Décimo cuarta jornada. 14:22 horas. Complejo
aeronáutico de Nairda
- ¿Cuál es tu opinión? – preguntó Pitt.
- No sabría decir exactamente,
aunque todo apunta al destructor.
Ambos estaban barajando posibilidades sobre el problema que acució a
Jano a cuatrocientos mil pies de altura. Permanecían en la entrada de la
habitación doscientos siete con la puerta abierta. Las evoluciones del enfermo
no perdían detalle a los ojos examinadores de Pal.
El
aparato seguía sin aparecer y la búsqueda del mismo había cesado. Era un suceso
inexplicable, pero no emplearían más recursos logísticos ni personales en algo
que tendría que asumirse, aunque fuera la primera vez que ocurría. De igual
modo dio una orden concreta al departamento de ingeniería: elaborar un nuevo
sistema de rastreo y localización novedoso que solventara en el futuro
circunstancias similares. Aquello no debía haber pasado ni debería volver a
suceder, pues los de arriba no se lo habían tomado a broma.
- Creo que este chico tropezó
con el monstruo personal que le rompe por completo las normas del vuelo. El
gran destructor ha salido de su guarida – terminó cariacontecido.
El
experto instructor era un excelente conocedor de las tremendas limitaciones que
ese ogro espeluznante podía mostrar. Un enemigo fiero y temido por muchos;
difícil de aniquilar; duro de combatir; con garras sólidas que atenazaban, sin
perforar, el más potente de los blindajes: el Amor.
- Pal – continuó
tras la breve reflexión – ¿Le hablaste de él en algún momento?
- Estoy segura Pitt. Nunca me
olvido de ello. Quizá tendría que haber puesto más énfasis e hincapié, haber
sido más directa y menos sutil, pero estoy absolutamente segura de haberlo
mencionado.
- No importa. Lo hicieras como
lo hicieras, no lo captaría. Él tenía que enfrentarse a su escollo en algún
momento, y ese momento ha llegado.
- ¿Te encargas tú del
destructor?
- Déjalo de mi cuenta
querida; al parecer es mi especialidad. Tenme al corriente de su evolución.
Un
par de besos en sendas mejillas formó la despedida. Pitt marchó con paso lento,
enfundado en su mono de vuelo color naranja, hasta el final del largo pasillo,
donde desapareció. Pal cerró la puerta. Dispuso la bandeja del almuerzo con
cuidado de no producir ruido alguno; comería y aprovecharía para descansar un
rato.
Décimo quinta jornada. 02:16 horas. Complejo aeronáutico de Nairda.
Después de haberse sumido en el profundo y reparador sueño, resurgía del
letargo impuesto por los millones de células que reclamaron el tiempo
suficiente para una adecuada, laboriosa e inmediata regeneración.
Pal
tumbada, yacía a dos metros de distancia. Eso le reportó más tranquilidad,
confianza y serenidad. Todo lo que por el momento creía necesitar.
- ¿Pal? – advirtió en un
mejorado tono sin agudeza –. ¿Estás despierta?
- Reposaba – contestó
incorporándose – ¿Necesitas algo?
La
miró de soslayo, con los ánimos suficientes para ofrecer su mano izquierda
reclamando el apoyo. Ella la cogió en su regazo al acomodarse en una silla de
patas niqueladas con asiento y respaldos tapizados en algún material brillante
de color negro, al tiempo que tocaba un interruptor de color verde que no
estaba al alcance del paciente.
- Pal, ya sé qué pasó –
decía con la voz entrecortada – Pensé que no lo conseguiría. Eso fue lo que
paso. Negué con mi pensamiento el propósito del vuelo. Al llegar a la cota de
los cuatrocientos mil pensé que pasar entrañaba peligro; que no encontraría
aire para la combustión. Por eso se paró el motor. Fallé en la primera regla.
Creo que tendré que empezar de nuevo todo el proceso – concluyó rebosando un
par de lágrimas procedentes de la desesperación.
- No Jano, no creo que fuera
eso exactamente. Pero no es el momento de ello, necesitas reposo y descanso. No
te anules con esas divagaciones. Intenta dormir algo más. ¿Tienes hambre?
- Sed.
Alcanzó un vaso ya preparado con un absorbedor hasta sus labios de forma
que no tuviera que incorporar la cabeza. Aspiró con dificultad. Lo hizo por un
espacio de varios minutos, hasta casi dejar vacío el recipiente.
Pitt
entró en la doscientos siete, despacio, sonriente.
- ¿Cómo está nuestro
muchacho?
- Intentando recriminarse el
accidente.
- Bien Jano. Sea lo que
imagines o pienses que ha ocurrido, has de dejarlo para más adelante. Mañana,
según el doctor, el efecto de los calmantes habrá cesado. Entonces, tu
raciocinio estará en buenas condiciones para ejercer – informaba procurando ser
entendido, mientras le hablaba de cerca desde el otro lado de la cama,
asiéndole suavemente del hombro.
- Pitt siento lo del avión…
- El 104 no es lo importante
en estos momentos – cortó drásticamente –. Jano, escúchame con toda la atención
que te sea posible. Necesitas seguir descansando. Mañana podremos hablar de
cualquier cuestión. ¿Entiendes?
Movió ligeramente la cabeza confirmando la solicitud realizada. Pal, con
un pañuelo de papel, limpió con sutileza el reguero brotado de los lacrimales
de su ex alumno. Los tres permanecieron durante breves instantes en silencio.
