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23/12/09

Más sobre la nueva consciencia

En los dos últimos días se han acentuado en el Blog las reflexiones acerca de la nueva consciencia al hilo de las oportunidades que la actual crisis multidimensional –económica, financiera, ecológica, cultural, de valores,…- ofrece para su promoción (ver las entradas El fracaso de Copenhague impulsa la nueva consciencia y Crisis para una nueva consciencia y un nuevo mundo, de 21 y 22 de diciembre, respectivamente).

Sé que para muchas personas, incluso para amig@s de este Blog, sigue siendo difícil asimilar e interiorizar que todo es perfecto y que, para que se haga la luz, la energía negativa es tan imprescindible como la positiva. Muchos fenómenos físicos nos muestran que esto es exactamente así, pero cuesta trabajo aplicarlo a nuestra realidad personal y social y a hechos, sucesos y comportamientos concretos.

La dimensión tridimensional –exclusivamente material, volcada en largo, ancho y alto y prisionera del espacio/tiempo- es percibida por nuestros sentidos corpóreos en clave dual. Y esta es la óptica que hace suya nuestro pequeño yo o ego: confronta yo y tú, mío y tuyo, bien y mal, luz y oscuridad, amor y odio, frío y calor, etcétera. Pero las personas atesoramos una identidad espiritual que constituye nuestro Yo Verdadero y pertenece a otra dimensión. Desde su perspectiva, Todo es Uno y Todo es Perfecto: cada ser viviente es perfecto y forma parte intrínseca e inseparable de una Unidad Perfecta.

Sólo la carencia de consciencia al respecto puede generar la ilusión de imperfección: si falta consciencia, nos vemos imperfectos y nuestra visión del mundo adopta un prisma dual; si hay consciencia, nos contemplamos como seres perfectos y con ojos nuevos vemos un mundo nuevo pleno de perfección. Y esta perfección se transmuta y se plasma en Amor. En Amor Incondicional.

En la hipótesis de que el Diablo existiera, todas sus “artes” quedarían desnudas e inoperantes ante el ser humano que, desde su Ser Profundo, constará la perfección de todo, también del propio Diablo, y amara a éste incondicionalmente. De la inconsciencia dual surgen el miedo, la inseguridad, el resentimiento, el sentido de imperfección, la infelicidad y, en última instancia, la propia negación de nuestro Ser. En cambio, desde la consciencia de Unidad nos vemos como realmente somos: seres divinos, eternos, creadores y perfectos. De ella emana el Amor Incondicional.

Por tanto, la causa de la “enfermedad” que experimenta la Humanidad no radica en algo objetivo y exterior a uno mismo, sino subjetivo e interior: se encuentra en una baja consciencia, que se refleja, a su vez, en el modo en que pensamos. En el e-book La felicidad en el cambio, Ervin Laszlo y Marco Roveda lo desarrollan muy bien recogiendo aportaciones de diversos autores.

http://www.redescristianas.net/wp-content/uploads/2009/12/la_felicidad_en_el_cambio.pdf

Por ejemplo, Albert Einstein, quien dijo que no podemos resolver un problema con la misma mentalidad que lo ha generado. Podemos aplicarlo al mundo contemporáneo: no podemos curar nuestro planeta con el mismo modo de pensar que ha creado su enfermedad.

La mentalidad que predomina actualmente, materialista y egocéntrica, es completamente falsa. No responde a la realidad. Sin embargo, esta mentalidad no es inmanente a la especie humana, sino que se debe al influjo sobre ella de una determinada visión que se ha convertido en dominante. En la hondura de nuestro Ser y de nuestro corazón podemos sentir lo que sí es real: el mundo es uno y cada uno forma parte intrínseca de él.

La separación del ser humano que piensa y que siente frente a un mundo que ni piensa ni siente no llegó hasta la edad moderna, principalmente desde Occidente. Y esto nos ha conducido a un aprovechamiento irracional de la Naturaleza, como si esta no sintiera, enfrentada a un ser humano confuso que piensa y siente y que por eso se cree separado y superior. Los pensadores más inspirados no han aceptado nunca una visión antropocéntrica tan estrecha, ya fuesen artistas, poetas, místicos o científicos. Giordano Bruno, Leonardo Da Vinci, Goethe, Galileo Galilei, Isaac Newton, Nicolás Copérnico y, en épocas más recientes, Albert Einstein nos han dejado grandes testimonios de su convicción de que el mundo, a pesar de ser misterioso en muchos aspectos, es intrínsecamente único y está lleno de significado y perfección.

