- Ese no es el sentido. Has tomado
literalmente mis palabras sin extrapolarlas a las circunstancias. En el caso
concreto que expones, por supuesto que has de interferir, ya que has de
procurar que tu hijo, tu supuesto, sea feliz, y desde luego ese no sería el
camino. Pero, la plasmación del Amor en
esta condición se fundamenta en el hecho de no enjuiciar o criticar los actos o
el pensamiento de cada Ser. Has de aceptar, sin interposición, esa condición
inherente e individual. Sólo tienes que considerar que las críticas y juicios,
las valoraciones y las comparaciones, no ayudan a la evolución hacia el Amor,
pues establecen límites. Si recibes una crítica gratuita, tendrás que evaluar
si en realidad ello es coherente, o el fruto de un puro chisme o cotilleo, o la
deriva de la envidia. Fíjate en esta frase lapidaria: No juzgues y no serás
juzgado, no critiques y no serás criticado. Insisto: deja Ser, deja hacer, deja
tener. Acepta que lo que es, es, sin más; contémplalo así, sin añadidos o
componendas. No establezcas limitaciones en la libertad individual. Distinto es
trabajar por el bien común para producir felicidad. La crítica es una manera de
negar el Amor, no la contraposición. ¿Captado ahora?
- Bueno– decía Jano meditando
–, entiendo entonces, que el uso del Amor
implica aceptar las decisiones del otro, dejando ser su libertad y pensamiento,
independientemente de que me guste o deje de parecer correcto. En resumen: Amor
es sinónimo de libertad y viceversa. ¿No?
- Perfecto – concluyó
aplaudiendo –. Perfectamente definido. Ha sido una conclusión brillante a las
cinco y veintidós minutos. A este ritmo obtendrás matrícula de honor. Sí señor,
me ha gustado. ¿Vamos a por otra?
- Dejemos que el Amor se
describa con detalle –manifestaba alegremente él, dispuesto a todo –.
Conozcámosle, en toda su plenitud.
- Lo siguiente, es una
circunstancia que habrás podido contrastar en tu propia experiencia: algo que
hemos observado en tu proceder y que alguna vez te he mencionado, si no
recuerdo mal, pero que no fue en tono de crítica, sino de advertencia, para que
pudieras captar la realidad de algún evento en el que estabas envuelto –
disertaba Pal con precaución no queriendo hacerle sentir molesto, aunque ya
dudaba de eso habiendo superado todas las clases y aprendido las normas de
vuelo –. Mira hacia atrás en tu recuerdo e indaga lo siguiente: ¿Puedes
recordar aquellas cotas de impaciencia que mostrabas?
Se
produjo una breve pausa en la conversación. Jano buscaba en su memoria
respuestas a la solicitud. Los hechos se extrajeron con facilidad ya que
estaban muy presentes: Algunos eran ciertamente agobiantes, otros más bien
pasajeros, mientras un grupo concreto de ellos encajaban en el formato dedicado
a la búsqueda de respuestas y lógicas que ahora iba componiendo el
desconcertante puzle que recibió a su llegada, aquel día, ya casi lejano, en
que aterrizó ensangrentado y dolorido en medio del trigal de Nairda.
