vivencias que confirmaban, una y otra vez, que yo no merecía nada en la
vida. Desde que el recuerdo impreso en la mente alcanzaba, siempre fui
ultrajada, menospreciada, ignorada e insultada. Me violentaron en numerosas
ocasiones. Me hicieron sentir culpable de todo lo malo que a los demás le
sucedía. Sentí que nada tenía sentido.
Llegué, a ni tan siquiera sentir nada. Aquel, era el problema; y tenía el
absoluto convencimiento de que no merecía nada. Por ello, las vivencias
tropezaban contra sí, contra mí, una y otra vez, sin aparente remedio. Siempre
concluía en el mismo punto: yo no merecía nada, ni respeto, ni consideración;
ni siquiera merecía vivir o existir.
Cuando puede articular
palabras y encadenar frases, pude transmitir a Pitt las historias; mis
historias. Él, pese a saberlo, escuchó hasta el más nimio y demencial detalle.
A mi conclusión, pronunció otra sentencia. Si sus palabras anteriores
consiguieron que empezase a despertar, éstas provocaron el entendimiento
definitivo que necesitaba para comenzar, de una vez, a experimentar con
dignidad la existencia de mi esencia, de mí Ser. Sus palabras, como todas,
están medidas, pero esas, aún, lo estuvieron más. Esa vez… reposaba en sus
brazos cuando las pronunció. Fueron sencillas, pero contundentes: “Sólo por el hecho de existir, te mereces
Ser feliz, nunca cuestiones esta verdad, ni la pongas en duda”.
Tras aquélla noche, todo
cambió. Empecé con las clases de vuelo, y en poco más de una semana había
concluido mi reentrenamiento.
Y colorín, colorado… el
cuento se ha acabado.
Jano estaba absorto en
el deambular que le envolvía. Por un instante pudo tener la certeza de que su
escollo, si existía, no debía ser tan grave como el de ella. No alcanzaba a
extraer, de sus registros metales, ningún suceso que le hubiese hecho sentir
tan denigrado o humillado. Si bien era cierto que él había pasado por
circunstancias duras, según su personal criterio, su instructora le superaba
con creces. No se atrevía a abrir la boca; prefería continuar con la navegación
a la espera de instrucciones. Esta lección, si era la intención de ella, había
quedado bien cimentada.
- Bien, mi estimado alumno, demos comienzo
con la clase de hoy. ¿Preparado?
- ¿Preparado? ¿Acaso lo que hemos compartido
no era la clase? ¿Qué más queda por aprender de ésta regla de vuelo?
Por los auriculares le
llegó una risita infantil producto de algo que no encajaba en sus esquemas.
- ¿Se puede saber dónde estriba el
chiste?
- Disculpa, es que ha tenido gracia que no
aciertes a dilucidar entre clase y reglas de vuelo…
- ¿Serías tan amable de aclararlo? No hay
cosa que más me moleste que quedar como un estúpido ignorante. Soy bastante
inteligente como para entender la diferencia....
- Para, para. No me reía de ti. Disculpa si
te he molestado. ¿De acuerdo?
Momentáneamente no hubo
dilucidación a su pregunta. Notó que él necesitaba algo de tiempo. Jano tendía
a ser un poco susceptible, particularidad que acompaña a la impaciencia que,
con notable frecuencia, todavía, manifestaba con creces.
- Continúa, por favor. Yo también lo lamento.
Estoy preparado. Empecemos.
- Quiero que entiendas un hecho con
concreción. Una cosa es contar cómo vencí mi particular escollo, y otra,
distinta, es entender y asimilar que uno
se merece lo que cree merecer. Tan sólo he puesto sobre el tapete un hecho
para que te ayude a contactar con ésta regla de vuelo. Pero aún puedes
profundizar más en ella. Es algo que terminarás de verificar junto a Pitt
cuando lleguemos a tierra; ¿de acuerdo?
- Como tú mandes, eres la instructora.
Adelante con lo que tengas preparado.
- Gracias. Veamos… ahora vas a proceder a
realizar un ejercicio. Quiero que sigas cada una de mis palabras y te dejes
llevar. Cerrarás los ojos a una indicación mía. A partir de ese instante
soltarás los mandos del VZ. ¿Estás listo?
- Siempre lo estoy – manifestó con el orgullo
propio, y el carácter singular, que el sello militar imprime.
