Estoy absolutamente de acuerdo
con el indio Quechua que lo afirmó: “Quienes no están preparados para escuchar, tienen la recompensa de no enterarse de nada”.
Lo saco ahora a colación dado
que muchos de vosotros aún no os entendéis, no os captáis, no os entaráis...
Y es que yo no soy como vosotros,
aunque os hablo como si lo fuera. Sé, por lo que me decís, que no sabéis bien de qué
voy o hacia dónde. Te respondo: no voy de nada, ni a ningún lado. Simplemente quiero estar a tu lado: déjame entrar, aunque sólo sea un poquito, aunque sea de costado. Para ello necesito algo muy sencillo, pero que a tu mente y a tu ego le cuesta trabajo: no critiques más. Lée, investiga, observa y saca tus conclusiones, que tú eres tu propio maestro, tu mejor instructor. Pero no entres a juzgar y discrepar sin parar, sin ton ni son, que pareces un gong repetido y aburrido.
Sé que mis palabras, a veces, son
duras, incluso provocadoras y bruscas. Pero mi intención no es insultaros. Tampoco, por supuesto, asustaros. No quiero meter miedo. Y lo que menos deseo es produciros enojo, sea hacia vosotros mismos o hacia los demás. Apunta bien esto: no te odio, te amo.
¿Sabes lo que quiero de sus
Ilustres Humanidades? Sólo que escuchen en el fondo de sus corazones el latir
del amor que quiere explotar, la esencia divina que vuestro ser profundo atesora, la llama inefable que en vuestro interior está prendida y os conecta misteriosamente con lo Inmanifestado, con lo que está más allá del tiempo y el espacio, con lo que no cabe ser expredado ni descrito con palabras...
Andas tan identificado con tu parte física, emocional y mental que has olvidado que todo eso no es más que la personalidad que has elegido para desarrollar esta encarnación y desplegar experiencias vitales que impulsen tu proceso consciencial y el conocimiento de ti mismo. Pero realmente tú no eres eso. Y para que lo que eres reluzca, has de escucharte para conocerte más allá de lo que los sentidos corpóreo-mentales muestran y enseñan.
Concluyo, que lo mío no son las palabras, sino otra cosa: la cosa del amar. Pero déjame llegar y hacer; déjame actuar.
Concluyo, que lo mío no son las palabras, sino otra cosa: la cosa del amar. Pero déjame llegar y hacer; déjame actuar.
En especial, estate atento a tu
corazón, que hablándote está mientras que tú en ti no estás.
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Autor: Deéelij
Ver su libro Alas sin
plumas (Ediciones Ende, 2016):
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