Se transcribe seguidamente el texto de Emilio Carrillo titulado El por qué y para qué del coronavirus (COVID-19): su origen, su difusión, sus nocivos efectos sociales y económicos y las oportunidades que abre para todos.
Debido a su extensión y al tipo de entrada que obliga el blog, puede resultar incómodo de leer en este. Por ello:
+En este enlace dispones del texto en audio:
https://www.dropbox.com/s/1jfx6yg18zir93a/Emilio%20Carrillo%20-%20El%20por%20qu%C3%A9%20y%20para%20qu%C3%A9%20del%20coronavirus%20%28COVID-19%29.mp3?dl=0
+Y en este puedes leerlo y descargarlo en formato PDF:
https://drive.google.com/open?id=1tY4KkiEkPe--nOD0Hi-qtntoJ4nRwp0S
Debido a su extensión y al tipo de entrada que obliga el blog, puede resultar incómodo de leer en este. Por ello:
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EL POR QUÉ Y PARA QUÉ DEL CORONAVIRUS (COVID-19):
Su origen, su difusión, sus nocivos efectos
sociales y económicos y las oportunidades que abre para todos
Emilio Carrillo
Director del Proyecto de Investigación “Consciencia
y Sociedad Distópica”
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SUMARIO
1. INTRODUCCIÓN
2. DE WUHAN A PANDEMIA MUNDIAL
3. DOS GRANDES INTERROGANTES: EL ORIGEN Y EL GRADO DE GRAVEDAD DE LA
ENFERMEDAD
4. EL ORIGEN DE LA ENFERMEDAD
a) Origen natural
a) Origen artificial y accidental
a) Origen artificial y provocado
5. ENFERMEDAD RETRANSMITIDA EN VIVO Y EN DIRECTO
6. LAS LECCIONES DE DOS PANDEMIAS ANTERIORES
+Gripe aviar (Gripe A, subtipo
H5N1)
+Gripe porcina (Gripe A, subtipo
H1N1)
7. PONIENDO BLANCO SOBRE NEGRO: CONCLUSIONES
1º. El origen del COVID-19 no
parece que sea natural
2º. El origen del COVID-19 es probablemente
artificial, ligado a investigaciones secretas sobre armas biológicas en China
y/o Estados Unidos
3º. La causa de la propagación del
nuevo coronavirus: una fuga accidental en el contexto de las citadas
investigaciones
4º. Todo apunta a que somos
protagonistas de un gran ensayo de ingeniería social
5º. A medio y largo plazo, la crisis del COVID-19 tendrá otros
efectos nocivos de gran envergadura
8. CINCO POSIBLES EFECTOS DE LA CRISIS DEL CORONAVIRUS A MEDIO Y LARGO
PLAZO
1. Recesión económica planetaria
2. Vacunación
masiva y ¿obligatoria?3. Un gobierno postdemocrático
4. Un régimen autoritario de policía-digital
5. Reestructuración de la distribución del poder dentro de la propia élite
9. UNA GRAN OPORTUNIDAD: LA NUEVA HUMANIDAD
+Para vivir con consciencia, situarse en el centro del huracán y sacar lo mejor de uno mismo
+La nueva humanidad: ¿estás invitado a ella?
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1.
INTRODUCCIÓN
Redacto las páginas que
aquí arrancan –demasiadas para lo que se suele leer en estos tiempos virtuales;
muy pocas para abordar un tema de tanta envergadura- en un estado de completa
paz y armonía en medio de los hechos tan distópicos que vivimos.
Lo que sigue es una aproximación
al por qué y para qué del coronavirus (COVID-19). No pretendo con ello generar
miedo -ya hay mucho más de la cuenta-, sino abrir Consciencias. Desde el
corazón; utilizando información y datos contrastados en la medida de lo
posible; sin intentar convencer a nadie de nada; con el máximo respeto a otros
modos de ver las cosas; con agradecimiento a todos los que se están movilizado
solidariamente en el planeta para dar respuesta a la pandemia; y sin resentimiento
alguno. Desde una enorme compasión y un inmenso amor por todo y para todos.
Especialmente para los familiares de los fallecidos y los enfermos. También
para los que están detrás, como verás si continúas leyendo, de todo lo que
acontece, ocasionando tanto dolor y sufrimiento.
Hace año y medio que
dirijo el Proyecto de investigación Consciencia
y Sociedad Distópica. En su página web (https://sociedaddistopica.com/) puedes acceder
libremente a sus contenidos: más de 150 textos (artículos, entrevistas…) de un
centenar de autores de acreditada competencia y cualificación. Y dentro de unos
días, en el próximo mes de abril, saldrá publicado el libro que, con el mismo
título que el Proyecto, recoge las principales conclusiones de su primera fase,
incluyendo un estudio del caso referido al coronavirus (COVID-19).
Si entras en la referida
web y te paseas por ella, comprobarás que lo acontecido con el coronavirus no
nos debería haber cogido por sorpresa. La distopía –una humanidad
desnaturalizada y deshumanizada, sufriente y alienada, llena de grandes
injusticias y hondos desequilibrios y en manos de una selecta élite- ya no
narra un futuro imaginario –como ocurre en numerosas novelas, películas y
series de televisión-, sino que desvela el presente cierto. Y es que la
Sociedad Distópica ya no es una ficción, ni algo por venir. Es muy real y está
aquí, avanzando entre nosotros. Expresado metafóricamente, se trata de un
huracán de magnitud aceleradamente creciente. En su seno, la crisis del coronavirus,
por potente que sea o pueda llegar a ser, es solo un episodio más: ni es el
primero, ni será el último.
Pero aquí y ahora es lo
que tenemos delante y hay que examinarlo con rigor e inteligencia y recordando,
a propósito de esta, lo escrito por Jacques Bergier y Louis Pauwels en La Rebelión de los Brujos: “La
inteligencia opera como los paracaídas: solo funcionan cuando están abiertos”. A ello se dirige este
texto en el que se pone de manifiesto, del modo más sintético y didáctico posible,
una aproximación a la verdad sobre el coronavirus (COVID-19): su origen, su
difusión, sus nocivos efectos sociales y económicos y las oportunidades -¡si,
las oportunidades!- que abre para todos y para cada uno de nosotros.
