La mal llamada vacuna RNAm.
A diferencia de una vacuna convencional, aquí no se inocula un antígeno atenuado
para estimular al organismo para que genere anticuerpos contra él y así
quedar inmunizado ante una posible infección/contagio posterior. En este caso se inocula una molécula de RNAm ajena
al organismo. El RNAm no actúa como
antígeno, sino que penetra en el citoplasma celular con una información genética
ajena al organismo, que a diferencia del RNAm propio no ha sido obtenida copiando el DNA de los genes
propios en los cromosomas del núcleo, y tampoco ha tenido que atravesar la membrana nuclear.
El RNAm ajeno suplantará al
propio y forzará a los ribosomas del citoplasma
a fabricar una proteína también ajena, que supuestamente coincide con alguna
parte del virus que se quiere combatir.
Esta proteína migrará
desde el citoplasma a la membrana
celular y allí será reconocida como extraña por el organismo,
que generará anticuerpos del sistema inmune contra ella, logrando,
supuestamente, la inmunidad contra
el virus.
Esta forma de tratar al organismo humano es muy similar a lo que ya se
viene haciendo en ingeniería genética
con otros seres vivos. Desde hace algunas
décadas ya es posible insertar genes ajenos a bacterias, plantas y
animales, para que sus células
produzcan moléculas que no son propias de su especie, tales como insecticidas, anticuerpos, repelentes,
incluso hormonas. En realidad, esta es la forma
de dejar de tratar a los organismos naturales
como tales y empezar a explotarlos como factorías industriales. Todo esto se hace con fines “fitosanitarios”, así llamados de forma
eufemística, aunque en realidad y en última instancia son formas de forzar la producción y el beneficio
económico, sin escrúpulos respecto a las posibles
consecuencias medioambientales y de salud.
El debate bioético al respecto es muy controvertido. Sin embargo, a
pesar de las advertencias y
reticencias de no pocos científicos y expertos, y a pesar de la resistencia,
casi heroica, de un sector de la población a consumir productos que procedan de modificación genética, estas
prácticas se van extendiendo cada vez más en el mundo, lamentablemente sobre todo en países del tercer mundo, donde
las consecuencias sobre el medio ambiente y la
salud de la población humana no parecen importar
mucho.
Aunque el avance de la biotecnología hubiera hecho posible estas prácticas desde hace décadas también en el ser humano,
hasta ahora no se había osado, por
razones bioéticas, traspasar esa barrera. El estado de pánico al que se ha llevado a toda la humanidad con el
pretexto de la supuesta altísima peligrosidad del covid-19, ha
hecho que de repente se obvie cualquier tipo
de reparo bioético y se obvie el debate público entre especialistas; se
ha evitado a toda costa exponer abiertamente los pros y los contras a los
ciudadanos, para que estos puedan
decidir consciente y libremente sobre la conveniencia de esta medida para cada caso particular. Al contrario, hemos llegado al punto en que esta medida
sanitaria, a pesar de no haber sido suficientemente probada y se desconozcan
sus efectos secundarios a medio y
largo plazo, se considere
solución única e irrenunciable, hasta el punto
de pretender imponerla obligatoriamente a todos los ciudadanos. Es más, el pánico
–y la ceguera consecuente – entre la
población es tal, que ni siquiera hará falta
imponer la obligatoriedad, porque los propios
ciudadanos la van a reclamar como
un “derecho a la salud”.
En definitiva, la mal
llamada vacuna ARNm en realidad, llamando a las cosas por su nombre, es una
terapia genética que ni siquiera ha sido suficientemente probada antes de
imponerla, por lo que en realidad se trata de un ensayo clínico a escala
planetaria, en el que la humanidad entera sirve de conejillo de indias.
Si, como hemos visto, con el abuso de medidas higiénicas,
antibióticos, vacunas y medicación
alopática en general, la medicina convencional, buscando evitar la enfermedad, en una lucha a veces ciega contra
la patogénesis, pero olvidando
la necesaria salutogénesis, en realidad está sometiendo al organismo
humano, y especialmente al sistema inmunitario, a una agresión y merma de su capacidad natural de defensa y
regeneración, no será difícil imaginar cómo, con esta nueva e “innovadora” medida sanitaria, la confusión del organismo humano podría llegar
a niveles irreversibles.
