Salgo a la calle, de mañana.
Paseo por el escenario de ruidos y pisadas
de personas que se cruzan:
es mi mundo, al que amo.
No sé quienes son:
santos, escépticos, ladrones,
espirituales, materialistas, corruptos...
Tampoco me importa.
espirituales, materialistas, corruptos...
Tampoco me importa.
Como diría el Siddharta de Hermann Hesse,
los veo y siento a todos como Brahmanes.
Igual que yo.
Igual que yo.
Aunque lo que somos aún no lo hayamos desarrollado,
envueltos en el enigma de esta vida revuelta y trepidante.
Me apasiona esta escena callejera
donde parece no estar por ningún lado la esencia de lo que somos.
Pero lo está por todas partes, en todos y en todo.
Indudablemente; inevitablemente; divinamente...
Indudablemente; inevitablemente; divinamente...
Confieso que tengo una creencia:
la de no saber casi nada de una vida
a la que amo desde un misterioso silencio
que engarza con lo escrito por Juan de Yepes:
"Entreme donde no supe
y quedeme no sabiendo".
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Autora: Concha Redondo (concharedondo@gmail.com)
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