Son numeros@s l@s
amig@s del blog que, a menudo, me comentan lo difícil que les resulta aceptar y
respetar el proceso evolutivo y consciencial de los demás, especialmente en el
caso de los seres queridos cuando no perciben ni sienten las cosas como uno
mismo.
En atención a ell@s,
comparto seguidamente una serie de reflexiones acerca de los estados de
consciencia, la diversidad de los procesos evolutivos, el libre albedrío, el Amor
que hace factible la presencia de ese libre albedrío en la Creación y la práctica
del Acompañamiento en el “Vivir Viviendo”.
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El respeto al proceso consciencial de los demás, también
de los seres queridos
SUMARIO
1. Estados de consciencia.
2. Reencarnación.
3. Factores estrictamente interiores.
4. Diversidad consciencial.
5. El libre albedrío es fruto del Amor.
6. Mantener el Corazón abierto hacia
las personas cercanas.
7. “Vivir Viviendo” y Acompañamiento.
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1. Estados de consciencia
Cada ser humano y en cada
momento de su vida se halla en un estado de consciencia determinado, cada uno
el suyo.
El estado de consciencia
configura y engloba: la manera en la que cada cual se ve a sí mismo, a todo lo
que le rodea, al mundo, al Cosmos y la Creación y a la Divinidad ; la forma de contemplar,
entender e interpretar tanto la vida como el tránsito que la Humanidad aún llama
muerte; y la escala de valores, las pautas vitales y las prioridades y
preferencias con las que cada uno experiencia el día a día y la vida cotidiana.
El estado de consciencia no
es estático, sino evolutivo. Y suele variar a lo largo del tiempo, sean días,
semanas, meses, años, lustros o décadas. La experiencia humana pone de
manifiesto que, con el devenir de las experiencias, vamos observando, mirando y
entendiendo al mundo y a nosotros mismos de diferentes modos; es decir: desde
distintos estados de consciencia. Y cada uno de ellos goza de una determinada
frecuencia vibracional que puede oscilar, expresado coloquial y sintéticamente,
en clave de más o menos apego a lo material, de mayor o menor armonía y paz,… de
más o menos Amor.
La llamada “dinámica
consciencial” explica estas variaciones en el estado de consciencia y en su
gradación vibratoria. Tal dinámica halla su base en el hecho de que, en cada
estado de consciencia concreto, vivimos experiencias (sean sentidas como
“gozosas” o cual “noches oscuras”, que suelen irse alternando ondularmente) que
tienden a ir modificando nuestra visión de las cosas y a transformar nuestro
estado consciencial y, por ende, la frecuencia con la que interiormente vibramos.
Curiosamente, uno mismo, los otros y el mundo no serán en sentido estricto
diferentes, pero en función del estado de consciencia, los contemplaremos de
modo muy distinto.
2. Reencarnación
Antes de nacer en cada nueva
vida física, tenemos (en nuestra dimensión álmica) un estado de consciencia
resultado de las existencias y experiencias de vidas anteriores.
El cuerpo y el entorno en el
que volvemos a nacer (el “yo y mis circunstancias” de los que habló Ortega y Gasset)
contarán con el perfil energético y vibratorio pertinente para, a partir de ese
estado de consciencia “pre-natal”, desarrollar la aludida dinámica consciencial
en la nueva vida. Esto es: vivenciar nuevas experiencias que nos posibilitarán
la evolución del grado consciencial, accediendo a un nuevo estado de
consciencia. Durante una misma vida física el proceso de transformación del
estado consciencial puede repetirse “n” veces, sin que exista una regla fija,
pues depende de cada uno y su respectiva toma de consciencia en la sucesión de
experiencias.
Como consecuencia de todo
ello, en el momento del tránsito (“muerte”) disfrutaremos de un determinado
estado de consciencia, con su correspondiente gradación o frecuencia
vibracional. Este será el punto de partida en nuestra siguiente vida física y
definirá el perfil del cuerpo, la vida y el entorno en el que nos volveremos a
encarnar.
3. Factores estrictamente interiores
El
estado de consciencia y su vibración y las posibles variaciones en el mismo
responden a factores estrictamente interiores.
