Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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14/11/09

La Creación y el "Big-Bang"

Conforme a lo adelantado en la entrada Noviembre 2009: Conferencia, actividades e intervenciones públicas, de fecha 1 de noviembre, en la mañana de hoy continúo impartiendo el Taller de Espiritualidad para Buscadores (ver entrada Taller de Espiritualidad: Módulo 1, de 18 de septiembre).

En él seguiremos avanzando en el discernimiento sobre la divinidad.

1. El Todo es Mente

Tomando como base lo expuesto en el Blog el pasado sábado 7 de noviembre (Discernimiento sobre la divinidad: Taller de Espiritualidad) y admitida la capacidad de la inteligencia humana para discernir sobre la divinidad y sus atributos, lo primero a subrayar es que indagar sobre lo divinal significa hacerlo sobre una realidad sustantiva y sustancial situada fuera de lo que nuestros sentidos físicos perciben y de la que el ser humano se percata de manera sensitiva, intuitiva e inspirativa (toma de consciencia y acción del Yo profundo), de un lado, y por medio de la investigación científica, de otro. Hace miles de años, Hermes Trismegisto lo compendió con maestría: “más allá del Cosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la Realidad Substancial, la Verdad Fundamental”. Y en la actualidad, tanto las religiones como la ciencia se refieren a ella, aunque se le asignan distintos y variados nombres: Espíritu, Energía, Fuerza, Esencia Subatómica, Identidad Universal,… .

Ante lo cual emerge una pregunta clave: ¿de qué está hecha o en qué consiste esa realidad substancial?. El intento de responder a este interrogante obliga a replantearse lo que entendemos por “real”. Un terreno en el que la ciencia contemporánea ha dado un sensacional salto cognoscitivo al desvelar que en el núcleo del mundo material y cuanto lo compone hay una realidad inmaterial de carácter subyacente.

Esta nueva forma de comprensión de lo real tuvo pioneros como Herbert Spencer, que en el siglo XIX defendió la existencia de una “energía infinita y eterna de la cual proceden todas las cosas”, o Nikolas Tesla, que décadas después explicó como en la raíz de lo material hay una realidad no física que se expresa como vibración; la cual, a su vez, tiene su origen y razón de ser en la plasmación mental de la consciencia. A lo que después se sumaron científicos como Jeffrey Satinover: “la materia, sea lo que fuere, no tiene nada en esencia; es completamente insustancial; lo más sólido que se puede decir sobre ella es que se parece mucho a un pensamiento; es como una pizca de información concentrada”.

Gracias al trabajo de muchos científicos como ellos y a las repercusiones de la física cuántica, en esta primera década del siglo XXI se empieza describir la realidad substancial de cuanto existe como energía vibratoria o vibración –así lo sostiene, por ejemplo, la Teoría de Cuerdas- provocada o asociada a alguna manifestación mental, sea consciencia, información, idea o pensamiento. Por lo que, siguiendo al físico Fritjof Capra, “no resulta inverosímil pensar que todas las estructuras del Universo (desde las partículas subatómicas hasta las galaxias y desde las bacterias hasta los seres humanos) sean manifestaciones de la dinámica autoorganizadora del Universo, que hemos identificado como la Mente Cósmica”.

Por tanto, desde este replanteamiento científico de lo real, el interrogante acerca de qué está hecha y en qué consiste esa realidad substancial tiene una respuesta contundente: es vibración originada por algún tipo de fenómeno mental de características cosmogónicas. ¿Sorprendente?. No tanto. Primeramente, porque las nuevas fronteras científicas dibujadas por la revolución tecnológica, en general, y el mundo de la realidad virtual en particular, ofrecen recursos hasta hace poco impensables para comprender tal respuesta. En segundo lugar, porque coincide exactamente con lo enseñado hace miles de años por sabidurías arcaicas -recuérdese El Kybalión: “el Todo es Mente; el Universo es mental”-. Y, por fin, porque usando el conocido principio de reciprocidad o correspondencia –“como es arriba es abajo; como es abajo es arriba”- y siendo la mente lo más primoroso y poderoso de la máquina humana (abajo), analógicamente ha de ser en la esfera divinal (arriba), lo que encaja con la convicción científica de que la realidad substancial tiene naturaleza vibratoria, con el establecimiento del origen de esta vibración en un fenómeno mental y con la percepción del Todo o Ser Uno como colosal Mente que siempre ha existido y existirá.

