La revista OM Times se publica
mensualmente en Estados Unidos tanto en lengua inglesa como española. En su
número de diciembre dedica la portada a Emilio Carrillo y publica en
su interior (páginas 12 a
25) una entrevista con él titulada El ser humano como interdimensional,
inmortal y divino.
Se transcribe seguidamente su
contenido íntegro, al que se puede acceder también a través de este enlace:
Y de este otro:
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¿Por qué se dice que tu especialidad
es el ser humano?
Probablemente
se deba a que los temas y asuntos que comparto, por más que cuenten con un
perfil y una esencia hondamente espirituales, tienen implicaciones y
consecuencias muy prácticas en la vida de la gente.
Así, por
ejemplo, cuando hago hincapié en la importancia de que el ser humano tome consciencia
de su “verdadero ser” y naturaleza divinal, me gusta recalcar que esto no es
algo teórico o “teológico”, sino una experiencia eminentemente práctica que se
materializa en la vida diaria: ejercicio de una Vida Sencilla; práctica del
Aquí y Ahora; práctica del “soltar” y desalojo interior y vaciamiento;
superación del sufrimiento; libertad y superación de miedos y autolimitaciones
mentales; búsqueda de espacios de Silencio; conexión con la Quietud que atesoramos en
nuestro interior para que nuestro Movimiento en el día a día sea resplandor de
esa Quietud; etcétera. Así hasta permitir que el Amor que Somos se libere de
las capas conscienciales que tapaban su Presencia e interferían su Frecuencia,
posibilitando que ésta -la
Frecuencia de Amor- impregne e impulse las actitudes,
acciones y reacciones con las que, de instante en instante, afrontamos los
hechos cotidianos.
Y paseando por
mi blog (http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/),
es fácil comprobar que el ser humano es el eje fundamental de lo que comparto
desde el Corazón.
¿Cuál fue la enseñanza mas profunda
durante tu estado inconsciente a raíz de tu accidente el 29 de noviembre del
2010?
Toda
enfermedad exterior, física o psíquica, presenta causas interiores y es interiormente
sanadora, pues tiene su porqué y para qué en clave de nuestro proceso
consciencial y evolutivo.
En mi caso -una
fractura de peroné, al caer bajando un monte, que originó un trombo que me
provocó, a su vez, un infarto pulmonar-, lo tuve claro desde el principio. Por
ello, lo viví como una Bendición y un regalo de la Vida para soltar lastres,
desatar nudos e impulsar mi expansión consciencial.
Y eso que me
situó al borde de la muerte física en la fecha que citas, llegando a vivenciar lo
que se suele denominar “experiencia cercana a la muerte”. Describo con detalle
lo que en ella vi, sentí y percibí en el epígrafe “El tránsito y las
experiencias cercanas a la muerte” del Capítulo 7 de mi libro “Amor: Vida y
Consciencia”, que puede descargarse gratuitamente en la web asociada a mi blog:
http://elcieloenlatierra.wix.com/descargasyenlaces#!libros
http://elcieloenlatierra.wix.com/descargasyenlaces#!libros
Y al hilo de
tu pregunta, la enseñanza más profunda de todo ello fue que la muerte no es el
final de nada, sino un tránsito, un estado intermedio entre un ciclo vital que
finaliza y otro que se inicia. Y la dimensión espiritual que abandona el cuerpo
físico durante el mismo, no es un fantasma: es nuestro “verdadero ser”. Y en la
medida en la que se avanza en el tránsito y nuestra dimensión álmica deja de
aferrarse a la materialidad, cualquier sensación física va desapareciendo:
dejan de existir barreras materiales y todo fluye en el Amor y la Luz que Somos y Es. Las
percepciones conscienciales pasan, así, a desenvolverse en la esfera cuántica:
se transforman en muy sutiles; se expansionan espectacularmente y son
radicalmente distintas a las que teníamos cuando nuestra dimensión espiritual
aún moraba en el cuerpo.