2. DE WUHAN A
PANDEMIA MUNDIAL
A mediados de diciembre
de 2019, los servicios médicos de la ciudad china de Wuhan, en la provincia de Hubei, diagnosticaron en
diversos enfermos una neumonía ocasionada por causas desconocidas. Una investigación posterior,
publicada en la revista The Lancet, determinó
que se trataba de un nuevo tipo de virus de la familia Coronavidae (lo de corona obedece a su forma, ya que el
virus tiene una especie de corona -como la de un reloj- alrededor de su núcleo),
emparentado con el Síndrome
Respiratorio Agudo Severo (SARS) y el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), pero que no es
igual a ninguno de ellos.
El gobierno chino
reconoció oficialmente el primer caso el 31 de diciembre. Durante enero de
2020, se extendió a otras zonas de China –el día 20 de ese mes se decretó la alerta
sanitaria- y a naciones vecinas como Irán. Y, a partir de ahí, salto a Italia; poco
después, a España y al resto de Europa; y, finalmente, a América y África.
La
Organización Mundial de la salud (OMS) anunció el 11 de febrero que la nueva
enfermedad se llamaría Covid-19: por las iniciales de
corona, virus y “disease” (“enfermedad” en inglés), más el año en el
que se descubrió. Se quería evitar así que el nombre se refiriera a una ubicación
geográfica o a un grupo de personas, como había ocurrido en el pasado con la
gripe rusa (1889-1890), que causó un millón de fallecidos; la española
(1918-1920) (curiosamente, no se originó en España), entre 40 y 100 millones de
defunciones; la asiática (1957-1958), cerca de 1,5, millones de fenecidos; o la
de Hong Kong (1968-1969), no llegó al millón de muertes.
Y exactamente un mes
después, el 11 de marzo, la OMS definió la situación como pandemia, aunque en
ese momento el número de afectados en todo el planeta (118.000) representaba
solo el 0,002 por 100 de la población
mundial (7.700 millones de personas, según el último informe demográfico de
Naciones Unidas).
Al hilo de lo cual,
bastantes países declararon estados de emergencia, alarma y excepción,
confinando a la población en sus casas y cerrando fronteras y espacios aéreos,
con los consiguientes efectos negativos en la actividad económica y la vida
social.
3. DOS GRANDES
INTERROGANTES: EL ORIGEN Y EL GRADO DE GRAVEDAD DE LA ENFERMEDAD
A partir de este
sucinto resumen de lo acontecido, surgen, por simple sentido común, dos grandes
interrogantes:
1. ¿Cuál es el origen de la enfermedad?
2. ¿Cuál es su grado de gravedad para la salud pública?
En lo relativo al primero,
se dedicará a su contestación el siguiente epígrafe.
En cuanto al segundo,
todavía es muy pronto para responderlo.
A nivel mundial, en los primeros días de abril de 2020, la pandemia del coronavirus habrá afectado ya un millón de
personas, causando la muerte de casi 50.000. A partir de ahí, es muy difícil
prever su evolución, especialmente si el origen del virus, como se explicará de
inmediato, no fuera natural sino artificial, lo que puede complicar muchísimo
más el control de la pandemia.
Desde luego, los datos
actuales sitúan los efectos del coronavirus muy por debajo del de otras
enfermedades. En un marco de silencio por parte de los medio de comunicación:
la diarrea acarrea cada año la muerte de dos millones de niños; otras
enfermedades curables, como el sarampión, la de diez millones de personas; y la gripe común, la padecen anualmente entre el 10 y el
20 por 100 de la demografía mundial, esto es, por término medio, 1.150 millones
de personas, con unos 650.000 fallecidos cada año conforme a la información compartida por la
Organización Mundial de la Salud a finales de 2017 y elaborada en colaboración con los Centros para la
Prevención y el Control de Enfermedades (CDC).
Sin embargo, habrá que
esperar para saber cuál es el grado de gravedad del COVID-19, sobre todo, hay
que insistir en ello, si su origen fuera artificial. Eso sí, para garantizar su fiabilidad, sería de agradecer un mayor rigor
en la elaboración de las estadísticas relativas a la propagación del COVID-19.
Por un lado, en cuanto a la cifra de enfermos, porque los métodos que se están
usando para detectarlo, tal como ha informado la revista Discovery Salud, (Número 235. Marzo 2020), dan positivo no solo con
el coronavirus, sino también con otros tipos de gripe común, aunque todos se
meten en idéntico saco y se imputa su responsabilidad al COVID-19. Y por otro,
en lo relativo a la cifra de fallecidos, pues no es lo mismo morir de coronavirus
que morir con coronavirus, es decir, a causa de patologías previas, supuesto
bastante frecuente que en las estadísticas no debería achacarse al COVID-19. A
lo que se agrega el problema de la incineración de los cadáveres a las pocas
horas del fallecimiento, sin evaluar el verdadero motivo de la defunción.
4. EL ORIGEN
DE LA ENFERMEDAD
Se dejó antes abierto el
interrogante sobre el origen del COVID-19 y es momento de ocuparse del mismo.
Acudiendo a las muchas
fuentes que abordan esta cuestión, hay que barajar tres grandes hipótesis:
a) Origen natural
Es la versión oficial
sobre el origen de la enfermedad, que sostiene que se debe a una zoonosis, esto
es, una afección propia de los animales que incidentalmente
puede transferirse a las personas.
Más
concretamente, sitúa el epicentro, desde el que se desató la crisis sanitaria
global, en el mercado de la citada ciudad china de Wuhan, cual punto común de
los primeros casos del nuevo coronavirus. Dado que es un mercado de animales,
tal versión focaliza el consumo humano de estos como raíz de la enfermedad.
¿Desde qué animal
exactamente pasó el COVID-19 a las personas? El análisis filogenético sugiere
que los murciélagos podrían ser el huésped original de este virus; y un animal
vendido en el reiterado mercado, el huésped intermedio que provocó la aparición
del virus en humanos. No obstante, también se ha barajado la posibilidad de que
haya sido el pangolín (el mamífero más traficado del mundo –por ello, en
peligro de extinción- por el valor de sus escamas) el huésped intermedio que
facilitó la mutación del coronavirus.
b) Origen artificial y accidental
Aunque los medios de
comunicación de masas no se hagan eco de ello, son muchas las voces autorizadas
que niegan la versión anterior. Y ello por cuatro notables razones:
+Una zoonosis jamás se ha originado en el casco urbano de una ciudad.