Desde luego, cuando se utiliza el principio de reciprocidad no se quiere indicar que el arriba y el abajo sean iguales, sino que presentan una analogía que puede ser indagada y comprendida por la inteligencia humana. A la citada analogía se refiere, por ejemplo, el Libro del Génesis cuando especifica: “Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creo (1,27)”. No se señala en este versículo que Dios y el ser humano sean iguales, sino que se usa una expresión, “imagen” (imagen de Dios, “imago Dei”), que nos conduce al ámbito de lo analógico. Y que, por cierto, se mueve también en la esfera de lo mental, pues en ella es en donde se inserta la noción de imagen. Por lo que en este pasaje bíblico se está haciendo mención a la presencia en la persona de atributos analógicamente semejantes a los divinos como consecuencia de un hecho crucial: la propia existencia del ser humano se gesta y permanece en la Mente divinal.

Por tanto, en el discernimiento sobre la divinidad resulta una tesis plausible, surgida de los razonamientos formulados y fundamentada en ellos, la descripción del Ser Uno (Todo, Dios,…) como Mente infinita y eterna. Con lo que mental es la Matriz y la Unidad donde todo existe y se sostiene; mental es el origen del Omniverso y su naturaleza intrínseca; y mental y vibratoria es la esencia innata de todos los cuerpos, objetos y seres que lo pueblan, en todas sus dimensiones. El resultado es un Cosmos armonioso y perfecto donde la vida fluye por doquier y la muerte es un imposible.

2. Las tres partes de un acto único: la Creación

Planteada la aproximación al Ser Uno como Mente infinita y eterna, con todo lo que conlleva, la siguiente cuestión a abordar debe ser cómo crea el Ser Uno y cuáles son las características y contenidos de su Creación. ¿Está el entendimiento humano en condiciones de acercarse a tamaño conocimiento?. Sí. Y lo está, nuevamente, mediante la aplicación de la humildad y del principio de analogía.

Para empezar, sabemos que la mente humana crea de manera natural, en razón de su constitución íntima. Pues bien, en su fenomenal escala de infinitud y eternidad, el Ser Uno crea de forma innata, por su propia Esencia; no por necesidad o requerimiento alguno, sino porque su Esencia es creadora (porque es Amor, como se verá inmediatamente). ¿Cómo exactamente?. Repasemos cómo crea mentalmente, en su modesto nivel, el ser humano. Sirva el caso del que escribe una obra literaria (verbigracia, Miguel de Cervantes y su celebérrimo Don Quijote de la Mancha). Desde Aristóteles y su teoría de la trama unificada –la trama consta de distintas partes con funciones independientes, pero que contribuyen, a la par, al todo narrativo-, la elaboración y composición de la trama suele ser divida en tres grandes partes: planteamiento, nudo y desenlace.

El planteamiento deriva de la concentración primigenia del autor de la que nacen los perfiles y características esenciales de los principales protagonistas, ambientes y situaciones. En cuanto al nudo, consiste en la expansión y desenvolvimiento del núcleo temático inicial, con el desarrollo del argumento y sus detalles y la aparición y despliegue de nuevos personajes, escenas y paisajes. Y, por fin, el desenlace, con el que se pone colofón a la trama y, a la vez, la obra se convierte en un todo narrativo, absorbido como unidad en la mente del autor y unitariamente plasmado en el libro que posteriormente se imprime y publica.

Extrapolando analógicamente al Ser Uno este esquema de base aristotélica, cabe sostener que en su Creación, aún siendo un acto único al estar fuera del tiempo, también pueden distinguirse tres acciones primordiales: Concentración (planteamiento), Expansión (nudo) y Absorción (configuración unitaria del todo narrativo tras el desenlace).