Entonces, para ti, la muerte no
existe…
Como explico
en el capítulo antes citado, la muerte es un imposible, una fantasma -sólo eso-
de la imaginación humana. La
Creación y el Cosmos son una colosal manifestación de Amor,
que se plasma en Vida y Consciencia. También el ser humano, por lo que lo que
auténticamente somos (vida) y sentimos que somos (consciencia, estado
consciencial) trasciende rotunda e infinitamente lo que una vida física y la
existencia durante unos pocos años significan. En este marco, lo que la Humanidad denomina
muerte no es tal, sino el punto evolutivo y la fase de transición entre el fin
de un ciclo vital (la vida física y la encarnación material que termina) y el
inicio de otro ciclo vital (que puede dar lugar a una nueva reencarnación en
una nueva vida física).
La evolución y
los ciclos son consustanciales a la Creación.
Nuestros ancestros se percataron de esto y lo condensaron en
lo que “El Kybalión” denomina Principio de Ritmo. Y el Cosmos y la Naturaleza se renuevan
y regeneran, fluyen y refluyen, mediante los cambios de ciclo. De este modo,
tener miedo a la muerte es tenerlo a la vida, pues no hay vida sin muerte, ni
muerte sin vida. Y comprender la muerte es entender la vida. La muerte corporal
es un apagado; y el nacimiento físico, un encendido. Por cada apagado hay un
encendido y, así, se recrea y expande nuestra existencia en el plano humano a
través de una prolongada cadena de vidas o reencarnaciones.
La mayoría de
las tradiciones y corrientes espirituales de la Humanidad , nos enseñan
que nuestra encarnación en este plano material no se plasma en una única vida
física, sino en una cadena de vidas a través de múltiples reencarnaciones. De hecho, la reencarnación
es el sostén de la experiencia humana, que ni empieza ni concluye con la vida
física actual. Tomar consciencia de esto alivia el estrés -por llamarlo de
algún modo- con el que algunas personas viven su espiritualidad, máxime cuando
va unido a las nociones de culpa y pecado: lo que transforma la espiritualidad
en una trampa mortal que nos impide vivir y disfrutar de la Creación y de nuestro
auténtico ser, haciéndonos “manipulables” y “religioso-dependientes”. Además,
antes de cada reencarnación, es cada uno -nosotros mismos y sólo nosotros-
quien elige “el yo y las circunstancias” que desea vivenciar y las experiencias
que quiere desplegar en la nueva vida.
Conviene
repetirlo: tener miedo a la muerte es tener miedo a la vida. Y para conocernos
a nosotros mismos y vivir la vida hay que comprender y asumir la muerte. Por lo
que discernir acerca de esta y otear lo que representa, no es un juego mental,
ni otra de nuestras muchas obsesiones intelectuales relacionadas con el futuro.
Al contrario: resulta imprescindible para vivir el Aquí y Ahora, que es la vida
misma; y para perderle el miedo, que es el medio para saborear el Aquí y Ahora
como se merece y sacarle a la vida todo su jugo.
Explicas que cualquier experiencia
que nos toca vivir en esta vida es agradable. ¿Cómo es esto posible?
Más
exactamente lo que comparto es que las experiencias que vivimos carecen de
color. Me explico.
Mucha
gente sigue aún instalada en la visión de un Dios exterior, separado de ellos
mismos. Esto les sumerge en el olvido de nuestro “verdadero ser” y “naturaleza
esencial”, que son absolutamente divinales. Y tal olvido -la ignorancia de lo
que genuinamente Somos- impide, a su vez, que sientan la Felicidad que es nuestro
Estado Natural.
La
consecuencia inmediata de lo anterior es la identificación con lo que no somos:
el cuerpo físico, los sentidos corpóreo-mentales, los pensamientos, las
emociones, la personalidad y el ego a todo ello asociado. Es decir: con lo que
realmente es sólo el “instrumento” o “vehículo” que utilizamos para
experienciar en el plano humano. De este modo, los seres humanos pierden la
consciencia de que se trata exclusivamente de un “vehículo”, se aferran a él
desde la absurda creencia de que él es lo que son y terminan atados a un falso
“yo” y a una “naturaleza egocéntrica”. Y desde esta, se lanzan hacia fuera de
ellos mismos en busca del “bien-estar”, pobre sucedáneo de la Felicidad (“Bien-Ser”)
que es nuestro Estado Natural.
