¿Cuántas
veces has peleado? Seguro que muchas. Y siempre pierdes. Porque pelar sólo
otorga rencor.
Tras una
pelea, discusión o enfrentamiento, solo cabe la reconciliación y el perdón. Y
otorgar el beneplácito de la duda de si aquello tiene verdad o no. Que, muy
posiblemente, no la posea, pues al querer alcanzar la razón por los medios que
sea se pone en marcha inevitablemente una dinámica de soberbia y ambición y de miedo a perder posición. Rectificar, luego,
cuesta un montón. Pero sólo el perdón alcanza a la razón, a la
posición segura de saberse dador de bien y, en definitiva, de amor.
Para
alcanzar un consenso y superar el conflicto hay que actuar con discernimiento:
+Primero, admitir que se parte de un
disenso, de posturas dispares y confrontadas: la tuya y la del otro u otros.
+Seguidamente, comprender que tan
legítima como tu posición es la de ese otro u otros: respeto y empatía.
+Y tercero, la cuestión no es “buscar”
un acuerdo o solución, sino “construir” el acuerdo, “construir” la solución: esto
ha de hacerse mano a mano entre las partes confrontadas.
Sin perdón
os soléis tratar. Sin perdón os soléis matar. Sin perdón os soléis injuriar.
Sin perdón soléis andar. Pero todo cambiará en la reconciliación. No hay motivo para
imponer. Sólo cabe el amor y, obviamente, la paz.
No estás acostumbrado a rectificar, pues aprendiste que es debilidad.
Pero si pruebas a perdonar y pedir tal solicitud, comprobarás que quien tiene
realmente fortaleza es quien se otorga, da y pide perdón. Y la otra parte, si
no se adhiere a lo solicitado, queda desnudada, se le aprecia débil, dado que
el rencor se le incrusta y le impide mostrar algo distinto al odio, a la
venganza…
Perdona, y
cambiarás. Perdona y vencerás. Perdona y razón tendrás. Perdona y fuerte te
harás. Perdona y en paz vivirás.
Sustituye en
tu vida la dinámica de confrontación por la dinámica de diálogo. El gran
beneficiado serás tú mismo.
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Autor: Deéelij & Emilio Carrillo
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