3. Concentración (“big”)

En lo relativo a la Concentración, su dimensión es colosal. No en balde, es la manifestación del estado de Consciencia Perfecta –“Soy el que Soy”- que caracteriza a la divinidad: absolutamente Consciente, completamente Concentrado en lo que Es, radicalmente en el Ahora e incondicionalmente Ocupado en Ser.

La Concentración es Quietud. El Ser Uno no “piensa”, ni “medita” o “acalla” la Mente. Simplemente, “Es”. Plenamente Consciente, permanece inalterable en “Contemplación” del Ser; sin otras referencias, ni criterios, ni parámetros que Él mismo, lo Único que Existe y Es.

Y la Concentración es Movimiento. La Quietud no es estatismo, ni aislamiento, ni indiferencia, ni resignación. En Concentración y Contemplación consciencial, el Ser Uno es el Movimiento mismo. Lo que se plasma en la “Emanación” de modo innato de “algo” que no puede ser conceptualizado, ni etiquetado, porque se trata de su “Esencia”. Y la Emanación de esta Esencia lleva asociada una gigantesca fuerza vibratoria que diversas tradiciones religiosas denominan “Verbo”.

Por tanto, “Soy el que Soy” es estado de Consciencia Perfecta. Por ello, Concentración absoluta, Quietud y Movimiento. Y el Movimiento es Emanación de la Esencia del Ser Uno, que lleva asociado el Verbo. Esta Emanación de la Esencia, a la que acompaña el Verbo, configura el Principio Único de la Creación, de cuanto es y existe. Es lo que la astrofísica moderna denomina “big” en el contexto del famoso “big-bang”. E incluye, en términos que serán analizados más adelante, tanto el plano de lo “No Manifestado” (que escapa a nuestros sentidos corporales) como el de lo “Manifestado” (del que parcialmente sí se percatan nuestros sentidos), también denominados “Omega” y “Alfa”, respectivamente, en diferentes escuelas espirituales.

Con relación a la Esencia divina, las distintas culturas y tradiciones espirituales la han cualificado con atributos como bondad, ternura, dulzura, misericordia, clemencia, magnificencia, benignidad, santidad, etcétera. Todo ello y mucho más, en dimensión inagotable e inconmensurable, es la Esencia del Ser Uno. Y la Esencia emana del Ser Uno como lo que Es: Amor integral, abnegado, sin predilección ni limitación de ninguna clase; Energía y Vibración infinitas; Espíritu divinal Puro.

En el plano humano, este Amor es el que emana, en nuestra escala, en las personas que elevan su grado de consciencia lo suficiente como para que la mente apague al piloto automático del ego y el Yo profundo asuma la dirección consciente, logrando la concentración –quietud y movimiento- en el verdadero Ser. Cuando esto ocurre, no damos otra cosa que lo que esencialmente somos: Amor. Concentrados en Ser, emanamos Amor y conectamos conscientemente la tridimensión en la que vivimos nuestra experiencia física con nuestra dimensión profunda y multidimensional, la que no tiene forma: Ser, Amor.

En cuanto al Verbo, está constituido por la fuerza vibratoria que la Emanación de la Esencia lleva asociada. El Movimiento es Emanación y a ésta le acompaña el Verbo, por lo que el Verbo está consustancialmente en el Principio Único de la Creación. Así se señala en el arranque del Evangelio de San Juan: “al principio era el Verbo; y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios” (1,1). Hay que repetir que el Verbo no es la Esencia del Ser Uno, ni su Emanación, sino la vibración anexa a la Emanación de la Esencia. Por esto, su frecuencia vibratoria no es infinita, como el Amor o Espíritu emanado, sino finita (Para facilitar la comprensión, en el resto del texto se utilizará esta diferenciación entre vibración infinita y finita, aunque científicamente hay que referirse a “modos de vibración”: así, el Amor tiene todos los modos de vibración y en todas sus amplitudes, mientras que el Verbo es la expresión concreta de un modo de vibración que se corresponderá -como se analizará después- a su mayor o menor condensación y, por ende, inferior o superior frecuencia vibracional).

También las personas que logran concentrarse en Ser y emanan Amor generan en paralelo una fuerza vibratoria de menor frecuencia que el Amor emanado. Incluso en el acto humano de pensar sucede lo mismo: como confirman los experimentos científicos, el acto de pensar se ve acompañado de la emisión de pequeñas vibraciones cuya frecuencia es muy inferior a la del pensamiento generado.