Por tanto, la
búsqueda del bienestar en el exterior es la consecuencia lógica de la idea de
un Dios exterior. Y en esa búsqueda se usa como herramienta la “experiencia
dual”, basada en la no aceptación y en juzgar y etiquetar dicotómicamente
(“positivo” y “negativo”, “bueno” y “malo”, “agradable” y “desagradable”,…)
todo lo que ocurre en nuestra vida y a nuestro alrededor. Pero las experiencias
carecen de “color”. Simplemente, son experiencias, todas con su porqué y para
qué en el proceso consciencial y evolutivo de cada cual.
Y cada
experiencia -la que sea- tiene su peculiar vibración. Las apariencias de las
experiencias -lo que perciben de ellas nuestros sentidos corpóreos y mentales-
no son reales. Lo real en las experiencias es su vibración, que se puede
escuchar desde el Corazón, como si se tratara de una melodía musical, y resuena
siempre con la vibración del estado consciencial que tengamos en ese momento
preciso para impulsar nuestra evolución consciencial y espiritual. Y desde el
Corazón -desde nuestro "verdadero ser"- podemos armonizar la
vibración de cada experiencia -la que sea- para que resuene en Frecuencia de
Amor.
Es también por
esto que la idea de un Dios exterior y la búsqueda del bienestar en el exterior
son origen y causa del sufrimiento humano. No en balde, el objetivo de la
búsqueda del bienestar es la satisfacción de nuestros deseos. Pero cuando esto
no se consigue, se siente dolor (“mal-estar”), lo que produce sufrimiento. Y
cuando sí se logra (“bien-estar”), aparece inmediatamente el miedo a la pérdida
de lo conseguido (bienes materiales, amor,…), lo que provoca sufrimiento.
Además, se trata de una satisfacción momentánea y pasajera que nos aferra todavía más en el olvido de lo
que Somos y es preámbulo de más sufrimiento. Así, el sufrimiento es la
consecuencia inexorable de la búsqueda del bienestar en el exterior,
derivación, a su vez, de la idea de un Dios exterior.
Según Tu experiencia, ¿cuál es la
diferencia entre vivir y sobrevivir?
No obstante, mucha
gente aún confunde la vida con la supervivencia y se dedica no a “vivir”, sino
a “sobrevivir”, que son cosas bien distintas. De hecho, las preocupaciones y ocupaciones
cotidianas de la buena parte de la gente se centran todavía en “sobrevivir” y a
esto le llaman “vivir”.
“Sobrevivir”
se basa en el utilitarismo, el valor de cambio, el esfuerzo y la huida del
momento presente. Me explico. Por un lado, para “sobrevivir” se necesitan
ineludiblemente cosas y personas, que pasan a tener un carácter “utilitario” e
instrumental para la deseada supervivencia. Las personas, las cosas, la Naturaleza , el planeta,
etcétera se conciben sólo al servicio de la propia supervivencia. Así, hasta el
amor se convierte en una mera emoción derivada de esa necesidad instrumental
del otro. Por otro, todo aquello que se incluye en “sobrevivir” conlleva una
contrapartida o precio -suele ser valorable en términos pecuniarios, en euros-
y requiere esfuerzo y trabajo. Por último, “sobrevivir” se caracteriza por
moverse entre el pasado y el futuro, desatendiendo e ignorando el presente.
En cambio,
para “vivir” no se necesita nada ni a nadie. Sobra con la Vida y con tomar consciencia
de nuestro “verdadero ser”, constatando su naturaleza divinal y su pertenencia
a la Unidad y
Unicidad del Todo. Así se goza de la
Vida sin deseos ni rechazos, situado en el momento presente y
comprobando que la Felicidad
es nuestro Estado Natural. Por lo mismo, “vivir” pertenece a la esfera del Aquí
y Ahora, es totalmente ajeno a lo pecuniario y desconoce el esfuerzo: sus
componentes y manifestaciones carecen de contrapartida o precio y fluyen en la
vida, en la de cada uno, sin trabajo y con naturalidad.
