Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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2/11/15

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Hablando con amig@s, familia, gente no tan cercana, en muchas ocasiones, me doy cuenta de que sale un sentimiento de frustración y quejas de situaciones que han vivido. Y observando lo que explican, cómo se sienten, me doy cuenta que de todas aquellas cosas que experimentamos, muchas veces, además de interpretarlo a nuestra manera, somos selectivos con lo que nos quedamos. Y así no aprendemos. Y como no lo hemos aprendido, se nos siguen repitiendo situaciones parecidas una y otra vez para que podamos aprenderlo. Me di cuenta que este círculo de repetición de experiencias cambia o se transforma en el momento que somos conscientes del motivo por el que se nos repite.

Por ejemplo, una persona comienza una nueva actividad, pongamos clases de danza, y en esas clases conoce gente nueva, disfruta de la experiencia nueva en sí, tanto por ser nueva, llevarla a cabo con entusiasmo, por compartir esa actividad con gente desconocida  con la que pueden compartir un mismo gusto. De esas personas, a medida que hay más cercanía, con unas hay más cercanía y con otras menos, pero en sí, está siendo una experiencia placentera ya que se disfruta de la actividad en sí y se puede compartir a la par con personas que tienen la misma pasión.

A medida que esa actividad pasa de ser algo novedoso a algo rutinario (y lo novedoso suele ser superficial, puesto que se necesita convivencia y práctica para conocer a fondo esa actividad),  se “cae el velo” de lo nuevo y empieza a haber “problemas”, porque lo novedoso suele ser maravilloso, se hace con ilusión y entusiasmo, con “espíritu aventurero” y tras ese primer velo, lo que queda es la realidad. Y cuando se cae ese velo de entusiasmo, ya sea porque las clases en sí no te dan los resultados que esperabas, la gente con la que lo compartías no era lo que al principio parecía, o algunas personas sí, otras no… aparece un sentimiento de desilusión general por la actividad en sí. Esto nos ha pasado muchas veces en muchos ámbitos diferentes.

Lo que pude sacar de esto es… ¿Y si dejo de juzgar la situación como positiva o negativa? ¿Y si en vez de centrarme en lo que no me ha aportado recojo lo que he crecido con esa vivencia? ¿Y si en lugar de quedarme con las diferencias, disputas o con las expectativas sin cumplir me doy cuenta de que la experiencia en sí, el vivirla, me ha conducido hasta aquí, hasta este momento de ser consciente? Cuando puedes observar una experiencia vivida sin juzgarla, sin verla a través de “las gafas de la carencia” siempre se obtiene aprendizaje, siempre. Y ese aprendizaje que emana, es sabiduría. La sabiduría viene de la experimentación sin juicio de cualquier actividad cotidiana.

Y de la mano de la sabiduría viene el agradecimiento. A veces me han dicho, ¿pero cómo puedes agradecer eso que te pasó? Si fue una experiencia tan desagradable!! Y si, en el momento muchas experiencias son desagradables o las percibimos así cuando llevamos las gafas de la carencia, pero con la distancia y cuando has vivido repeticiones de experiencias parecidas, y dices… ya basta! Aquí hay algo que no estoy viendo… se sigue repitiendo el mismo patrón… y decides ver sin gafas, sin juicio, sólo observando lo que pasó sin añadir sentimientos calificativos, aparece la consciencia y la comprensión de por qué pasó eso, y para qué paso… y esa situación que parecía desagradable tiene total sentido.

Sin esa situación hoy no se estaría en el nivel de consciencia que se está. Y pasas de rechazar esa experiencia a agradecerla. Sin haberla vivido, hoy no serías lo que eres. La culpa y el rencor solamente sirven para atrasar el agradecimiento del momento presente.

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