+Es muy poco probable, por no decir imposible, que un nuevo coronavirus
aparezca de forma espontánea y afecte en pocas semanas a decenas de miles de
personas que viven en ciudades modernas, llevando a muchas a la muerte.
+Los usos alimentarios que, según el relato oficial, provocaron el
COVID-19 no son nuevos, sino que vienen de muy lejos. Sin embargo, no hay
antecedentes al respecto y las secuencias genéticas
de las muestras estudiadas confirman la aparición muy reciente del virus en
seres humanos. Tanto, que apenas ha tenido tiempo de mutar.
+La existencia de estudios que muestran que muchos de los primeros casos del nuevo coronavirus,
incluido el paciente cero, no tenían conexión con el mercado, lo que refuta la
versión oficial. Así lo ha explicado, por ejemplo, Tom Cotton, senador
estadounidense por Arkansas, que ha insistido en que, según diversos expertos, el mercado de Wuhan no es
la fuente del contagio.
Es así como, frente a
la versión del origen natural, aparece la del origen artificial de la
enfermedad: la creación del virus por la mano humana en el contexto de
investigaciones llevadas a cabo en laboratorios.
Obviamente, no es
cuestión de dar juego a infundadas teorías conspirativas. Pero sí de prestar
atención a lo que comparten fuentes serias. Verbigracia, el Dr. Francis Boyle,
profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Illinois y redactor de la
Ley Antiterrorista de Armas Biológicas aprobada por el Senado estadounidense en
1989.
En una entrevista concedida
a Geopolitics and Empire, el Dr. Boyle afirmó que
el COVID-19 es un virus genéticamente modificado para ser usado como arma de
guerra biológica. Comenzó a diseñarse en Estados Unidos, probablemente en Fort Retrix, laboratorio
de alta seguridad (BSL4). De allí pasó al Laboratorio BSL4 de Winipeg, en
Canadá. Dos médicos chinos que trabajaban en él –ofrece sus nombres y
apellidos- lo llevaron sin autorización al BSL4 de Wuhan. Y, finalmente, un
fallo de seguridad en este provocó la fuga del virus y el inicio accidental de
la enfermedad. Puesto que el virus es potencialmente letal y, como antes se indicó, un arma de guerra
biológica, el gobierno chino procuró inicialmente ocultarlo, aunque adoptó
medidas drásticas para contenerlo. El laboratorio BSL4 de Wuhan también es un
laboratorio de investigación especialmente designado por la Organización
Mundial de la Salud. Y el Dr. Boyle sostiene que la OMS sabe muy bien lo que
está ocurriendo.
Ante esto, la OMS ha
advertido de los peligros de lo que denomina “infodemia”: una corriente de
desinformación que se está propagando más rápido incluso que el propio virus. A
través de un “tuit”, el organismo pidió la colaboración de "gobiernos,
ciudadanos y medios de comunicación, personas influyentes y las comunidades"
a la hora de prevenir y detener el estigma. Igualmente, científicos especializados en salud
pública, han insistido a través de The
Lancet, en el origen natural de la enfermedad.
Pero hay que volver a
resaltar que son numerosas las voces autorizadas que ponen en evidencia las lagunas
y contradicciones de la versión oficial. Ante un tema tan grave, no pueden ser
ignoradas. Y los ciudadanos están en su legítimo derecho, faltaría más, a
hacerse preguntas. Como dijo Bertrand Russell, lo que hace la vida en el planeta Tierra más
complicada en sí misma es el hecho de que la gente inteligente está llena de
dudas y los tontos sólo tienen certezas.
c) Origen artificial y provocado
Dentro de la hipótesis del
origen artificial del COVID-19, hay fuentes igualmente serias que señalan que
su propagación primigenia no fue fruto de un accidente o una casualidad, sino
de una decisión muy meditada y preparada por círculos de poder muy potentes –comúnmente
tildados como la élite, el “Estado Profundo” o el “Gobierno en la sombra” (más
adelante se ahondará al respecto)-, que la adoptaron y ejecutaron de manera
fría y calculada y con objetivos muy precisos, tanto sociales como económicos.
Algunos de tales objetivos se están empezando a entrever ya; y otros, habrá que
esperar.
Encaja en esta versión
las declaraciones del portavoz del Ministerio de Exteriores del gobierno
chino, Lijian Zhao, difundidas en Twitter a mitad de marzo de 2020,
imputando al ejército estadounidense el llevar la epidemia a Wuhan: un soldado norteamericano,
que asistió a un evento en esa zona de China, habría sido el portador del virus. Una acusación que fue precedida tanto de la
intervención del Dr. Zhing Nanshan (epidemiólogo y neumólogo chino que
ganó fama internacional por descubrir y manejar el coronavirus del SARS en 2003
y refutar la línea oficial que minimizó la severidad de la crisis), sosteniendo
que el virus pudo no haberse originado en China,
como del presidente norteamericano Donald Trump, criticando a China como
responsable de un virus que ha calificado en repetidas ocasiones como el “virus
chino”.
Y esta
percepción del origen artificial y provocado del COVID-19 se ve alentada por determinados
hechos que acompañan en el tiempo a la difusión de la enfermedad y que esta
ayudaría a disimular, como el despliegue de la tecnología 5G, con sus
potenciales efectos nocivos; el avance del cambio climático y la falta de
actuaciones encaminadas a paliarlo; las notables movilizaciones sociales y
protestas generalizadas que durante 2019, de Hong Kong a Chile abundaron por
todo el planeta; o los alarmantes desajustes del entramado económico y
financiero mundial, que ya hacía aguas por todas partes antes de la presente
crisis sanitaria.