Son muchos los
hombres y mujeres que sufren una fuerte amnesia con respecto a lo que “vivir”
es y significa. No es casual, sino consecuencia del aferramiento a la
“consciencia egocéntrica”. No hay que ofuscarse por ello. Se trata de una fase
natural en la evolución consciencial de los seres humanos. Y dará paso, lo
empieza a hacer ya, a otra fase -tal como el invierno es una estación preciosa
y precisa para que estalle la primavera- asociada a una “Conciencia de Unidad”.
De ella brotarán paradigmas y pautas de vida muy distintos a los hoy vigentes.
Entre ellos, será muy importante la honda comprensión del papel de los dones y
talentos.
¿Cómo surge tu más reciente libro,
titulado “Dios”?
En este enlace
su pueden consultar los datos concretos de su referencia editorial: http://www.editorialdharana.com/catalogo/dios?sello=nous
El texto recoge seis entrevistas concadenadas que me realizó Nagual, Chamán de
los Anukuighanos, tras el periodo de Silencio que viví entre diciembre de 2012
y mayo de 2013. Cuando sentí de Corazón su conclusión, fluyó espontáneamente
entre nosotros la conveniencia de que mantuviera una serie de conversaciones en
las que volcara todo aquello que había “visto” y experienciado durante los casi
cinco meses de recogimiento e introspección.
En
un principio, lo único que tenía claro era que el eje de las entrevistas debía
ser un tema del que, así, sin más, se suele hablar poco: Dios (o como cada cual
quiera denominarlo). ¿Por qué? Pues porque percibo que el momento evolutivo de la Humanidad impulsa
naturalmente a que entremos de lleno en el meollo de la cuestión con prioridad
sobre otros asuntos conscienciales y espirituales que, aun siendo relevantes,
no hacen sino girar alrededor del núcleo principal. Y este núcleo es Dios: lo
que es, supone y representa; y sus implicaciones para el ser humano y su vida
práctica.
A
partir de ahí, el diálogo se fue desenvolviendo desde una visión de Dios nada
ortodoxa y ajena a “credos” y religiones. Y desde una espiritualidad “nueva”, aunque en parte es la
que siempre ha latido en los místicos y místicas de todas las corrientes
espirituales, que, por chocar con la percepción del Dios externo y lejano
impuesta por las jerarquías eclesiásticas, fueron frecuentemente hostigados por
estas. La diferencia es que, aquí y ahora, dentro del proceso evolutivo de la Humanidad , esa
espiritualidad ya no cabe en el seno de ningún “credo” –cosa que sí intentaron
la mayoría de los místicos- y ha dejado de ser un fenómeno minoritario para
emanar cada vez en más gente, que ya no nos identificamos con ninguna religión
y vivimos la espiritualidad con independencia de estructuras y dogmas y en
entera Libertad.
Con estas
bases, en el libro se indaga y profundiza tanto en Dios -con todo lo que
conlleva- y su Naturaleza -que es la nuestra- como en sus implicaciones para el
ser humano y su vida cotidiana, examinado asuntos como el sufrimiento humano y
cómo evitarlo o la “innecesariedad de hacer” y el ejercicio de nuestros dones y
talentos. Y enlazando lo divino con las aportaciones científicas más
vanguardistas, por medio de la Física
de la Deidad. Lo
que permite constatar la divinidad de nuestro “verdadero ser”, las dos
dimensiones que conviven en la
Unicidad de Dios -la “subyacente” o plano de lo Inmanifestado
y la “superficial” o ámbito de lo Manifestado- y las repercusiones en nuestro
día a día de la interacción entre ambas.
En el capítulo del libro “Dios” dedicado
a la Física de
la Deidad
expones que la experiencia humana es un holograma. Nos puedes explicar qué es
un holograma y en qué consiste la Matriz Holográfica …
El
término “holograma” deriva de “holos” y “grama”, que en griego significan,
respectivamente, “todo” o “completo” y “mensaje” o “cosa escrita”. Por tanto,
etimológicamente, un holograma es tanto un medio de transmisión de información
(“cosa escrita”) como la información misma (el contenido del “mensaje”). Eso
sí, la información se caracteriza por ser total y completa, de forma que los
hologramas pueden fraccionarse y cada una de las partes resultantes contiene
información suficiente para reproducir la imagen completa.