- Tan sólo necesitaba un simple
sí. No obstante, la conclusión que extraes es de lo más positivo. El percibir
que el uso de la impaciencia no es la herramienta más fructífera constata un
paso firme en tu personal evolución. En definitiva: la impaciencia no posee una utilidad, ya que es la manifestación
práctica de la pre-ocupación, no de la ocupación del instante. De nada sirve y nada aporta el impacientarse
o pre-ocuparse por algo que no sabes si ocurrirá o no, si conseguirás o no,
pues el hecho fundamental del Amor es
la confianza en el mismo sabiendo que todo en Él es posible; todo llega en su
momento y todo es perfecto en tu existencia. La impaciencia, querido Jano –
decía con delicadeza –, es, como ninguna
otra, la característica más evidente de no vivir en el Amor, dado que el Amor
es paciente, benigno, dulce y acogedor, entre otras muchas aseveraciones
precisas que sólo aportan felicidad. Por tanto, todo aquello que no ofrezca tal
resultado simplemente corresponde al uso incorrecto del Amor y estarás viviendo
en el pasado con pre-ocupaciones, o en el futuro con im-paciencia. Pero si
vives en el Amor, lo haces en paz y siempre en el presente, cuestión muy
importante, pues para el Amor, al que todo es posible, Es en tiempo real lo que
será en el futuro tal como lo has pensado en presente: en Amor, en tu Ser, en
libertad, sin la coacción de las pre-ocupaciones o la im-paciencia.
¿Captado?
- Tanto, como oscura es la
noche.
- Por cierto, ya que lo
mencionas ¿Sabes cuál es la hora más oscura de la noche?
Ciertamente desconocía la respuesta. Imaginó que la pregunta tendría
alguna derivada de la cual extirpar alguna enseñanza. Indagó en cada una de las
horas nocturnas, lo que tendría que depender de alguna especial condición que
se le escapaba. ¿Podría ser que unas noches fuesen más ocurras que otras?
¿Dependería de los solsticios? Como si escanease un disco duro y ocupada
activamente en el control del vuelo al mismo tiempo, su mente escarbaba en
busca del dato solicitado. Al pronto, su mirada quedó fijada en el radar
meteorológico que, hasta entonces, permanecía marcando un haz verde de ciento
cuarenta grados donde se comenzaba a trazar bancos de intensos rojos naranjas y
azules: la señal de tormentas que encontrarían de continuar con el rumbo
actual. Recordó que empezó a prestar atención al radar cuando las dos lunas en
su rotación desaparecieron. Entonces extrajo la conclusión.
- Lo tengo Pal. Son aquellas
que transcurren con la desaparición de las lunas. ¿No?
- No y sí. Sí, porque vas
encaminado. No, porque en realidad la más oscura siempre es la anterior al
amanecer independientemente de que esa noche las lunas estén o no visibles. Es
la influencia de la irradiación solar sobre la superficie terrestre durante el
día, que va disminuyendo conforme aumenta la noche, independientemente del
efecto lunar, de tal manera que la hora más oscura es justo la anterior al
amanecer. ¿Lo entiendes?
- Sí
y no. Sí a la explicación científica. No porque no sé a cuento de qué viene esa
pregunta dentro del contexto. ¿Qué tiene que ver esto con la impaciencia?
- ¿No lo captas?
- En realidad no – asintió él
sin meditar, de forma autómata –, y por si no lo has percibido la tormenta
ocupa una gran parte de la pantalla.
- Estoy atenta a la evolución
del vuelo y a la clase práctica. ¿Dónde estás tú?
- Más bien estoy pensando cómo
evitar ese estratocumulonimbus.
- ¿Estás pre-ocupado o im-paciente?
- No sabría decir – contestó
sinceramente –. Estamos a noventa mil pies y perdemos altura rápidamente. Esa
tormenta se extiende desde los setenta mil hasta los treinta mil pies cubriendo
un área de cincuenta millas aproximadamente. Dentro de poco, veinte minutos a
lo sumo, tropezaremos con ella si no cambiamos el curso. Otra cuestión, por
cierto: Ís, según longitud y latitud marcada por el GPS, está justo debajo de
esa gran tormenta. Hagamos lo que hagamos, presumo que nos mojaremos a menos
que aterricemos en alguna pista alternativa. ¿Pre-ocupado o im-paciente? No.
Quizá algo inquieto – pronunció desafiantemente chistoso –. ¿Cómo quieres que
esté ante el monstruo atmosférico que se nos avecina, Pal?
- Recibido. ¿Hay opciones? –
recabó con presteza.