A estos
hechos, ya bastante conocidos, hay que unir otros tan curiosos y desconocidos
como el desembarco masivo de soldados y equipo militar estadounidenses, llevado
a cabo a partir del 5 de marzo de 2020, en puertos y aeropuertos de diferentes
puntos de Europa (principalmente, Bélgica, Holanda, Alemania, Letonia, Estonia): “30.000
soldados de los EE.UU en Europa sin tapujos”, fue, por ejemplo, el titular del
diario italiano Il manifesto. Una ingente
movilización de tropas que se inscribe en el marco de la operación denominada "Defender Europa
20": el mayor despliegue de tropas norteamericanas en territorio europeo
desde el final de la guerra fría, al objeto de "aumentar la capacidad para
desplegar rápidamente una gran fuerza de combate de los Estados Unidos en
Europa". ¿Tiene esto algo que ver con la propagación del COVID-19 cual
arma de guerra biológica? ¿Están desconectados ambos hechos o se hallan relacionados y responden a
la misma lógica? Como la mayor parte del referido despliegue militar se
tuvo lugar principalmente
en el frente oriental, en dirección a la frontera rusa, o incluso en los
antiguos espacios soviéticos ahora en la órbita de la OTAN (como Letonia y
Estonia), ¿se teme alguna reacción de Rusia en medio de todos estos
acontecimientos o se la intenta intimidar precisamente para que no reaccione?
En cualquier caso y dado que la noticia sobre el disparate de esta movilización
del ejercicito de EE.UU en Europa en plena propagación del coronavirus saltó a la opinión pública (gracias
a unos pocos medios de comunicación independientes, pues los más importantes no
ofrecieron información alguna al respecto), el Comando Europeo de los EE. UU. anunció, el 16 de marzo, una reducción
significativa de la operación, modificando el Tutorial de “Defender Europe 2020”
en tamaño y propósito y paralizando todos los movimientos de personal y equipo.
5. ENFERMEDAD RETRANSMITIDA
EN VIVO Y EN DIRECTO
Dejando pendiente de
resolver la cuestión del verdadero origen del COVID-19, lo que llama
fuertemente la atención es que, desde un primer instante, la expansión de la
enfermedad haya sido transmitida en vivo y en directo, de manera absolutamente
destacada, casi monotemáticamente y con profusión de detalles, por los
principales medios de comunicación. Medios que no son autónomos o
independientes, sino que pertenecen a grandes corporaciones empresariales y
financieras plenamente insertas en los aludidos círculos de poder. Y todos al
unísono, sin excepciones, de una punta a otra del planeta, y con inusitada prioridad
y rotundidad, se convirtieron, incluso antes del pistoletazo oficial de salida
de la enfermedad, en voceros y alarmados propagandistas de la misma.
Sorprende y mucho un
despliegue informativo tan descomunal desde el mismo comienzo del desarrollo de
la enfermedad. Máxime cuando los protocolos de actuación ante situaciones de
inseguridad y riesgo llaman a ser sumamente prudentes y comedidos en la
divulgación de noticias e informaciones que pueden causar en el gran público
reacciones de miedo generalizado.
Es obligado
preguntarse por qué una difusión tan pronta, sobresaliente y masiva, a tiempo
real y pormenorizada, sobre el COVID-19:
+ ¿Tuvo y sigue teniendo como finalidad el concienciar a la
población sobre el riesgo de la enfermedad y la adopción de medidas preventivas?
+ ¿Fue por mero negocio, viendo en el coronavirus una oportunidad
para conseguir audiencias y vender periódicos?
+ ¿O lo que se pretendía y se continua queriendo –con rotundo
éxito, desde luego- es generar precisamente una oleada de pánico entre la
ciudadanía a modo de ensayo social y sin descartar otros posibles impactos
sociales y económicos?
La versión oficial,
la misma que enfatiza y defiende el origen natural de la enfermedad, asegura
que es por lo primero. Pero sería creíble si la enorme difusión informativa
hubiera arrancado cuando el COVID-19 comenzó a tener una cierta presencia en el
mundo, más allá de los casos iniciales en China y algunos otros aislados en unos
pocos países. Mas hay que insistir en que no fue así. Mucho antes de la
propagación del virus como tal, se puso en marcha a escala global una colosal campaña
en todos y cada uno de los grandes medios de comunicación (televisión, radio,
prensa, Internet…), nacionales e internacionales.
¿Fue fruto del azar o se trató
de algo orquestado y programado desde instancias con mando en esas
corporaciones y medios? Y otra cuestión candente: ¿sabían en esos foros, que
también sostienen el origen natural de la enfermedad, que no se trataba de un
virus cualquiera, sino que su procedencia es artificial y, por ende, mucho más
peligroso, y deseaban ponerse por delante de los acontecimientos?
Volvemos a los
interrogantes y a las dudas. Y estamos obligados a mirar a otro lado que no sean
esas fuentes oficiales que manejan con tanta prepotencia argumentos insuficientes,
discordantes o, simplemente, falaces. Así, valga como botón de muestra el Dr.
Shiva Ayyadurai, científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) e
investigador sobre el sistema inmune humano, campo en el que es uno de los mayores
expertos internacionales. Ayyadurai, en respuesta a uno de esos “tuits” que el
presidente Donald Trump acostumbra a lanzar compulsivamente con extremadas
salidas de tono, escribió con contundencia: “Como
doctorado en Ingeniería Biológica del MIT que estudia e investiga casi todos
los días sobre el sistema inmune, el miedo al coronavirus por el “Estado
Profundo” lo hará pasar a la historia como uno de los mayores fraudes para
manipular economías, reprimir la disidencia y empujar la medicina mandada”.
A más de un lector le
pueden parecer excesivas las apreciaciones del Dr. Ayyadurai. Pero quizás
cambie de opinión si examinamos lo ocurrido con las otras dos pandemias
recientes: la gripe aviar y la gripe porcina.
6. LAS LECCIONES
DE DOS PANDEMIAS ANTERIORES
Como ha transcurrido un
cierto tiempo desde su desarrollo, estamos hoy en condiciones de analizar, con
detalle y perspectiva, lo que en su momento fueron y supusieron las crisis
sanitarias debidas a las gripes aviar y porcina, dos pandemias que precedieron
a la vigente. Obviamente, ello puede aportar luz con relación a lo que se ahora
vive a propósito del COVID-19 y a la adecuada respuesta a las preguntas que
hasta aquí han quedado abiertas.
Por orden cronológico,
comencemos por la gripe aviar, que arrancó en 1997.
