Hablar de temas materiales no plantea ningún problema para nadie, salvo la capacidad de comprensión según la complejidad técnica, científica o filosófica de lo que se esté tratando. Es eso de que para hablar de algo o entenderlo hay que tener estudios y, si no, habría que aplicar la máxima de Marx Twain “es preferible estar callado y parecer idiota, que abrir la boca y despejar la duda”.
¡Todo
está bien!
¿Qué pasa cuando, siendo todo un desastre, cuando uno alcanza la
angustiosa sensación de que el mundo se le está viniendo abajo como un
descomunal castillo de naipes, viene un imbécil, un necio, un gilipollas y te
dice, ¡todo está bien!?
¿Pero tú de qué vas, anormal? Si estamos arruinados, si se nos han
muerto la mitad de los seres queridos por la puta pandemia, si estamos sin
trabajo, si este puto gobierno nos está esclavizando y vigilando hasta lo que
pensamos, si la esperanza es un lejano recuerdo… vienes tú y nos dices que
¿todo está bien?
(Y perdón por la retahíla de tacos que surgen para afianzar estos
incomprensibles argumentos.)
Afirmar eso es como afirmar que vivimos una existencia de amor y
paz y, tratar de meternos al Dios que permitió lo de Eva y la serpiente puñetera.
¿Porqué no le dio a la bicha una patada y evitar así que la imbécil de Eva
cayera como eso, como una imbécil? Se habría evitado Dios todo el follón que ha
venido después y se habría ahorrado tener que venir al mundo para que le
mataran.
O dicho de otra forma, ¿por qué permitió Dios crearnos con un
defecto de fábrica tan letal para luego decirnos que “todo está bien”?
Pues de esto trata la Física de la Espiritualidad, queridos
amigos, de cuadrar el círculo, de que los renglones torcidos de Dios sean
rectos, de que el caos sea la manifestación del orden. Se trata de comprender
un oxímoron. Porque ¿cómo puede ser un hielo abrasador, un silencio
ensordecedor, un docto ignorante, una música callada o una soledad sonora?
Física y espiritualidad han sido términos opuestos y hablar de la
Física de la espiritualidad es un perfecto oxímoron que sólo cabe en retorcidas
mentes. Así que atreverse a tratar lo material y lo espiritual como un todo, es
como un trilero que sólo quiere timar a los incautos. Y en el fondo, hablar de la Física de la
Espiritualidad es simplemente abordar el oxímoron del “Yin y el yang” lo
oscuro y lo brillante de la filosofía china; es enfrentarnos cara a cara a la “Ley
de fuerzas antagónicas” que hemos estudiado ampliamente en la serie “Visión
sistémica del Mundo”. Es comprender que la Vida se basa en la estabilidad de
los opuestos, que tenemos que dejar de ver al mundo y a lo material como
enemigos del alma, de lo espiritual, porque esta forma de ver la vida no ha
hecho otra cosa que desgarrarnos y someternos a la mayor de las angustias y a
la mayor de las tristezas, ha levantado un muro entre yo y el “no-yo” (todo lo
que existe fuera de mí) o entre yo y la Divinidad, cuando todo es Uno.
Pues si sobre esto, se elaboran narrativas que no hacen más que
ahondar en la dualidad, aun tratando de aparentar la unidad, entonces, “abrir
la boca” para proclamar el trascendental cambio de paradigma de la Unidad, del
“uno sin segundo”(por cierto un libro muy bueno de Aimar Rollán), de la
armonía de una Creación (donde uno alcance a ver cómo los muros que nos separan
son una absurda matriz, un engañabobos, un trampantojo, diseñados para
mantenernos enfrascado exclusivamente en los asuntos de este mundo y olvidarnos
de la eterno y de lo Real, porque es muy difícil estar a las duras y a las
maduras), entonces, efectivamente decir que ¡todo está bien! Es una broma de
mal gusto.
Pero si no, si tratamos de elaborar narrativas tales que
finalmente, sea para nosotros evidente que “todo está bien”, entonces habremos
salido de esta artificial matriz, por la “séptima puerta” que referíamos en la
entrada 49 de la serie Visión sistémica, esa puerta que nos abre el horizonte
infinito de la vida interior.
