Algunos pares
de ojos repararon en su figura, lo que alertó a la instructora de su presencia,
quien, sin inmutarse, seguía impartiendo instrucciones y comentarios, al mismo
tiempo que alabanzas por el extraordinario resultado de las prácticas. Pasados
unos minutos eternos durante los cuales cotejó varias veces su reloj, el equipo
de acróbatas era disuelto con órdenes de reunirse una hora después, en el mismo
lugar, para seguir con las prácticas.
- Buenas tardes – decía Pal
dándose la vuelta y mostrando su, para él, cada vez más hermosa sonrisa –. ¿Cómo ha ido todo, pilotillo?
- A la vista está – respondía
resuelto, animado y seguro –, he podido regresar con el 104. Ello demuestra el
pase ¿No crees?
- Si quieres que te diga la
verdad, creo que tienes tanta hambre como yo, se te nota en la cara; además tu
estómago te delata, ¿o no?
La referencia realizada a su aparato digestivo hizo que su semblante se
tiñera enrojeciéndose. Por un momento creía que ella adivinó el sentir que él
experimentaba en su presencia.
- Sí. La verdad, es que no he
almorzado, pero he de regresar con el VZ y no quiero que la noche se eche
encima. Sólo quería pedirte disculpas por lo de ayer, me porte…
- ¡Alto! – paró Pal con un
gesto propio de un guardia de tráfico –. No
es necesario. A mí nunca me ofendiste, por tanto, no he de perdonarte nada.
Quizá a quien ofendiste fue a ti mismo por tu descontrol, así que si quieres
disculpas dátelas a ti. – Aclaraba desconcertándole –. Sí, puedo añadir, que me decepcionaste un poco, pero eso es parte del
pasado, y no importa ya. Está olvidado, pero como ya te dije ayer, siempre te
perdonaré si eso te hace sentir mejor. El Amor que lo es Todo siempre perdona,
siempre. ¿Comemos?
-
De veras que te agradezco
especialmente el trato, al igual que la invitación, pero quisiera partir cuanto
antes. Es muy tarde y seguro que llegaré con el ocaso, y no me apetece que eso
me ocurra con un planeador.
- Comerás… ¡vaya que si comerás!
No voy a permitir que hagas un vuelo en esas condiciones. Ven, no hace falta ir
al comedor. Han traído viandas de sobra para todo mi equipo. En menos de
treinta minutos te prometo que estarás de nuevo volando y no admito réplica –
concluía colocando su índice sobre los labios de Jano.
Asintió. La alternativa no era cuestionable; incluso suponía que sería
algo muy apetecible. Pal insinuaba un encanto especial. Reconoció la
generosidad mostrada ante la petición manifiesta de absolución. Nunca pensó que
pudiera ser tan fácil solicitar un indulto ante su ingratitud. Tampoco
recordaba haber cedido anteriormente con una cuestión similar; su orgullo
impedía conceder terreno. Él solía creer, siempre, tener razón en su proceder,
no obstante, el actual reconocimiento de sus errores no pesaba,
fundamentalmente después de haber desalojado el rencor y el pesar que contenían
almacenados los registros mentales. Ahora resultaba muy fácil entenderse. El
odio era una palabra sin contenido, no sólo en su vocabulario, sino en sus
actos y emociones. Comenzaba a desarrollarse con una rectitud de intención
desconocida. La seguridad en sus declaraciones se potenciaba con argumentos
sólidos. Estaba empezando a experimentar una nueva y esperanzadora definición
de lo que la palabra “Amor” aportaba. Sus acciones, al no enmarcarse en el
resentimiento, promulgaban sencillez, claridad, nobleza y sinceridad. No
ocultaba nada, pues nada había que esconder. Empezaba a manifestarse orgulloso
de Sí. Cobraba sentido pleno la plasmación de una existencia en orden y
concierto, libre de aprensiones y dudas.
Llegado a tal punto en sus cavilaciones, en silencio, mientras seguía a
Pal a medio metro de distancia fijando su visión en el movimiento pendular
armónico de su cadera, recordó que de la charla con Pitt todavía quedaban
flecos por atar en su mente. Aquella conversación había aportado una
sustancialidad extraordinaria a su vida, cuestión que en el actual momento
aclaraba y debatía, sopesando y aquietando, además de estar sorprendentemente
evidenciando a cada nuevo segundo que percibía, una forma más viva y más
radiante de existir. Se sentía enriquecido, especialmente con el declinar tan
favorable de las palabras ofrecidas por la instructora, en la que no encontró
el menor atisbo de hilaridad o pesar, quitando cualquier importancia a su
desgraciado y pasado enfado. ¿Podría estar sintiendo algo especial por Pal?
