Mucha gente me dice que quiere conectar con su interior, con su
verdadero ser. Desean que les proporcione algún método o consejo para conseguirlo.
Pero lo único que puedo compartir con ellos es que eso de conectar contigo
mismo es una idiotez, otra de las muchas falacias de la mente. No le hagas el
juego y no pretendas conectar con tu interior, con lo eres. Porque a ver,
¿quién, qué o desde dónde va a conectar contigo, con lo que eres? ¿A caso
puedes dejar de ser tú para, desde lo que no eres, conectar con lo que eres?
¿No te das cuenta de la incongruencia que esto representa?
Tú no necesitas conectar contigo mismo porque es precisamente lo
que eres y es imposible que no lo seas. Lo único que sucede es que te has
identificado tanto con el “coche” –el yo físico, mental y emocional- que te has
olvidado de que no eres ese coche, sino su “Conductor” -divino, infinito y
eterno- que ha encarnado en él para experienciar la vivencia humana. Y es este
olvido el que te lleva a la estupidez de querer conectar con lo que eres. ¿Lo
entiendes? El coche ansiando conectar con el Conductor… ¡Qué absurdo!
En lugar de desear conectar contigo, sencillamente recuerda lo que
eres, sé lo que eres y pon tu divinidad en acción en el aquí-ahora. Mientras
insistas en conectar contigo mismo, seguirás en el olvido de lo que eres y en
la identificación con el coche. La mente es la que crea esa bobada de pretender
conectar con tu interior, con tu Corazón, con tu energía, con lo que eres… La
mente es el sistema operativo del coche y el coche nunca podrá conectar con el
Conductor que eres. Y el Conductor no precisa conectar consigo: lo único que
tiene que hacer es coger el volante del coche y llevar el mando consciente del
mismo y de la vida. Cuando persigues conectar con lo que eres es señal
inequívoca de que no llevas ese mando consciente y que como Conductor estás
dormido, ante lo cual la mente habrá activado el piloto automático del ego, que
será quien dirija lo que llamas tu vida, aunque realmente no es tal, sino el
devenir del ego.
Por tanto, recuerda lo que eres –tu divinidad, infinitud y
eternidad…- y ponlo en práctica aquí-ahora. Recupera el mando consciente de tu
vida y, al hacerlo, abrirás las puertas a la inefable experiencia de vivir
diciendo sí a la vida de instante en instante Esta es la consecuencia directa e
inmediata de recordar lo que eres: decir sí a todo lo que hay, a todo lo que
es, a todo sin excepción, a la vida en su integridad y totalidad sin querer cambiar
nada… Y tu vida se expandirá en una nueva dimensión: te darás cuenta de que no
hay separación entre la vida y tú porque tú eres la vida–; comprobarás que la Creación se hace una
contigo y tú con ella, desapareciendo todos los conflictos, inquietudes y
quejas; y verás a Dios en todas partes, porque el sí penetra hasta en lo más
denso y halla ahí lo divino, constando que Dios no es una creencia, sino una
experiencia: la Experiencia.
Ante cualquier situación o circunstancia –sea de placer, dolor,
alegría, tristeza, compañía, soledad, entusiasmo, depresión, serenidad, ira,
concordia, conflicto, salud, enfermedad…–, estate con ella y vive plenamente la
experiencia sin dejarte enredar por el “color” –blanco o negro, positivo o
negativo, bueno o malo, agradable o desagradable…- que la mente pretenda
otorgarle. No desees ni persigas el placer, la alegría, la compañía, el
entusiasmo, la serenidad, la concordia o la salud; y no te resistas (la
resistencia es persistencia) ni luches contra el dolor, la tristeza, la
soledad, la depresión, la ira, el conflicto o la enfermedad. Simplemente,
confía y acepta la experiencia, sea la que sea, diciendo siempre sí a la vida en
su totalidad. Y no pongas tu atención y consciencia en lo que pasa o deja de
pasar, sino en cómo vives lo que pasa: lo importante no es el qué (qué pasa o
deja de pasar; qué hace o dejas de hacer…), sino el cómo vives el qué.
De hecho, todo lo que acontece en tu vida y en la de los demás, en
el mundo y en el Cosmos tiene un sentido profundo, un porqué y un para qué en
clave consciencial y evolutiva. Pero la mente jamás lo podrá vislumbrar. Por
tanto, no te dejes liar por sus diatribas, dualidades, pensamientos y emociones
y céntrate en cómo vives el qué, sea lo que sea. De este modo, todas las
experiencias se transforman en algo hondo y trascendente, muy distinto a lo que
hasta ahora habías pensado y sentido acerca de ellas. Y se comprueba que la
vida es el Milagro y que tú no eres lo que pensabas ser, sino esa misma vida,
ese Milagro.
Recordando lo que eres y viviendo en un sí consciente y constante a
la vida, se abandona toda oposición contra el aquí-ahora y la forma y los
contenidos –hechos, personas, situaciones, circunstancias…- con los que la vida
se manifiesta y se hace presente de instante en instante. Esto no es algo
teórico, sino radicalmente práctico. En tu cotidianeidad, dejas de etiquetar,
clasificar, encasillar, circunscribir y reducir a conceptos y esquemas mentales
todo lo que te rodea y a ti mismo. Igualmente, cesas de poner nombre a todo, de
colocar palabras encima de los objetos y la gente, y permites que lo real
emerja por encima del lenguaje: del árbol, ves mucho más que el “árbol”; de la
mesa, mucho más que la “mesa”; de esa persona, mucho más que esa “persona”; de
la montaña, mucho más que la “montaña”; de tu hijo, mucho más que tu “hijo”;...
Y, por fin, terminas con esa obsesión, que te impedía gozar la vida, de
interpretar y enjuiciar cada cosa, cada persona que encuentras, cada
acontecimiento, cada acción propia o ajena, cada emoción, sentimiento o
pensamiento...
Toma consciencia de todo ello. Observa, obsérvate y libérate y
ríete a carcajadas de tantos lastres mentales con los que has venido cargando
hasta ahora. Se trata, en definitiva, de que no discutas con lo que es. ¿Tan
difícil te parece? Pues es lo que hacen de manera natural y espontánea la
tierra y el agua, el Sol y la lluvia, la Luna y las estrellas, las piedras y las nubes,
las plantas y los animales, la
Naturaleza , el Cosmos y la Creación entera. ¿O es
que acaso te has desnaturalizado y transformado en un robot bajo la abducción
de la mente?; ¿no será que, en lugar de vivir, pasas tus días actuando
automática y mecánicamente como respuesta a las indicaciones y mandatos de los
programas informáticos –es decir, los sistemas de creencias- que han
introducido en tu cabeza desde que viniste a este mundo?
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Artículo de Emilio Carrillo para el número 20 (Junio-Agosto 2016) de la
revista Toma Conciencia:
https://drive.google.com/folderview?id=0B8bM_G_ACDhKY0p5MVgyUzBfZ2c&usp=sharing_eid&ts=560bce76
https://drive.google.com/folderview?id=0B8bM_G_ACDhKY0p5MVgyUzBfZ2c&usp=sharing_eid&ts=560bce76
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