En resumen, el Ser Uno es estado de Consciencia Perfecta y Concentración Absoluta, Quietud y Movimiento. El Movimiento es Emanación de la Esencia del Ser Uno –Amor o Espíritu de Vibración Pura e infinita-, que lleva asociada el Verbo, una gigantesca fuerza vibratoria, pero de frecuencia finita. Y la Emanación de la Esencia, acompañada del Verbo, configura el Principio Único de la Creación.

4. Expansión (“bang”)

En el caso del ser humano, la concentración del autor literario (Miguel de Cervantes, en nuestro ejemplo) está indisolublemente unida a la expansión de la idea: la concentración deviene en explosión del pensamiento (el nudo de la trama, el desarrollo del argumento de la novela y sus detalles). Pues bien, en la escala divinal, el Amor o Espíritu emanado y el Verbo asociado se despliegan y expanden de manera natural en el Ser Uno y exclusivamente en su Ser, Mente infinita y eterna, pues es lo único que Existe y Es. Se trata del “bang” que completa el binomio formulado por la astrofísica contemporánea.

¿Cómo tiene lugar exactamente tal expansión?. Concretamente, el Verbo se despliega en la Mente como energía vibratoria de gradación finita. En cuanto al Amor o Espíritu, se expande también en la Mente como energía de frecuencia vibratoria pura e infinita; y en un momento presente continuo en lo que lo eterno se desenvuelve.

El despliegue del Amor en la Mente divinal es lo que distintas escuelas espirituales refieren como Pensamiento Divino. Pero no es pensamiento; es mucho más. Es el Espíritu o Amor Incondicional, la Esencia del Ser Uno emanada y expandida (se podría sintetizar indicando que la Esencia funde y el pensamiento con-funde). En nuestro plano, es lo que acontece en el caso de las personas en las que el Yo verdadero ha tomado el mando: el Amor que despliegan no es pensamiento u objeto mental, sino una energía mucho más honda, intensa, esencial. Algunas investigaciones científicas se acercan a este hecho cuando hablan de “energía de ondas de torsión”, porque la Esencia emanada, Espíritu o Amor, se expande en la Mente del Ser Uno, donde Todo existe y se sostiene, distorsionando precisamente ondas de energía.

En cuanto a la expansión del Amor o Espíritu en un momento presente continuo, éste, el momento presente, sólo cambia su forma, su dimensión superficial, pero no su esencia subyacente, que es inmutable; por lo que hablar de algún momento o de ningún momento, es meramente una ficción mental. Esto enlaza con la conclusión que Stephen Hawking recoge en su Historia del tiempo (Crítica; Barcelona, 1988) -en la página 156 relata cómo renunció a exponérsela a Juan Pablo II, cuando éste le solicitó que no indagara sobre el “big-bang”-: “la posibilidad de que el espacio/tiempo fuese finito, pero no tuviese ninguna frontera, lo que significaría que no hubo ningún principio, ningún momento de Creación”. El momento presente en su forma superficial es espacio-tiempo finito, pero en su esencia subyacente es el ahora y el espacio sin frontera, en expresión del físico inglés. Realmente, como señala Hawking, la Creación no ocurrió en ningún momento. Lo que no la refuta, sino que explica su espectacular dimensión: la Creación es Consciencia, Concentración, Momento, Ser en el Ahora eterno.

En definitiva, el Espíritu o Amor que emana el Ser Uno se despliega de manera natural por todo su Ser, Mente infinita y eterna, y exclusivamente por su Ser. Por lo mismo, se configura y expande como energía mental de frecuencia infinita, aunque le acompañan enormes corrientes vibracionales de frecuencia finita: el Verbo. Y el despliegue se produce en un momento presente continuo cuya esencia subyacente es el ahora eterno y el espacio infinito y sin frontera, aunque en su forma o dimensión superficial se perciba como espacio/tiempo finito.