¿Ocurriría en el sentido inverso? Fuese lo que fuese que estuviese ocurriendo,
no indagaría. ¿Por qué habría de hacerlo? Él estaba aquí para aprender a volar,
a ser feliz, no para enamorarse o enamorar a una chica, y menos aún si era su
instructora. Tenía que guardar las distancias, no debía mezclar las cuestiones;
necesitaba mantener su objetivo, el que le trajo a Nairda.
Pal realizó las presentaciones. Los componentes del equipo acrobático
recibían las últimas clases antes de convertirse en instructores de vuelo.
Reinaba un ambiente efervescente; la alegría y el entusiasmo eran perfectamente
definibles en cada rostro. Hablaban trazando una decisión madurada. Por
momentos se sintió desplazado. Aquel grupo, pese a recibirle como a uno más,
sin hacer diferencias, poseía un algo que no acertaba a descubrir. Fluía un
componente que hacía de ellos, en forma individual, un sentir especial. ¿Qué
sería? Se preguntó sin encontrar otra respuesta que la de observar, evaluar y
cotejar. Contestó a las escasas preguntas recibidas con respuestas escuetas y
solventes. Quería recrearse en un análisis de cada frase pronunciada, de cada
gesto emitido. Se les notaba ansiosos de volver a sus aparatos para disfrutar
de los mismos y del arte de volar. El júbilo era la divisa en sus rostros.
Jano comió algo compulsivamente; tenía metido en sus pensamientos la
falta de tiempo. Quería concluir cuanto antes, y, sin embargo, se sentía
atraído por el magnífico ambiente del que estaba disfrutando. Pal le ofreció un
café humeante junto a un gesto de ojos suplicantes. Esta vez desde luego que no
lo rechazaría, pero fue al coger la taza cuando rozó los dedos de ella que
tardaron en soltarla; eso le hizo avivar aún más su atención. Sus miradas se
cruzaron en profundidad, con ternura. Hubo una chispa que no quiso mitigar en
su corazón, pero no quería dar un paso en falso, no quería equivocarse, tenía miedo
a ser rechazado, a no saber expresarse o confundir algo que posiblemente no era
más que la simpatía propia de una encantadora fémina.
- Bueno pilotillo. Cumplo con
lo prometido. Llevas veinte minutos engullendo; creo que tienes de sobra hasta
tu regreso a Ís – Jano hizo ademán de absorber de un tirón el café –. No.
Tranquilo. Termínalo mientras te acompaño hasta tu avión.
Se despidió con un fuerte apretón de mano de cada uno de los pilotos
(cuatro chicas y dos chicos) con cierta y sana envidia, y algo de nostalgia
recordando sus viejos tiempos, aquellos en los que perteneció a una escuadrilla
acrobática.
- Pal… – preguntó Jano algo
dubitativo – ¿Podría yo ser instructor
algún día aquí?
- Puedes Ser lo que quieras, pero ahora céntrate en tu personal y
particular instrucción. Deja que cada
cosa llegue en su momento. Ahora concluye tus prácticas, luego tendrás
tiempo de decidir qué quieres hacer con tu existencia – concluía al tiempo que
pasaban al hangar contiguo a través de un portón encontrado en la pared común
que compartían los mismos –. Bien, Jano, ahí lo tienes – señaló al VZ azul que
anteriormente pudo ver –, vuela y disfruta.
- Imaginé que volvería a
hacerlo en el de color blanco, en el que volé el otro día.
- Si es lo que quieres puedes hacerlo. Pero Pitt pensó que éste te vendría mejor, ya que acaban de instalarle
instrumentos nuevos. Entre ellos un pequeño radar meteorológico con un alcance
de unos cien kilómetros, y un indicador de viento, de esa forma sabrás, en todo
momento, en qué dirección te llega y con qué velocidad. Se ha preparado para
poder realizar viajes a mayor distancia; con más comodidad. ¿Prefieres el otro?
Siempre eres tú, quien decides.
- No. No, en absoluto. Si Pitt
lo ha sugerido, tendrá sus buenas razones.
