El respeto loable y exquisito que empieza a exhibir nuestra
sociedad para con minorías de diferente orden, se echa en falta con respecto a
los valedores de una salud y medicinas complementarias o integrativas. Aún con
todo el reconocimiento por el ánimo institucional de salvaguardar la salud
colectiva, aún con toda la consideración por el esfuerzo de vacunación a gran
escala, no pensamos que es el “parche” (vacuna), ya casi obligado en el caso de
Francia, lo que nos sacará definitivamente de esta hora difícil. Vendrán otros
virus, otras calamidades diminutas y grandes (cambio climático).
Al país de Louis Pasteur, a la entera humanidad, le resta
reencontrarse a sí misma, en el retorno a lo sencillo y viable; en el cuidado
de su alma y cuerpo colectivos. Al presidente de esa nación le falta reconocer
cuando con esa "ciencia e ilustración" fuimos demasiado lejos,
caminamos en exceso solitarios, sin tiento, sin atención a la Tierra y su
armonía y leyes y comenzamos a olvidar lo natural, sostenible y por ende hermoso.
Ya más en casa, sorprende igualmente el acoso al que están
siendo sometidos las fuerzas y movimientos que disienten del enfoque oficial
con respecto a la crisis de la pandemia. Esta persecución no tiene precedentes.
La tesis y el discurso oficial, por muy mayoritarios que sean y lo son, bajo
ningún concepto pueden intentar ahogar una muy legítima y franca disidencia.
Podemos no comulgar plenamente con los postulados de la gran
manifestación del pasado sábado 24 de Julio en Donostia, convocada bajo el lema
de “Osasuna eta Askatasuna”, pero no se merecen ni ese silencio informativo, ni
esa persecución ahora con una injusta y a todas luces excesiva amenaza de
multa. El esfuerzo institucional de salvaguardar la salud de los ciudadanos no
puede ser a costa de libertades. La Ertzaina, en particular, y el Gobierno
Vasco, en general, no deberían persuadir en este hostigamiento sobre quienes
albergan otro enfoque de la salud y la enfermedad. Nuestras avenidas son lo
suficientemente anchas como para no tener que compartir necesariamente asfalto
con quienes no desean inyectarse la vacuna. Las diferentes sensibilidades ante
la enfermedad, los diferentes enfoques para superarla, han de convivir en
armonía, al igual que esa sana convivencia entre diferentes se va instalando en
otros ámbitos sociales.
Las libertades que juntos y juntas hemos conquistado, no
pueden limitarse con el argumento, en exceso magnificado y manido, de
salvaguarda de la salud colectiva. Es un mínimo compromiso que debemos a tantos
y tantas que vertieron su sangre y cayeron por ellas. La expresión de la
pluralidad de enfoques sobre la salud y la crisis que atenaza al conjunto de la
humanidad es un derecho por el que tiene que velar nuestra sociedad moderna. En
el respeto a este género de disidencia, cada vez más numerosa, también nos jugamos
democracia y modernidad.
Quien piensa que el “pincho” no es la definitiva solución,
quien opina que la vacuna no es por lo menos la exclusiva defensa ante el
virus, quien defiende que una vida natural más respetuosa con la Tierra nuestra
Madre, nos proporciona un escudo más poderoso ante esa y otras enfermedades, ha
de ser respetado en todo su derecho de expresión y manifestación.
Durante tiempo tratamos de calmar una extendida inquietud que
proclamaba que la vacuna terminaría siendo obligatoria. La historia no vaya a
dar tristemente la razón a ese alarmismo. La batalla ante el virus no la
terminará de ganar una salida cortoplacista, ni la coacción que merma
libertades y que obvia el verdadero origen de la crisis, cuál es la destrucción
de la Naturaleza, sino el fomento de una nueva cultura de respeto y cuidado de
la Naturaleza grande y pequeña, de la Tierra nuestra Madre y de nuestros
cuerpos.
Hemos de considerar la refundación de una nueva civilización
sobre otros valores de sostenibilidad, austeridad y solidaridad. Cada vez más
ciudadanos y ciudadanas sentimos que es el retorno paulatino a una vida más
sencilla y natural lo que en verdad nos puede devolver la esperanza colectiva,
lo que puede garantizar futuro para las próximas generaciones.
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Autor: Koldo
Aldai (koldo@portaldorado.com)
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