Preámbulo
Querido lector,
antes de empezar, debo agradecer a mi amado “mensajero” Emilio el que ponga a
disposición su blog para publicar este texto, que escribo, como el anterior,
insertado el pasado 29 de marzo (“Quien soy yo…”: http://emiliocarrillobenito.blogspot.com/2021/03/quien-soy-yo-jesus-de-nazaret.html), a través de las manos de una persona también para mí muy amada;
y que me ama, a su vez, de una forma tan especial que se prestó a efectuar
funciones de “secretaría” para que estos párrafos se pudieran materializar y
ser una realidad en el plano físico.
En el texto
divulgado en marzo hablé de quién era yo, qué soy y qué vine hacer a este
precioso planeta. En está ocasión, voy a contaros las verdadera historia de
algunos acontecimientos de mi encarnación humana en la Tierra como y que se
desenvolvieron tanto previamente como, muy principalmente, durante la celebración
de las llamadas “Bodas de Caná”.
En casa de Lázaro
Tenía veintinueve
años, me encontraba muy próximo a comenzar mi vida pública… Pero el hombre que
habitaba en mí tenía las mismas inquietudes que cualquier joven de su momento.
Ya comenté en el texto
anterior que, lógicamente, tenía amigos y amigas; y que con ellos solía
compartir, frecuentemente en casa de alguno de ellos, en torno a una mesa,
degustando una sencilla y rica comida y
bebiendo en común con agrado y moderación…
Y estando una vez
en casa de Lázaro -mi buen amigo y hermano, porque así nos sentíamos- y sus hermanas,
los tres personas cultas y con una posición económicamente acomodada, conocí a
una gran mujer: María Magdalena, a quien la historia ha maltratado y calumniado
tanto, trastocando su sabiduría, bondad y belleza en vulgar prostituta, sin
conocimientos y sin ningún tipo de valores.
María Magdalena
Tenía un cuerpo
esbelto, de estatura superior a la media de la época, ojos marrones claros y
una melena de pelo largo, con contrates entre castaño y reflejos dorados. Su
mirada era penetrante; su voz, serena y cálida; y su carácter, amable, alegre y
servicial.
Así era la mujer
que logró cautivarme como hombre… Antes me había atraído una de mis primas y
hubo cierto “coqueteo” entre nosotros, pero no llegó a nada serio… Y también me
gustaron otras mujeres (¿te extraña?, pues no debería, ya que fui humano al
igual que tú; de lo contrario la encarnación crística en Jesús de Nazaret nada
hubiera aportado ni a la humanidad ni al planeta). Pero lo que sentí por María
Magdalena fue muy distinto y muy especial… Tanto que…
Boda en Caná
Quizás te estés
preguntando quién y por qué me invitó a las Bodas de Caná (Galilea), donde hice
mi primer milagro público, aunque ya había hecho muchas cosas, pero no
trascendieron porque todavía no era el momento de que así fuera.
Bien, déjeme que
te sorprenda, si aún no te has dado cuenta: la Boda de Caná ¡fue mi boda! Mejor
dicho, nuestra boda: la que me unió en matrimonio con María Magdalena (encabeza
este texto una foto, que he seleccionado entre las muchas que circulan por la
redes, para ilustrar ese acontecimiento).
Tuvo lugar en la
casa principal y familiar, una edificación tan grande como acogedora, de un
buen amigo, José de Arimatea, que se brindó a ser anfitrión del evento. Y se
trató de un día tan importante para Magdala y para mí que me animo a compartir
seguidamente las enseñanzas que están ahí, en ese momento de mi vida como
hombre.
Mi madre
Especialmente,
las derivadas de dos hechos que ocurrieron con mi madre, a la cual quiero
también darle el valor y el lugar que, sin duda, merece en la historia. El
primero, al hilo de lo expuesto, que sin ella no hubiera podido casarme. Y el
segundo transciende mi matrimonio: ella fue mucho más que una madre
convencional y mantuvo siempre conmigo una hermosa y estrecha relación,
ayudándome a dar mis primeros pasos en el “Servicio al Padre” y dando armonía y
equilibrio para superar la impaciencia que pudiera tener en mi deseo de que todos
vieran las cosas que su hijo “primogénito” podía hacer para dar testimonio de
Él y la sabiduría y elocuencia que tenía al hablar…
Ella estaba muy
orgullosa de mí; y así lo demostraba cada vez que podía, como aconteció en lo
relativo al vino en mi boda. Pero no adelantemos acontecimientos. Quiero ir
parte por parte… Por cierto, os describo también a mi madre: Sus rasgos no se
correspondían con los que hoy proliferan en tantos templos y eran los propios
de una mujer palestina. Eso sí, tenía una cara como una niña, ojos negros, pelo
rizado de este mismo color. Y era más bien bajita, con manos y pies pequeños.
