El entramado de dominio que intenta mantener a la Humanidad en la
inconsciencia y maneja la economía y
la sociedad, cuenta con un núcleo duro o primer círculo cuyos componentes son hoy los amos del mundo: lideran la
red global de control y manipulación; y dirigen a todos los demás círculos (una
extensa y jerarquizada malla de élites y sub-élites) mediante una estricta
cadena de mando en la que cada nivel sólo conoce parcialmente al inmediatamente
superior. Por extraño que te parezca por los sistemas de creencias que se han
encargado de implantar en ti y en la gente, entre los integrantes de este
círculo primero no hay seres humanos. Se trata de seres sutiles -carecen de
corporeidad material, aunque pueden manifestarse y hacerse visibles- y poseen
conocimientos y medios de actuación impensables para la Humanidad. Sin embargo,
son muy densos consciencialmente al estar apegados a deseos de poder tan
egóicos como insaciables. Y mantienen relaciones con otros seres de baja
frecuencia consciencial (entre ellos, diferentes razas extraterrestres, así como diversas entidades energéticamente plúmbeas y sombrías que parecerían sacadas
de relatos de ficción), pero avanzados tecnológicamente y avezados en el uso y
movimiento de las fuerzas naturales y las energías vitales. ¿Cuál es la
naturaleza exacta de los componentes de este primer círculo? Los textos
antiguos de bastantes tradiciones espirituales aportan importantes pistas al
respecto. Por ejemplo, los evangelios cristianos, en los que se narra (Evangelio de Lucas 4, 5-7 y Evangelio de Mateos
4, 8-9) como a Cristo Jesús se le
presentó el diablo, quien “lo llevó a un monte muy alto”, “le mostró en un
instante todos los reinos del mundo” y “le dijo: te daré toda esta autoridad y
su gloria, porque me la han dado a mí y yo la doy a quien quiero; si tú me
rindes homenaje (si postrado me adoras), será toda tuya”. Jesús rechazó este
ofrecimiento de quien él mismo denominó “Satanás” (Evangelio de Mateos 4, 10)
o “príncipe de este mundo” (Evangelio de
Juan 12, 31) y San Pablo llegó a calificar como “dios de esta edad” o “dios
de este mundo” (Segunda Carta a los
Corintios 4, 4). Ciertamente, el diablo hace creer que no existe y la
mayoría de las personas (“les ha cegado la mente”, se afirma en esa Carta) consideran que es un cuento, un
producto de la imaginación o, como mucho, un símbolo metafórico del mal. Sin
embargo, el diablo es alguien real y los libros cristianos lo describen como un
querubín: tipo de ángel perteneciente al segundo nivel de las dimensiones
celestiales. ¿A qué se debió su descenso consciencial –“ángel caído”-? Pues si el
místico Al-Hallaj compartió que “Dios es yo; y yo soy Dios cuando cesó de ser
yo” (es decir, cuando dejo de identificarme con el yo físico, mental y
emocional que uso para experiencia la vivencia humana y tomo consciencia de lo
que realmente soy), Satanás, en su libre albedrío y partir de un momento dado de su existencia y
proceso consciencial, ansía ser Dios sin cesar de ser él. Otros ángeles se le
unieron en esta pretensión (Apocalipsis
12, 7-9). Y tras el retroceso consciencial ocasionado por este afán egóico,
intentan ejercer de dios dominando a la Humanidad y consiguiendo que
“el mundo entero esté en su poder” (Primera
Carta de Juan 5, 19).
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