Los mecánicos estaban terminando de estacionarlo en el exterior del
hangar. Verificaron algunos registros cerrándolos posteriormente. Jano, seguido
de Pal, procedió a realizar la revisión obligada antes de cada vuelo. En la
cabina comprobó el correcto funcionamiento de los anunciados cambios bajo la
supervisión de ella. Otra novedad la constituía los asientos tremendamente
confortables que siempre se agradecía. Miró su reloj. Efectivamente ella
cumplió la promesa de no demorar su salida.
Jano ocupaba el interior del receptáculo dispuesto a la marcha. Pal, con
sus ojos incrustados en su rostro, permanecía muy cerca, anhelante.
- ¿Listo?
- Sí. Pero me gustaría hacerte
una pregunta – dijo él tímidamente.
- ¿Y a qué esperas? – respondió
inquieta y solicita con la mejor de sus sonrisas.
- Bueno… es algo complicado –
decía sin atreverse a definir – Como ya no eres mi instructora, o, mejor dicho,
como lo es Pitt, quizás… no sé si debería… pero es que con él no me entiendo
bien – ella ciño su frente a la espera de la pregunta que no llegaba; se
inquietada ante la cuestión. ¿Sería lo que ella imaginaba? ¿Se atrevería? Esta
vez se negó a recibir posible lectura de su pensamiento – Quiero decir que
cuando Pitt explica algo tiende a confundirme, o no lo entiendo correctamente…
- ¿Vas a preguntar de una vez,
o seguirás con el preámbulo?
- Pal: la norma de vuelo de que
“Todo es Amor” no la entiendo tal y
como Pitt la explica, ¿podrías aclararme algo?
- ¡Ahhh, vaya! ¿Es eso? – Exclamó
recomponiendo con gesto cálido –. Pensé que me ibas a “declarar” algo distinto
– expresó simulando desencanto, irguiéndose y dejando de apoyar sus manos sobre
el fuselaje –. Supongo que como es propio de él, habrá entrado a filosofar
complicándote el sentido de la frase. Pero es fácil, como otras veces te he
dicho. Estás aquí para aprender a cómo
reconfigurar un perfecto vuelo, o lo que es lo mismo, como otras tantas
veces he repetido, y no me cansaré de hacerlo: aprender qué es lo que te hará ser feliz en tu existencia; por tanto, a saber, conocer, comprender,
asumir y llegar al entendimiento de que “Todo es Amor”. Esto perfilará a la
perfección, y sin discusión, la aplicación del resto de las normas en todo su
conjunto. ¿Hasta aquí todo claro?
- Sí.
- Imagino que el viejo, habrá
realizado un símil entre el Amor y el aire; entre volar y ser feliz. ¿Me
equivoco?
- No.
- Típico de él. Se puede
reducir lo que te haya expuesto a lo siguiente: Para poder volar necesitas del aire, sin él es imposible. Del mismo
modo, para ser feliz, es necesario el Amor. O lo que es lo mismo: si piensas y actúas en, y, siendo el Amor,
la felicidad es la única y posible consecuencia. Sólo y exclusivamente
funcionado de esa forma adquieres el propósito de tus vidas en la existencia.
¿Quedó claro?
- Sí. Pero en realidad no.
- ¿Cómo? – esgrimió con
asombro.
- Quiero decir que he captado la
esencia de lo que has expuesto, pero que pese a entenderlo, en realidad, para
poder asumirlo es necesario conocer lo que es el Amor. ¿No?
- Ufff, ahora magnifico tu
problema – anunciaba llevándose sus manos a la cabeza, aprovechando para
recoger su cabello con un coletero de gomilla color turquesa – Verás: no sabes lo que es el Amor, sí el
amor – continuó midiendo cada
palabra –. Pero no quiero que ello produzca una invalidación en tu
discernimiento. Quédate por el momento con lo que has podido aprender, inicia
el vuelo, sumérgete en el aire, en el Amor, experiméntalo; será la mejor manera
de adquirir la expresión real de esta norma. ¿Entendido?
La miró escudriñando sus gestos; quisiera o no, le había dejado algo
estupefacto. Efectivamente había estrujado, en sus resumidas palabras, todo el
alargado y confuso discurso de Pitt. Pero intuía que tendría que estar muy
hábil para poder hilar con finura. Suponía que tras esas tres palabras se
escondía un mundo inexplorado. Seguiría el consejo de Pal a disgusto, sin mucha
convicción. Hubiese preferido despegar con un conocimiento superior al
respecto.
