Educación: «contribuir a sacar del otro lo mejor de
sí»
El sistema educativo está en crisis. No se sabe muy bien lo que
significa educar, o lo que hay detrás
de la denominación sistema educativo.
Observemos que los vocablo -educación
y educar proceden del verbo latino educare, que significa «contribuir a
sacar del otro lo mejor de sí». Si no se está haciendo esto, no se puede decir
que se esté educando. Por ello, la
educación tiene dos fundamentos principales: colaborar para que el niño, el
adolescente o el joven se conozca a sí mismo; y para que, al hacerlo, ponga en
valor sus dones y talentos (sus capacidades y facultades innatas).
Educación y formación no son lo mismo
Coloquialmente se suele hablar de educación
y formación como sinónimos, pero no
significan lo mismo. Tampoco es lo mismo educar
que formar. Concretamente, formación y formar no derivan de educare,
sino de otro verbo latino: formare.
Su traducción admite actualmente una doble interpretación: ‘formar’ y
‘formatear’. La línea que separa ambos términos es muy fina, pero muy
importante. De hecho, es muy fácil pasar de formar
a formatear:
+Formar es el proceso de aprendizaje de
técnicas, herramientas, habilidades y conocimientos, ligados o no a los dones y
talentos de la persona, que sirven para acceder al mercado laboral.
+Formatear es lo que se hace en
informática cuando se formatea, por ejemplo, un disco duro: se borran los
ficheros primigenios que contenía para sustituirlos por otros. El espacio queda
«limpio» y ya se pueden grabar nuevos ficheros en él. Hay que recordar que
cuando se le da al comando de formatear suele aparecer una pregunta en la
pantalla: «¿Está Ud. seguro?». El programa tiene el detalle de advertirnos de
que si elegimos formatear van a desaparecer los archivos actuales que contenga
el disco. Pero nadie hace esta pregunta a los padres cuando llevan a sus hijos
por primera vez a un centro educativo.
Sistemas de creencias, programas informáticos…
Es realmente esto, formatear
y no educar, lo que con demasiada
frecuencia y facilidad hacen los padres y el denominado «sistema educativo»:
pretenden dejar a un lado los ficheros originales del niño, adolescente o joven
(sus dones y talentos innatos, sus habilidades, sus facultades) e imponer en su
lugar otros ficheros distintos: sistemas de creencias que actúan a modo de
«programas informáticos» que desvirtúan y anulan lo que son los chicos. El
sistema educativo amolda y somete a los educandos a lo que el sistema social y
económico imperante quiere de ellos. Para ello, los encorseta; ajusta su
comprensión de las cosas y sus pautas de conducta y comportamiento a las normas
y reglas establecidas por el sistema. El pretexto es que estén preparados para
incorporarse al mercado laboral. Así pues, son transformados en una especie de
robots que no hacen las cosas por sí mismos, a partir de lo que son y lo que se
mueve en su interior. Sus acciones y reacciones van pasando a ser mecánicas,
automáticas, a medida que han sido inducidas y provocadas por esos programas
informáticos, por esos sistemas de creencias.
Llegada a la edad adulta, esa persona creerá que hace cosas, que
actúa, pero será mentira; nunca va a hacerlo. Porque su hacer cotidiano va a
consistir en respuestas mecanizadas. El programa informático va marcando la
forma de vida que quiere desarrollar la persona: por ejemplo, la forma de
acceder al mercado laboral o el tipo de trabajo que quiere tener, o la manera
de relacionarse con sus amistades, o el formato que debe tener su relación de
pareja…
El sujeto esclavo
Con esto, el sistema consigue convertir al ser humano en un sujeto
esclavo. Este es el producto final del proceso de formateo. Fijémonos en el
término sujeto: literalmente,
significa «estar sometido». Esto es precisamente lo que se pretende; que el ser
humano esté sometido, a un sistema y a unas normas que alguien le impone. Para
el individuo, verse como un sujeto es lo más normal del mundo, a causa del
sistema de creencias que se le ha introducido. Es lo frecuente; pero no es en
absoluto lo normal. No es normal que todos nos veamos como sujetos
independientes del resto; esto corresponde a un punto, en el proceso evolutivo
y consciencial, muy «infantil». Forma parte de lo que me gusta llamar consciencia egocéntrica. Y su superación
nos lleva a avanzar hacia una consciencia
transpersonal.
El conocimiento de uno mismo
Como padre o madre, o como educador, es hora de que recuerdes y
recuperes lo que es la esencia de la educación: colaborar para que el niño, el
adolescente o el joven se conozca a sí mismo y, al hacerlo, ponga en valor sus
dones y talentos. Así dará lo mejor de sí. De otro modo, se está abonando el
terreno de la frustración y el sufrimiento.
«Conócete a ti mismo». Este conocido aforismo fue colocado por los
grandes sabios de la Grecia
clásica, hace dos mil quinientos años, en el pronaos del templo de Apolo, en
Delfos, donde se ubicaba ni más ni menos que el oráculo de los dioses. Si
hubiesen vivido en nuestros días, esos sabios habrían sustituido ese aforismo
por este: «Date cuenta de que eres Conductor y coche»; es decir, date cuenta de
que eres mucho más que tu yo físico, emocional y mental (coche), que eres algo
que no es de este mundo (Conductor) encarnado en este mundo. Cuando sabemos que
nuestro origen es divino y eterno y que el cuerpo no es más que un vehículo que
utilizamos, desaparece el miedo a la muerte, y podemos llevar una dinámica de
vida radicalmente distinta. Los miedos se van diluyendo y en su lugar va
apareciendo la libertad, que consiste precisamente en la carencia de miedos.
Además, el conocimiento de uno mismo va muy ligado al conocimiento de los
propios dones y talentos.
Los dones y talentos
Conviene
educar a la persona para que despliegue una actividad laboral que no sea
trabajo, sino que se vincule a sus dones y talentos. El trabajo es la actividad propia del sujeto esclavo, mientras que el
ejercicio de los dones y talentos es
lo propio del individuo libre. Por tanto, conviene que tanto los padres como
los educadores estén atentos a los dones y talentos de los chavales, estimulen
su florecimiento y faciliten su puesta en práctica.
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Artículo de Emilio
Carrillo publicado en el número de diciembre de
2016 de la revista Tú Mismo:
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