Charles Webster
Leadbeater,
nacido en Manchester en 1854, fue un destacado miembro de la Sociedad
Teosófica (http://sociedadteosofica.es/), fundada en 1875 por H. Blavatsky, H. Olcott y W. Judge, entre otros.
Clérigo de la iglesia
anglicana, su interés por el espiritualismo le llevó a desvincularse de la
misma e integrarse, en 1883, en la Sociedad Teosófica ,
donde colaboró estrechamente con Annie Besant.
Descubrió por su aura a J. Krishnamurti, cuando era un adolescente,
en las playas de Sociedad Teosófica de Adyar, en Madrás, siendo fue
adoptado y criado bajo la tutela de Besant y Leadbeater.
Autor de numerosos libros de una variada temática, se centró en la teosofía, la sabiduría divina a través de los tiempos (http://www.logiaraja.org/AuthorProfile.aspx?profileid=10).
El texto Vegetarianismo y
ocultismo fue escrito por Leadbeater en 1903. A
pesar del tiempo transcurrido, sus razonamientos y conclusiones no sólo siguen
tan vigentes como ignorados por mucha gente, sino que han adquirido mayor
significación y protagonismo.
No en balde, desde entonces, el
maltrato a los animales para su consumo humano ha aumentado notablemente:
+En crueldad: con explotaciones ganaderas y avícolas
convertidas en auténticos campos de concentración, donde los animales son
sometidos a toda clase de vejaciones y fechorías (cautiverio de por vida en
instalaciones cerradas, cambios de ciclos biológicos mediante el uso de luz
artificial, tratamientos químicos y hormonales para su crecimiento y engorde,
etcétera).
+En cuantía: en 1903, la población de planeta era de 1.650
millones de personas, frente a los 7.475 millones de la actualidad, es decir,
se ha multiplicado por 4,5, con el consiguiente incremento del número de animales
sacrificados diariamente para alimento humano. Además, en las últimas décadas, para bajar el precio del consumo, se produce muchas más carne en condiciones espantosas para los animales.
Para tener una idea aproximada a cerca del volumen de esta matanza de animales, se puede acudir a los datos oficiales de sacrificio de ganado en España para el año 2015:
Atendiendo a los mismos, el número de animales sacrificados se elevó a un total de 59.851.652 para las categorías de bovino, ovino, caprino, porcino y equino; en lo relativo a aves, la cifra fue de 357.882.000; y en cuanto a conejos, 26.560.000. Todo ello representa un total anual de 444.303.662 animales. Habida cuenta de que la población española, a 31 de diciembre de 2015, era de 46.524.943 habitantes, el consumo medio anual fue de ¡9,55 animales por persona!
Extrapolando lo anterior a escala de la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá (conjuntamente, 862,5 millones de habitantes), la matanza anual asciende a 8.237 millones de animales. Y dado que los territorios reseñados suponen sólo el 11,5 por 100 de la demografía mundial, si bien en los países denominados subdesarrollados el sacrificio y consumo de animales es drásticamente inferior, se puede estimar en no menos de 30.000 millones la cifra de animales (bovino, ovino, caprino, porcino, equino, aves y conejos) sacrificados anualmente a nivel mundial. Es decir, la humanidad mata cada año, para consumir su carne, a un número de animales que multiplica por cuatro la propia población humana.
Volviendo al texto de Leadbeater, es
posible acceder a sus 18 páginas a través de este enlace:
Se ofrece a continuación una apretada síntesis
de sus principales contenidos, en los que las razones a favor del
vegetarianismo se clasifican en dos grandes categorías –las de índole física u
ordinaria y las de carácter oculto o secreto- y, dentro de cada una de ellas,
en razones egoístas, de un lado, y éticas o no egoístas, de otro.
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1.
Planteamiento
Existen muchas razones en favor del
vegetarianismo consideradas en el orden físico, que se presentan claras y
visibles a los ojos de cualquiera que se tome la molestia de examinar este
asunto. Además, junto a ellas, también hay razones ocultas o secretas.
2.
Razones físicas u ordinarias
Las primeras, las razones físicas u
ordinarias a favor del vegetarianismo, pueden ser subdivididas en dos clases:
las que son de orden pura y absolutamente físico y, por decirlo así, egoístas;
y la las que pueden considerarse como de orden ético y no egoístas,
relacionadas con los deberes de cada persona para con los demás.
a) Razones egoístas
1º Los vegetales contienen una mayor suma de alimento que
una cantidad igual de carne.
2º Un gran número de graves enfermedades proceden de la
detestable costumbre de devorar cuerpos muertos (Nota: en el caso de las terneras, el horripilante mercado de matanza de crías casi recién nacidas, va acompañado del consumo humano de leche, que es altamente tóxica para aquellos que la ingieren).
3º El organismo humano no es por naturaleza carnívoro y, por
tanto, este horrible alimento no es adecuado para la nutrición del hombre.
4º Las personas son más vigorosas y
mejores si se alimentan exclusivamente de vegetales.
5º El comer cadáveres incita a la bebida y fomenta las
pasiones animales en el ser humano.
6º La alimentación vegetal es más
barata y más sabrosa que la de la carne.
b) Razones no egoístas o éticas
1º El gran pecado de matar innecesariamente los animales.