Sin embargo, era fuerte de carácter y muy protectora de los suyos.
Enseñanzas de una boda
Para mi boda con
María Magdalena, mis hermanos, hermanas, familiares y amigos se engalanaron para
gozar de nuestra felicidad. Fue una boda por el rito judío, con un banquete que
duró varios días… Ahora bien, ¿qué lecciones tiene para ti, lector? Varios
fueron los acontecimientos allí ocurridos.
El vino
Cuando llevábamos
un día de banquete, en un momento determinado, el Mayordomo de la casa donde se
celebraba el festejo se acercó a mí madre, como representante de la familia del
novio, y en voz baja le susurró que no había más vino. Lo cierto es que estaba
previsto en las Escrituras que este
hecho fuera a suceder, pero ella no se percató en ese momento. Estando sentada
a mi derecha en la mesa presidencia del ágape, giró la cabeza y, de manera
suave, pero enérgica, dijo a mi oído: “¡Hijo, no hay más vino!”
Yo, que estaba
pasándomelo muy bien en compañía de quien ya era mi esposa y de mis amigos y
familiares, si fui consciente de que había sido anunciado que este hecho se
tenía que producir. Y con voz serena y un tanto dura le dije: “Aún no ha
llegado mi día ni mi hora”. Con esto, mi intención fue hacerle ver que no
tuviera prisa porque los demás vieran mis milagros; y que desde luego los
haría, pues formaba parte de la misión de dar testimonio del Padre para la que
había encarnado, pero sería en su momento, cuando fuera adecuado. Seguidamente,
le sonreí, me puse el manto e hice una señal al mayordomo para que acompañará a
uno de los patios de la casa, al sitio donde se ubicaban las tinajas, ya
vacías, de vino, cerca de los establos. Una vez allí, le dije que indicara al
personal a su servicio que llenara las tinajas con agua del
pozo que daba a los abrevaderos del establo.
Imaginaos la cara
de asombro del mayordomo y su personal al escuchar mis palabras, ja, ja, ja… Y
la de absoluta perplejidad cuando, tras hacer lo que les señalé, comprobaron
que el agua se había transformado en vino, ja, ja, ja…
Tras rogarles que
guardaran silencio sobre lo sucedido (bien sabía que no lo iban a hacer, todo
lo contrario, lo contarían por doquier), regresé a la mesa nupcial y pedí que
sirvieran del nuevo vino tanto al padre de María Magdalena, padrino de la boda,
como a José de Arimatea, anfitrión de la misma. Y al beberlo y constatar su
exquisitez, mostraron su agradecimiento y alabaron el gesto de haber dejado el
mejor vino para el final, en lugar de servirlo al principio como era costumbre…
En ese momento, nadie, salvo yo mismo, percibió que las Escrituras habían sido cumplidas.
Estar atentos a las señales
Al día siguiente,
ya en el tramo final de la boda, José de Arimatea, reclinado en uno de los extremos
de la mesa, se percató de que con el milagro del vino se había producido lo
previsto en las Escrituras. Y, muy
pensativo, tomó su manto, se levantó, vino hacia mí y me dijo: “Me gustaría
hablar contigo en privado”.
Salimos y en
cuanto empezamos a dar un paseo por el jardín que rodeaba toda su casa, me
dijo: “¡Ayer se cumplieron las escrituras!”. Le corregí afablemente: “Es el
comienzo de la cuenta atrás…”. Y, efectivamente, allí dio comienzo mi vida
pública, por así decirlo, y arrancó la dinámica y el proceso que me llevaría al
Gólgota, con todo lo que ello conllevó y conlleva.
Esta es otra de
las enseñanzas de las Bodas de Caná: hay que estar atento a las señales porque
son el anunció de lo que va a acontecer.
Comer, beber, bailar, reír…
Por todo lo hasta
aquí expuesto, habrás tomado consciencia, querido lector, de que como hombre
fui una persona “normal”. Celebraba mi boda y la unión con la mujer de mi vida.
Plenamente consciente de mi divinidad –que, por cierto, es igualmente la tuya, aunque
tú todavía no tengas esa consciencia-, pero encarnado en un ser humano con todo
lo que esto implica. Por tanto, comí, bebí, baile, reí y me divertí…
Cuánta
tergiversación de la Verdad ha tenido lugar en nombre de lo pretendidamente
sagrado; cuánto dogmatismo, cuanta ignorancia, cuánto egocentrismo… Cuánta
negación absurda de uno de los pilares fundamentales de la espiritualidad: el
equilibrio entre lo interior y lo exterior; caminar por la vida con los dos
ojos bien abiertos, el de la introspección y el conocimiento de uno mismo y el de la
vivencia y el conocimiento de la realidad de nos rodea, y no tuerto, por
centrarse solo en uno y negar el otro.
