Has andado infinidad de caminos.
Pasando penurias, frio y desconsuelo.
Tus pies llagados por las inclemencias del
trayecto recorrido.
¡Para y aquiétate!
Cobíjate bajo la sombra del árbol
que se
encuentra en la vereda del camino.
Siente la brisa recorrer tú rostro, deléitate
en ella.
Calma tu sed en el manantial que mana desde tú
interior.
Descálzate y cura tus heridas en silencio.
Inspira y expira sin prisas, siguiendo el
ritmo de tú alma.
Entra en ti, sin esperar nada en absoluto.
Continúa respirando y sintiendo el latido de
la Realidad que Eres.
Oye tú voz, la Real de tú Ser.
Siempre te estuvo llamando,
pero la tempestad
y el tronar de tus pensamientos
no te permitían que ella arribara hasta ti.
Ahora, imprégnate de su vibración.
Deja que te abrace y te acune en el Amor de
Amores.
¿La reconoces?
Eres tú mismo llamándote a la quietud,
al Reconocimiento.
Es la Voz Divina.
Lo que siempre fuiste.
Jamás fuiste abandonado.
Nunca existió separación.
¡RECONÓCETE COMO DIVINIDAD QUE POR SIEMPRE
LLEVÓ TÚ NOMBRE!
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Autor: Matías Márquez (gaudapada@hotmail.com)
Fuente: De su libro Alma embriagada (Editorial: Visión Libros)
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