Ahora bien, los planos que acaban de ser referidos son una Unidad y no hay separación, división ni fragmentación alguna entre ellos. Ciertamente, el Amor emana del Ser Uno y se despliega como energía vibratoria (ondas de torsión) de frecuencia infinita y en un momento presente continuo, intemporal, eterno. En cambio, el Verbo es frecuencia finita y se expande en espacio/tiempo finito, configurando la forma o dimensión superficial del momento presente. Pero estos planos son una Unidad indisoluble en el Ser Uno, lo único que Es y Existe, y su Creación.

5. Absorción y Unidad

Retomando la teoría aristotélica de la trama, en el caso humano, tras el planteamiento y el nudo, deviene el desenlace y, con él, la conformación unitaria del todo narrativo. Aplicándolo analógicamente al nivel divinal, puede afirmarse que, aún siendo un acto único al estar fuera del tiempo, el estado de Consciencia y Concentración que actúa de Principio Único (planteamiento; “big”) y el Despliegue o Expansión del Amor Incondicional que emana de la Esencia del Ser Uno y del Verbo que lo acompaña (nudo; “bang”) configuran una “Unidad” que todo capta y en la que todo se encuentra -de ahí que también se le denomine “Absorción”- y en la que está incluida el propio “Desenlace” creador.

En este orden, con relación a la Unidad o Absorción ocurre lo mismo, en su dimensión, que en la obra literaria humana, donde el todo narrativo surge de la mente del autor y es una unidad en su mente, en la que se ha generado y se mantiene. Del mismo modo, Todo permanece y se sostiene en la Mente infinita y eterna, en el Ser Uno, y es una Unidad con la Mente misma.

En cuanto al Desenlace, la dimensión infinita y eterna del Ser Uno hace que no exista tal en términos de conclusión de la trama, sino como una constante Expansión sin principio ni fin: la Consciencia y Concentración (“big”) y el Despliegue o Expansión del Espíritu o Amor y del Verbo que configuran la Creación (“bang”) se desenvuelven de manera tal que la Creación actúa también de Creador a través de la expansión de la consciencia de lo Creado. Es un símil bastante tosco, pero sucede como si de la cabeza del autor literario (Miguel de Cervantes) surgieran personajes (Don Quijote) que compartieran su esencia (capacidad mental, en este caso) y, al adquirir consciencia de ello, elaboraran real y fehacientemente otras obras literarias, expandiendo la original (una especie de juego de rol, donde sobre la marcha, viviendo el presente, todos y ninguno establecen el guión y, a su vez, generan nuevos personajes, humanos o no).

En la escala divinal, no hay división entre Creador y Creación, que se fusionan en el Ser Uno. Como se examinará con más detalle en el próximo capítulo a propósito del alma, la dinámica divinal es tanto “de arriba hacia abajo” como “de abajo hacia arriba”. La Consciencia (Perfecta en el caso del Ser Uno) desencadena, a través de la Concentración Absoluta, la Emanación de su Esencia, que se ve acompañada del Verbo; y el Espíritu o Amor (Esencia divina, vibración pura) y Verbo (vibración finita) se expanden configurando la Creación en todo su esplendor. Y, como se verá, también la consciencia (la toma de consciencia) en las esferas vibratorias finitas dimanadas del Verbo provoca el aumento de su rango vibracional hacia las escalas propias del Espíritu, con lo que energética y vibracionalmente se elevan y tienden a ser absorbidas en la Vibración Pura de la Esencia.

Esta indisoluble identidad entre Creador y Creación, por lo que la Creación es, a la vez, Creador, explica otra posible traducción del ya mencionado versículo 3,14 del Libro del Éxodo -”Yo soy el que soy”- que, sobre la base de que “Eh-yéh” deriva del verbo hebreo “ha-yáh” (llegar a ser, resultar ser), significaría “Yo resultaré ser lo que resultaré ser”. Y el pasaje seguiría ordenando Dios a Moisés lo que ha de decir a los hijos de Israel: “Yo Resultaré Ser me ha enviado a ustedes”. El “Yo Soy” y el “Resultaré Ser” se funden en el Ser Uno, Creador y Creación; y esta fusión hace que la Creación sea Creador: Creador&Creación.

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