¿Por qué debe de
ser malo comer, beber, bailar, reír…? El comer, con alimentos que no procedan
del daño a otros seres vivos, es uno de los placeres más maravillosos que Dios
le dio a vuestra especie; y no hay nada indigno de disfrutar de la buena mesa,
mejor aún si se hace en buena compañía, y saborear los miles de sabores y
esencias que envuelven los platos hechos para el deleite. Y lo mismo vale para
el vino… Todo con la justa moderación de la que nuestro mismo cuerpo nos habla
desde su sabiduría natural.
Lector, lo que estoy
tratando de decirte es que yo vivía intensamente cada momento como si fuera el
último. Y no porque fuera a desencarnar pronto, no… Lo que trababa de hacer era
gozar de esta oportunidad de experimentar que proporciona la Vida. ¿Te
sorprende?
Antiguamente, las
personas sólo se desinhibían cuando iban a determinados eventos; y ha habido
épocas de la historio humana en las que no podían ir ni de boda, porque la inquisición
de turno –la católica, la islámica, etcétera-, las guerras, los horrores y el
hambre, castigaban a los pueblos…
Lo Creación de
manifestó para que la existencia y la Vida se experienciara y gozara desde la
divinidad que en todo subyace y es esencia de todas las formas vitales y
materiales; para Amar en todo su esplendor la diversidad en la que se plasma la
Unicidad de cuanto es y existe, glorificando siempre el Milagro de la Vida, el
gran regalo del Padre.
Probablemente
estés pensando que hay momentos en los cuales no se puede saborear la vida: situaciones
de enfermedad, muerte, pérdida, hambre, tristeza, soledad… en las que no es
posible ser feliz. Sin embargo, ya en el Libro
de Eclesiastés dice el Rey Salomón
(he seleccionado algunas de las palabras que más me gustan): “En la vida hay un
tiempo para… Hay un tiempo para amar. Hay un tiempo para reír. Hay un tiempo
para llorar”
Te traslado con
ello que soy consciente, porque lo que vivido, que en tu mundo la vida está
llena de circunstancias donde no siempre se está con el mismo ánimo. Mas esto
no quita para que, cuando esos momentos pasan, porque tal como vienen se irán,
aportándote experiencia y consciencia, retomes tu verdadera misión en este
mundo: ser feliz.
Todo lo que vives
en cada instante, de momento en momento, sea cuál sea el color que al mismo
otorgue tu mente, es para tu crecimiento, tu apertura, tu avance… Para que
descubras y vivas tu divinidad y la plasmes en tu cotidianeidad… Y para que te
regocijes en las maravillosas cosas, frecuentemente las más pequeñas, de la
vida que eres y te rodea. Cada rayo de sol, cada gota de agua, cada brizna de
viento, cada ser vivo, cada persona, cada circunstancia, cada hecho… Todo huele
a Vida y te impregna de ella.
Canto a la Vida
Hace casi tres
meses que la persona a la que dicté este texto comenzó a transcribirlo. Al
principio, cuando empezó a hacerlo, parecía ser una bonita historia de amor que
ha perdurado por siempre y para siempre. Pero entonces, en su propia vida
ocurrieron múltiples acontecimientos… Y yo le decía que siguiera en su labor de
redacción porque el texto finalmente resultante estaría repleto de enseñanzas,
también para ella.
Hoy, como espero
que también tú con la lectura de estas páginas, ha descubierto que las Bodas de
Canán son un Canto a la Vida, a ser feliz con lo que la existencia ofrece en
cada momento y lo que cada momento tiene y depara, con su sentido profundo, con
su porqué y para qué…
La gente suele
vivir –mejor dicho, sobrevivir- afanados constantemente con lo que “tendrán” y
no con lo que “tienen”. ¿Qué logran con eso además de ofuscarse y sufrir? Hay
que aprender a amar la vida en todos sus detalles, las pequeñas cosas, todo lo
que está alrededor…
Cada día es un
día menos para el fin de esta generación humana y de la sociedad materialista y
falta de amor, carente de principios y de respeto por todas las formas de vida
sin excepción de ningún tipo, que ha surgido de su parte más egoica y
egocéntrica… Y es hora de pasar página y poner los cimientos en la vida de cada
uno de la nueva humanidad que ya late en tantos corazones y brilla en las
almas.