Ciertamente, las
experiencias vitales se despliegan en el mundo exterior, pero el cómo las
contemplamos, vivenciamos y, finalmente, las hacemos nuestras, se relaciona con
el interior de cada cual. Y desde el interior, moldeamos, realizamos y creamos
el mundo exterior, en general, y nuestra propia vida, en particular.
Por ello, la base de la
evolución es puramente interior. Sin embargo, acostumbramos a creer que el
mundo exterior y nuestra vida se mueven bajo el impacto de cambios exteriores.
Comprender la falacia de esto e interiorizar la dimensión interior del proceso
evolutivo, en todos los niveles y escalas de la Creación , representa la
plasmación de una nueva visión de la
Vida y la existencia y el arranque del despertar consciencial
del ser humano.
4. Diversidad consciencial
Con
el telón de fondo de todo lo hasta aquí enunciado, los estados y procesos
conscienciales que las personas viven y experimentan en el aquí y ahora no se
caracterizan por su homogeneidad, sino, al contrario, por su gran diversidad.
Desde el punto de vista
espiritual, todos los hombres y mujeres gozan de la misma “naturaleza esencial”,
que es divina. Y desde el físico-material o corpóreo-mental, todos tienen
idénticos derechos inalienables y dignidad. Sin embargo, no perciben el mundo
que les rodea y a ellos mismos de manera similar, ni han desarrollado idénticas
convicciones, certidumbres, etcétera.
Esto
obedece a que, al hilo de lo ya expresado, los seres humanos no experimentan un
nivel de consciencia análogo, sino que hay muchos niveles posibles a la hora de
contemplar y crear la “realidad”. Y cada persona hace suyo y despliega el que,
en libre albedrío, estima oportuno.
Ningún nivel es ni “mejor”
ni “peor” que los demás, sino que cada uno se ajusta y corresponde a la etapa
del proceso evolutivo en el que cada ser humano se halla. Lo que está ligado, a
su vez, al grado de asimilación e interiorización consciencial obtenido de las
experiencias vividas y acumuladas tanto en esta vida física como a lo largo de
la cadena de vidas o “reencarnaciones” que configura la encarnación de cada
cual, de su dimensión espiritual, en el plano humano.
Y esto no es sólo así con
relación a la Humanidad ,
sino que sucede en el marco de la infinidad de modalidades y formas de vida y
existencia que en la Creación
bullen y se desenvuelven, con las particularidades específicas de cada caso,
que varían enormemente, sobremanera en función del plano y la Dimensión en la que se
inscriben.
5. El libre albedrío es fruto del Amor
La
aludida diversidad de los estados y procesos conscienciales no es una anomalía
de la Creación ,
sino que forma parte del Milagro que la configura y constituye. No en balde, en
ella todo fluye, refluye y confluye en el Amor. Y la diversidad consciencial
deriva del libre albedrío, que es, a su vez, fruto de ese Amor que llena,
expande y colma la Creación :
sin Amor no existiría el libre albedrío; y sin este no habría diversidad
consciencial.
Por
tanto, la diversidad de estados conscienciales no es un error, sino algo
sublime y maravilloso que hace factible que la Creación –Vida y Consciencia-
evolucione y se expanda por derroteros espectaculares e inimaginables en un
contexto de “dirección obligatoria” –que iría asociada a la ausencia de Amor-.
Por
lo mismo, ante tan prodigiosa diversidad consciencial, lo natural es la Aceptación. Y el más
absoluto respeto al proceso evolutivo –consciencial, espiritual- de cada cual y
a las experiencias que, dentro de ese proceso y en cada etapa del mismo, se han
de vivenciar. No un respeto frío, distante o displicente, sino cálido, acogedor
y lleno de Amor.
De hecho, como ya se ha
resaltado, el Amor es la fuente de tanta diversidad al ser el origen y el sostén
del libre albedrío. Y la
Aceptación y el respeto son las actitudes naturales con la que
contemplar y vivenciar la diversidad consciencial y la variedad de los estados
y procesos conscienciales de uno mismo –en la particular evolución de cada
cual- y de los demás, también de los seres queridos.