- Mi pregunta ha quedado
resuelta, si es a lo que te refieres; pero el resultado de la misma ha atraído
nuevas cuestiones, que no dudas. Pero te haré caso, despegaré. Confío en ti.
- Gracias, Jano – pronunció
dulcemente, acariciando su cara; su última frase sonó a regalo inesperado –,
pero si no te encuentras preparado para volar, sería mejor que no lo hicieses.
Es mejor…
- No tienes por qué pre-ocuparte
– cortó él asiendo su mano e impactando un beso tierno sobre la palma –, te lo
repito, confío en ti. Despegaré sumergiéndome en el aire, en el Amor, hasta
aprender la lección. Pienso que al no tener rencor en mi corazón la clase será
benigna. Gracias, nos vemos, y de nuevo disculpa por lo de ayer.
- Espera, espera – insistía
Pal mientras su mano derecha aún era retenida por la de Jano –, lo de ayer está olvidado, no lo menciones
más, no tiene sentido – esgrimía imprimiendo mayor velocidad a sus
palabras. Notó que el alumno expresaba docilidad y mansedumbre en el acto del
aprendizaje, que había adquirido una nueva medida y extensión en su Ser. Estaba
alcanzando una cota muy alta en su evolución tras liberarse del resentimiento
que le anclaba, y ese conjunto de actitudes reconfortaba todo el esfuerzo
expuesto desde que lo conoció. – Por otro lado – añadía Pal inclinándose sobre
la cabina –, quédate con la siguiente idea: confronta al Amor de la misma manera que
encaras al aire en el momento del despegue; hazlo de frente, siempre de frente,
cara a cara y sin miedo. Recuerda siempre, si te es posible, que el Amor jamás
puede asustar. Ya conoces las repercusiones de hacerlo con el viento cruzado o
de espaldas. Lo mejor siempre es tenerlo de cara. ¿Entendido?
- Perfectamente. Gracias. Nos
vemos. Que tengas buen vuelo con tu equipo.
- Igualmente…
Soltó su mano con emoción contenida. Procedió a cerrar la cabina y
encender el motor auxiliar tras que ella se alejara, tal y como es preceptivo
en esos momentos. El ejemplo ofrecido había sido muy gráfico; el mensaje
quedaba grabado: ir siempre de cara,
confrontando el Amor a pecho descubierto, aceptando el reto, cumpliendo con el
desafío. En definitiva: para eso estaba en Nairda. Y desde luego, reconocía
que tendría sus modos más o menos agradables, pero valentía y coraje no le
faltaron nunca, y ahora menos.
En cabecera de pista recibió la autorización para el despegue a las
cinco y media. Introdujo toda la potencia. El VZ obedeció al instante. Al mismo
tiempo escuchó por radio cómo la escuadrilla acrobática requería instrucciones
para dirigirse a la uno seis izquierda, así como las que recibían una pareja de
hidroaviones modelo Catalina para el aterrizaje tras el despegue de su
aparato. De igual modo, otros diversos
tipos de aparatos notificaban su regreso y posiciones recabando la atención
imprescindible del control aéreo. El ocaso se produciría en algo más de una
hora, tiempo suficiente para llegar a Ís. Por nada quería quedarse sin luz
solar antes de la vuelta. Las instrucciones fueron claras: usar el motor para
alcanzar los cinco mil pies, continuar el ascenso conquistando los nueve mil
con el único aporte de corrientes de aire; luego, desde esa posición, iniciar
el descenso para posarse al primer intento. Y sólo usar el motor en caso de
emergencia.
La escalada se planteaba sin lidia angosta, con sosiego, acorde al plan.
El zumbar suave y acaramelado del conjunto hélice-motor coloreaba placidez. Cerró los ojos forjando el vuelo.
Visualizó el mismo sin soltar los mandos, dejándose acariciar por los envites,
a modo de aviso, que llegaban del contacto con cada corriente de aire que
cruzaba. La certeza de Ser el auténtico piloto de sus momentos, concretaba el
silencio, alguna vez interrumpido por las comunicaciones entre la torre de
Nairda y los tráficos de salida y entrada del mismo. Ahora, ese mundo, aún cercano, no le perturbaba en modo alguno; se
sabía dueño del momento continuo que estaba experimentando con excelso gozo.