- Dos. Una: recuperamos el
descenso. Eso nos da un margen de veinte mil pies, suficiente para sobrevolarla
manteniendo una velocidad de no más de cien nudos y un régimen de descenso que
no exceda los trescientos cincuenta pies en ningún instante. En una hora
estaríamos al otro lado, quizá en menos, pues la tormenta avanza en sentido
contrario al nuestro a buen ritmo. Es la mejor alternativa. La otra es provocar
un picado con todos los flaps fuera que provoque los dos mil pies por minuto
esperando que la velocidad se controle sin sobrepasar los márgenes de
seguridad, la evitaríamos pasando por debajo de la misma.
- Hay otra solución. ¿La
adivinas?
- Sí, la más cómoda:
mantenernos lo suficientemente lejos en altitud y esperar a que pase. Pueden
ser dos o tres horas.
- Eso sería actuar ajeno a las
circunstancias, sin confrontarlas, dejando que pasen. Seríamos el efecto, no la
causa. Y tú, no eres precisamente cobarde…
- No entiendo adónde quieres ir
a parar, Pal. ¿Qué insinúas? – concluyó alerta. El agotamiento de hace unos
momentos había desaparecido.
- Recapitulemos. ¿Cuál es el
tema central de la noche? – preguntó en el curso de tiempo en el que perdían
noventa pies.
-
Hasta que apareció éste monstruo de la naturaleza, descendíamos plácida
y armoniosamente hablando del significado concreto del Amor, aunque nos
quedamos pendiente de aclarar qué tiene que ver la impaciencia con la hora más
oscura de la noche. ¿Satisfecha Pal? Tenemos que tomar una decisión, es
importante, o al menos me lo parece.
- Ahí quería llegar, a la
decisión del cambio: la tercera circunstancia pendiente de abordar. Resulta que
te encuentras navegando dentro del Amor, usándolo correctamente de acuerdo a
cada una de sus características, disfrutando, siendo feliz, pero de pronto
aparecen irremediablemente las consecuencias producidas por el mal uso del
mismo: esta particular tormenta, un estratocumulonimbus que es la peor de
todas. ¿Qué hacer, desviarse? Entonces descaradamente nos convertimos en el
efecto de lo exterior, no en la causa de aquello que queremos Ser, hacer y
tener. ¿Te gusta lo que refleja la pantalla del radar?
- No es muy agradable – respondió
Jano desconcertado –. La verdad sea dicha, Pal, pero seguimos acercándonos
peligrosamente. Estoy en tus manos, la decisión es tuya, Tú mandas.
- ¿Confías en mí?
- Plenamente Pal, plenamente –
indicó sin retardo.
- ¿Confías en ti?
Esta vez la respuesta no sería inmediata. Algo le hizo dudar.
- No sé a qué te refieres
exactamente, Pal. Cada vez estoy más perdido.
- ¿Confías en ti? Es una
respuesta simple. Responde por favor.
- Si, aunque temo tu decisión.
- ¿Temes dices? entonces tampoco confías en mí. ¿Qué es lo que temes
exactamente?
- De acuerdo – afirmó apremiado.
El encuentro con la tormenta estaba cercano
–. Conociéndote, temo que quieras enfrentarnos a la tormenta.
- Bien, por fin lo has dicho. En efecto,
eso haremos, pero no la enfrentaremos, la afrontaremos resolviéndola.
- Es una locura total, Pal.
Sabes que este aparato no soportará los vientos de más de trescientos nudos que
hay dentro del monstruo. Nos partirían el avión de un tajo. Lo sabes…
- Tranquilo, Jano, tranquilo –
dijo suavemente ante la precipitación abrupta de sus palabras –. Escúchame atentamente. Lo que detectas, lo que dibuja el radar frente a ti es un efecto. Lo
digo una vez más: es un efecto del uso inapropiado de las normas del vuelo.
