Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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11/1/21

Narrativas de la vida interior (Proyecto “La Física de la Espiritualidad”: 2)

Hablar de temas materiales no plantea ningún problema para nadie, salvo la capacidad de comprensión según la complejidad técnica, científica o filosófica de lo que se esté tratando. Es eso de que para hablar de algo o entenderlo hay que tener estudios y, si no, habría que aplicar la máxima de Marx Twain “es preferible estar callado y parecer idiota, que abrir la boca y despejar la duda”.

¡Todo está bien!

¿Qué pasa cuando, siendo todo un desastre, cuando uno alcanza la angustiosa sensación de que el mundo se le está viniendo abajo como un descomunal castillo de naipes, viene un imbécil, un necio, un gilipollas y te dice, ¡todo está bien!?

¿Pero tú de qué vas, anormal? Si estamos arruinados, si se nos han muerto la mitad de los seres queridos por la puta pandemia, si estamos sin trabajo, si este puto gobierno nos está esclavizando y vigilando hasta lo que pensamos, si la esperanza es un lejano recuerdo… vienes tú y nos dices que ¿todo está bien?

(Y perdón por la retahíla de tacos que surgen para afianzar estos incomprensibles argumentos.)

Afirmar eso es como afirmar que vivimos una existencia de amor y paz y, tratar de meternos al Dios que permitió lo de Eva y la serpiente puñetera. ¿Porqué no le dio a la bicha una patada y evitar así que la imbécil de Eva cayera como eso, como una imbécil? Se habría evitado Dios todo el follón que ha venido después y se habría ahorrado tener que venir al mundo para que le mataran.

O dicho de otra forma, ¿por qué permitió Dios crearnos con un defecto de fábrica tan letal para luego decirnos que “todo está bien”?

Pues de esto trata la Física de la Espiritualidad, queridos amigos, de cuadrar el círculo, de que los renglones torcidos de Dios sean rectos, de que el caos sea la manifestación del orden. Se trata de comprender un oxímoron. Porque ¿cómo puede ser un hielo abrasador, un silencio ensordecedor, un docto ignorante, una música callada o una soledad sonora?

Física y espiritualidad han sido términos opuestos y hablar de la Física de la espiritualidad es un perfecto oxímoron que sólo cabe en retorcidas mentes. Así que atreverse a tratar lo material y lo espiritual como un todo, es como un trilero que sólo quiere timar a los incautos.  Y en el fondo, hablar de la Física de la Espiritualidad es simplemente abordar el oxímoron del “Yin y el yang” lo oscuro y lo brillante de la filosofía china; es enfrentarnos cara a cara a la “Ley de fuerzas antagónicas” que hemos estudiado ampliamente en la serie “Visión sistémica del Mundo”. Es comprender que la Vida se basa en la estabilidad de los opuestos, que tenemos que dejar de ver al mundo y a lo material como enemigos del alma, de lo espiritual, porque esta forma de ver la vida no ha hecho otra cosa que desgarrarnos y someternos a la mayor de las angustias y a la mayor de las tristezas, ha levantado un muro entre yo y el “no-yo” (todo lo que existe fuera de mí) o entre yo y la Divinidad, cuando todo es Uno.

Pues si sobre esto, se elaboran narrativas que no hacen más que ahondar en la dualidad, aun tratando de aparentar la unidad, entonces, “abrir la boca” para proclamar el trascendental cambio de paradigma de la Unidad, del “uno sin segundo”(por cierto un libro muy bueno de Aimar Rollán), de la armonía de una Creación (donde uno alcance a ver cómo los muros que nos separan son una absurda matriz, un engañabobos, un trampantojo, diseñados para mantenernos enfrascado exclusivamente en los asuntos de este mundo y olvidarnos de la eterno y de lo Real, porque es muy difícil estar a las duras y a las maduras), entonces, efectivamente decir que ¡todo está bien! Es una broma de mal gusto.

Pero si no, si tratamos de elaborar narrativas tales que finalmente, sea para nosotros evidente que “todo está bien”, entonces habremos salido de esta artificial matriz, por la “séptima puerta” que referíamos en la entrada 49 de la serie Visión sistémica, esa puerta que nos abre el horizonte infinito de la vida interior.