Volar un VZ constituía un placer que nunca antes acertó a saborear. Su
conciencia restablecía parámetros clarificadores. Rememoró cada una de las
reglas de vuelo aprendidas, simples en un principio, pero tremendamente
sustanciales en su desarrollo y asimilación. Todo ese cúmulo de enseñanzas que
recordó absurdo al principio de su llegada, iban encajando un puzle de una
plasticidad definida a la vez que práctica y efectiva. Abrió los ojos sólo un
instante cerciorando que el régimen de ascenso se mantenía de acuerdo a la
proyección mental perfilada. Aquello le permitía seguir realizando sus cábalas
con su desarrollo mental: En efecto,
el primer principio es incuestionable como los restantes: sea lo que piense eso
seré, porque lo soy desde el momento en que lo creo al causarlo en el
merecimiento y sin rencor, siendo Amor en todo instante. El pensamiento crea mis experiencias, mi
mundo, mi universo personal. El pensamiento materializa. Soy lo que mi
pensamiento piensa que soy. De igual modo, todo ello es posible en la medida en
que crea, creándolo. Si no creo en algo que pienso, simplemente no es, no será.
Una vez que lo crea (de crear y creer), lo podré “ver”. De igual modo al ser el
único que puede dirigir mis pensamientos, soy la causa de lo que me suceda, o
sea. Si dejo que el pensamiento de otro se siembre en mí, me convertiré en el
efecto de otros. En la medida en que me atribuyo el merecimiento de lo que
considere mejor o más adecuado, eso poseo, alcanzo, tengo, vivo, percibo,
experimento. Y para que todo ello sea posible he liberado el lastre del rencor,
el pesar y el odio; peso que me imposibilitaba el correcto fluir de mi
conciencia hacia mi propósito. Pero para alcanzar el culmen, he de entender que
“Todo es Amor”, principio con el que concluyen las normas de vuelo, y que es
imprescindible, al igual que el resto, para la consecución del fin único: Ser
feliz.
De tal forma martilleaba su lógica buscando engranar definitivamente la
pieza que sabía le faltaba, cuando sonó un leve pitido. Los cinco mil pies
habían sido sobrepasados. Era momento de apagar el motor. Un nuevo silencio
matizó con una presteza sin paliativos su naturaleza. Sentía en cualquier parte
de su cuerpo las mismas vibraciones que recibía su ligero pájaro azul. Ambos
estaban fundidos en el devenir que les ocupaba. Máquina y Ser confabulados, eran al unísono un conjunto sin diferencias.
Su pensamiento así lo manifestaba, y el resto de sus esencias aprendidas lo
atestiguaban. Sólo tenía que adquirir el
convencimiento pleno y total de que todo lo que le rodeaba era el aire en el
que nadaba, y se zambullía; el aire que le atesoraba y sustentaba; el elemento
único que permitía el vuelo: el Amor.
Posdata:
En
el artículo del día 01/12/2020 (“¿Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante
diciembre? III Parte”) comuniqué que personalmente había recibido por
psicografía una serie de técnicas y procesos para aplicar en
psicoterapia que solucionaba el 80% de los problemas psicológicos del ser
humano. La explicación resumida de esta psicoterapia es que elimina el ego, te
reconecta con tu alma (conecta la Particularidad con la Singularidad) y tienes
control emocional siendo feliz en tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo
había transferido a dos Almitas maravillosas (psicólogas) que os los podía
ofrecer mediante terapia, obvio que, con remuneración, pues es su trabajo, y
que además ellas lo harán pues mis tiempos están contados para seguir en esa
labor. No se trata de dar una
formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un
tiempo os habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con
ellas (Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa
mediante su correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su
Web: http://www.psico2-internacional.es
Para las actualizaciones de
“Todo Deéelij” y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
Nota
a la posdata: si quieres recibir esta ayuda terapéutica
más vale que te comprometas contigo mismo, pues es exigente. Sólo apto para
valientes y no timoratos. Ah, y hay lista de espera, que conste, así que ve
pillando sitio, hueco o número.
Audio libro testimonio terapéutico de
Mario:
https://www.ivoox.com/testimonios-terapeuticos-01-audios-mp3_rf_69779795_1.html
Audio libro testimonio terapéutico de
Marisol:
http://emiliocarrillobenito.blogspot.com/2021/06/testimonio-presentacion-por-deeelij.html
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