Es la citada visión dominante la que está en crisis. Y ello impulsa la nueva consciencia de unidad, perfección y Amor. Están ya apareciendo novedosos comportamientos, actitudes y pautas culturales que son esencialmente nueva consciencia y aportan una mentalidad muy diferente de la materialista y egocéntrica. Psicólogos sociales, parapsicólogos experimentales, sociólogos, médicos e investigadores del cerebro están descubriendo un tipo diferente de percepción y de conocimiento en las personas, especialmente en los más jóvenes y en los niños: “consciencia integral”, “mente abierta”, “mente holotrópica”, “mente infinita”, o “mente sin límites”.

La consciencia ahora emergente confirma las reflexiones de numerosos pensadores. El sabio hindú Sri Aurobindo advirtió de la aparición y difusión de la que él llamó “superconciencia” (el tipo de consciencia que se alcanza en el samadhi, satori y estados similares de meditación) como signo distintivo de la próxima fase evolutiva de la consciencia humana. El filósofo suizo Jean Gebser ha definido esta fase como la llegada de la cuarta dimensión de la consciencia integral, que surge después de las anteriores fases de la consciencia: arcaica, mágica, mítica. El místico americano Richard Bucke describe esta fase como “consciencia cósmica”, que va más allá de la simple consciencia animal y la actual auto-consciencia humana. Y Chris Cowan y Don Beck han elaborado a propósito de todo esto un esquema de colores al que llaman “espiral dinámica”. Según esta concepción, la consciencia humana de la fase “estratégica-naranja”, materialista, consumista, que tiende al éxito, imagen, estatus, crecimiento irracional,… ha evolucionado a la fase “consensual-verde” del igualitarismo y la orientación hacia los sentimientos, la autenticidad, el acto de compartir, la tutela, la comunidad; y ahora se está volviendo a la fase “ecológica-amarilla” en la que nos concentramos en los sistemas naturales, la auto-organización, las realidades múltiples y el conocimiento. En el futuro, se llegará a la fase “holística-turquesa” de la individualidad colectiva, la espiritualidad cósmica y el cambio de la Tierra.

También las tradiciones espirituales hablan de la llegada de una nueva consciencia. Los antiguos mayas predijeron que la era inminente será aquella en la que el éter, el quinto elemento del Universo desde siempre desconocido, llegará a ser el que domine. Carlos Barrios, maya nativo, lo ha resumido así: “Los elementos tradicionales, aire, agua, fuego y tierra han dominado varias épocas del pasado, pero habrá un quinto elemento con el que ajustar cuentas en el tiempo del Quinto Sol: el éter”. El éter, puntualiza, penetra en todos los espacios y transmite ondas de energía en un amplio aspecto de frecuencias. Una importante tarea de esta nueva era será “aprender a sentir, a apreciar la energía en cada cosa, en todos y cada uno: personas, plantas, animales. Y esto se hace más importante a medida que nos acercamos más al mundo del Quinto Sol, ya que está asociado al elemento éter, el reino en el que la energía vive y fluye”.

De forma incidental, que no accidental, los físicos están descubriendo que el éter fue injustamente descartado hace un siglo, cuando fallaron los experimentos para medir la fricción que se preveía que éste causaba en la rotación de la Tierra. El puesto del éter no es reemplazado por el espacio vacío, el vacuum. Lo que los físicos llaman el quantum vacuum está muy lejos de ser espacio vacío: según las Teorías de la Gran Unificación es el campo unificado, el regazo de todos los campos y de todas las fuerzas de la naturaleza. Contiene una asombrosa concentración de energía y propaga y transmite información altamente esclarecedora. En la filosofía sánscrita e hindú, el éter era considerado el más importante de los cinco elementos, aquél sin el cual los otros no pueden subsistir. El éter era conocido como Akasha, el elemento que también conecta todas las cosas -el “campo akashico”- y conserva la memoria de todas las cosas, la “crónica akashica”. Actualmente, en forma de campo cósmico de energía e información, el éter recupera el estatus de preeminencia del que disfrutó hasta hace cinco mil años.

La nueva consciencia reconoce nuestras conexiones con el éter y con los campos y redes que configura y que nos interaccionan como especie y como Creación. Se trata de una consciencia akashica de pertenencia a la unidad que conformamos las personas, la naturaleza y el Cosmos. Es la consciencia transpersonal de los filósofos clásicos, predicha por los mayas y otras escuelas espirituales, apoyada por los descubrimientos de la más avanzada frontera científica y cada vez más extendida en una nueva Humanidad que se sabe perfecta y "ve", a su vez, la Perfección del Todo.

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