Gripe aviar (Gripe A, subtipo H5N1)
En su gestación y desenvolvimiento, los hechos que actualmente conocemos (no entonces, porque fueron ocultados por las instancias oficiales y los medios de comunicación) permiten diferenciar cinco grandes fases:
+Fase 1. Preparación operativa de la crisis sanitaria de la gripe
aviar: La empresa biofarmacéutica estadounidense Gilead Sciences patenta, en
1996, un medicamento llamado Tamiflu,
válido contra distintos tipos de gripe. Pocos meses después, un miembro de su
dirección, Donald Rumsfeld, asume la presidencia de la compañía. En paralelo, esta
alcanza un acuerdo con el laboratorio multinacional suizo Roche para fabricar y
distribuir el Tamiflu hasta
el año 2016, a cambio de una comisión del 10% de las ventas totales.
+Fase 2. Lanzamiento de la gripe aviar: En mayo de 1997, se
descubre en Hong Kong el primer caso humano afectado por la gripe A, subtipo
H5N1, más conocida como gripe aviar. Hasta finales de año, infecta en todo el
globo a 24 personas, de las que 6 fallecen. A lo largo de los años siguientes,
surgen esporádicamente brotes en distintos puntos del planeta (de nuevo en Hong
Kong, en febrero de 2003; en Rusia y China, a mediados de 2005).
+Fase 3. Alarma desde instancias públicas: Determinadas autoridades
públicas, con capacidad de repercusión global, previenen sobre los riesgos de
la enfermedad. En medio de una cascada creciente de alarmismo, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) anuncia, en septiembre de 2005, que debido a una
eventual epidemia de gripe aviar humana pueden morir 7.400.000 de personas. Y
en noviembre, el entonces presidente norteamericano George Bush, en una visita
a la sede del Instituto Nacional de Salud, vaticina que en Estados Unidos fallecerán
por gripe aviar dos millones de ciudadanos. Asimismo, enseña el camino que
todos los gobiernos deben seguir: aprueba una partida presupuestaria de 7.100
millones de dólares (6.500 millones de euros) para planes de prevención y
adquisición de medicamentos; de ellos, 1.200 millones son para que Gilead
Sciences elabore el Tamiflu (la realidad, como antes se indicó, es que ya lo
había confeccionado años atrás) y suministre veinte millones de dosis.
+Fase 4. Campaña mediática: Los medios de comunicación, a escala
planetaria, promueven en torno a la gripe aviar una campaña de pánico masivo
basada en el alarmismo y la desinformación. Para sostenerla, se mantiene el
goteo de brotes de la enfermedad (en octubre de 2005, se da el primer caso en
la Unión Europea: un loro importado en Gran Bretaña; en España, el primer brote
se produce en un ave, en julio de 2006). Y en junio de 2006, expertos de la OMS
consideran que es muy probable que en Sumatra se haya dado el primer caso de
transmisión entre humanos (hay 8 infectados, aunque ninguno muere), por lo que
ya se puede hablar de pandemia.
+Fase 5. Desinflar el globo sin explicar por qué: En un momento
determinado, casi por arte de magia, las autoridades y los medios de
comunicación se olvidan de la gripe aviar, que deja de aparecer en los
titulares informativos. En unos pocos meses, nadie se acuerda de ella.
La operación se da por
finalizada por aquellos que la promovieron y solo queda hacer balance y evaluar
la viabilidad de su posible reactivación cuando las circunstancias lo aconsejen.
¿Cuál fue ese
balance? Pues un éxito en toda regla para los que orquestaron la pandemia. Y
ello desde una doble perspectiva:
+Domesticación social: El miedo cundió en la población mundial. Y
debido al mismo, la gente se mostró masivamente alienada para hacerse preguntas
sobre lo que realmente sucedía; y mayoritariamente dispuesta a hacer a pie
juntillas lo que se le dijera, sea vacunarse, ponerse mascarillas, no viajar,
alejarse de cualquiera que tosa a su alrededor…
+Beneficio económico: Las empresas implicadas en la operación
pandemia de la gripe aviar consiguieron unos espléndidos resultados económicos,
gracias sobre todo a la compra ingente de vacunas y medicamentos por los
servicios de salud de los diferentes países. Por ejemplo, el gobierno español
se apresuró a comprar grandes contingentes de Tamiflu por el estallido de la gripe aviar. Ante la falta de
incidencia real de la enfermedad, se almacenaron sin uso. Esas partidas
de Tamiflu costaron
al erario público español y, por tanto, a los contribuyentes, 471 millones de
euros.
¿Cuántos norteamericanos murieron
de los dos millones vaticinados por el presidente de los Estados Unidos?:
Ninguno. ¿Y cuántos, en el planeta, de los 7.400.000 pronosticados por la
Organización Mundial de la Salud?: 272.
Por cierto, que Donald
Rumsfeld, en 2001, dejó la presidencia de Gilead Sciences para ser nombrado
Secretario (Ministro) de Defensa en el primer gobierno de George Bush. A esas
alturas, la enfermedad global de la gripe aviar estaba perfectamente encauza
hacia el éxito. En reconocimiento a su “buen hacer”, se le encomendó la puesta
en marcha de otro suculento negocio de engaño y mentira: la invasión de Irak y
la apropiación por unas pocas multinacionales de sus recursos petrolíferos con
la excusa de unas armas de destrucción masivas que, como el tiempo ha
demostrado sobradamente, nunca existieron.
Gripe porcina (Gripe A, subtipo H1N1)
Como si lo de la
gripe A-H5N1 (aviar) no hubiera ocurrido, tan estupendos resultados llevaron a
los mismos a repetir la operación con un nuevo invento: la gripe A-H1N1 o
porcina. Ni las instancias oficiales, ni los medios de comunicación, ni la
opinión pública tuvieron problema alguno en picar otra vez el anzuelo.
Las alarmas saltaron
especialmente en 2009. Y se reprodujeron exactamente las fases ya enunciadas
con ocasión de la gripe aviar, por lo que no vamos a exponerlas de nuevo. De
hecho, la Fase 1, preparación operativa, fue diseñada y ejecutada desde el
principio, en 1996, para que sirviera tanto para la “versión aviar” como para
la “versión porcina”. Y el Tamiflu fue
nuevamente recomendado por la Organización Mundial de la Salud, ahora como uno
de los dos medicamentos válidos contra la gripe porcina.
