Un buen ejército, cuanto más
quien lo dirige, sabe, si está bien instruido, que no se pueden mantener las
filas rígidas sin oscilar, dado que el combate es móvil y se presenta en
diferentes frentes. Hay que adaptar las situaciones; y, cuando es necesario,
adaptarse a ellas sin ser esclavos de las mismas, procurando esquivar la
inercia de las hostilidades, evitando el envite que no se busca a sabiendas que
el gobierno de la lucha ha de estar en manos propias, no del adversario.
En la vida ocurre algo similar.
Cuando se mantienen posturas inamovibles, que para remate son ilógicas y sin
base sólida, los envites que llegan hacen crujir la moral y la voluntad.
Entonces el desatino se apodera de tu destino. Se convierte en tu mal. Todo por
no estar dispuesto a negociar, a entablar acuerdos, a buscar el diálogo
sostenido. Cuando la rigidez de los planteamientos es manifiesta, es también
manifiesto el hundimiento.
Hay que saber y estar dispuestos
a modelar, a modificar… De lo contrario, te encontrarás de continuo en un mar de
desaciertos. Y no estoy diciendo que se haya de cambiar de opinión, al
contrario, sino de saber cambiar cuando la razón no te asiste, cuando no se
posee y no se basa en nada que poder defender.
Por el contrario, sí invito a
forjarse unas bases sólidas y firmes desde las que plantear batalla, si llega
el instante.
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Autor: Deéelij
Ver su libro Alas sin
plumas (Ediciones Ende, 2016):
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