La gente confunde el
morir con el nacer. Es por ello que cuando alguien parte de esta existencia, se
lamentan, lloran y extraen de la guarida del recuerdo lo único que en verdad ha
muerto: el pasado de alguien que hoy es eterno presente.
Cuando la muerte llega, nos
despoja de lo temporal y nos corona con el regalo de lo permanente. Morir es el
nacimiento del puro Ser, que se libera de la última cáscara del ego, que se
dispone a surcar en auténtica libertad los confines de la existencia.
¿Qué es muerte sino la Vida transformándose,
mutando? A pesar de que en tus sentires una profunda angustia construya su
morada en tu pecho, no es sino la nostalgia del recuerdo, la añoranza del
regreso a casa, alegría disfrazada. ¿Comprendes ahora que el partir no es más
que el reencuentro con la fuente creadora de todo lo que existe?
Eres un recipiente vacío,
ansioso por ser colmado. Es el beso de la muerte en los labios de los hombres,
como el néctar a la abeja, como la lluvia al desierto, como canto a los
pájaros.
A mi muerte te pido que, en
lugar de propinarme angustia y tristeza, me celebres con una fiesta y con el
color de una bella melodía alegre, pues es mi encuentro con el eterno lo que me
espera al atravesar el muro de la existencia.
¡No llores por mi partida,
lo que has visto de mí no es más que el sucio ropaje de un Alma pura y clara
que a Él le pertenece! ¡Morir es ser besado por la gloria de la eternidad! ¡Morir
es ser Espíritu, despojado del peso de la forma! ¡Morir es regresar a casa!
¿Te parece esto acaso un
motivo de lágrimas? No claudiques ante lo que en verdad es una bendición
disfrazada… Que las lágrimas derramadas y los lamentos esparcidos al viento
sean en honor a este nuevo nacimiento, a la liberación de las garras del mundo.
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Autor: Alejandro
Gatti
Enviado por: Encarga G M (noska1952@gmail.com)
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