Y los gobiernos, en lugar
de desenmascarar la patraña, vieron en la gripe porcina una oportunidad para
darle utilidad a las grandes dosis de Tamiflu que tenían almacenadas desde los
tiempos de la gripe aviar. Verbigracia, en España, en 2009, el Ministerio de
Sanidad llamó a la vacunación masiva ante la gripe porcina, para la que
el Tamiflu también
estaba “casualmente” indicado. La baja incidencia real de la enfermedad (a 30
de junio de 2009, el número de afectados por la gripe porcina se sitúo en 382
en todo el mundo) provocó que la campaña fuera un fracaso. En 2010, el Tamiflu
almacenado cumplió su fecha de caducidad y los 471 millones de euros de la
Hacienda pública española en él gastados se tiraron literalmente a la basura.
Para colmo, con el tiempo
también se pudo constatar que la medicación con Tamiflu produce efectos secundarios de carácter
neuropsicológico. Son muchos los datos que lo confirman. En Japón, por ejemplo,
el gobierno prohibió el Tamiflu en
el año 2007, tras producirse catorce muertes de niños y adolescentes a causa de
infecciones cerebrales.
Finalmente, el balance de
la operación gripe A-H1N1 o porcina fue similar a la de la gripe A-H5N1 o
aviar:
+Domesticación social y alienación colectiva.
+Pingües beneficios económicos para un selecto grupo de
corporaciones multinacionales farmacéuticas y asimiladas.
+Desestabilización y deterioro de la situación socioeconómica
global, lo que brindó estupendas oportunidades de movimientos especulativos y
ganancia fácil a los mismos de siempre.
+Y un enorme desvío de recursos públicos, es decir, de dinero de
los contribuyentes, a unas pocas manos privadas.
Con relación a esto último
y aunque sea cambiar el tercio, fue lo que sucedió, pero a lo grande, con otra nueva
“operación” que se puso en marcha casi al unísono: la llamada crisis financiera
que tanto daño provocó a la economía planetaria a partir de 2008-2009. Siendo
inicialmente una crisis de los bancos, terminó siendo una crisis de los Estados,
que entraron en la bancarrota en la que actualmente continúan al lanzarse a
“salvar” a la banca privada, canalizando hacia ella una ingente cantidad dinero
público. Paradójicamente, la foto final muestra que la
crisis de los bancos tuvo como grandes beneficiados a los mismos que la
provocaron.
Y cuando esta tremebunda
crisis económica y financiera empezaba a ser olvidada por la memoria ciudadana
–no sus efectos, que siguen muy presentes en términos de déficits públicos y
empeoramiento generalizado, a escala mundial, de las condiciones laborales,
salariares y sociales-, estalló la crisis del coronavirus.
7. PONIENDO
BLANCO SOBRE NEGRO: CONCLUSIONES
Examinadas las lecciones
extraídas de las pandemias por las gripes aviar y porcina, podemos poner blanco
sobre negro y retomar las preguntas e hipótesis sobre el COVID-19 planteadas en
los epígrafes 3, 4 y 5 de este texto. ¿A qué conclusiones podemos llegar
aplicando el rigor y el sentido común? Fundamentalmente a cinco:
1º. El origen del COVID-19 no parece que sea natural
Si, como se vio, ya eran muchas
las dudas en torno a la versión oficial al respecto, su número y entidad se
incrementan atendiendo a lo que sucedió en las pandemias inmediatamente
anteriores, provocadas desde potentísimas instancias de poder con fines muy
concretos.
De hecho, las voces que
defienden el origen natural del COVID-19 -de la Organización Mundial de la
Salud a los centros oficiales de investigación, de los responsables
gubernamentales a los medio de comunicación más influyentes- son exactamente las
mismas que -por el tiempo transcurrido lo sabemos con seguridad- manipularon la
información y los datos al inicio y desarrollo de las dos pandemias precedentes
–también, no podemos olvidarlo, en el surgimiento y desenvolvimiento de la
reciente crisis económica y financiera-.
Tales voces están
investidas de autoridad, pero su credibilidad se halla en entredicho. Quién a
estas alturas no lo vea es, sencillamente, porque se resiste a verlo. Y ya
sabemos que no hay peor ciego que el que no quiere ver: las certezas de los
tontos, en las palabras, ya expuestas, de Bertrand Russell.
2º. El origen del COVID-19 es probablemente artificial, ligado a
investigaciones secretas sobre armas biológicas en China y/o Estados Unidos
La refutación de la
hipótesis del origen natural de la enfermedad conlleva la constatación de su
origen artificial. ¿En qué marco? Pues en el de investigaciones secretas efectuadas
en laboratorios de alta seguridad y relacionadas con la guerra biológica.
Las características
implícitas y de desarrollo del COVID-19 concuerdan con las afirmaciones del
prestigioso Dr. Boyle recogidas páginas atrás: es posiblemente un virus
genéticamente modificado para ser usado como arma de guerra biológica.
En cuanto a la ubicación
física del laboratorio responsable, puede ser tanto el BSL4 de Wuhan (China), desde
donde se propagó, como el BSL4 de Fort Retrix (Estados Unidos), donde pudo hacerse su primer diseño.
3º. La causa de la propagación del nuevo coronavirus: una fuga
accidental en el contexto de las citadas investigaciones
Tanto las acusaciones del
portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino a Estados Unidos como las
del presidente norteamericano hacia China han de ser encuadradas en el contexto
de lo comentado en el punto anterior, más que entenderlas como indicios de que
el origen del COVID-19 sea, además de artificial, provocado. Esto último,
provocarlas, es lo que se hizo con las pandemias de gripe precedentes. Pero lo
cierto es que no hay información suficiente, al menos por ahora, que lo avale
en lo relativo al coronavirus. Y la hipótesis de una fuga accidental se refuerza
porque en esta ocasión, a diferencia de las pandemias previas, parece ser
cierto que no se cuenta con una vacuna que se pueda vender de inmediato para
hacer frente a la enfermedad; y que hay una carrera entre centros de
investigación de varios países, con EE.UU. y China a la cabeza, para dar con
ella.