El
atrevimiento de “abrir la boca”
Así que vemos que abrir la boca en asuntos del espíritu es otra
cosa. Y si lo mezclamos con lo físico, ya, para qué hablar...
Primero está la “profesionalización” de lo espiritual.
Los temas espirituales, a fuerza de aceptar la necesidad de que
hemos de tener estudios para hablar de ello, las corporaciones religiosas de
siempre han considerado que son temas tan especializados, que sólo sus
ministros y teólogos están capacitados y autorizados para impartir doctrina, a
riesgo de que venga cualquiera y se lleve a la gente por el mal camino de las
herejías. Hasta incluso existe todo un programa curricular de licenciaturas,
doctorados y másteres que capacitan a los que poseen papeles a hablar de estos
misteriosos asuntos, mientras el resto de los mortales que nos atrevemos a
hablar y compartir con los demás estos trascendentales temas, desobedecemos a
Twain, ya que, al “abrir la boca” estamos despejando la duda y somos
considerados, además de idiotas, intrusos en una profesión institucionalizada.
Se nos considera advenedizos de algo que sólo tras sesudos estudios y el
correspondiente certificado de “ídem”, se puede ejercer “la profesión” de
hablar del espíritu. Afortunadamente, los tiempos han cambiado y ahora, al
menos, no corremos el riesgo de arder en la inquisitorial hoguera.
Segundo está la “mercantilización” de lo espiritual.
Luego está también, en el otro extremo, otro asunto que también es
muy espinoso; la predicación como negocio. En Centroamérica, en tiempos de la
Teología de la Liberación de Leonardo Boff, en la medida en que este movimiento
se estaba llevando de calle a las gentes sencillas de esos países azotados por
la pobreza, esto puso en alerta a dos instituciones, al Vaticano, por el
tufillo marxista del mensaje y al Tío Sam. Los primeros condenaron el
movimiento por razones teológicas y los segundos, para contrarrestar su
expansión, pusieron en marcha el “Plan Rockefeller”, que consistía en poner una
iglesia protestante en frente de cada iglesia católica del continente, para
hacerle la competencia. Y luego incentivar la competencia entre las diferentes
sectas protestantes (divide y vencerás), de modo que hubo muchos que se
aprendieron la copla de, tras un baño doctrinal de aquella manera, montaban su
chiringuito religioso, ganaban adeptos y, mira tú, una forma de ganarse el pan
y hacer negocio. De nuevo la prostitución de lo espiritual al considerarlo como
negocio. Está disponible en los canales de pago la serie de televisión
“Greenleaf”, que refleja la vida de una familia de color americana que vive de
eso, del bienintencionado negocio de la religión.
Esto no me lo han contado; lo vimos mi esposa y yo cuando fuimos a
Honduras de cooperantes los veranos de un par de años y descubrir la feria de
vanidades en la que se había convertido todo lo religioso, donde con una mano
se esgrime la Biblia y en la otra la pistola, siempre dispuesta a participar en
una “ensalada de tiros” o “baleadas” o “balaseras”, tan tristemente habituales
en esos países.
Con lo cual, como no podía ser de otra forma, todo lo relacionado
con la relación del ser humano con Dios, está envuelto de polémica, abusos de
poder, oscurantismo y salvaje y lucrativo negocio. Así que, todo esto supone
que el atreverse a “abrir la boca” se convierte en algo bastante molesto y no
pocas veces peligroso, porque se ha de hacer con la certeza de que se le va a
tocar las narices a alguien por cualquiera de las razones antes mencionadas.
Que se lo digan a Jesús de Nazareth…
Quizás se debe a que afecta mucho a la filosofía de vida y al “sueño
del Planeta” que Miguel Ruíz refiere en su libro “Los cuatro acuerdos”
sobre la filosofía de los indios toltecas. Acaso es eso de “no me toques la
gallina de los huevos de oro y no me revuelvas el corral que está muy
tranquilita (la gallina, es decir, la parroquia) y domesticada; tengamos la
fiesta en paz”.
Tercero están “las narrativas” de lo espiritual.