Ello se registra en tu área de navegación, en tu mini mundo, en tu universo
particular. Puede ser perfectamente el reflejo de algo que existe en ti que no
te gusta. Puede ser las circunstancias producidas y provocadas por los que te
rodean. Sea lo que sea, no es un obstáculo que el Amor rehúse. Si vives y usas correctamente el Amor, no
has de temer a nada ni a nadie. El
Amor todo lo puede. Sólo el no
confrontar aceptando las circunstancias, que no enfrentar reaccionando,
produciría en ti el efecto exacto del mismo. Imagina por un momento que es
un espejo reflejando alguna de tus esencias de las que no estás orgulloso, algo
que has de cambiar porque no te guste, no te de felicidad, o no te permita
realizar correctamente el plan de vuelo. Entonces, mientras no cambies en tu interior, mientras no cambies tú, el exterior
no cambiará. Has de confrontarlo, no
enfrontarlo, no rechazarlo. El Amor no es cobarde. Es valiente. Por tanto, si
en éste caso, fuese algo que no te gusta, para poder cambiarlo, has de cambiar
tú en primer lugar. Si por el contrario es el efecto producido por los demás,
ello no ha de provocar en ti problema alguno, pues si actúas de acuerdo a las
normas de vuelo, a las del Amor, nada has de temer, pues nada podrá producir en
ti los efectos extraños si tú eres la causa de los tuyos. Si rodeas, bordeas o
sorteas las tormentas, estarás huyendo, bien de ti mismo, o bien del efecto no
propio. En cualquier caso, estarías siendo im-paciente y vivenciando en
pre-ocupación, estarías actuando sin Amor. Lánzate a las garras del monstruo sin temor. Sólo hay dos caminos. Si
es un efecto propio, evalúa qué has producido ¿Queda aún algo de resentimiento
en tu interior? ¿Qué has pensado, dicho o hecho que no se rija por las normas
ya aprendidas? Hazlo rápido, tienes cuatro mil quinientos pies, o cuatro
minutos y medio para ser exactos. En el caso contrario, si es el efecto de los
demás, no hay que padecer ninguna intranquilidad, ningún miedo, pues al saberte
causa, no permitirás que te afecte el efecto contrario. Resumiendo: si quieres
cambiar algo, has de cambiar tú primero, y la solución sólo está en hacerlo con
Amor, Amor a ti y a los demás, usándolo tal cual Es, con aceptación, con
comprensión, con tolerancia. Si lo haces así, nada te afectará. Nada. ¿Lo
entiendes?
- ¡Entiendo…! – exclamó rendido al choque – Entiendo que ese
monstruo tormentoso puede ser algo propio que no me gusta y que puedo cambiar
al cambiar mi interior con el uso del Amor – hizo una pausa tomando una buena bocanada
de aire oxigenando todas sus células –; y que de igual modo puedo actuar si es
el efecto de los demás, pues al estar en causa de mi proceder, es decir, al
obrar con Amor, en mí Ser, nada ha de pre-ocuparme ni ponerme im-paciente, pues
en Él todo es posible. – concluyó, decidido al abordaje que inminentemente se
produciría.
- Entonces, ¿Qué harás? La
decisión está en tus manos.
- ¿Puedo hacer lo que
quiera? – contestó sorprendido.
- Siempre, Jano. Siempre. Eres un ser Libre, y como tal te tratamos.
Recuerda que tú mismo concluiste hace unas horas que el Amor es sinónimo de
Libertad. ¿O no?
- Exacto, Pal – afirmó
pausadamente, relajado y firme –. Vamos a por el monstruo.
- ¿Estás seguro de que no es
el reflejo de algo tuyo que has de cambiar antes?
- Absolutamente Pal. Sé que es
así, tengo certeza absoluta. No dejaré que el efecto del mal uso del Amor, del
no Amor, de otros pueda afectarme. Pase lo que pase voy a confrontarlo con tu
ayuda.