El atrevimiento de “abrir la boca”

Así que vemos que abrir la boca en asuntos del espíritu es otra cosa. Y si lo mezclamos con lo físico, ya, para qué hablar...

Primero está la “profesionalización” de lo espiritual.

Los temas espirituales, a fuerza de aceptar la necesidad de que hemos de tener estudios para hablar de ello, las corporaciones religiosas de siempre han considerado que son temas tan especializados, que sólo sus ministros y teólogos están capacitados y autorizados para impartir doctrina, a riesgo de que venga cualquiera y se lleve a la gente por el mal camino de las herejías. Hasta incluso existe todo un programa curricular de licenciaturas, doctorados y másteres que capacitan a los que poseen papeles a hablar de estos misteriosos asuntos, mientras el resto de los mortales que nos atrevemos a hablar y compartir con los demás estos trascendentales temas, desobedecemos a Twain, ya que, al “abrir la boca” estamos despejando la duda y somos considerados, además de idiotas, intrusos en una profesión institucionalizada. Se nos considera advenedizos de algo que sólo tras sesudos estudios y el correspondiente certificado de “ídem”, se puede ejercer “la profesión” de hablar del espíritu. Afortunadamente, los tiempos han cambiado y ahora, al menos, no corremos el riesgo de arder en la inquisitorial hoguera.

Segundo está la “mercantilización” de lo espiritual.

Luego está también, en el otro extremo, otro asunto que también es muy espinoso; la predicación como negocio. En Centroamérica, en tiempos de la Teología de la Liberación de Leonardo Boff, en la medida en que este movimiento se estaba llevando de calle a las gentes sencillas de esos países azotados por la pobreza, esto puso en alerta a dos instituciones, al Vaticano, por el tufillo marxista del mensaje y al Tío Sam. Los primeros condenaron el movimiento por razones teológicas y los segundos, para contrarrestar su expansión, pusieron en marcha el “Plan Rockefeller”, que consistía en poner una iglesia protestante en frente de cada iglesia católica del continente, para hacerle la competencia. Y luego incentivar la competencia entre las diferentes sectas protestantes (divide y vencerás), de modo que hubo muchos que se aprendieron la copla de, tras un baño doctrinal de aquella manera, montaban su chiringuito religioso, ganaban adeptos y, mira tú, una forma de ganarse el pan y hacer negocio. De nuevo la prostitución de lo espiritual al considerarlo como negocio. Está disponible en los canales de pago la serie de televisión “Greenleaf”, que refleja la vida de una familia de color americana que vive de eso, del bienintencionado negocio de la religión.

Esto no me lo han contado; lo vimos mi esposa y yo cuando fuimos a Honduras de cooperantes los veranos de un par de años y descubrir la feria de vanidades en la que se había convertido todo lo religioso, donde con una mano se esgrime la Biblia y en la otra la pistola, siempre dispuesta a participar en una “ensalada de tiros” o “baleadas” o “balaseras”, tan tristemente habituales en esos países.

Con lo cual, como no podía ser de otra forma, todo lo relacionado con la relación del ser humano con Dios, está envuelto de polémica, abusos de poder, oscurantismo y salvaje y lucrativo negocio. Así que, todo esto supone que el atreverse a “abrir la boca” se convierte en algo bastante molesto y no pocas veces peligroso, porque se ha de hacer con la certeza de que se le va a tocar las narices a alguien por cualquiera de las razones antes mencionadas. Que se lo digan a Jesús de Nazareth…

Quizás se debe a que afecta mucho a la filosofía de vida y al “sueño del Planeta” que Miguel Ruíz refiere en su libro “Los cuatro acuerdos” sobre la filosofía de los indios toltecas. Acaso es eso de “no me toques la gallina de los huevos de oro y no me revuelvas el corral que está muy tranquilita (la gallina, es decir, la parroquia) y domesticada; tengamos la fiesta en paz”.

Tercero están “las narrativas” de lo espiritual.

