La mutua desconfianza sin fundamento siempre irá sobrada. Las
crisis extienden y refuerzan generosidad. Sólo veo por todo el mundo manos
blancas con guantes de goma, las negras brillan por su ausencia. No observo
ninguna oculta conspiración tras la masiva campaña de vacunación contra el
virus. Predomina la pauta de la colaboración, la divisa de la salud y el bien
para el mayor número de personas y ello reconforta.
La objeción que le veo a la vacuna anti-COVID es que olvidemos que
teníamos que construir otro mundo. Temo su postrera y codiciada
"normalidad", que después nada mute, que nos disuada en el ejercicio
imprescindible de repensar esta civilización. No niego que haya buena voluntad
tras él, pero el problema que le veo al multitudinario pincho es que nos
anestesie, nos haga olvidar que teníamos que remangarnos en pos de otro orden.
Me da miedo el "efecto parche" obviando el origen. Tapar
las consecuencias nos dificultará remontar a las causas y es preciso recordar
que el virus vino con nuestra destrucción de la Naturaleza. Con las agujas ya
dentro podemos olvidar que este mundo ya había caducado, no gozaba de prorroga,
no era sostenible. El peligro de la vacuna no es tanto los trombos, como la
amnesia, la falta de recuerdo de que teníamos que construir un nuevo paradigma,
ahora sí, junto con la Madre Naturaleza.
Desde este humilde
criterio, la disyuntiva no se encuentra tanto entre vacuna sí o vacuna no, sino
en atrevernos o no, a reinventarnos, a rehacernos sobre la base de otros valores
colectivos. La cuestión no era tanto ponerse o no a la cola de la Pfizer,
Moderna o Astra Zeneca, sino en levantar poco a poco una nueva civilización
solidaria y sostenible o quedarnos con ésta que ha demostrado sobrada y
palmariamente que no tiene recorrido.
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Autor: Koldo Aldai (koldo@portaldorado.com)
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