Por otro lado, entre las implicaciones bioéticas obviadas hay una de
especial relevancia, a la vista de
los planes del WEF (Foro Económico Mundial) y la Agenda 2030, cuando hablan de que el ser humano adquirirá una “nueva
identidad digital-biológica”: una nueva versión de los nefastos programas de eugenesia
del pasado, pero más sutil, sofisticada e infinitamente más ambiciosa, gracias
al avance tecnológico actual.
Con esta tecnología, pero especialmente con la convicción generalizada
de que debemos ponernos en manos de
un poder supranacional que nos proteja, está a
mano la posibilidad de utilizar la mal llamada vacuna para inocular
material genético que obligue a nuestras células a producir cualquier
tipo de molécula que las “autoridades sanitarias” consideren necesarias. Con este paso, el ser humano, como ya está pasando con otros organismos manipulados genéticamente,
pasará también a ser una factoría industrial de material biológico uniforme, irá perdiendo las peculiaridades de un ser natural, como ya está pasando
con plantas y animales en agricultura y ganadería intensivas, y además, en el caso específico del ser humano,
irá perdiendo la peculiaridad, ontológicamente inherente al ser humano, de ser un individuo único e irrepetible, para pasar a tener una
identidad de masa, diseñada por un falso dios
e impuesta por falsos hierofantes. Por supuesto, la biotecnología actual
también será capaz de detectar fácilmente la presencia o ausencia
de estas moléculas en el organismo,
que de ese modo actuarían como un “microchip” biológico, que se podrá usar como identificador de personas, o más bien de grupos de personas, homogéneas y “homologadas”, o por el
contrario heterogéneas e “inadaptadas”, que
podrán ser excluidas socialmente, incluso exterminadas, por rebeldes o por “obsoletas”.
Cuando vemos la forma tan admirable con que la naturaleza humana se
las ha ingeniado para lograr que el organismo humano llegue a ser la expresión
única e individual de cada ser humano particular, el mejor vehículo posible
para sus intenciones y propósitos, el templo más adecuado para albergar la
llama de su espíritu único e irrepetible; cuando vemos toda la sabiduría
cósmica que se ha invertido en este propósito; cuando se logra entender que esa
tarea no la puede realizar nadie mejor que el Yo superior supraconsciente de
cada individuo y que cualquier intromisión externa en esa tarea, atenta
inevitablemente contra la más íntima y sagrada libertad humana; cuando todo
esto se entiende bien, no se puede más que asumir la responsabilidad que
entraña el hecho de haber sido bendecidos por la naturaleza – o ¡por el cielo!
– con el don de la libertad, y esta responsabilidad nos exige como mínimo y en primer lugar
preservar el don, cuanto no mejor desarrollarlo y aumentarlo.
"Transformación" (https://www.beatrizrubio.com/)
Es difícil pensar que una planificación estandarizada de la salud,
impuesta con métodos totalitarios y eugenéticos, sea compatible con la
naturaleza intrínseca del ser humano; y será difícil renunciar a ese
privilegio, a ese derecho –porque en realidad forma parte de los derechos
humanos esenciales – y entregarse a la ligera en manos de pretendidos
filántropos globalistas, eludiendo nuestra responsabilidad individual.
En la época del nacionalsocialismo, muchos quedaron fascinados por el
sueño de una nueva humanidad, guiada
por un Führer que a su vez guiaba a una élite
nacional, que iba a recuperar su pureza racial uniforme gracias al
programa de eugenesia. La misma
palabra eugenesia ya debió resultar fascinante a aquellos cultos ciudadanos de una de las sociedades
más desarrolladas del planeta. La belleza que
encierra la etimología griega de la propia palabra
ya resulta fascinante: -eu, bueno (pero también
bello y verdadero); -génésie,
génesis; estudio y aplicación de las leyes de la herencia orientados al perfeccionamiento de la especia humana
(DRAE; Diccionario de la Real Academia Española). Un sueño para idealistas bien intencionados. Pero aquel sueño encerraba
una pesadilla que solo se pudo reconocer cuando
lograron despertar del sueño provocado por la hipnosis de los aparatos de propaganda. Entonces se vio que el
programa de eugenesia iba de la mano del programa de genocidio y totalitarismo.
