Llegaste sin avisar,
Como huésped sin invitación previa,
Tomaste cada rincón de mi hogar,
Desplazando al dueño de la casa,
Me dejaste a un lado,
Diciendo:
“Todo es mío,
Todo me pertenece,
Tú,
Eres hijo de mi AMOR”.
Desde ese día,
Nada soy.
Vago sin rumbo,
Moviéndome al ritmo de tu voz,
Buscando tu mirada,
En cada ser,
Anhelando los brazos de cualquiera,
Imaginando que son los tuyos.
No hay atisbo de personalidad,
Anulaste toda entidad individual.
Tan solo tu nombre,
Surge de mis labios.
Tan solo tu imagen,
Abarca mi mente.
Canto tu AMOR,
Las lágrimas,
Recorren cotidianamente,
Mi faz.
Es total libertad,
No hay espacio para la posesión,
No hay apego,
Pues se trata,
Del AMOR,
Amándose así mismo.
No hay juicios,
Ni razonamientos previos.
Marcas cada paso,
Y a cada instante,
Me envuelves en tu manto,
De suave seda etérea.
Eres mi yo,
Nada soy.
Tú eres la total existencia,
Soy un instrumento,
Que se pliega,
A la voluntad,
De tu AMOR.
Nada es deseado,
Nada es añorado,
Un constante presente,
Enajenado y embriagado,
Por el néctar,
De tu presencia.
Loco me llaman,
Tal vez,
Ese sea,
El mejor denominador,
Pues la locura,
No conoce barreras,
De nombre,
De forma,
Ni de género.
La libertad plena,
Es su consigna,
El desapego,
Su proceder diario.
Nada existe,
Excepto el AMOR,
Nada se percibe,
Excepto tu imagen.
Te encuentro,
Por doquier.
Amo,
Cada átomo,
Amo,
Cada brizna,
Amo,
Por AMOR.
Pues nada existe,
Si Tú,
No insuflas tu aliento.
Nada es,
Si no estás en ello.
Mi AMADA,
Esa eres Tú.
Mi AMOR,
Mi TODO.
Yo no existo,
Eres Tú siempre.
Eres Tú,
A cada momento,
Eres Tú,
Desde el principio.
El resto,
Una bella ensoñación,
De Tú AMOR.
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Autor: Matías Márquez (gaudapada@hotmail.com)
Fuente: De su libro Alma embriagada (Editorial: Visión
Libros)
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