El vacío desconcierta a la mente, pues esta
computa lo que “es”, pero no es capaz de procesar, pensar o imaginar lo que “no
es”. El vacío, para colmo, no se limita a “no-ser”, sino que, además, siendo
“nada”, también es “algo”, pues, como la ciencia ha demostrado, existe. De
hecho, que el vacío exista y sea “algo” permite dar contestación a dos
candentes cuestiones planteadas y examinadas por la física actual: una, en el
extremo de lo más grande, el Cosmos y su expansión; y otra, en el de lo más
diminuto, las partículas elementales y su comportamiento. Y el vacío, “no-ser”,
para evidenciar que también “es”, vibra, con lo que muestra su “vida”. Se
trata, desde luego, de una vibración muy peculiar. Cuando el vacío se va
llenando de partículas, estas vibran en el vacío. Pero al indicar que el vacío
vibra se hace mención no a la vibración en el vacío, sino a la vibración del
propio vacío como tal: cuando el vacío es realmente vacío, cuando está
absolutamente “limpio” de cualquier elemento o componente, el vacío, en sí y
por sí, vibra. Y esta vibración es señal de su vida, de su existencia, de su
presencia. Es la vibración del vacío, no en el vacío. Lo que conduce al
denominado “bosón de Higgs”… Para comprender el contenido y significado de este
bosón, llamado también “partícula de Dios”, hay que partir de una de las
predicciones más famosas del llamado “modelo estándar de la física de
partículas”, teoría cuántica de campos desarrollada a partir de 1970,
consistente en la existencia de un bosón encargado de proveer a las demás partículas
elementales de la propiedad que llamamos “masa”. En este orden, hay que
entender por “masa” no tanto el peso -que no es la manera más correcta de
definirla-, sino la medida de la oposición que muestra un cuerpo cualquiera a
cambiar su movimiento cuando se le aplica una fuerza (por ejemplo: cuanto mayor
es su masa, más cuesta empujarlo). A esto se le llama inercia. Y la masa es la
medida de la inercia de un cuerpo. En este marco, cuando se habla del “bosón de
Higgs” nos referimos a este concepto de masa. Y este bosón genera un campo que
afecta a todo el espacio -se le conoce como “campo de Higgs”-, de modo que las
partículas fundamentales que se acoplan con él adquieren masa. Esta propuesta
fue hecha de forma teórica en 1964 por un grupo de físicos, entre ellos el
británico Peter W. Higgs, a quien el bosón debe su nombre, aunque advirtieron
que para poder ser efectivamente observado se requería usar energías muy altas.
Y fue preciso el paso de varias décadas antes de disponer de la energía precisa
para detectarlo. Se tuvieron que construir colisionadores de partículas de
última generación, como el Tevatron del FermiLab, en los Estados Unidos, y, más
recientemente, el Gran Colisionador de Hadrones del CERN, en Europa. Por fin,
entre el 3 y el 4 de julio de 2012, científicos del FermiLab y el CERN hicieron
el anuncio del hallazgo de una nueva partícula cuyas propiedades corresponden a
las predichas para el “bosón de Higgs”. Gracias a ello, al año siguiente, en 2013, casi medio siglo después de
que fueran efectuadas sus primeras aportaciones al respecto, Higgs, con 84 años
de edad, fue galardonado con el Premio Nobel de Física… Por tanto y en resumen,
atendiendo a lo aportado por la física y la astrofísica de vanguardia, la
dualidad “nada” versus “algo” -como otras tantas dualidades y dicotomías- ha
quedado rota y superada:
+la “nada” es “algo”;
+el “algo” se sostiene en la “nada”;
+el vacío es el marco en el que todo ello acontece; y
+el “algo”, que es vibración, se despliega como tal.
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