Hoy en día, en la época de
la globalización, muchos vuelven a estar fascinados por la agenda del transhumanismo, la “solidaridad” mediante la
abolición de la propiedad privada
y la “sostenibilidad” medioambiental. En este caso, como entonces,
muchos también están fascinados con el aura mesiánica de los supuestos filántropos que, sin haber sido
elegidos por nadie, se han erigido en guías
salvadores de una humanidad en supuesto peligro de muerte. Ahora, los medios de manipulación también son más sutiles y sofisticados que entonces, y el sueño hipnótico que provocan es todavía
más profundo. De modo que ahora también,
sólo al despertar, se podrá ver que tras la “sostenibilidad” ambiental se esconde
la explotación de la naturaleza y su desnaturalización; que tras la palabra transhumanismo no existe la intención de que el ser humano se convierta en el superhombre que soñó
Nietzsche, sino la intención de abolir la esencia del ser humano,
que es su individualidad, uniformizándolo y convirtiéndolo en un
número, y masa anónima uniforme. También se podrá ver que tras la
imposición de una solidaridad
monolítica, mediante la abolición de la propiedad privada, en realidad
se planea abolir la fraternidad, la democracia y la libertad, y de ese modo
privar al ser humano de su
esencia como ser social-individual.
Sin embargo ¿qué panorama nos encontramos cuando se restringe el
margen de libertad de la iniciativa individual y se reemplaza por la planificación programada; cuando se confunde la igualdad de derechos y deberes
ante la ley, que garantiza la
dignidad del ser humano, tanto en su dimensión social como individual, y se reemplaza por la
imposición de una identidad grupal uniforme y
anónima, y por la imposición de obligaciones y prohibiciones inhumanas;
cuando se confunde la fraternidad
que puede ejercer libremente cada ser humano con su prójimo, movido por un sentimiento de compasión, caridad y
justicia social, y se reemplaza por la abolición
de la propiedad privada que limita el grado de iniciativa individual hasta anularla por completo?
El panorama no es otro que un totalitarismo deshumanizador. Parece
casualidad que estén surgiendo
obstáculos para la expresión de
la individualidad humana, de
su Yo, a todos los niveles simultáneamente: las restricciones a la libertad de expresión y a las relaciones en el ámbito
social; la restricciones a la expresión anímico-espiritual
por el miedo que genera la libertad de movimientos; incluso a nivel fisiológico, las restricciones a una
expresión exclusiva del código genético individual.
El organismo humano,
sujeto a las leyes de la naturaleza, participa de la evolución
biológica de las especies como el resto de las criaturas. Pero el ser humano, gracias a su dimensión
cultural-espiritual, como ya hemos visto, ha ido emancipándose de esas leyes naturales y en cierto modo ha podido
influir en su propia evolución
biológica, liberándose en cierta medida del determinismo de las leyes naturales. Esto es algo que ha
sucedido muy lentamente a lo largo de la historia
de la especie humana en un proceso gradual. Abandonar la sabiduría de las leyes naturales por una cultura
incipiente no está exento de peligros, y los
errores cometidos tienen sus consecuencias, como es lógico. Es el precio
de la conquista de la libertad. En
ese proceso, encontramos de nuevo la necesidad de llegar a un equilibrio entre la seguridad que ofrecen los logros
colectivos del pasado heredados por
la cultura del grupo social, y la oportunidad de progreso futuro que
promete la creatividad de la iniciativa individual. Esta es la gran
aventura del género humano, que aunque pueda ir acompañada de errores y
no esté exenta de riesgos,
hace avanzar al ser humano mediante un complejo proceso de evolución natural-cultural de
la especie humana, un progreso social y un desarrollo y crecimiento individual;
proceso de criatura a creador, al fin del cual se habrá enriquecido y crecido
tanto la creación entera como el creador mismo. Esta aventura tendrá visos de
prosperar si se entienden y se practican algunas premisas, como las
que se recogen en el acertado lema social de Rudolf Steiner:
“Sólo hay salud en la vida social si en el espejo
del alma de cada individuo se refleja toda la comunidad y si en esta vive la
fuerza de cada alma individual”.
