Hay zonas de algunas viviendas
que pueden despertar una actitud hostil en las personas que las habitan.
Este es el caso de una mujer
que contactó conmigo ante las reiteradas discusiones con su hija.
Habían probado múltiples
formas de gestión emocional y ante la impotencia de la ineficacia, sintió
interiormente la posibilidad de estudiar la forma en que la energía de su
vivienda les influía.
Tras un primer reconocimiento,
no observé ningún síntoma evidente de conflicto, pues, en muchas ocasiones,
algunas pautas decorativas pueden estar creando un conflicto entre elementos
naturales que se reflejan en los habitantes, pero no era el caso.
Tras ello, decidí recorrer la
vivienda con unas varillas de cobre para identificar posibles zonas débiles del
subsuelo.
Para sorpresa de los tres -la
de la mujer, la de su hija y mi propia sorpresa- las varillas mostraron, con su
cruce, un conflicto en un área determinada del salón que coincidía con una
grieta del suelo de mármol. Además, la geopatía se localizaba en la zona vital
de las relaciones familiares.
Al ver la mujer la reacción de
las varillas, de forma espontánea se llevó las manos a la cara como gesto de
sorpresa y confesó que ese punto concreto es donde siempre discuten más
acaloradamente. Me contó que, independientemente de dónde comience la discusión
(cocina, dormitorio, baño…), acaban yendo a ese lugar del salón y allí se
complica todo mucho más.
Traté de explicarles a ambas
que este tipo de actitudes en las que se busca inconscientemente el lugar más
hostil de la vivienda para discutir, refleja una herida emocional sin sanar de
las personas implicadas ya que, cada vez que se sienten vulnerables acuden
inconscientemente a posicionarse en su herida y por ello, como reflejo, se
posicionan sobre una grieta energética. Esa posición interna y externa, hace
que las dos gestionen el conflicto desde el dolor y no desde la consciencia.
Como consejo, les recomendé
reflexionar sobre ello y poner atención a sus procesos internos para que, cada
vez que sientan el deseo de posicionarse en esa zona del salón, opten las dos
por acomodarse en otra zona y gestionar las emociones de forma más serena.
Además, como reflejo de esa
decisión consciente, se activaría en ambas la sabiduría para sanar sus propias
heridas; y así fue.
A las dos semanas, recibí un
correo en el que me confesaba la mujer que se había dado cuenta de que llevaba
tiempo arrastrando una depresión y por fin había dado el paso de buscar ayuda.
También me contó que su hija estaba empezando a tomar consciencia de su baja
estima.
Ambas se estaban ocupando de
sus propias heridas y la calma comenzaba a aparecer de forma continua.
La grieta en el suelo del
salón sigue estando; sus heridas emocionales, aunque sanadas, puede que
mantengan la cicatriz, pero todo comenzó a cobrar orden conforme vieron y
dominaron su inconsciencia.
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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)
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los jueves, desde el 7 de noviembre de 2019, Andrés comparte
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