Ahora bien, aunque el
origen artificial sea accidental y no provocado, las instancias de poder que estuvieron detrás
de las pandemias de la gripe aviar y porcina se apresuraron, desde el mismo inicio
de la propagación del COVID-19 y sabiendo la verdad sobre su condición de arma
de biológica, a aplicar sobre él idéntica metodología y
operativa utilizada en aquellos casos y con iguales metas. Por esto, considerando
lo que de verdad importa, da casi igual que el origen artificial sea accidental
o provocado.
La maquinaria se puso de
inmediato en funcionamiento y los objetivos perseguidos ya los conocemos:
domesticación social y alienación colectiva; búsqueda de beneficios económicos;
desestabilización y deterioro de la situación socioeconómica global, en aras a
abrir oportunidades de movimientos especulativos y ganancia fácil; y ocasionar
un nuevo desgaste en las ya depauperadas haciendas públicas, lo que el futuro
justificará nuevos y más contundentes “ajustes” y “recortes” presupuestarios,
sociales y laborales.
4º. Todo apunta a que somos protagonistas de un gran ensayo de
ingeniería social
La desmesurada y casi
monotemática atención al COVID-19 por los medios de comunicación tuvo, desde el
anuncio de los primeros casos, y continúa teniendo como objetivo generar una
oleada de pánico entre la ciudadanía a modo de ensayo de ingeniería social –el mayor
hasta ahora en la historia de la humanidad-, sin descartar otros posibles
impactos sociales y económicos (los analizaremos de inmediato).
En este punto, se repite la
historia de lo ocurrido con las pandemias anteriores, aunque ahora se ha dado
una importante vuelta de tuerca para forzar a los gobiernos a tomar medidas
absolutamente excepcionales –así ha sido- y comprobar los efectos del miedo en
la ciudadanía en términos de docilidad y sometimiento para asumir órdenes, mandatos,
imposiciones, obligaciones, prohibiciones, privaciones y limitaciones radicales
de toda índole y en ámbitos muy diversos; y acatamiento de un pensamiento único
y de una sola y autoritaria manera –la “oficial”- de ver y entender las cosas.
Es la forma de
dominio mundial impuesto por la elite para ejercer y garantizar su poder,
control y capacidad de manipulación. Rememorando a Foucault, la norma es “vivir
peligrosamente”. Un método preciso de ejercer el gobierno centrado en la emergencia, el
miedo, la inestabilidad, el desasosiego y la zozobra; y ante el que los
ciudadanos, presos de pánico e idiotizados por los medios de comunicación y por
su propio “modus vivendi”, contaminado por los paradigmas y pautas de la elite,
sucumben lelamente.
Lo que está sucediendo con
el COVID es una clara plasmación de todo ello. Es como formar parte de una
novela de ciencia-ficción en la que una mano invisible consigue llevar a la
gente, cual flautista de Hamelin, a aceptar resignadamente y sin rechistar
medidas y actuaciones que poco antes hubieran parecido imposibles. Y ello con
una tasa de infección y mortandad que en estos momentos, cuando todo esto
acontece, continúa siendo muy inferior a la gripe común y a otras muchas
enfermedades. En su psicopatía, la élite concluirá que con muy poco han
conseguido mucho…
Y todo ello en medio de un
gran silencio, como el que inunda nuestras calles a causa de tantas
prohibiciones. El silencio del pánico, de la inconsciencia... Y el silencio
impuesto por las restricciones cada vez mayores a la libertad de expresión tanto
en las redes sociales (YouTube, por ejemplo, está “retirando” vídeos que no se ajustan
al pensamiento único impuesto) como en esas calles convertidas en fantasmales.
Todo vedado. También, ni que decir tiene, los encuentros, reuniones y manifestaciones
públicas, en las que los ciudadanos pudiéramos compartir y deliberar acerca de
lo que está pasando. Esto último es lo que el gobierno italiano, al suspender
de facto su Constitución, ha calificado como prohibición de la “alineación social
entre las personas". Así que ya sabemos: alinearse en común está
prohibido; lo que toca es alienarse. Cuánto más mejor, para que la droga
continúe haciendo efecto ante lo que vendrá después del coronavirus.
5º.
A medio y largo plazo, la crisis del COVID-19 tendrá otros efectos nocivos de
gran envergadura
Siendo el reiterado ensayo de ingeniera social la plasmación
inmediata y cada vez más perceptible de la crisis del COVID-19, esta acarreará
otros efectos nocivos, muy numerosos y de gran envergadura, en el medio y largo
plazo: lo que podemos prever más allá de túnel pandémico no es ninguna luz,
sino una cadena de tristes acontecimientos. ¿Cuáles serán? La batería es muy
extensa, pero conviene centrarse en los cinco fundamentales que se desarrollan
con brevedad en el siguiente epígrafe.
8. CINCO POSIBLES
EFECTOS DE LA CRISIS DEL CORONAVIRUS A MEDIO Y LARGO PLAZO
1.
Recesión económica planetaria
La economía mundial no se ha recuperado de la crisis de 2008 y
presenta gravísimos problemas estructurales. Podríamos aseverar que está
“cogida con alfileres”. Y hace tiempo que los mercados financieros caminan al
borde del precipicio. En un escenario así, el coronavirus puede ser la gota que
colme el vaso.
Como China va temporalmente por delante en este asunto, merece la
pena verse reflejados en ella. Tras los dos meses de cuarentena que se
impusieron en Hubei -con 60 millones de habitantes y donde se ubica Wuhan- y otras provincias
afectadas, las estadísticas económicas chinas muestran una rotunda caída de los
principales indicadores: la producción industrial, un 14%; las ventas, el 21%;
la inversión, el 24%; y el PIB, un 15% en comparación con los dos primeros meses
de 2019.
Con esta base, es de prever que algo semejante suceda en Occidente,
donde se han adoptado más tardíamente medidas similares, introduciendo a la
economía europea y mundial en un brutal socavón económico cuando todavía no se
han recuperado del precedente.
Ciertamente, en Europa y Estados Unidos, los gobiernos y los bancos
centrales han anunciado una serie de actuaciones que conllevarán paquetes de
medidas fiscales y una inyección de liquidez de indudable significación
(750.000 millones de euros, por ejemplo, por parte del Banco Central Europeo).