- No hace falta que contestes a nada,
simplemente ejecútalo. Vas a empezar un ejercicio de control mental que te
ayudará, como no imaginas, en la aplicación de las normas de vuelo. Estate muy
atento, céntrate en todo lo que vaya diciendo, olvida el mundo exterior y
cuanto te rodea. Concéntrate en tu respiración, que debe ser profunda y regular.
Fija la atención en la aspiración y expulsión del aire, y fíjate en el espacio
que queda antes de volver a inhalar de nuevo – dijo Pal pronunciando y
acaramelando cada una de las palabras. Despacio, con ritmo –. Aspira diez
veces, profundamente, relajándote, inspirando por la nariz, y exhalando por la
boca. Relajándote. ¿Entendido?
Él había empezado con
incertidumbre sus instrucciones, pese a no entender en qué ayudaría aquello a
su formación. Se dejó guiar confiando en su experiencia, al fin y al cabo, ella
era instructora y él, ya lo había asumido, un novato alumno. Un pilotillo.
- Más que entendido, ya comencé.
- ¡Impaciente como él sólo! – recriminó
dulcemente –. Te dije que cuando yo lo indicara. Bien, empecemos con el
ejercicio. Cierra suavemente los ojos – lo hizo soltando los mandos y retirando
los pies de los pedales, dejando libre el planeador –. Ahora coloca tus manos
sobre tus piernas en una posición que te resulte cómoda. Concéntrate en tu
respiración, que debe ser profunda y regular, de abajo hacia arriba – dejó una
pausa mientras oía, en sus auriculares, el sonido que provocaba el aire al
entrar y salir de sus pulmones chocando con el auricular –. A continuación, con
cada exhalación, expulsa el dolor y la tensión acumulados en el cuerpo –
ordenaba con calma, midiendo la vocalización y la entonación –. Al inspirar,
introduce calma… al expulsar, suelta tensión. Con cada inhalación, aspira la
apacible energía que te envuelve. Relájate aún más – sus pausas eran suaves.
Sus palabras, caricias como el viento exterior que les hacía mantenerse en
vuelo –. Visualiza como todos tus músculos se relajan por completo. Empiezas
por los músculos de la frente y los de la cara. Continúa por los de la
mandíbula, que se irán soltando… Ahora relaja los músculos de tu lengua;
notarás un gran placer en ello. Relaja los músculos del cuello y los de los
hombros – mantuvo una ligera pausa dando tiempo a que culminase el acto. El VZ
volaba recto y nivelado, manteniendo su altitud, sosegado, apacible al igual
que lo hacía el alumno –. Deja que los músculos de tu vientre se relajen por
completo, para que tu respiración siga siendo agradable, profunda, regular,
íntima e interiorizadora. Con cada suave respiración, relájate más y más… Ahora
– indujo tras una contenida pausa –, visualiza una luz intensa en lo alto de tu
cabeza. Escoge el color que quieres tenga dicha luz. Esa luz puede ser de
varios colores si es lo que quieres. Todo lo que esa maravillosa y espléndida
luz toque, cuando comience a esparcirse por tu cuerpo, los tejidos, órganos,
músculos… cada fibra y célula de tu cuerpo, se relajará completamente,
liberándose de todos los posibles dolores y molestias. Cualquier dolencia
desaparecerá. Esa luz marcará más y más tu relajación. Te sientes profundamente
apacible, seguro y tranquilo. Te sientes completo; lleno. Estás consciente de
todo lo que pasa, y podrás recordarlo todo, siempre. Tienes pleno control sobre
tu Ser espiritual, físico, anímico y mental.
Efectivamente, Jano
notaba una inmensa placidez. Su cuerpo no le pesaba, se sentía ligero. Era como
volar por sí mismo, sin ayuda de ningún avión. Estaba muy a gusto y
confortable, deseoso de seguir en tal magnitud.
- Ahora – retomaba Pal con la misma calma en
su voz –, siente cómo esa luz de color, o colores, se esparce desde lo alto de
tu cabeza hacia abajo, por la frente… por los ojos acariciándolos...
relajándote aún más – el placer que experimentaba era increíble, sensacional –.
Percibes, o imaginas, que la luz se extiende por tu mandíbula y por el cuero
cabelludo hacia abajo, incrementando la relajación.
