La tortuga Rita buscaba una
casita y no se daba cuenta de que la llevaba puesta sobre su cabecita. Siempre
andaba quejándose. Todo le molestaba y nunca, nunca, su carita afuera asomaba:
-¡Qué frío hace hoy con esta lluvia helada!- replicaba en invierno.
-¡Cuántas flores juntas! ¡Así no se puede ni caminar!- decía en primavera.
-¡Cuántas flores juntas! ¡Así no se puede ni caminar!- decía en primavera.
-¡Qué calor hace hoy con este Sol! ¡Me voy a asfixiar!- se quejaba en verano.
-¡Qué viento tan horroroso!- rechistaba en otoño.
Un día, mientras caminaba
metida en su caparazón, un fuerte golpe
la tiró hacia atrás y se quedó mirando al cielo.
-¡Ay, ay! ¡Socorro, auxilio! ¿Qué ha pasado?- preguntó la tortuga.
Rita asomó un poquito la
cabeza para ver lo que ocurría y vio a un viejo árbol que la miraba fijamente.
Era un enorme olmo con un tronco muy robusto derramando su sabia.
-Buenos días, es la primera vez que veo a una tortuga paseando
escondida y sin mirar- le dijo el árbol.
-Hola, me llamo Rita. Por favor, ¿Puedes ayudarme? Me he quedado boca arriba y necesito un empujoncito para volver a mi posición natural. Es que tengo prisa. Estoy buscando una casita donde habitar.
-Lo siento, Rita. Soy un árbol y no puedo moverme solo. A mí me mueven los cinco elementos –dijo el árbol con voz tranquila.
-¿Y quiénes son esos? ¿Están por aquí cerca? ¿Podría usted llamarlos?- preguntó intrigada.
-Ja, ja, ja ¿Quiere conocerlos? Entonces, tendrá que permanecer acostada mirando al cielo durante, al menos, cuatro días. Así, me observarás y los conocerás- dijo el olmo risueño.
-Bueno, si esa es la única manera de volver a mi postura natural para seguir andando, así me quedaré– dijo Rita resignada. Y La tortuga, cansada, se sumió en un profundo sueño…
Al siguiente día, un rico
calorcito acarició su rostro y la
despertó: -¡oh! ¡Qué maravilla!- El olmo, majestuoso, desplegando sus ramas al
cielo, parecía un brillante ángel tocando el Sol.
-¡Oh! ¡Es el amanecer más hermoso que he visto en la vida! Pareces
un ángel ¡Y qué agradable calor!– dijo la tortuga.
-Ja, ja, ja… Me temo que es el primer amanecer que usted contempla, señora tortuga, y creo que no va a ser el último. Le presento al elemento FUEGO. Gracias al Sol, me caliento y me nutro de energía cada día. Por eso me brillan tanto las hojas- le explicó el sabio árbol.
El segundo día, una brisa
fresca despertó a doña Rita. Con sus ojos entreabiertos, vio al olmo sonreír
mientras sus ramas bailaban al son del viento y sus hojas caían formando una
multicolor alfombra alrededor de su cuerpo. Cayeron tantas hojas, que Rita
pudo, al fin, descansar su cabecita sobre un montículo que formaba una
almohada. Ahora, podía contemplarlo todo cómodamente.
-Le presento al elemento AIRE. Es muy importante para que todo
fluya y se mueva. Gracias al viento, renuevo mis hojas y hago un poco de
ejercicio de vez en cuando ja, ja, ja- rio el árbol.
El tercer día, al
despertar, Rita percibió que estaba casi sentada. Sentía su caparazón apoyado
sobre algo muy duro que alzaba su cabecita al cielo.
-¡Uff… qué bien lo veo todo hoy, señor olmo!- dijo aliviada
-Eso es porque algunas raíces de mi tronco, que se agarran a la tierra, han salido a la superficie y le están sosteniendo la espalda.
El cuarto día, una fría
gota de agua cayó sobre la naricilla de la tortuga que exclamó -¡Qué
cosquillas! ¡Qué fresquita!
-Sí, señora, ideal para despertarse. Gracias al elemento AGUA, mis
raíces se nutren de vida formando la sabia que recorre mi cuerpo-.
Entonces, cayó una gota de agua, cayeron dos, tres, cuatro, cinco… ¡Y un chaparrón! Llovió tanto que se inundó todo de agua. Doña Rita comenzó a flotar y a tambalearse hasta que… ¡Plop!, ¡Por fin! El agua la hizo girar.
Entonces, cayó una gota de agua, cayeron dos, tres, cuatro, cinco… ¡Y un chaparrón! Llovió tanto que se inundó todo de agua. Doña Rita comenzó a flotar y a tambalearse hasta que… ¡Plop!, ¡Por fin! El agua la hizo girar.
-¡Qué bien, señor olmo! ¡Me he dado la vuelta! ¡Qué alegría!- gritó la tortuga agradecida.
-Ahora sí que ha vuelto usted a su postura natural. Le dije que mis amigos los elementos la iban a ayudar.
La lluvia era tan intensa
que formó un arroyo. Doña Rita se alejaba cada vez más empujada por la fuerza
del agua.
-Señor árbol, ¡Me voyyyyy! ¡Dígame! ¿Cuál es el quinto elemento?
¡Usted me dijo que había cinco!- exclamó curiosa.
-El quinto elemento es
La tortuga bajaba
emocionada a través de los rápidos que formaba el arroyo hasta que cayó por una
cascada hasta un gran lago.
Cuando asomó su cabeza del
agua, percibió que allí todo estaba en calma. ¡Qué preciosidad! Rita contempló
maravillada la magia de aquel lugar: el agua azul turquesa rodeada por verdes y
frondosos árboles; la bruma de las rocas mojadas iluminando un arco iris; una
rana cazando una mosca; un pájaro emprendiendo el vuelo; unas hadas
revoloteando y riendo…
-¡Es aquí! ¡Aquí es donde me voy a quedar! Al fin, se dio cuenta,
de que estaba en el lugar ideal, con su casita encima y en su posición natural.
Ahora, le toca disfrutar, con sus amigos, los ELEMENTOS, que a su lado siempre
estarán.
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Autora: Raquel García Rodríguez (raquelin101@gmail.com)
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