Tras la publicación de la anterior
entrada del blog, Vive en Paz y Confía, Diana Santos Cid (http://dianasantoscid.wordpress.com), compañera y Acompañante
del Alma, me ha remitido el texto, francamente excepcional, que a continuación
se transcribe.
Seguro que lo disfrutaréis. ¡Muchas
gracias, Diana!
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Cuando comencé a confiar de verdad…
Deje a un lado los miedos, el miedo a la
muerte, y el miedo a la Vida,
deje atrás el miedo de perder algo, porque en verdad nada me pertenecía, solté
los apegos mundanos, el aferramiento a las cosas materiales, situaciones o
personas, deje de tenerle miedo a quedarme sin nada, porque al mundo sin nada
había venido, y así también me marcharía. Aprendí a disfrutar de cada “cosa” de
cada situación sin intentar retenerla a mi lado más que la Providencia decidiera
conveniente, aprendí a vivir ese presente, sabiendo que todo es impermanente, y
que todo tiene un principio y un final, mejor dicho, todo tiene su propio
ciclo…y nada en verdad termina, porque después de un final, siempre hay un
volver a comenzar. Y eso me hizo instalarme en la Confianza, sabiendo que la Vida es un fluir constante...
una bella danza, lo que hoy es hermoso y fresco, mañana se seca y marchita…pero
eso no tiene porque darnos ningún miedo…la naturaleza es así de cambiante y
eternamente cíclica, Todo tiene un porque y un para qué.
Cuando comencé a confiar de verdad, le
perdí el miedo a la muerte de lo que creí ser, a la muerte del ego, deje de
tener miedo a perder esa identidad con la que tantas veces me había
identificado, miedo a dejar querer tener la razón, solté el aferramiento a las costumbres,
hábitos, y opiniones, deje de intentar hacer algo por los demás, sabiendo con
firmeza, que cada cual tiene su proceso perfecto, y su camino, poniendo mi
confianza también en ellos, reconociéndolos como sabios y dioses encarnados al
igual que yo. Y eso me dio Paz…porque supe que todo era perfecto, y no tenía
que intentar “ayudar” cambiando a nadie ni a nada, y así pude amarlos tal y
como eran…
Cuando confié de verdad…dejé de
rechazar…de rechazar lo que a mi mente no le gustaba o no le encajaba en ese
preciso instante, y comencé a comprender, que todo lo que a mi llega es un
hermoso Regalo traído por la
Providencia para mi crecimiento y evolución. Deje de
etiquetar las cosas y sucesos como buenos y malos, deje de ver el negro y el
blanco…y comencé a verlo todo de colores…y con una sonrisa de paz y
confianza…pude abrir los brazos para recibir agradecidamente lo que la Vida tuviera preparado para
mí en ese instante.
Cuando confié de verdad…deje de
proyectar, de desear, de querer correr tras sueños y futuros lejanos…y me
instalé en el eterno Presente, sabiendo que todo lo que necesito realmente ya
lo tengo, porque al igual que a los pájaros cada día le llega todo aquello que
necesitan para vivir, a mi la vida también me cuida y abraza cada día…Y también
eso…inevitablemente me lleno de Paz. Supe con firmeza que desde el no desear
nada…todo llegaba a mí, desde la calma, la confianza y la quietud, desde el
Ser…
Cuando Confié de verdad…Deje de intentar
ser algo que no era por los demás, y simplemente comencé a ser yo misma, y a
vivir mi propia vida. Pero también deje de intentar ser algo que ya era, deje
el perfeccionismo y la auto-exigencia, solté los tantos quehaceres diarios, y
los propósitos personales, para darme cuenta que ya era todo aquello que anhelaba,
y que era perfecta tal cual era, y comencé a amarme y así pude amar realmente a
los demás. Y la Paz
comenzó a inundarme al soltar todo aquellos lastres y pesos que yo misma me
había cargado ..por el simple hecho de no confiar en la Vida.
Cuando confié de verdad y la Paz se quedó en mí…pude
escuchar claramente la voz de mi Ser susurrando dentro de mí, y deje poco a
poco de escuchar la voz de mi mente que me quería confundir... la seguía
oyendo, pero ya no la escuchaba, porque la voz del Espíritu era mucho más
poderosa, sutil y amable…pero poderosa sin medida, comencé a confiar en mi
Maestro interior, ese que siempre me había guiado por el camino de la Verdad, supe que Él,
era mi mayor aliado, mi mayor maestro y amigo y compañero fiel, el que nunca me
había dejado de susurrar aunque a veces no lo hubiera escuchado…
Y entonces…deje de buscar y deje de
querer encontrar algo, deje de seguir a nadie, ni a nada, sin dogmas, sin
religiones, dejé de leer a otros….cerré los libros...y abrí mi corazón…para
escuchar a mi interior, que era la
Voz de Dios, que reside dentro de todos.
Y la Confianza y la Paz se instalaron felizmente
en mí…
Ya nada era igual a lo que un día
fue…ahora ya sólo me quedaba Vivir gozando de la Vida tal cual era, llena de entusiasmo,
de dicha, sin deseos, sin miedos, sin pasado, sin futuro, sin muerte, sin
fin…ceso todo y me dejé en manos del Padre Madre que todo lo sostiene en amor y
compasión, me abandone, vencí al mundo
y por fin aprendí, lo que Realmente era Vivir.
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