La maravilla de ser padres
Ser madre, ser padre, es sin duda algo maravilloso.
Una vida se pone en tus manos para que la cuides, la protejas, la instruyas, la
orientes… en definitiva, para que le des lo mejor de ti hasta que, llegado el
momento, se lance a vivir la vida por su cuenta, con tu legado y su propia
aportación. Sí, realmente es algo magnífico, algo que muchas personas, a pesar
de haber pasado por más de un apuro en el proceso, catalogan sin dudarlo como
lo mejor que les ha pasado en la vida.
Además, es evidente que esta vida como tal es algo
hermoso, muy hermoso, portadora en su esencia de una plenitud gozosa que,
especialmente en sus primeros años, los padres, y por extensión cualquier
adulto, solemos disfrutar con regocijo ya que este gozo infantil no nos es
ajeno, resuena en nosotros, es algo que reconocemos y que sigue estando
presente, enterrado quizá bajo el peso de una vida adulta exigida, pero presto
a despertarse por poco que pueda sintonizar con la inocencia de un balbuceo,
una risa, un beso, o incluso un lloro.
La infancia, una potencialidad pendiente
de cristalización
Sin embargo, también podemos decir que esta
potencialidad que reconocemos y en la que nos reconocemos parece no cristalizar
con el paso de los años. Toda o al menos buena parte de esa dicha infantil se
pierde por el camino en el tránsito a la vida adulta, ocupada en mayor o menor
medida por responsabilidades, tribulaciones, preocupaciones, sinsabores, etc…
que en el mejor de los casos conviven, sino ofuscan, esta felicidad y gozo que
de forma tan evidente emerge en los primeros años de infancia, en cualquier
época o generación.
Algo hay, pues, que trastabilla en el proceso de
crecimiento infantil, algo es susceptible de torcerse y acabar provocando en la
infancia, y especialmente en la adolescencia, actitudes de desatención si no
rebeldías, comportamientos ausentes, caprichosos o díscolos, por no hablar de
desalientos, angustias, o incluso depresiones, que tratan de sobrellevarse de
la mejor manera por parte de todos pero que sin duda van minando esa alegría
innata hasta hacer de la vida de nuestros hijos, a medida que van creciendo, un
camino por lo menos tan dificultoso y arduo como el que estamos viviendo
nosotros.
Los procesos que inciden en el
desarrollo de la personalidad infantil: Primeros pasos
¿Qué es lo que sucede?, ¿qué eventos pueden acontecer en el proceso
de educación, crecimiento y socialización de tus hijos, procesos por otra parte
necesarios, que acaben haciendo borrosa esa luz tan refulgente? Y, en tanto
madre, o padre, ¿qué es lo que puedes hacer al respecto? Como primer paso para responder a estas
preguntas, podemos ver que, con carácter general, en los primeros tres o cuatro
años de vida, la familia y, por extensión todo el entorno, suele proveer a la
niña o al niño de un ambiente que lo cuida y lo estimula habitualmente de forma
afectuosa, de manera que él, o ella, puede asentar los cimientos de su
personalidad en base a este intercambio eminentemente positivo. Sin embargo, a
partir de los tres o cuatro años este mismo entorno que hasta ahora siempre se
relacionaba de forma afirmativa va a empezar a transmitir un modelo de
comportamiento social, familiar, educativo, etc… vigente en la sociedad en la que
vive, y a la que él, o ella, va a tener que adaptarse. Y es en este proceso de
transmisión y adaptación al modelo donde nuestro pequeño protagonista se va a
encontrar con realidades distintas a las que hasta entonces conformaban todo su
mundo, va a empezar a oír, por ejemplo,
que tal cosa no se hace, o no se dice, o no se toca, y descubrirá que hacer,
decir o tocar en determinadas circunstancias acarrea consecuencias que ya no
serán siempre agradables, más bien a veces todo lo contrario, y por tanto va a
tener que reaccionar y posicionarse ante estos estímulos ahora dispares. Será a
través de estas reacciones y respuestas donde va a formase, o deformarse, su
personalidad, en tanto su entorno tenga en cuenta, o no, determinados
parámetros a la hora de afrontar estas dinámicas, como por ejemplo esta
realidad esencial inmensa que sigue latiendo en él, o en ella, o las formas y
maneras para preservarla y potenciarla al margen de (o, mejor dicho, a través
de) comportamientos puntuales, sean de la naturaleza que sean.
Además, este modelo, que se transmite siempre con la
mejor de las intenciones porque, entre otras cosas, todos los adultos
recibieron en su día una instrucción similar, va creciendo en complejidad, (del
“esto no se dice”, al “esto aunque no lo pienses se ha de decir”) lo cual
provoca, asimismo, que aumente también la complejidad del entramado mental que
la niña o el niño debe crear para poder integrarlo (esto en casa sí, pero en
casa de los abuelos no, y en la de los tíos a veces. Esto me dicen que no lo
haga, pero los mayores lo hacen, y cuando lo digo se enfadan conmigo). Un niño
o una niña que, por otra parte, y como persona que es dueña de una inteligencia
y de una sensibilidad, empezará a sacar conclusiones sobre sí mismo y sobre un
entorno que, a sus ojos, habrá pasado de valorarle por ser (todo lo que hago
hace gracia) a valorarle por el modo de
ser (si soy de este modo hago gracia, y si no, no). Además, este modelo siempre
se transmite, de forma evidente o subliminal, con un corolario perturbador: “no
tan sólo, como ves, este reconocimiento y valoración que antes se te daba de
forma permanente y gratuita (y en la cual un niño pequeño, y por tanto
dependiente del entorno, basa su primera noción de felicidad)ahora te los
tienes que ganar con tu comportamiento, sino que en el futuro también va a ser
así, porque si aprendes a portarte bien de mayor la vida te sonreirá: las cosas
te irán bien, tendrás un buen trabajo, todo el mundo te querrá y en concreto
una persona te querrá mucho y serás feliz, etc….. pero si no lo consigues, no”.
Una propuesta conceptual
y práctica para la educación infantil
A partir de las conclusiones que el niño
o la niña infiere de esta realidad que se
le presenta, y que debe afrontar, se abre una casuística de
posibilidades y alternativas de actuación efectiva por parte de padres y
educadores cuyo relato excede, en extensión, las posibilidades de un artículo.
En tanto este tema sea de tu interés, puedes encontrar una información más detallada
en la plataforma www.padresymadresconscientes.com en cuyos contenidos se pretende, además
de aportar en paralelo algo de luz a nuestra propia infancia, dar una explicación
pormenorizada de estos y otros eventos que inciden en el crecimiento infantil así
como ofrecer un marco teórico y proponer herramientas y propuestas prácticas
para atravesarlos de forma eficaz, de forma que puedas procurar a sus hijos un
desarrollo pleno y equilibrado de su personalidad en la infancia, la
adolescencia, y la vida adulta.
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Autor: Jordi Calm (jordi5001@hotmail.com)
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