Toda esta matanza es completamente innecesaria. La destrucción de la vida es
siempre un crimen. Puede darse, sin embargo, el caso en que dicha destrucción
sea el menor de dos males; pero aquí no existe necesidad alguna ni nada que la
justifique, puesto que sólo es debida al egoísmo y codicia de aquellos que
ganan dinero con la agonía de los animales, satisfaciendo el pervertido gusto
de los que son bastante depravados para apetecer tan inmundo alimento.
2º Otro punto importante que debe también tenerse en cuenta
es el que se refiere al modo inhumano de transportar los pobres animales, y la
crueldad que con frecuencia se despliega al sacrificarlos.
3º Debemos hablar también aquí de otro punto referente a la
iniquidad que se comete al ser causa de la degradación de los demás. Si
tuvieseis que emplear por vosotros mismos el cuchillo o el hacha para matar al
animal antes que pudieseis alimentaros con su carne, comprenderíais al momento
la repugnante naturaleza de semejante acto y, probablemente, muy pronto
rehusaríais ejecutarlo. ¿Quisieran asimismo las delicadas señoras, que devoran
sanguinolentos bistecs, ver que sus hijos ejercen de matarifes? Si no es así,
no les asiste entonces derecho alguno para colocar en manos de otros hijos de
madre tan repugnante labor.
3.
Razones secretas u ocultas
Son razones a favor del vegetarianismo
referidas tanto a nosotros mismos y a nuestro desarrollo como relacionadas con el
gran esquema de la evolución y nuestro deber hacia ella. Y podemos
clasificarlas, igualmente, en egoístas y éticas o no egoístas, si bien en un
nivel mucho más elevado que el anterior.
a) Razones egoístas
Existen diferentes planos en la
naturaleza, así como en el vasto mundo invisible que nos rodea. Y el ser humano
posee en sí mismo materia perteneciente a todos estos elevados planos, de
suerte que está provisto de un vehículo que corresponde con cada uno de ellos,
por medio de los cuales puede obrar y recibir impresiones. ¿Pueden estos
elevados vehículos ser afectados en algún modo por el alimento que entra en el
cuerpo físico con el cual están ellos tan estrechamente unidos? No cabe duda de
que debido a esta estrecha conexión, así sucede. La materia física del hombre
está en estrecho contacto con la materia astral y mental del mismo, tanto que
hasta cierto punto cada una de ellas es una contraparte de la otra. La persona
que se construye un cuerpo físico grosero e impuro se construye también, al
mismo tiempo, un cuerpo astral (emocional) y mental de esta misma naturaleza.
Existe una gran diferencia entre el ser
humano que nutre su vehículo físico con materiales puros y el que se alimenta
de impura y marchita carne. Y esta diferencia afecta su propia evolución.
b) Razones no egoístas o éticas
Hay, además, el lado antiegoísta de
esta cuestión, el cual es mucho más importante y se refiere a los deberes del
ser humano para con la naturaleza.
Los animales son nuestros hermanos,
aunque son hermanos más jóvenes, y a nosotros no nos asiste derecho alguno para
disponer de sus vidas con el fin de satisfacer nuestros pervertidos gustos; no
tenemos derecho alguno a causarles indecibles sufrimientos y una lenta agonía
sólo para gratificar nuestra degradada y detestable sensualidad. Con nuestro
mal llamado "sport" y con nuestras matanzas en gran escala, hemos
llevado las cosas a un punto en que todos los animales huyen a nuestra vista.
Por efecto de nuestro inhumano modo de proceder, fluye constantemente sobre
nosotros una corriente malsana; se produce un efecto que sólo podríais
comprender si os fuese posible percibirlo con la visión de los planos
superiores. Cada uno de esos animales, que tan bárbaramente sacrificáis, tiene
sus peculiares pensamientos y sentimientos con respecto a ese cruel acto; y
siente horror, pena e indignación, así como una intensa aunque inexplicable
percepción de la iniquidad que con él se comete. Toda la atmósfera que nos
rodea está saturada de estas corrientes de angustia y dolor.
En la atmósfera existen constantemente
sensaciones de terror sin causa que las justifique. Muchos de vuestros hijos
sienten miedo, al parecer sin motivo alguno; están poseídos de terror sin saber
por qué; tienen miedo en la oscuridad o cuando por algunos momentos se les deja
solos. Existen poderosas fuerzas en torno nuestro de las cuales no podéis daros
cuenta, ni podéis comprender que proceden del hecho de que toda la atmósfera
está saturada de la hostilidad de los animales sacrificados.
4.
Conclusiones
Hagamos cuando menos el
experimento; no queramos ser cómplices de esos repugnantes crímenes;
esforcémonos todos en nuestro reducido círculo para hacer que llegue cuanto
antes la hermosa era de paz y de amor que es el deseo más ardiente de todo ser
humano de corazón verdaderamente noble y generoso.
Debemos ser puros; nuestros
pensamientos, acciones y alimento deben ser puros. Y por medio del ejemplo y
por medio de la palabra, debemos difundir el evangelio del amor y compasión
hacia toda criatura viviente y poner fin, de una vez, al reinado de la
brutalidad y del terror.
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Comentarios iniciales y síntesis del texto: Lola
Rumi y Emilio Carrillo
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