El sentido de estas palabras de Steiner
referidas al organismo social, cambiando sólo los sustantivos correspondientes,
se puede aplicar con igual validez a
la comprensión de todo sistema, ya
sea natural, ya sea producto cultural del ser humano, con la condición de que
haya sido desarrollado de forma orgánica – lo que excluye a los sistemas planificados
de forma abstracta y mecanicistas. Es el caso de los ecosistemas naturales, de
los sistemas de relaciones simbióticas, como la del ecosistema del bioma humano, y de la relación de todo
organismo con sus propios órganos, incluidos
el organismo terrestre completo y el organismo humano integral. Y así llegaremos a la conclusión de que los parámetros que indican el grado de evolución
y complejidad, en todos estos casos, son sorprendentemente idénticos. Los
sistemas primitivos y menos evolucionados presentan mínima diversidad, máxima uniformidad y simplicidad de
relaciones; incluso algunas partes podrían disociarse y continuar por algún tiempo una
existencia autónoma aislada,
al margen del conjunto. Los más evolucionados y complejos, presentan una gran diversidad de elementos
individuales diferenciados, interactuando en un complejísimo equilibrio dinámico entre las partes,
comportándose como una unidad indisociable; en la que ninguna parte
podría aislarse del conjunto durante mucho tiempo
sin perder su razón de ser y su propia existencia.
Cumpliendo esas premisas, estos sistemas
pueden ser considerados “organismos” en la plena acepción del término, y por lo
tanto seres vivos o entidades vivientes. Es el caso del organismo humano, pero
también del organismo terrestre (Hipótesis de
Gaia – el ecosistema planetario terrestre como un ser vivo – de Lynn Margulis y
James Lovelock) y del organismo social humano. Y las
leyes que los rigen son mucho más complejas que las leyes mecánicas,
cibernéticas y similares, que rigen las máquinas y otros sistemas planificados
de forma abstracta – lo cual incluye la planificación social abstracta estatal
derivada de ideologías políticas. Quizás esto ayude a entender las nefastas
consecuencias que se derivan cuando se confunde a los organismos vivos con
máquinas o sistemas abstractos – en definitiva, carentes de vida, o muertos – y se los trata como tales: cuando se
interviene en ellos desde fuera, cambiando “piezas” a conveniencia; cuando se
introducen elementos o sustancias ajenas que no se han desarrollado de forma
orgánica desde el propio organismo; cuando se manipulan hasta alterar la
esencia de su propia naturaleza. La lista de problemas medioambientales,
sociales y de salud es lamentablemente interminable.
En la esencia de la naturaleza humana
también encontramos las cuatro virtudes cardinales de Platón, recogidas luego
por los filósofos estoicos, como Cicerón, Séneca y Marco Aurelio; así llamadas
porque sobre ellas gira la vida moral del ser humano. Reducidas a tres virtudes
teologales por la Iglesia: Fe, Esperanza y Caridad. Y posteriormente
metamorfoseadas y desarrolladas por Rudolf Steiner: la Fe, en Sabiduría,
entendimiento, verdad; Caridad, en Coraje, comprensión, belleza;
Esperanza, en Templanza, consciencia, bondad;
y la Justicia, en Sabiduría Práctica de la Vida, que abarca a las otras tres en
acción, Acciones Verdaderas, Acciones con Amor, Acciones con Consciencia. Es necesario que ahora, como entonces, suficientes individuos se mantengan fieles
a su esencia humana y se mantengan
despiertos para ver la realidad espiritual que se esconde tras la apariencia de los
acontecimientos. Con un pensar claro, que les lleve a realizar acciones
verdaderas; con un sentir cálido, que les lleve a realizar acciones de amor;
con una voluntad firme, que les lleve a realizar acciones de consciencia. Ellos
podrán ayudar a despertar de la pesadilla
a otros que, por su idealismo bien intencionado, creen estar soñando con Alicia en el país de las maravillas.