Jano volvió a cerrar sus ojos. No dormía en esta ocasión. Reposaba pensando las
palabras escuchadas. Procuró, dentro de lo que su estado le permitía, localizar
la suficiente cordura para cotejar acertadamente el discurso de Pitt. Sabía que
él nunca decía nada sin sentido. Decidió creerle.
Una
enfermera entró, acompañada de una jeringuilla con veinte mililitros de un
relajante muscular, solicitando dejaran la habitación libre unos instantes. La
introdujo en el gotero, regulando la cantidad del suero que debería entrar en los
vasos sanguíneos a través de la vía instalada en su brazo derecho. Aumentó la
dosis. Inmediatamente Jano recibió el efecto. Dejó de analizar procurando un
nuevo reposo a todo su magullado cuerpo. Acto seguido le descubrió procediendo
a untar la crema recetada para las magulladuras. Observó que el tejido
recuperaba con rapidez su textura. Las células estaban realizando un trabajo de
reconstrucción formidable. Anotó los detalles en el informe colgado al pie de
la cama y se retiró.
- Al menos dormirá otras doce
o dieciséis horas, como mínimo – informó la chica de impecable uniforme blanco –.
Mañana, por el aspecto que evidencia sus heridas, puedo asegurar que estará en
muy buen estado. Será mejor que le dejéis reposar – culminó partiendo hacia la
habitación siguiente.
- Gracias Nunsi. Si hubiera
alguna novedad infórmanos inmediatamente.
- Así se hará, como siempre.
Descuida, Pitt. Buenas noches.
Pal
monitorizó la cámara de vigilancia para que en el recibidor de enfermería pudieran
controlar sus movimientos, al igual que hacían con el resto de sus constantes
vitales. Abandonó las instalaciones reiterando el interés por los resultados de
cualquier evolución al personal sanitario de vigilancia. Luego marchó junto a
Pitt. Les esperaban en el hangar cincuenta y cuatro.
A
su llegada, Susué, el jefe de ingenieros de diseños y seguridad en vuelo, los
recibió adjuntándoles en mano el informe.
Eran evidentes los resultados tras los análisis realizados al uniforme
de vuelo de Jano en el momento del accidente. Las distintas capas de sudor que
impregnaron el tejido mostraban, rotundamente, la aparición del destructor. La
escala mostrada por el gráfico no reportaba el mínimo error. Las dudas habían
desaparecido, si quedaba alguna. Pitt preguntó sobre el resultado en los
anteriores análisis realizados, tanto en los asientos de las cabinas donde Jano
había volado, como en el resto de uniformes usados. Susué, un hombre avezado en
su profesión manifestó, con claridad rotunda, que en ningún instante hubo
atisbos del mismo. El procedimiento no había detectado con anterioridad al
destructor, excepto el aporte de una insignificante muestra escaneada en el
asiento del Starfigther el día en que sufrió la parada de motor en el
aterrizaje sobre Ís. Pero los datos mostrados no podían definirse exactamente
como señales evidentes de la aparición del destructor, aunque sí tenía ciertas
similitudes. No obstante, aquello estaba dentro del margen adecuado de los
protocolos de seguridad establecidos como algo irrelevante. Por tanto, no
informó de tal hecho. Pitt aceptó las circunstancias mostrando reticencias, e
insinuó que sería bueno revisar esos márgenes de seguridad ampliándolos. No
quería que volviera a repetirse una circunstancia similar. A partir de aquel
momento, toda muestra del destructor, por irrelevante que fuese, o por
insignificante que pudiera parecer, debería ser reportada a la mayor brevedad
posible. Sin demoras.
- Bien, Pal – dijo Pitt –,
mañana en cuanto Jano se levante empezaré con él. Imagino que tendrá que
permanecer varios días ingresado, pero el destructor ha de ser atacado y
aniquilado antes de que salga de la enfermería. Te necesitaré en algún momento.
Procura estar disponible, quiero concluir este caso cuanto antes. Nos hemos
tropezado con uno de los peores.
- ¡¿Qué vas a decirme, si el
mío era similar?!
- No querida, éste es aún
peor; lo digo por experiencia. Quien no ha experimentado al destructor en su
más alta faceta y cota, no conoce el peor de los inconvenientes para el vuelo –
manifestó contundentemente –. Lo tuyo era sentimental, difícil evidentemente,
pero reparable con grandes dosis de Amor y afecto. Esto es distinto. Esto es la negación de lo esencial, y ello, créeme,
es lo peor que podría experimentar cualquier Ser que Existe. Es justamente,
como bien deberías saber aún sin haberlo experimentado en tus carnes, como a él
le ha podido suceder, la negación de la realidad, el tormento de la
imposibilidad, la esencia de la inexistencia, el furor de la oposición a la
verdad. Creer en el monstruo es creer en la imposibilidad; es simplemente no
creer, no saber, no poder, no volar, no Ser.
Pal, quedó sumida en una profunda reflexión ante las palabras
contundentes del sabio instructor. Tenía mucha razón. Debería tenerla para
haber hablado con tal contundencia. Y quizá, ella nunca prestó la suficiente
atención a tal circunstancia. Reflexionó tomando una decisión inmediata:
documentarse al respecto sería el mejor apoyo que podría ofrecer a la petición
de ayuda de su jefe, y al avance definitivo del que parecía ser, aún, su
alumno; aunque él, ya hubiese aprendido las normas vitales del vuelo, las que
le conducirían a la felicidad, a alcanzar el culmen de sus propósitos.
Posdata:
En el artículo del día 1
de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre.
III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una
serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el
80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de
esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la
Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en
tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas
maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que,
con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis
tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una
formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os
habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas (Rosario
y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su correo
profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es
Para las
actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
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