“Abrir la boca” supone adentrarse en asuntos salpicados de
creencias y cuestiones de fe, pues depende de la actitud de cada cual hacia
estos temas. Y el espectro de respuestas va desde el fanatismo de los
fundamentalistas dogmáticos, las devociones de las gentes sencillas, la
indiferencia de los escépticos hasta los zarpullidos y las reacciones alérgicas
y anafilácticas que experimentan aquellos que odian todo lo relacionado con lo
espiritual al escuchar estos temas. Es algo así como el espectro “izquierda y
derecha”.
Pues de igual forma, resulta complicado hablar de temas
espirituales sin pisar el callo bien a unos, a otros o a ambos, además de a los
profesionales del ramo. Porque en este asunto sucede que no es lo mismo “abrir
la boca” desde el conocimiento adquirido a través de estudios y amplias
lecturas de las filosofías de los maestros espirituales, donde se entra de
lleno, incluso, en el intrusismo profesional, y otra “abrir la boca” desde la
experiencia de vida.
Si se trata de “abrir la boca” desde el conocimiento basado en los
estudios, yo prefiero tener la boca cerrada y parecer idiota, porque, por mucho
que yo haya leído sobre espiritualidad y filosofías de pensamiento, jamás podré
competir con los auténticos maestros de estas cuestiones. Por mucho que me haya
leído el Bhagavad Gita, el Tao Te King o el Nuevo Testamento, jamás podré
competir con un maestro de cada libro, porque no tengo estudios. Así que desde
este punto de vista, si abro la boca, inmediatamente despejaré la duda,
demostrando que soy un atrevido ignorante, aunque lleve toda mi vida leyendo y
meditando por mi cuenta todas estas filosofías, pero como me falta “el papel”
que certifica que sé, pues no sé. Siempre seré un advenedizo respecto de
aquellos que las viven como cultura y educación materna y además, tienen un
papel que certifican que tienen estudios al respecto.
Pero si se trata de “abrir la boca” desde la experiencia de vida,
sí me atrevo a ello, porque lo que se vive en primera persona, ni el Papa puede
arrebatártelo ni contradecirte. Es desde este enfoque vivencial que sí me
atrevo a “abrir la boca”, sin que por ello ignore el peligro que corro al
“abrir la boca”.
Todo lo que he escrito y hablado relativo con lo espiritual, lo he
hecho desde la vivencia personal, porque creo que siempre he sido consciente de
que al “abrir la boca”, me meto en el terreno institucionalizado y
profesionalizado de los profesionales de la predicación; me meto también en un
negocio en el que nadie me ha invitado a entrar y me meto también en una esfera
en la que voy a tocar las narices a mis hermanos en la fe, al no adoptar la
narrativa católica de las homilías dominicales y también a los ateos y antiteos
por ofenderles hablando de Dios, al que ellos o ignoran o incluso odian.
Narrativas
de la vida interior
Igual que en la serie anterior yo he podido hablar desde el
conocimiento profesional de cuarenta años de profundizar en la Teoría General
de Sistemas, en la actual, soy consciente de que me voy a meter en temas que
seguro, van a llegar a lo más profundo de más de uno de vosotros. Si en la
visión sistémica abordaba “modelos mentales” sobre la realidad que creemos está
fuera de nosotros, a fin de intentar comprenderla de modo holístico, en la
Física de la Espiritualidad, voy a abordar una “visión de la vida interior”.
Desde mi experiencia personal, los temas religiosos, tal y como se
suelen abordar desde un enfoque doctrinal y litúrgico, son “exotéricos”,
externos a nosotros, dado que plantean la relación del ser humano con un ser
celestial que está fuera de nosotros, en el Cielo, en el sagrario, en el altar,
allí arriba y tenemos que alzar la vista y casi con prismáticos intentar ver a
un Dios lejano al que tenemos que mantener calmado a base de rituales
adoratrices, que sólo pueden hacer y dirigir los de la casta sacerdotal, que
para eso estudian y son consagrados.
Sin enmendar ni una sola coma a todo esto, mi narrativa no va a ser
de ese tenor, donde si abro la boca, despejaré la duda de mi ignorancia y falta
de preparación.
Pero lo mismo digo, al referirme a otras filosofías de pensamiento,
como el budismo, el taoísmo y demás, en las que no me atrevo a impartir ni una
sola gota de doctrina ni conocimiento; sólo mi profundo respeto a los que han (habéis)
elegido caminos alternativos que conducen al mismo lugar, a Finisterre, al “Fin
del Mundo”, que en mi narrativa va a estar situado en el Cabo Finisterre
situado en La Coruña, Galicia.
