Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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18/11/18

Plan y Propósito de la Vida (Enseñanzas Teosóficas: 92)


Un universo inteligente y ordenado

De enseñanzas inmemoriales, de los hallazgos de quienes han podido explorar los campos más sutiles de la vida, y de nuestras intuiciones espirituales profundas, podemos percibir que lo que nos dicen nuestros sentidos no es sino una fracción de la gran leyenda de la eternidad y de que las respuestas al misterio de la existencia están en otra parte.
Tres hipótesis generales acerca del origen y existencia de la vida y la forma han recibido seria consideración:
+Primera, que todo es resultado de la casualidad, un “concurso fortuito de átomos”, y que el universo es un caos sin organización definida, y la vida humana es una creación espontánea.
+Segunda, que el universo, en su funcionamiento físico, puede ser producto de leyes naturales definidas, pero la organización se detiene en ese punto dejando como resultado una combinación de cosmos y caos, en parte ordenada y en parte caótica.
+Tercera, que el universo es una organización ordenada con precisión, y que la vida es eterna, auto-existente, sin principio ni fin, y las formas son creadas por una Inteligencia Divina que opera conforme a leyes bien definidas.
La Teosofía sugiere que esta tercera hipótesis soporta mejor el examen de la razón y parece estar más justificada por el estudio y la observación del mundo circundante. Constantemente aumenta la percepción humana del alcance de esa ley. Más si aceptamos la hipótesis de un universo de ley y orden, implicamos tácitamente que debe tener un significado. Entonces surge la pregunta: ¿Cuál es el propósito de la vida al manifestarse en este universo?

¿Cuál es el propósito de la vida al manifestarse en este universo?

a) Primer postulado
La Teosofía opina que este propósito es el de convertir posibilidades latentes en poderes activos. El plan de este desarrollo se encuentra en la' evolución (del verbo latino “evolvere”, desenvolver) la cual significa el desenvolvimiento de la consciencia por medio de la experiencia en formas cada vez más refinadas y sensitivas. Este concepto Teosófico va más allá de la teoría de Darwin sobre la evolución de las formas de lo simple a lo complejo, pues añade lo que parece ser un corolario esencial: la idea de la evolución de la consciencia.
La vida misma es el factor gobernante, pues al desarrollarse mejora y adapta formas sucesivas para sus propias necesidades evolutivas. La vida es continua y permanente. Las formas se desechan cuando han servido a sus propósitos; son temporales. Será bueno decir aquí, aunque esto se tratará más completamente en otra lección, que según la Teosofía, el reino humano obtiene su experiencia evolutiva a través de muchas vidas, en cuerpos de ambos sexos, bajo diferentes circunstancias y civilizaciones.

a) Segundo postulado
Un segundo postulado teosófico con respecto a la evolución es que ésta no prosigue en una línea recta sino que representa la segunda mitad de un movimiento circular cuya primera mitad se llama involución. Durante el período de involución la vida desciende de su estado de consciencia pura e indiferenciada y se infiltra por etapas sucesivas en materia más y más densa. La mitad evolutiva del ciclo comienza cuando, al pasar por las severas limitaciones y restricciones de la materia, la conciencia despierta gradualmente y empieza su largo ascenso hacia la autoconciencia y más allá.
Las palabras “descenso” y “ascenso” pueden considerarse como la toma gradual de materia más y más densa (involución), y luego el desechamiento gradual de las formas que se tomaron para obtener experiencia (evolución). Según el concepto teosófico, hay siete planos concéntricos o estados de materia en los que ocurre el proceso total de involución y evolución. Pero todos estos planos o densidades de materia se ínter penetran y no están en estratos.

Creación y evolución

Detrás de toda vida manifestada está la Existencia Eternal Única, Infinita, inconocible porque la mente finita del hombre no puede abarcar lo infinito. De ese Principio Primero, a menudo llamado lo Absoluto, proviene todo, y a ello debe regresar todo finalmente. Nuestro universo no es sino una ola dentro del inmenso océano de este Absoluto o Existencia Única, una manifestación que aparece y desaparece. De este Absoluto emergen innumerables universos, y en cada universo hay incontables galaxias y, en estas, multitud de sistemas solares.
Cada sistema solar está energizado y gobernado por una Consciencia poderosa, llamado un Logos Solar. Quienes estamos en él somos fragmentos de su vida en proceso de evolución. Y el propio Logos Solar está evolucionando, puesto que el proceso es universal y sin concebible terminación en el tiempo.

