¿Quién
te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba
la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?...
¿Tus
padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?
Podrías
armar toda una lista de sospechosos o culpables. Probablemente sea lo más
fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas
aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te han tratado mal o
simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día
de hoy no entiendes.
Pero
¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que
parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita
la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la
puerta y le entregues el control de tu vida.
Llegar
a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan
complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo
que está en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar
para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios o
decisiones.
Cada
día estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por
lo que interpreta. Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a
preguntas que taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa
buscarme? ¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que
más me molesta? ¿Por qué se me quedó viendo feo? y muchas otras que por razones
de espacio voy a omitir.
No
se sufre por la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e
interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el
control a alguien ajeno a nosotros.
Si
lo quisieras ver de forma más gráfica, es como si nos estuviéramos haciendo
vudú voluntariamente, clavándonos las agujas cada vez que un tercero hace o
deja de hacer algo que nos incomoda. Lo más curioso e injusto del asunto es que
la gran mayoría de las personas que nos "lastimaron", siguen sus
vidas como si nada hubiera pasado; algunas inclusive ni se llegan a enterar de
todo el teatro que estás viviendo en tu mente.
Un
claro ejemplo de la enorme dependencia que podemos llegar a tener con otra
persona es cuando hace algunos años alguien me dijo: "Necesito
que Enrique me diga que me quiere aunque yo sepa que es mentira. Sólo quiero
escucharlo de su boca y que me visite de vez en cuando aunque yo sé que tiene
otra familia; te lo prometo que ya con eso puedo ser feliz y me conformo, pero
si no lo hace... siento que me muero".
¡Wow!
Yo me quedé de a cuatro ¿Realmente ésa será la auténtica felicidad? ¿No será un
martirio constante que alguien se la pase decidiendo nuestro estado de ánimo y
bienestar? Querer obligar a otra persona a sentir lo que no siente... ¿no será
un calvario voluntario para nosotros?
No
podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque
terminamos dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus
pensamientos y acciones.
Las
frases que normalmente se dicen los enamorados como: "Mi amor, me haces
tan feliz", "Sin ti me muero", "No puedo pasar la vida sin
ti", son completamente irreales y falsas. No porque esté en contra
del amor, al contrario, me considero una persona bastante apasionada y
romántica, sino porque realmente ninguna otra persona (hasta donde yo tengo
entendido) tiene la capacidad de entrar en tu mente, modificar tus procesos bioquímicos
y hacerte feliz o hacer que tu corazón deje de latir.
Definitivamente
nadie puede decidir por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer
algo que no queremos, tenemos que vivir en libertad. No podemos estar
donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos
entregar el control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra
historia. Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo
reaccionar e interpretar aquello que nos sucede.
La
siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu
vida, recuerda: No es él, no es ella, ERES TÚ quien lo permite y está en tus
manos volver a recuperar el control.
Al
ser humano se le puede arrebatar todo, salvo una cosa, la última de las
libertades humanas: la elección de la actitud personal que debe adoptar frente
al destino, para decidir su propio camino.
=======================================================
Fuente: Ensayo de Viktor Frankl, neurólogo,
psiquiatra, sobreviviente del holocausto y fundador de la disciplina
que conocemos hoy como Logoterapia.
=======================================================
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.