Cuando los ataques a la
esencia del ser humano ocurren simultáneamente a todos los niveles, desde el nivel anímico-espiritual, social,
hasta llegar a su propio organismo biológico, es normal que
cunda el desaliento entre las pocas personas
que son conscientes de la gravedad de lo que está ocurriendo. Sin embargo es más importante que nunca, que esa minoría
mantenga la llama de la consciencia
despierta, e irradie luz en las tinieblas. Es necesario mantener la convicción de que el poder que tienen para
ayudar al resto, a toda la humanidad, no
depende de la cantidad, en este caso, de su inferioridad numérica, sino de la calidad de su ayuda: de la claridad de
pensamiento, del calor abnegado de sus sentimientos y del obrar desinteresado al servicio del prójimo y del bien común.
Esa será sin duda la verdadera “vacuna” que nos proteja de la otra
falsa y del resto de falsas promesas.
Una nos la pondremos por miedo y con miedo; la otra con coraje.
¿Tendremos el coraje necesario
para asumir nuestra responsabilidad
individual y elegir libremente la más conveniente?
Como conclusión, vaya por adelantado que sea cual sea la decisión que
cada cual pueda tomar, esa será la correcta para quien la toma, y merecerá todo
nuestro respeto… con la premisa de que haya sido una decisión tomada
libremente. Y será la correcta por el mero hecho de haberla tomado en libertad,
en el amor por la acción y sin coacción exterior, aunque ello implique que
pueda equivocarse y no sea la decisión más conveniente para esa persona ni para
el bien común en ese momento. En cualquier caso tendrá la oportunidad de
aprender del error y seguir avanzando en la conquista de la libertad o, lo que
es lo mismo, seguir avanzando en la conquista de su plenitud humana, de llegar
a ser cada vez más verdaderamente humano.
“Vivir en el amor por la acción y dejar vivir por la comprensión de la
voluntad ajena, esta es la máxima fundamental del ser humano libre”.De nuevo
estas palabras de Rudolf Steiner (Filosofía de la libertad) nos dan la luz
necesaria en estos momentos y en este asunto. De todo lo expuesto hasta ahora,
se deduce fácilmente la postura del autor y su convicción sobre los graves consecuencias
e inconvenientes que puede traer esta medida sanitaria, tanto pare él y en
general para la mayoría de las personas. La convicción de que esta, como
cualquier otra medida sanitaria, se debería tomar siempre de forma
individualizada por cada individuo junto a su médico, tras consideración de su
historial como paciente y tras sopesar riesgos y beneficios de la medida,
frente a riesgo concreto de contagio y peligro concreto para el paciente.
Y aun así, lo más importante de todo es el respeto por la libertad de
decisión de todos, absolutamente, con las premisas arriba indicadas. Ese
respeto es todo lo que pedimos también para los que decidamos en sentido
diferente al de la mayoría. Ni más ni menos.
Sólo así, tanto unos como otros, aprenderemos a ser individuos libres;
sólo así avanzaremos hacia el ideal de convertirnos en seres humanos integrales
y completos; sólo así, quizás, logremos entendernos socialmente y avancemos
hacia la construcción del organismo social sano, hacia el ideal de humanidad
universal. Hacia la fraternidad económica universal; mediante la igualdad
de derechos civiles; desde la libertad del espíritu divino, cuya llama arde en
el templo sagrado de cada individuo.
"Todo es posible" (https://www.beatrizrubio.com/)
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Autor: Vicente Machí Gómez
Las tres entregas de este texto, concluido en Freiburg
el pasado 19 de febrero,
se publican en este blog los jueves 22 y 29 de abril
y 6 de mayo de 2021.
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REFERENCIAS
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alimentación que protege nuestra salud y la del planeta. La fertilidad de
la tierra. ISBN 9788493828929
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- * Bourguignon, Claude El suelo, la
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- Goethe, J.W. La
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- Goethe, J.W. Goethe y la ciencia. Siruela. ISBN 9788478445912
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COVID-19
http://www.biologosporlaverdad.es/vacunascovid19.pdf
https://medicosporlaverdad.net/estudio-vacunas-covid-19/
* Docentes del autor en asignaturas, clases magistrales y seminarios de la licenciatura de Biología, especialidad de Antropología, M.Sc. Contaminación Atmosférica, M.Sc. Agricultura Biológica. UV, UB, KCL, UCM (1980-1992).
Con profundo agradecimiento y reconocimiento.
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