“Abrir la boca” supone adentrarse en asuntos salpicados de creencias y cuestiones de fe, pues depende de la actitud de cada cual hacia estos temas. Y el espectro de respuestas va desde el fanatismo de los fundamentalistas dogmáticos, las devociones de las gentes sencillas, la indiferencia de los escépticos hasta los zarpullidos y las reacciones alérgicas y anafilácticas que experimentan aquellos que odian todo lo relacionado con lo espiritual al escuchar estos temas. Es algo así como el espectro “izquierda y derecha”.

Pues de igual forma, resulta complicado hablar de temas espirituales sin pisar el callo bien a unos, a otros o a ambos, además de a los profesionales del ramo. Porque en este asunto sucede que no es lo mismo “abrir la boca” desde el conocimiento adquirido a través de estudios y amplias lecturas de las filosofías de los maestros espirituales, donde se entra de lleno, incluso, en el intrusismo profesional, y otra “abrir la boca” desde la experiencia de vida.

Si se trata de “abrir la boca” desde el conocimiento basado en los estudios, yo prefiero tener la boca cerrada y parecer idiota, porque, por mucho que yo haya leído sobre espiritualidad y filosofías de pensamiento, jamás podré competir con los auténticos maestros de estas cuestiones. Por mucho que me haya leído el Bhagavad Gita, el Tao Te King o el Nuevo Testamento, jamás podré competir con un maestro de cada libro, porque no tengo estudios. Así que desde este punto de vista, si abro la boca, inmediatamente despejaré la duda, demostrando que soy un atrevido ignorante, aunque lleve toda mi vida leyendo y meditando por mi cuenta todas estas filosofías, pero como me falta “el papel” que certifica que sé, pues no sé. Siempre seré un advenedizo respecto de aquellos que las viven como cultura y educación materna y además, tienen un papel que certifican que tienen estudios al respecto.

Pero si se trata de “abrir la boca” desde la experiencia de vida, sí me atrevo a ello, porque lo que se vive en primera persona, ni el Papa puede arrebatártelo ni contradecirte. Es desde este enfoque vivencial que sí me atrevo a “abrir la boca”, sin que por ello ignore el peligro que corro al “abrir la boca”.

Todo lo que he escrito y hablado relativo con lo espiritual, lo he hecho desde la vivencia personal, porque creo que siempre he sido consciente de que al “abrir la boca”, me meto en el terreno institucionalizado y profesionalizado de los profesionales de la predicación; me meto también en un negocio en el que nadie me ha invitado a entrar y me meto también en una esfera en la que voy a tocar las narices a mis hermanos en la fe, al no adoptar la narrativa católica de las homilías dominicales y también a los ateos y antiteos por ofenderles hablando de Dios, al que ellos o ignoran o incluso odian.

Narrativas de la vida interior

Igual que en la serie anterior yo he podido hablar desde el conocimiento profesional de cuarenta años de profundizar en la Teoría General de Sistemas, en la actual, soy consciente de que me voy a meter en temas que seguro, van a llegar a lo más profundo de más de uno de vosotros. Si en la visión sistémica abordaba “modelos mentales” sobre la realidad que creemos está fuera de nosotros, a fin de intentar comprenderla de modo holístico, en la Física de la Espiritualidad, voy a abordar una “visión de la vida interior”.

Desde mi experiencia personal, los temas religiosos, tal y como se suelen abordar desde un enfoque doctrinal y litúrgico, son “exotéricos”, externos a nosotros, dado que plantean la relación del ser humano con un ser celestial que está fuera de nosotros, en el Cielo, en el sagrario, en el altar, allí arriba y tenemos que alzar la vista y casi con prismáticos intentar ver a un Dios lejano al que tenemos que mantener calmado a base de rituales adoratrices, que sólo pueden hacer y dirigir los de la casta sacerdotal, que para eso estudian y son consagrados.

Sin enmendar ni una sola coma a todo esto, mi narrativa no va a ser de ese tenor, donde si abro la boca, despejaré la duda de mi ignorancia y falta de preparación.

Pero lo mismo digo, al referirme a otras filosofías de pensamiento, como el budismo, el taoísmo y demás, en las que no me atrevo a impartir ni una sola gota de doctrina ni conocimiento; sólo mi profundo respeto a los que han (habéis) elegido caminos alternativos que conducen al mismo lugar, a Finisterre, al “Fin del Mundo”, que en mi narrativa va a estar situado en el Cabo Finisterre situado en La Coruña, Galicia.