- Cuenta con ello, Jano, estaré a tu lado –
remató apoyando la voluntad enérgica de su estimado pupilo.
La
cuenta atrás continuaba. El silencio interior y exterior acunaba el conjunto
formado por tripulantes y planeador. Mil quinientos metros al encuentro. El
destello de rayos furiosos, iluminaban como bengalas incendiarias la
pertrechada oscuridad sin alumbrar puntos posibles de referencia o vestigios
que permitieran visualizar su posición con respecto al terreno, salvo las
indicaciones ofrecidas por los aparatos del panel del control. Escrutar el
exterior queriendo localizar algo asumible resultaba una pérdida de tiempo y
energías. Por mucho que la tormenta se empeñara en encender la noche, la misma
se resistía a ser desnudada de su color negro mate.
El
radar había perdido su color verde escrutador. El rojo intenso llenaba la
extensión de sus cien centímetros cuadrados. Ya no había vuelta atrás. Las dos
manos de Jano agarraban con fuerza la palanca de mandos esperando cualquier
indeseado e inesperado vaticinio. Tenso, aunque asombradamente tranquilo,
mantenía fijos sus ojos en cada uno de los instrumentos, repasándolos. El VZ,
como una flecha, dirigía su estampa contra el árbol meteorológico, que sin
raíces, se desplazaba en dirección sur bañando, con un torrencial diluvio, todo
el terreno sobrevolado.
El
momento llegaba. Quedaban escasos sesenta segundos, mil pies a lo sumo, para
abrir una brecha en el casco del temible buque insignia del no Amor.
- ¿Quieres saber qué tiene que
ver la impaciencia con que la hora más oscura es la anterior al alba? – disparó
Pal inquisidoramente, a sabiendas de producir algo de descontrol en su
interlocutor.
- Supongo que ha llegado el
momento de saberlo ya que lo mencionas. Adelante, Pal, estoy listo – respondió
mansamente, respirando paz.
- Marca el aviso de retornar
al Amor, con su persistencia sólo podemos conseguir concluir los propósitos.
Sólo es necesario confiar con paciencia en el Amor. La im-paciencia o la
pre-ocupación marcan la oscuridad en el entendimiento; cuando lo percibas,
recuerda el símil de que tras ello sale el sol, así que en esos instantes sólo
queda retornar al Amor que es donde no habrá im-paciencia ni pre-ocupación.
Jano asumió la explicación sin cortejo añadido. Estaban dentro de la
vorágine. Acababan de introducirse en las convulsiones producto de presiones
descompuestas. En la inmensa perturbación, el vuelo se manifestaba con ligeros
vaivenes, cuestión que aprovechó Pal para mostrar el exiguo efecto que podían
producir las actitudes contrarias a quien obrara de acuerdo a las normas de
vuelo. La confianza en uno mismo era fundamental para atravesar acciones tan
hostiles como las actuales y salir incólume del descabellado e inigualable
tronar de un vituperio ensordecedor, llameante.
Las
nubes eran rasgadas a capricho por los relámpagos fustigadores que partían
desde vericuetos inescrutables; mientras Pal continuaba, entre tanto repiqueteo
desbastador, alumbrando con sus descripciones las esencias emanadas de los
efectos perturbadores del incumplimiento de las reglas del vuelo.
Jano
aferrado a la palanca de mando atendía presto a cuanto sus percepciones
captaban; asombrado, al mismo tiempo, de la capacidad de raciocinio y
discernimiento que alcanzaba en circunstancias tan excepcionales. El VZ se
deslizaba sin quebranto, con aplomo y seguridad a través del infierno que ceñía
el descenso. Treinta mil pies más y, aquella vertiente de desatinos
descabellados que, reluciente y abrumadora se exhibida sin paliativos ni
recatos, increpando irracionalidades desaforadas, concluiría. Trazos aulladores
de brillantes grumos petrificados en forma de granizo desfilaban en un cortejo
zigzagueante dejando incólume el espacio ocupado por el aparato. Ni una sola
bola tuvo la ocurrencia de ocasionar daño alguno en la estructura azulada que
los contenía conduciéndolos en un vuelo excitante, desafiante y seguro, hasta
la firme y segura capa de aire que los separaba de Ís.