6. Mantener el Corazón abierto hacia
las personas cercanas
Los
seres queridos y las personas que nos resultan más próximas y cercanas no están
en nuestra vida por casualidad, sino que la propia Vida y la Providencia –nuestro
“verdadero ser” en acción- las han puesto delante nuestra y a nuestro lado con
un porqué y un para qué. Incluso es frecuente que la cercanía en la vida
física responda a pactos efectuados en el otro plano antes de la encarnación
(“Pactos de Amor entre las Almas”, etcétera).
Pues
bien, en el marco de ese porque y para qué se enmarca y juega su papel el
estado de consciencia de cada ser querido o persona próxima –que es
consecuencia de la propia evolución y dinámica consciencial de cada uno de
ellos-. Tal estado de consciencia es desde el que se relacionan con nosotros en
cada momento. Y es precisamente el que necesitamos que interaccione con el
nuestro para poder vivir las experiencias ajustadas a nuestro estado y proceso consciencial.
Por esto, hacia lo seres
queridos y la gente cercana debemos mantener el Corazón muy abierto, estando
atentos a sus emociones y sentimientos y permaneciendo en disposición de
acompañamiento, sin enjuiciar nunca y aceptando siempre sus procesos conscienciales
y sus comportamientos, pues son los que, al interactuar con nosotros,
coadyuvarán a que podamos vivir las experiencias coherentes con nuestro propio
estado consciencial, impulsando así la evolución mutua, cada cual la suya,
ninguna mejor que otra.
Por
tanto, si los seres queridos no sienten lo que tú y viven un estado consciencial
distinto al tuyo, no te incomodes, ni exasperes, ni frustres. Simplemente, en
el día a día, actúa exactamente de acuerdo con lo que tú percibes y afirmas
ser. La Consciencia ,
para que sea tal, es Coherencia: que tu conducta ante ellos sea fiel reflejo de
lo que emana de tu intimidad sagrada y nunca un intento de interferir o alterar
sus procesos conscienciales.
7. “Vivir Viviendo” y Acompañamiento
No pretendas que nada ni nadie
“cambie”. Todo se halla en Evolución veloz y constante, por lo que basta con
fluir con Confianza y Amor. Y en la Evolución se inscribe el proceso evolutivo y
consciencial de cada cual. Y, tanto en la Evolución como en cada proceso consciencial, todo
tiene su porqué y su para qué.
Tampoco persigas “ayudar” a
nadie. Comprende e interioriza la enorme carga de vanidad que supone querer
imponer a los otros lo que tu consideras “bueno”, “correcto” o “adecuado”, sin
percatarte de que cada cual está en su proceso y viviendo las experiencias a él
ajustadas.
Tu miedo y tu vanidad son
los que provocan tu deseo o necesidad de “ayudar” o de “cambiar”, cayendo en la
ignorancia y sucumbiendo en la petulancia de pretender incidir o interferir en un
Milagro –la Vida
en su totalidad e integridad- donde todo, sin excepción, fluye, refluye y
confluye en el Amor de cuanto Es y Acontece.
Lejos de diatribas mentales
y anhelos egoicos, goza del “Vivir Viviendo” de instante en instante, lo más
centrado posible en tu “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y divinal, con
Confianza en la
Providencia y en la
Vida y en Frecuencia de Amor.
Y
en ese “Vivir Viviendo”, comparte con entusiasmo tus dones y talentos y lo que
emana de tu interior -sin buscar resultados y sin querer convencer a nadie de
nada- y practica el Acompañamiento: acompaña en el aquí y ahora, con Amor y en
el Amor, a tus seres queridos y a todos tus congéneres; y siéntete acompañado
por ellos, cada uno en su estado consciencial y momento evolutivo, ninguno
“mejor” o “peor, “superior” o “inferior” que otro.
El
Acompañamiento requiere respeto absoluto al otro y Aceptación plena de su
proceso y de las experiencias que en él vivencia. Y el Acompañamiento se
desarrolla poniéndose en el lugar del otro, para compartir lo que siente
(“Compasión”), y desde la
Escucha del otro, no desde el “hablar” (decirle o desear
“enseñarle” algo), lo que exige Paz, Armonía, Silencio interior y mucho, mucho
Amor.
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