Si feliz eres, nadie puede
perderte; nada puede deteriorarte. Una vez que en la cima estás, todo es visto
al ser alcanzado. Para llegar a la cumbre, perseverante se ha de ser, dejando
la herencia del aburrimiento, dejando de lado la enfermedad contagiosa de la
tristeza continuada.
La tristeza, que abunda, puede
apelmazarte, aplastarte, incapacitarte. Al parecer es lo habitual. Y de eso no
se puede salir, dado que esto es una “valle de lágrimas” que se ha de padecer sin
más. Pues menuda mentira os cuentan; y en menuda mentira crees, dado que la
padeces.
Te recomiendo que lo dejes
atrás, que salgas de lo cotidiano, de lo que siempre es igual y, por tanto, de
lo que el aburrimiento ofrece. Parte desde otros puertos, hazlo desde la paciencia,
con perseverancia, hacia el propósito bien alto de llegar a la cumbre de la
felicidad sin tener en cuenta el opinar de los demás. Marca tu ruta, un sendero
nuevo para escalar el pico más alto.
Cualquier brecha es acertada si
dejas atrás el lastre de la tristeza, si lo cambias por el cordaje del
esfuerzo, si sueltas la mochila del aburrimiento y tomas el piolet de la
constancia. Te aseguro que en poco la cumbre de la felicidad se alcanza. Y de
ahí nunca querrás bajar.
Mientras, observarás cómo la mayoría
siguen en esos valles de lágrimas, experimentando la tristeza y el
aburrimiento, pues nunca estuvieron dispuestos para subir a la verdad,
prefiriendo respirar en la oscuridad de un lagrimal.
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Autor: Deéelij
Ver su libro Alas sin
plumas (Ediciones Ende, 2016):
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