Ahora la luz se desliza
por tu cuello, relajándolo completamente. Se propaga por la garganta provocando
gran profundidad – dejó otra pausa corta notando sus percepciones –… siente la
luz. Ella, relaja sanando los músculos, los nervios, las células de tu cuerpo,
y tú posees y eres más y más calma, más claridad, más entendimiento. Ahora, la
luz, se extiende por los hombros, por los brazos hacia abajo, hasta llegar a
las manos y se esparce por los dedos. Siente como la luz fluye por la espalda,
por el pecho, entrando en el corazón, que esparce bombeando con suavidad y
armonía esa luz por todas las arterias y las venas del cuerpo, transmitiendo
más relajación serenidad, paz y sosiego. Ahora, la luz, llega a los pulmones
que oxigena, limpiando todas y cada una de las células que te componen… Se
extiende por la columna vertebral, desde el cerebro hasta la punta de la
columna… y fluye por todo el sistema nervioso hasta llegar a los músculos, y
todos los resquicios del cuerpo, percibiendo el alma al mismo tiempo. Ya estás
profundamente sereno y relajado. Sientes una profunda tranquilidad, una
maravillosa sensación de bienestar.
Pal, volvía a dejar una
larga pausa. El VZ parecía reaccionar de igual modo. Volaba con absoluta paz.
Él, Jano, solo, parecía dirigirse junto al aparato en unidad y comunión, con
suavidad entre las corrientes manteniendo rumbo y altitud; de hecho, Pal no lo
gobernaba. En ningún instante lo hizo. Piloto y nave se habían fundido en una
sola y exclusiva esencia.
- Siente como la luz recorre el abdomen; la
parte inferior de la espalda; las caderas; las piernas… hasta llegar a la punta
de los pies inundándolos de suavidad… hasta que todo el cuerpo queda absolutamente
cubierto y bañado por esa perfecta y maravillosa luz. Te sientes muy, muy
sereno. Ahora percibe como la luz rodea completamente tu cuerpo, como si
estuvieras en una esfera protectora donde nada puede penetrar para hacerte
daño. Te sientes totalmente seguro: los miedos y temores que tengas, se han
extinguido.
Dentro de un momento voy
a contar hacia atrás, de diez a uno. Tras cada número te sentirás más y más
sereno y apacible; y tu relajación será más y más profunda, inmensamente
profunda. Cuando llegue a uno, te encontrarás en un estado muy profundo, tu
mente se habrá liberado de los límites normales del espacio y el tiempo, no
habrá dimensiones que limiten. Diez, nueve... Estas muy relajado. Ocho, siete…
Más relajado. Seis, cinco… Estás sereno, muy sereno. Cuatro, tres… Muy
profundo. Dos… estás llegando. Uno… Estás profundamente relajado, tienes todo
el control, estás envuelto en un círculo de luz protectora que evitará
cualquier molestia o problema.
Ahora imagina que bajas
por una hermosa, amplia, reluciente y espléndida escalera. Vas bajando cada
escalón con tranquilidad, pacientemente, percibiendo a cada paso cómo esa luz
se extiende por todo el espacio infinito que te rodea. Al final de la misma,
hay un inmenso cielo lleno de nubes blancas, limpias y algodonadas. Te
encuentras completamente relajado, y pleno de paz y serenidad. Siente ahora
como formas parte del avión donde estás. Siente que eres parte de él. Sientes
que es la prolongación de tu cuerpo – Jano lo hacía, lo notaba, seguía sus
indicaciones, al pie de la letra, totalmente consciente. Sentía como cualquiera
de las partes que formaban el VZ eran partes de él mismo. Era una sensación
maravillosa. Sentía como si estuviese tumbado boca abajo, siendo él todo el
planeador, siendo sus brazos las alas y el reto del cuerpo la estructura
principal –. Ahora siente como empiezas a descender con suavidad en giros de
trescientos sesenta grados…mantente en eso…
Posdata:
En el artículo del día 01/12/2020 (“¿Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre? III Parte”) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia que solucionaba el 80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional siendo feliz en tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que, con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán pues mis tiempos están contados para seguir en esa labor. No se trata de dar una formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas (Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es
Para las actualizaciones de “Todo Deéelij” y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
Nota a la posdata: si quieres
recibir esta ayuda terapéutica más vale que te comprometas contigo mismo, pues
es exigente. Sólo apto para valientes y no timoratos.
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