En la
fotografía convencional se almacena un registro punto por punto de la
intensidad y color de la luz. Si cortamos la fotografía con una tijera, la zona
descartada se pierde para siempre y ya no la podemos recuperar del resto de la
imagen. En un holograma, en cambio, lo que se graba no es sólo la intensidad,
sino el patrón de interferencia de la luz incidente en cada punto de la imagen
con respecto a un láser de referencia. Ese patrón es almacenado en la placa
holográfica. Si alguien decide cortar un holograma en trozos, cada uno de ellos
seguirá reproduciendo la escena completa, sólo que a menor calidad. Esto hace
factible que en la Creación
rija el principio de que todo es suma de partes y forma parte de una suma
superior, aunque cada parte es a su vez el Todo.
El Cosmos, en
su globalidad, y cada uno de sus componentes, también la experiencia humana,
son realmente hologramas. Y no es que lo diga yo, que es lo de menos, sino que se
corresponde con la nueva visión que nos está ofreciendo la ciencia
contemporánea. Como se analiza con detalle en ese capítulo del libro “Dios”, la
“realidad” -el mundo y el Cosmos en el que el ser humano despliega su
experiencia vital y consciencial- es un magno escenario holográfico. Así, el
Universo actualmente conocido y reconocido por la Humanidad se integra en
un Omniverso que es, en su totalidad y plenitud, un inconmensurable
Mega-Holograma, una colosal Matriz Holográfica conformada por infinidad de
hologramas multidimensionales de muy diferente envergadura. Unos deviene de
otros en escalas y niveles fractales y todos se hallan interconectados e
interrelacionados entre sí, a modo de gigantesca red estructurada en una gran
diversidad de Dimensiones.
Y
cada modalidad de vida existente en el Cosmos -siendo todas de entidad
igualmente holográfica- otorga al Cosmos y la Creación y a sus
componentes el aspecto, forma, identidad y características derivadas de las
percepciones conscienciales asociadas al tipo de holograma (frecuencia
vibracional) que se trate, con las “ventanas” conscienciales que tenga asociadas..
La Creación
es un Holograma sin forma ni fisonomía de vibración en desenvolvimiento. Y el
aspecto y las formas con los que cada modalidad de vida la “ven” están en
función de las ventanas conscienciales propias de cada una de ellas.
El
ser humano no es una excepción. Al identificarse con su componente material y
mental -que realmente es otro holograma-, contempla el Gran Holograma de la Creación desde las
ventanas conscienciales de su cuerpo físico; esto es: los sentidos
corpóreo-mentales. Pero, al “mirar” por estas “ventanas”, no visualiza algo
objetivo, sino un Gran Holograma que toma la forma y los perfiles coherentes y
congruentes con las características de las propias “ventanas” y el estado
consciencial que se proyecta a través de las mismas. Con lo que nos adentramos en la percepción de la vida como sueño.
Lo que el ser
humano entiende actualmente como realidad –lo que cada vez más gente denomina
“Matrix”- es sólo un modo concreto de construirla, una forma específica de
hacerla o tratarla. Y para salir de ella, para abandonar la Matrix , basta con romper
ese método. No hay una única realidad posible. Cada realidad tiene sus formas
y, con ellas, la manera de elaborarlas, es decir, el método.
Las personas
piensan que una realidad distinta es algo puramente teórico que se
caracterizaría por tener formas diferentes. Sin embargo, una realidad distinta
no es algo teórico, sino “real”. Y se caracteriza, mucho más que por formas
diferentes, por contar con un método diferente de construir las formas. Una realidad
distinta es aquella en la que se organiza la realidad de otro modo. Y el ser
humano posee dentro de sí la capacidad para organizar y crear realidades.
¿La vida es sueño?
