En un mundo donde lo material y lo tangible se pone en un valor más alto que lo sentido, es fácil identificarse con la acción y el esfuerzo en lugar de hacerlo con la intención.
Nuestro cuerpo material tiene grabado en su genética
millones de años de esfuerzo por sobrevivir. Este es el motivo por el que la
cultura del esfuerzo tiene tanta resonancia.
Normalizamos que trabajar conlleve esfuerzo, que un
matrimonio largo se logre a base de lo mismo, incluso para dormir concebimos
normal que nos cueste.
Normalizada la supervivencia como expresión de vida, la
fijación porque el mundo exterior nos beneficie, no es más que un síntoma más
de la inconsciencia.
Muchas personas invierten gran cantidad de energía, tiempo
y dinero en encontrar atajos materiales al cumplimiento de sus anhelos.
Por el afán de que sus relaciones funciones, de que el
trabajo llegue o de que la armonía fluya en sus vidas, realizan cambios y
cumplen con rituales que, además de idealizar objetos, les alejan de su verdad.
Toda acción o esfuerzo surge de una intención. Tomar
consciencia de esa intención inicial, nos ayuda a ver la realidad que esconde y
en esa realidad, es más fácil encontrar la motivación real.
Hay personas, como ejemplo, que buscando que su pareja pase
más tiempo en casa o deseando que su economía mejore, mueven muebles o compran
objetos decorativos que, siguiendo consejos energéticos, idealizan creyendo que
serán el talismán del cambio y no toman consciencia de que lo que les mueve a
tomar dicha acción es el miedo.
Esta forma de actuar suele derivar en obsesión por los
objetos y en la necesidad continua de generar cambios externos.
La decoración que nos rodea puede facilitar nuestra vida,
pero comenzando por la interior.
Siguiendo con el ejemplo anterior, una persona que desea
que su pareja esté más tiempo en casa, siendo consciente de que su deseo puede
no ser el mismo que su pareja, toma decisiones basadas en el respeto a que lo
que surja, sea lo mejor para ambos. Desde esa apertura interna, no se idealiza
al objeto. Es más, desde esa intención limpia, es más fácil darse cuenta de que
lo más inteligente no es modificar la vida, sino, en todo caso, dejarle espacio
para que sea ella la que ordene, de nuevo, comenzando desde nuestro interior.
Si estás en un proceso de deseo de cambios y te cuesta
definir tu intención real, observa si tu motivación es únicamente personal. Si
es así, es muy probable que te esté moviendo el miedo. En ese caso, intenta hacerte
a un lado internamente para que la vida, desde tu interior, tome las riendas y
exponga la realidad externa que más orden genere para todos.
Tener la capacidad de observar la dirección interna de la
vida, te ayuda a sentir tu lugar y a moverte en sintonía global.
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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)
Todos los jueves, desde el 7 de noviembre de 2019, Andrés comparte en este blog una serie de publicaciones centradas en
el Diseño Sentido: interiorismo y diseño consciente de viviendas, comercios y
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