Aprendan a vivir
con la felicidad que nace del alma, del corazón. Cultiven la alegría tal y como
hacen los niños. Obsérvenles: juegan, ríen y lloran justo cuando hay que
hacerlo; y luego siguen jugando como si nada… Ahí está la esencia en llegar
hacer como ellos: la Inocencia Consciente.
Recapitulando
En las Bodas de
Caná mi madre tenía impaciencia porque yo hiciera un milagro “público”.
Tanto ella como
mis hermanos, José de Arimatea, Lázaro, sus hermanas y otros amigos y
familiares sabían de las Escrituras,
pero no estuvieron atentos a las señales, ni a los acontecimientos.
Los criados y
sirvientes no podían creer en los milagros; y, mucho menos, en ser prudentes,
corriendo para contar lo que vieron.
Les he mostrado
con esta historia que hay que vivir la experiencia humana con la consciencia y
sus dos ojos –el interior y el exterior- bien abiertos, gozando, más allá de
los juicios duales de la mente, de cada instante, de cada cosa que ocurre en
nuestra propia vida y alrededor más a tu alrededor, del alimento y la bebida
ingeridos con consciencia y moderación, de las personas, de la risa, del júbilo
por una vida sencilla y alegre…
En la vida hay un
tiempo para cada cosa. Y la Vida está ahí y en ti para que seas feliz, sacando
lo mejor de ti mismo y poniéndolo al servicio de los demás, la naturaleza y el
planeta desde la Reverencia por la Vida…
Una profecía para ti: los tiempos van a empezar a girar
Tienes que
empezar a ver las señales, tienes que prepararte porque las cosas se van a
poner muy difíciles si no hay una profunda comprensión de su auténtica razón de
ser y el regalo que traerán consigo. Satanás y sus demonios, junto con la
“élite” humana que se ha postrado a sus pies, saben que el reloj de arena ha
dado la vuelta y sus horas tienen fecha de caducidad.
La pandemia que vivís
es el pistoletazo de salida para su agenda plagada de imposiciones, recortes de
libertad, enfermedades, distorsiones electromagnéticas, implantación de toda
clase de “nano-robots” y otros dispositivos para la manipulación y el dominio
de las personas, el enfriamiento del espíritu humano y el intento de control de
la vida en todas sus manifestaciones.
Vendrán seres de
otros planetas y esa élite os asegurará que vienen hacer el bien, cuando la
realidad es que también están al servicio de Satanás. Os ofrecerán la cura de
enfermedades y maravillosas tecnologías, pero a cambio querrán vuestras
adoración y que hagáis vuestro sus sistemas de creencias y su visión de la
existencia, absolutamente egótica y materialista (por cierto, como es sabido
por bastante de vosotros, muchos de estos seres extraterrestres ya viven en la
Tierra desde hace decenas de miles de años). Os advierto que ni vienen en son
de paz, ni son enviados ni por mí ni por mi Padre, que es el vuestro.
¿Cómo puedo saber dónde está la verdad?
Ahí tenéis de
quién fiaros: de aquel que llegue a vosotros en nombre del Padre, de aquel que
diga que viene porque me envío Cristo Jesús… Estos –no los que se proclamen
Cristo, no los que se autocalifiquen de dioses- son los Bendecidos y merecen
vuestra confianza.
Además, usad
vuestro discernimiento y sentido común y liberaros del pensamiento único y las
versiones oficiales.
Y es más, el mismo
corazón y la misma alma saben cuándo algo es verdad y puro.
Recordar que en
las pequeñas cosas y en la inocencia está la mano del Padre.
Cierre
Quiero que seáis
felices, que no sufráis por cosas que realmente ya no son parte de vuestras
vidas. Nacer de nuevo: morir a una forma de vida aferrada al pequeño yo y
resucitar en vida y en una nueva manera de vivir centrada en el Yo Superior y
su plasmación diaria, de instante en instante.
Esto texto de viene
a deciros que estáis vivos; y que debéis estar más atentos que nunca.
Ha comenzado una
cuenta atrás para todo. Para los que están alineados con el sentido de la vida
desde el respecto y el Amor, será un final; para los que sí lo hacen, el
principio de algo nuevo e inefable. Y aunque no va a suceder en cuestión, si es
real que a este sistema de cosas y a la actual generación humana les queda un
breve tiempo de vida.
Se feliz, ama
ríe, llena tu corazón de cosas nobles y puras para ti y para todo lo que te
rodea, sean minerales, montañas, ríos, océanos, plantas, árboles, animales,
personas…, lo que sea, ora y ama.
Te recuerdo que
fui humano como tú y que mi ejemplo solo quiere mostrarte que todos podemos,
porque todos somos Hijos del mismo Padre.
Vive amando cada
instante.
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