Si en la entrega anterior os decía que no tenía ningún plan, ahora os digo que si puede que tenga un plan, la de la senda de vida interior que conduce a Finisterre, al fin del mundo, del mundo de cada uno de nosotros. Y lo voy a hacer basándome en la historia de las dos hermanas, Marta y María, (que os comenté en la entrega 49) las que protagonizan aquel bello pasaje de Jesús en la casa de Lázaro, en Betania. Estas dos hermanas me van a acompañar y a protagonizar las narrativas que trataré de escribir en el devenir de esta serie, que no sé cuántos capítulos va a tener.

Desde mi posición ecléctica de cristiano de frontera, trataré de hablar de la física de lo espiritual sin tocar demasiado las narices al personal que se sienta molesto tanto por defecto como por exceso utilizando la narrativa más neutral posible, que para mí es la que aporta la Filosofía perenne y la mística. Estos dos pilares, van a resultar esenciales para la comprensión de lo que trato de expresar. La Filosofía perenne, porque en palabras del que ideó el término, el filósofo Gottfried Leibniz, es el concepto metafísico que aborda el reconocimiento de la Divina Realidad en las vidas, en las mentes y en el mundo. Por otro lado la Mística es la base de experiencias espirituales expresadas por muchos santos de Dios a lo largo de la Historia, desde diferentes religiones, y donde describen la experiencia personal de su camino hacia Dios, o más genéricamente, a la Divina realidad.

Así que mística y filosofía perenne son las bases de la narrativa que voy a desplegar basándome siempre en mi particular experiencia. A los católicos les molestará que un católico no despliegue toda la dialéctica católica del catecismo para hacer catequesis a los alejados; y a los escépticos y ateos, les molestará que hable de Jesús de Nazaret. Pues lo siento, aunque creo que entre los que leéis el Blog de Emilio, no haya muchos que estéis situados en los extremos del espectro. En los extremos siempre se sitúan aquellos a los que Nietzsche les dedica esta frase lapidaria: “el convencimiento absoluto es más peligroso para la verdad que la propia mentira”. Es decir, en los extremos siempre se colocan los radicales y intransigentes que se creen estar en posesión de la verdad, lo que conduce a actitudes dictatoriales e intratables de pensamiento único, en un sentido o en otro. Es aquello de que “hay que insistir en el error cueste lo que cueste”.

La Nueva Humanidad no podrá contener miembros absolutistas, porque el absolutismo filosófico y vital en vez de abrir los ojos y expandir la consciencia, los cierra y la anula, convirtiéndoles casi en androides programados para levantar muros de exclusión, tema (el muro) que abordaré en la siguiente entrega. Es por eso por lo que el proceso de la evolución desde lo físico a lo espiritual ha de hacerse desde la humildad y la sencillez. Los grandes y elaborados planteamientos conceptuales no caben en una consciencia evolucionada.

Finisterre o la revolución interior

El proceso consciencial que tanto ha expuesto Emilio, es desde mi punto de vista, un proceso poliédrico y me explico.

Aunque es básicamente el tránsito de la vida material y exotérica a la vida espiritual y esotérica, cada cual lo vive de forma absolutamente personal; es decir, aunque en los libros estén descritos procesos más o menos generales, tanto que los doctos exégetas y hermeneutas se atreven a convertirlos en doctrina cierta versus las doctrinas erróneas, cada persona es un mundo vivencial único e irrepetible.

A estas alturas de curso, tras el proyecto “Consciencia y Sociedad distópica”, creo que debería quedar claro que la obligada vivencia de la actual distopía y su superación, jamás se va a conseguir con revoluciones exteriores, sino con auténticas revoluciones interiores. Es decir, es preciso que cada uno de nosotros decidamos someternos a nuestra particular revolución interior, a reconocer que necesitamos cargar de aceite nuestras lámparas y esperar al esposo. O dicho de otra forma, mientras vemos cómo el mundo se desintegra por el desatado efecto del odio entre los seres humanos, aquellos que queramos formar parte de la Nueva Humanidad, debemos centrarnos en afrontar con decisión el mayor y más difícil de nuestros desafíos de vida, nuestra propia vida interior: saber que Dios nos ama, segundo ser conscientes de que Dios nos ama; tercero, dejarnos amar por Él y cuarto, amar a los demás como Él nos ama. Para finalmente comprender así que ¡todo está bien!