Tres Grandes Emanaciones

Conforme a la hipótesis Teosófica, son necesarios tres grandes impulsos vitales para dar existencia a un mundo. Se le conoce como las Tres Grandes Emanaciones u Olas de Vida. Están simbolizadas en la Trinidad que aparece bajo diversos nombres en las grandes religiones del mundo.

Primera
La Primera gran Emanación de energía creadora ígnea (correspondiente al Espíritu Santo en la Trinidad Cristiana) sale del Logos y electrifica con vida la substancia primordial que existe eternamente.
Esta substancia es un potencial que permanece así hasta que esa Primera Emanación la electrifica con vida. Se dice que esto se lleva a cabo por un proceso que podría simbolizarse como un desmenuzamiento en infinitos fragmentos sin auto-destruirse.
No hay, pues, un solo átomo que no tenga en sí la vida de Dios. Y a la inversa, la Vida Divina solamente puede manifestarse animando materia. Vida y Materia se encuentran juntas e inseparables doquiera hay manifestación.
      La Primera Emanación de Vida pasa a través de los siete campos concéntricos, descendiendo del cénit al nadir y volviendo de este otra vez al cénit. Con esta entrada o involución prepara la materia para una tremenda jornada en el tiempo.

Segunda
Este proceso toma incalculables eones de tiempo, y mucho antes de quedar completo entra en acción la Segunda Emanación de Vida (correspondiente al Hijo en la Trinidad). Se dice que el Logos expide una sucesión constante de olas de vida, de modo que en cualquier momento hay un número de ellas en operación; de otro modo no existiría en un momento dado sino un solo reino de vida.
Igual que la Primera Emanación, la Segunda recorre el ciclo del cenit al nadir y vuelta hacia el cenit. En el arco descendente le da a la materia características que la capacitarán para responder a estímulos externos por medio del pensamiento, del deseo y demás. En el nadir termina la involución y comienza la evolución.
Cuando la Segunda Emanación comienza a “ascender” (no en términos de espacio, sino de consciencia), construye formas con la materia que ahora posee las cualidades que le fueron impartidas en el arco descendente. La tarea en el arco ascendente consiste en modelar las formas minerales, vegetales y animales, por medio de las cuales la vida animadora evoluciona en organismos cada vez más complejos.

Tercera
La Primera Emanación vivificó la materia. La Segunda la dotó de cualidades para responder, y construyó con ella las formas de los reinos inferiores. La Tercera Emanación (correspondiente al Padre en la Trinidad Cristiana) lanza las mónadas humanas, las chispas imperecederas de la Vida Divina.

Mónada

El término “mónada” viene del griego y significa simplemente aquello que es indivisible. En Teosofía se usa esta palabra para designar el aspecto inmortal del ser humano.
Se dice que las mónadas espirituales o humanas han estado esperando en su propio plano elevado. No pensemos en este plano monódico en términos de espacio, sino como un campo de energía que ínterpenetra todos los campos más densos, pero que es tan sutil que es completamente imperceptible para cualquier consciencia que esté “más abajo”). Allí esperan mientras las formas evolucionan a través de los reinos interiores, mineral, vegetal y animal. Vigilan la vida que está en esas formas, durante largos períodos de tiempo, infundiendo en ella la voluntad de extenderse y expandirse mediante su incorporación en formas cada vez más sensitivas, formas que las mónadas van configurando según sus necesidades.
Esta es la “voluntad de vivir” que se observa a través de toda la naturaleza. Como este impulso monádico es en verdad un “afán de superación”, su influencia está impeliendo constantemente la evolución de la vida y de las formas.
Cuando las formas están suficientemente evolucionadas para convertirse en instrumentos de la consciencia humana, bajan como un relámpago las mónadas y toman posesión de ellas. Al encontrarse las mónadas con los cuerpos de materia mental que están elevándose y que también han estado evolucionando, se unen a ellos y los fertilizan. En el momento de esta unión forman en cada caso lo que se llama el cuerpo causal, o sea el instrumento verdadero de la consciencia humana individual. El alma humana queda diferenciada así de las formas de vida en los reinos inferiores.
Algunas veces se hace la pregunta de si nosotros “ascendimos a través del remo animal”. Por lo que hemos dicho puede verse que si bien la vida y las formas que habitamos, evolucionaron a través de los reinos inferiores, la consciencia humana jamás fue otra cosa que consciencia humana; nada que podamos llamar un “yo” ha habitado formas en esos reinos inferiores. La consciencia del “yo” pertenece al Ego, es decir a una extensión de la consciencia monádica, y comenzó a existir al formarse el cuerpo causal.