La visión de
la vida como sueño hunde sus raíces en la noche de los tiempos y se halla
presente en numerosas culturas, desde la espiritualidad hindú a la tradición
judeo-cristiana o musulmana, pasando por la mística persa, el budismo o la
filosofía griega. Verbigracia, en el hinduismo, el dios Visnú yace acostado en
la inabarcabilidad del Vaikunta -mundo espiritual de lo Inmanifestado o
dimensión subyacente de Dios- y su sueño genera todo lo Manifestado, la
dimensión superficial de Dios. En la esfera del sufismo, Ibn Arabí lo describió
metafóricamente señalando que “el Universo es la sombra de Alá”. Y en la Grecia clásica, destaca
Platón y su célebre “Alegoría de la
Caverna ”, con la que -al comienzo del Libro VII de “La
República ”-
profundiza en la convicción de que el ser humano vive en un mundo de sueños,
preso en una cueva de la que sólo puede liberarse desistiendo de la
materia y alcanzando la luz. No obstante, pocas obras de la literatura
universal han sabido aproximarse de manera tan certera a que la vida es sueño
como la que lleva esto como título: “La Vida es sueño”, de Pedro Calderón de la
Barca. Su protagonista –Segismundo- vive,
al principio, en una cárcel, en donde permanece en la más completa oscuridad
por el desconocimiento de sí mismo. Y sólo cuando es capaz de conocerse a sí
mismo, consigue la luz.
La ciencia
está aportando hoy datos e información fundamentales para entender el
significado profundo de este convencimiento de que la vida es sueño. Muy
especialmente, la Teoría
de Cuerdas y la Teoría
del Principio Holográfico, ambas en la vanguardia de la física contemporánea. La
primera, explica cómo la única característica cierta de la materia es su
inmaterialidad; y de la energía, su insustancialidad. El “Principio
Holográfico”, por su parte, arranca de las teorías de la gravedad
cuántica propuestas por Gerard 't Hooft (Premio Nóbel de Física en
1999) y Leonard Susskind (en el año 2003 presentó la idea de la Teoría de Cuerdas, siendo
el primero en hacerlo) y gira en torno a un postulado central: la entropía de
una región del espacio o de una masa ordinaria es directamente proporcional no
a su volumen, sino a su área superficial. Por esto, la masa no ocupa un volumen
-tal como hasta ahora pensábamos y nuestros sentidos corpóreo-mentales parecen
mostrar-, sino un área. Y esto desemboca en una conclusión sorprendente y
rompedora de nuestros esquemas mentales: el volumen es, en sí mismo, ilusorio;
y el Universo es, realmente, un holograma.
En suma, la
“realidad” es un magno escenario holográfico donde: la masa es sólo una
“propiedad” que un bosón (vibración del vacío) otorga a las partículas
elementales; el volumen es, en sí mismo,
una ilusión; y la materia y la energía no son sino pura “apariencia”, pues su
esencia es vibracional y, en última instancia, vacuidad. A todo ello y a sus
colosales y múltiples consecuencias prácticas en la vida cotidiana -la ciencia
aún las desconoce, pues todavía está intentando asimilar e interiorizar lo ya
descubierto- se referían corrientes espirituales ancestrales al describir la
realidad como ilusión (maya) y la vida como sueño.
Ahora bien, el
sueño puede ser experienciado “despierto” –es decir: consciente de que de un
sueño se trata- o “dormido” –sin esa consciencia y sumido en la ensoñación-. Y
lo que diferencia a un estado del otro es la toma de consciencia sobre nuestro
“verdadero ser” y “naturaleza esencial”, que son absoluta y radicalmente
divinales. De ahí la trascendencia que ostenta el abandono de la idea de un
Dios exterior llegados a un momento concreto de nuestro proceso consciencial y evolutivo.
Emilio, ¿dónde deben dirigirse
nuestros lectores que quieren saber más de ti?
Lo
más sencillo y cómodo es a través de mi blog “El Cielo en la Tierra ”: http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/
En él se difunden los vídeos y audios de las charlas y talleres que comparto,
las entrevistas que me hacen, los artículos y textos que escribo y la agenda
actualizada de las intervenciones públicas que desarrollo.
Y
aconsejo también visitar la web “El Cielo en la Tierra : descargas y enlaces”:
http://elcieloenlatierra.wix.com/descargasyenlaces
En ella se recogen, recopilan y archivan para su descarga gratuita tanto libros
y documentos que he publicado como los vídeos y audios de todas las actividades
en las que participo.
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