Si en la entrega anterior os decía que no tenía ningún plan, ahora
os digo que si puede que tenga un plan, la de la senda de vida interior que
conduce a Finisterre, al fin del mundo, del mundo de cada uno de nosotros. Y lo
voy a hacer basándome en la historia de las dos hermanas, Marta y María, (que
os comenté en la entrega 49) las que protagonizan aquel bello pasaje de Jesús
en la casa de Lázaro, en Betania. Estas dos hermanas me van a acompañar y a
protagonizar las narrativas que trataré de escribir en el devenir de esta
serie, que no sé cuántos capítulos va a tener.
Desde mi posición ecléctica de cristiano de frontera, trataré de
hablar de la física de lo espiritual sin tocar demasiado las narices al
personal que se sienta molesto tanto por defecto como por exceso utilizando la
narrativa más neutral posible, que para mí es la que aporta la Filosofía
perenne y la mística. Estos dos pilares, van a resultar esenciales para la
comprensión de lo que trato de expresar. La Filosofía perenne, porque en
palabras del que ideó el término, el filósofo Gottfried Leibniz, es el concepto
metafísico que aborda el reconocimiento de la Divina Realidad en las vidas, en
las mentes y en el mundo. Por otro lado la Mística es la base de experiencias
espirituales expresadas por muchos santos de Dios a lo largo de la Historia,
desde diferentes religiones, y donde describen la experiencia personal de su
camino hacia Dios, o más genéricamente, a la Divina realidad.
Así que mística y filosofía perenne son las bases de la narrativa
que voy a desplegar basándome siempre en mi particular experiencia. A los
católicos les molestará que un católico no despliegue toda la dialéctica
católica del catecismo para hacer catequesis a los alejados; y a los escépticos
y ateos, les molestará que hable de Jesús de Nazaret. Pues lo siento, aunque
creo que entre los que leéis el Blog de Emilio, no haya muchos que estéis
situados en los extremos del espectro. En los extremos siempre se sitúan
aquellos a los que Nietzsche les dedica esta frase lapidaria: “el convencimiento
absoluto es más peligroso para la verdad que la propia mentira”. Es decir,
en los extremos siempre se colocan los radicales y intransigentes que se creen
estar en posesión de la verdad, lo que conduce a actitudes dictatoriales e
intratables de pensamiento único, en un sentido o en otro. Es aquello de que “hay
que insistir en el error cueste lo que cueste”.
La Nueva Humanidad no podrá contener miembros absolutistas, porque
el absolutismo filosófico y vital en vez de abrir los ojos y expandir la consciencia,
los cierra y la anula, convirtiéndoles casi en androides programados para
levantar muros de exclusión, tema (el muro) que abordaré en la siguiente
entrega. Es por eso por lo que el proceso de la evolución desde lo físico a lo
espiritual ha de hacerse desde la humildad y la sencillez. Los grandes y
elaborados planteamientos conceptuales no caben en una consciencia
evolucionada.
Finisterre
o la revolución interior
El proceso consciencial que tanto ha
expuesto Emilio, es desde mi punto de vista, un proceso poliédrico y me
explico.
Aunque es básicamente el tránsito de la
vida material y exotérica a la vida espiritual y esotérica, cada cual lo vive
de forma absolutamente personal; es decir, aunque en los libros estén descritos
procesos más o menos generales, tanto que los doctos exégetas y hermeneutas se
atreven a convertirlos en doctrina cierta versus las doctrinas erróneas, cada
persona es un mundo vivencial único e irrepetible.
A estas alturas de curso, tras el
proyecto “Consciencia y Sociedad
distópica”, creo que debería quedar claro que la
obligada vivencia de la actual distopía y su superación, jamás se va a
conseguir con revoluciones exteriores, sino con auténticas revoluciones
interiores. Es decir, es preciso que cada uno de nosotros decidamos someternos
a nuestra particular revolución interior, a reconocer que necesitamos cargar de
aceite nuestras lámparas y esperar al esposo. O dicho de otra forma, mientras
vemos cómo el mundo se desintegra por el desatado efecto del odio entre los
seres humanos, aquellos que queramos formar parte de la Nueva Humanidad,
debemos centrarnos en afrontar con decisión el mayor y más difícil de nuestros
desafíos de vida, nuestra propia vida interior: saber que Dios nos ama, segundo
ser conscientes de que Dios nos ama; tercero, dejarnos amar por Él y cuarto,
amar a los demás como Él nos ama. Para finalmente comprender así que ¡todo
está bien!