Individualización

Este proceso se llama individualización y señala la transición desde la consciencia simple del reino animal a la auto-consciencia y la formación del alma humana.
En el reino animal, lo que se llama “alma grupal” se dice que se manifiesta a la vez por medio de varios cuerpos de animales de una misma especie. En otras palabras, cada animal es apenas una parte de un alma grupal o colectiva. Las experiencias obtenidas por los animales revierten al morir estos en su alma grupal y entonces la comparten todos los nuevos animales que nacen de esa alma grupal. Experiencias continuamente repetidas que se almacenan en el alma grupal animal, suministran los instintos heredados de sus miembros; de ahí que un patito empollado por una gallina por ejemplo, sabe instantáneamente que el agua es su ambiente natural, o un pájaro incubado artificialmente sabe hacer un nido sin haber visto jamás tal cosa. En el ser humano, donde las memorias de experiencias pasadas están ya individualizadas, reaparecen como consciencia; cada uno de nosotros es en un sentido la suma total de sus experiencias pasadas.

Reino humano

El progreso evolucionario a través de los reinos inferiores hacia la meta de la humanidad, es inconsciente y, por tanto, inconcebiblemente lento. Pero una vez que se alcanza el reino humano, el progreso de cada individuo queda en sus propias manos. También puede ser lento al principio, porque la auto-consciencia recién formada es débil y la mónada no ha aprendido todavía a dirigir sus instrumentos. Pero gradualmente se acelera este progreso a medida que la consciencia individual crece y se ensancha al pasar por muchas reencarnaciones en una serie de cuerpos físicos, con intermedios para descansar y asimilar las lecciones aprendidas.
Por lo dicho se ve claro que el entrar al reino humano es un gran paso hacia adelante en responsabilidad, dentro de la jornada evolucionaría. El alma comienza a encarnar en un nivel de civilización extremadamente primitivo, pero asciende gradual, lenta y penosamente, paso a paso, y va aprendiendo una lección tras otra en la escuela de la vida. El intelecto asoma bajo el impulso y estímulo del deseo, fortalecido por el recuerdo de su satisfacción. Al principio no hay moralidad, ni distinción entre el bien y el mal. Pero más adelante, el ser humano encuentra que vive en un mundo de leyes naturales; que experimenta placer cuando obedece esas leyes, y dolor cuando las desatiende. También vienen Grandes Instructores, de edad en edad, a ayudarlo a que evolucione y a que distinga entre lo bueno y lo malo, o, en otras palabras, entre lo que es prudente porque está en línea con la corriente de evolución, y lo que no es prudente porque se opone a ella.
Se dice que el método de evolución humana consiste en recoger experiencias en varias razas y subrazas, las cuales se caracterizan por cualidades particulares necesarias para el desarrollo completo. El ser humano pasa por las varias razas para que aprenda lecciones específicas en cuerpos de distintos tipos y por ambientes diversos. Cada nación tiene una lección especial que enseñar a las almas que encarnan en ella, y un mensaje definido con qué contribuir a la civilización en conjunto. Grecia, por ejemplo, dio al mundo un mensaje de belleza, Roma, el de la ley y organización; las razas Teutónicas están desarrollando el intelecto. El alma encarna de raza en raza o de nación en nación, tal como el niño pasa de uno a otro curso en la escuela. A veces encarna en cuerpo femenino con el fin de aprender las lecciones del corazón; otras en cuerpo masculino para aprender las lecciones del intelecto. Es necesario experimentar en muchos cuerpos de ambos sexos y en muchas razas, antes de poder alcanzar la meta de plenitud.
La explicación al propósito de todo esto se encuentra en el hecho de que al final del ciclo hay billones de almas espiritualmente conscientes que no existían de esa manera al comienzo del mismo. Esto ha sido expresado bellamente en la frase: Dios duerme en el mineral, sueña en el vegetal, despierta en el animal, se hace plenamente despierto y auto-consciente en el ser humano y universalmente consciente en el Cristo, el Ser Superior”.

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Autor: Emogenes Simons, resumen del segundo capítulo de su libro
Curso básico de Teosofía
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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