El
formidable exabrupto del estratocumulonimbus, festín de despropósitos, se
destruía conforme crecía su furia y rigor. Era un formidable gigante
destrozándose a medida que explotaba con mayor impetuosidad y vehemencia; una
verbena de juicios pretenciosos, de quejas sin sentido, de odios pestilentes y
descréditos fervientes, que se resolvía en su circunscripción en un absurdo
torneo a muerte.
En
algún que otro instante, un seductor y aparente imparcial bamboleo opinaba
sugiriendo el cambio de rumbo. Jano no dudó: Mantuvo, registró y aquietó,
absteniéndose de aceptar alguna de las inclinaciones perversas ofrecidas por el
devorador agente atmosférico, aquel espantoso conglomerado de ultrajes y
vilipendios que parecía ofrecer hipócritamente una salida rápida. Un manojo de
rayos imperiosos decretaron un abismo solvente por la amura de estribor, como
si fuera una gigante manguera enseñando el final donde se percibía tierra
firme. Jano consultó. Podría ser una alternativa rápida, una salida inmediata,
aunque vertiginosa, por el picado que supondría realizar. Pal denegó con
rotundidad advirtiendo que, el túnel mostrado, constituía la cloaca de las
falsedades y las mentiras, el peor de los senderos a recorrer dentro de un
tormento como el que experimentaban sin sufrimiento ni padecimiento. Aquello
era un espectáculo monstruoso, aterrador y asfixiante. Manchas de sombras
multicolores fingían en un artificio continuo, la veracidad del continente por
el que deambulaba perdiendo su fuerza, su dominio, su extensión y su poder. La
tormenta se diluía conforme creía expandirse. Aquello era un complejo conjunto
de extravagancias y caprichos que no se mantenía ni gobernaba con acierto. Las
horas estaban contadas para su extinción, para su total disolución como si
nunca hubiese existido.
- ¿Entiendes ahora por qué el
Amor todo lo puede, y Todo es Amor? –
inquirió cuando el anemómetro indicaba la cota de los treinta y tres mil
pies.
- A la perfección, Pal, a la
perfección – contestó repetidamente, relajado y eufórico ante su recobrado
coraje y valor. Se sentía dueño absoluto de Sí. Nada podía maniatarle en lo
sucesivo. Nada podría con él. Tenía las lecciones aprendidas, grabadas a fuego
tras pasar por el voraz demonio endiablado al que le quedaba menos de tres
minutos de sin sentido. La madeja de entuertos incesantes, creyéndose
autorizada, se rompía como la cáscara de un cacahuete entre los dedos apremiantes
de alguien hambriento.
Las
seis y dieciocho minutos anunciaron la salida de los primeros rayos de sol que
apostaban por un nuevo día tras la fatigosa marcha, en proclamada agonía, de un
gigante que se consumía en su deshonra, batiéndose contra su poder obsoleto. El
estratocumulonimbus era enterrado sin que tuviera la oportunidad de succionar
algo distinto al germen de su destino.
Ís
aparecía difuso entre una tenue y tímida niebla que se difuminaba como el humo
de un cigarrillo. La uno cuatro, reluciente y limpia por el agua que corrió por
su asfalto, esperaba en un abrazo fraterno a quienes despidió hacía toda una
noche. Fiel a la promesa de los conmutadores, las luces azules franquearon el
aterrizaje del VZ y sus tripulantes.
Posdata:
En el artículo del día 1
de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre.
III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una
serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el
80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de
esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la
Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en
tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas
maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que,
con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis
tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una
formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os
habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas
(Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su
correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es
Para las
actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
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