Antes hemos de tener claro qué es la vida interior. “Vida
Interior” no es “vida privada”. No es, “yo y mis pensamientos” que
no comparto con nadie, porque a nadie le importa determinadas cosas de mí, y
que están protegidas por la Ley Orgánica de Protección de Datos de carácter
personal. Tampoco es el conjunto de ensoñaciones que uno se pueda imaginar
cuando se emociona ante una “experiencia religiosa” al límite de lo sentido
como sublime.
La Vida Interior es algo
que está más allá de las cosas de este mundo.
La Vida Interior es tu
propia vida, tu más auténtica identidad, la que brota de lo más
hondo y desconocido de ti mismo, la que ignoras por estar permanente enredado
en tus asuntos de la vida cotidiana y desde donde tu ser se puede unir en
absoluta intimidad con Dios.
La Vida Interior es el
camino que te comunica con el vórtice de salida de este mundo para entrar en el
Océano de Dios.
Ese vórtice está en
Finisterre. Y en Finisterre es donde nos juntamos judíos,
moros y cristianos, budistas y sintoístas, hinduistas y jainistas y todas las
almas de buena voluntad y sincero corazón que se asombran cuando responden a Jesús
“¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer?”
La Vida Interior es la que experimentas cuando cerrando los ojos, y
acallando la mente, notas cómo casi tu espíritu y tu cuerpo se disocian y casi
podrías volar hacia otros horizontes de la mano de “algo” o “alguien” que te
sostiene.
No sabría decir si Vida Interior es lo mismo que el subconsciente o
el inconsciente de Freud. Ni lo sé, ni tampoco tiene demasiada importancia,
porque no se trata aquí de abordar un estudio psicológico de las profundidades
de la mente. Insisto, la Vida Interior es algo que está tan dentro de ti que,
está más allá de las cosas de este mundo.
Pues de esto es de lo que quiero tratar en esta serie. Lo quiero
hacer de una forma heterodoxa, si se mira desde un enfoque religioso concreto;
y lo hago así, para que cualquier persona de buena voluntad y sincero corazón
pueda plantearse si no podría ella también meterse en sus propios adentros para
tratar de descubrir el tesoro escondido que nos ha sido depositado en lo más
íntimo de nuestro ser.
“Aprender a ser”. Esta es
una expresión que suelo utilizar en algunas ocasiones para referirme a en qué
consiste nuestro paso por este mundo, un proceso de aprendizaje nada fácil, en
el que comenzando con nuestra vida eminentemente física y natural y sometida a
las leyes de la Naturaleza, el Creador nos da la luz suficiente como para
intuir (quien esté dispuesto a intuirlo) que nuestro destino no es la paz de
los cementerios, sino la plenitud espiritual de nuestro ser. Pero aprender a ser
no es un camino fácil, y las dificultades proceden de todas las direcciones de
la rosa de los vientos en el horizonte de la vida.
Los que hayáis hecho el Camino de Santiago, en todo o en parte
podréis seguir mejor estas andanzas y comprenderéis por qué pongo a Finisterre
como el vórtice de salida de este mundo, porque cuando por fin llegas al faro,
ante tu vista se muestra la infinita Mar Océana, el Océano de Dios, ante el
cual, ya nuestras propias fuerzas no dan más de sí, lo que podías caminar por
tus medios ya está recorrido. La fase “física” de la vida interior, está cumplida.
Ahora, ante el inmenso Océano, o bien regresas a casa o te embarcas en una barca
con mástil, vela y sin timón y te dejas llevar por el Viento a donde el Viento
determine.
Y reconoces que es el momento en el que adquiere toda la validez
del mundo aquella frase del Tao te King:
“No hagas
nada para que nada quede sin hacer”
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Autor: José
Alfonso Delgado
Nota: La
publicación de las diferentes entregas de La Física
de la Espiritualidad
se
realiza en este blog, todos los lunes desde el 4 de enero de 2021.
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