Antes hemos de tener claro qué es la vida interior.  “Vida Interior” no es “vida privada”. No es, “yo y mis pensamientos” que no comparto con nadie, porque a nadie le importa determinadas cosas de mí, y que están protegidas por la Ley Orgánica de Protección de Datos de carácter personal. Tampoco es el conjunto de ensoñaciones que uno se pueda imaginar cuando se emociona ante una “experiencia religiosa” al límite de lo sentido como sublime.

La Vida Interior es algo que está más allá de las cosas de este mundo.

La Vida Interior es tu propia vida, tu más auténtica identidad, la que brota de lo más hondo y desconocido de ti mismo, la que ignoras por estar permanente enredado en tus asuntos de la vida cotidiana y desde donde tu ser se puede unir en absoluta intimidad con Dios.

La Vida Interior es el camino que te comunica con el vórtice de salida de este mundo para entrar en el Océano de Dios.

Ese vórtice está en Finisterre. Y en Finisterre es donde nos juntamos judíos, moros y cristianos, budistas y sintoístas, hinduistas y jainistas y todas las almas de buena voluntad y sincero corazón que se asombran cuando responden a Jesús “¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer?”

La Vida Interior es la que experimentas cuando cerrando los ojos, y acallando la mente, notas cómo casi tu espíritu y tu cuerpo se disocian y casi podrías volar hacia otros horizontes de la mano de “algo” o “alguien” que te sostiene.

No sabría decir si Vida Interior es lo mismo que el subconsciente o el inconsciente de Freud. Ni lo sé, ni tampoco tiene demasiada importancia, porque no se trata aquí de abordar un estudio psicológico de las profundidades de la mente. Insisto, la Vida Interior es algo que está tan dentro de ti que, está más allá de las cosas de este mundo.

Pues de esto es de lo que quiero tratar en esta serie. Lo quiero hacer de una forma heterodoxa, si se mira desde un enfoque religioso concreto; y lo hago así, para que cualquier persona de buena voluntad y sincero corazón pueda plantearse si no podría ella también meterse en sus propios adentros para tratar de descubrir el tesoro escondido que nos ha sido depositado en lo más íntimo de nuestro ser.

“Aprender a ser”. Esta es una expresión que suelo utilizar en algunas ocasiones para referirme a en qué consiste nuestro paso por este mundo, un proceso de aprendizaje nada fácil, en el que comenzando con nuestra vida eminentemente física y natural y sometida a las leyes de la Naturaleza, el Creador nos da la luz suficiente como para intuir (quien esté dispuesto a intuirlo) que nuestro destino no es la paz de los cementerios, sino la plenitud espiritual de nuestro ser. Pero aprender a ser no es un camino fácil, y las dificultades proceden de todas las direcciones de la rosa de los vientos en el horizonte de la vida.

Los que hayáis hecho el Camino de Santiago, en todo o en parte podréis seguir mejor estas andanzas y comprenderéis por qué pongo a Finisterre como el vórtice de salida de este mundo, porque cuando por fin llegas al faro, ante tu vista se muestra la infinita Mar Océana, el Océano de Dios, ante el cual, ya nuestras propias fuerzas no dan más de sí, lo que podías caminar por tus medios ya está recorrido. La fase “física” de la vida interior, está cumplida. Ahora, ante el inmenso Océano, o bien regresas a casa o te embarcas en una barca con mástil, vela y sin timón y te dejas llevar por el Viento a donde el Viento determine.

Y reconoces que es el momento en el que adquiere toda la validez del mundo aquella frase del Tao te King:

“No hagas nada para que nada quede sin hacer”

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Autor: José Alfonso Delgado

Nota: La publicación de las diferentes entregas de La Física de la Espiritualidad

se realiza en este blog, todos los lunes desde el 4 de enero de 2021.

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