Sin embargo, la incidencia efectiva será relativa debido a la desestructuración
que la crisis sanitaria ha provocado en el tejido empresarial y el consumo; y
tanto menor cuanto más se prolongue. Para colmo, es lo más preocupante, las
haciendas públicas de los Estados están faltas de “musculatura”, pues arrastran
una enorme deuda pública desde la pasada crisis económico-financiera. Y los
nuevos esfuerzos presupuestarios –los que se realizan ahora, en plena crisis
del coronavirus, y los mayores que habrá que efectuar tras ella, para intentar
levantar la economía- no harán sino agravar aún más tan penoso panorama.
Todo lo cual se verá aderezado y complicado por la voracidad
especulativa de los “tiburones” financieros que campan a sus anchas por el
mundo entero sin que ningún gobierno o institución ose ponerles bozal. Ya se ha
visto con lo ocurrido en las últimas semanas ante el hundimiento de las
principales bolsas del planeta. La crisis del coronavirus y la guerra de
precios petrolíferos en el seno de la OPEP, han situado a precio de saldo las
acciones de numerosas empresas. Y los fondos de inversión y los fondos “buitre”,
auténticos delincuentes financieros internacionales que actúan en la más completa
impunidad, no
han dejado pasar la oportunidad de echar el anzuelo especulativo sobre empresas
que se han puesto a tiro de opa. El ejemplo más claro ha sido JP Morgan. Verbigracia, en España
ha aprovechado la crisis para convertirse en el segundo accionista de
Repsol, que ha perdido la mitad de su valor desde que comenzó el
año. Pero hay más fondos de especulación, como Blackrock,
que se ha beneficiado del desplome de Telefónica
–entre el 1 de enero y el 23 de maro de 2020 perdió exactamente un tercio de su
valor bursátil- para abalanzarse sobre ella y comprar acciones por valor de
20,5 millones de euros. Y esto es solo el inicio de lo que viene…
Por tanto, no dejando que el pesimismo nos arrastre, sino siendo realistas,
es muy probable que la economía planetaria se dirija hacia una crisis de
entidad similar, o aún peor, que la de 2008. Como ha escrito Byung-Chul Han, filósofo
y ensayista internacionalmente reconocido: “El crash se
podría haber producido también sin el virus. Quizás el virus solo sea el
preludio de un crash mucho mayor”.
Los “ajustes” y ·recortes” derivados de la crisis de 2008 fueron
tremendos y desembocaron en el empobrecimiento y la pérdida de derechos
sociales y laborales de la inmensa mayoría; el enriquecimiento de una ínfima minoría;
y el incremento de las desigualdades sociales hasta el punto de que en 2015,
por primera vez en la historia, el uno por ciento de la población mundial llegó
a acumular más patrimonio y riqueza que el 99 por 100 restante. Pues bien, los
“ajustes” y “recortes” por la nueva crisis serán aún mayores y más nefastos
para el conjunto de ciudadanos y empresas.
Ante todo lo cual cabe afirmar, ojalá nos equivoquemos, que los efectos
económicos del COVID-19, a medio y largo plazo, acabarán dañando a mucha más
gente que el propio virus.
Los casos de Italia y
España
Un marco global muy triste que puede ser especialmente desolador para
dos países europeos: Italia y España.
Ambas economías se libraron por los pelos de la “intervención” por
parte de las autoridades monetarias europeas, espoleadas por los “mercados”
(eufemismo utilizado para referirse a la élite que analizaremos en breve),
con ocasión de las crisis del 2008. Sí fue “intervenida” Grecia, que cayó
noqueada por los golpes de los “ajustes” y “recortes” más devastadores y, al
día de hoy, sigue tumbada en la arena. E Italia y España, por este orden,
eran los siguientes en la lista de elegidos para tomar sobre ellos medidas de
escarmiento. La campana los salvó entonces.
Ahora difícilmente habrá quien los salve. La enorme deuda pública que
ambos arrastran (Italia: 1,8 billones de euros, el 134% del PIB / España: 1,2
billones de euros, el 98% del PIB), en buena parte originada por los apoyos
otorgados en los pasados años a la banca privada, se disparará hasta lo
“insostenible” (a juicio de los “mercados”) por los efectos del coronavirus,
haciéndose la intervención “inevitable” (igualmente, según los “mercados”,
que son los que mandan).
Preguntas capciosas: ¿Será porque los “mercados” ya les tenían echado
el ojo por los que ambos países son los más castigados por el COVID-19 a
nivel mundial (atendiendo al número de enfermos y fallecidos en comparación
con el de habitantes)? ¿Se sumará a ello el hecho de que disgustan a la élite
sus gobiernos actuales (El italiano: por sus salidas de tono que tanto han
disgustado al “establishment” internacional / El español: por estar
configurado por una amalgama “socialista-comunista”) ¿Será por esto por lo
que en los dos ha habido que tomar las medidas sanitarias más drásticas de
toda Europa y con mayores efectos de control social? No, imposible, por
favor, cómo va a ser eso posible… Vale. Sigamos…
|
2.
Vacunación masiva y ¿obligatoria?
El 13 de marzo de 2020, el presidente
del gobierno español, Pedro Sánchez, compareció ante los medios de comunicación
para explicar la aplicación del estado de alarma en todo el país. En su
intervención, Sánchez puso el foco en la necesidad de una vacuna frente al
coronavirus, señalando que: “La
victoria será total cuando, después de erradicar el virus, contemos con una
vacuna”.
No hay que dudar de la
buena fe del presidente. Pero, visto lo visto en pandemias anteriores y conociendo
el perfil de los que se mueven en la tramoya de lo que acontece, hay que
preguntarse: ¿victoria, de quién? ¿Quizás de las industrias farmacéuticas que
ya hicieron su agosto con la gripe aviar y porcina y hace tiempo que han
transformado la enfermedad, que no la salud, en su negocio?
Las vacunas han
prestado y prestan un gran servicio a la humanidad desde que Edward Jenner, en
1798, describiera el efecto protector de la viruela bovina o de vaca (“variolae
vaccinae”, de donde deriva el vocablo “vacuna”) contra la viruela humana. Ahora
bien, en los últimos lustros ha habido casos, como el descrito del Tamiflu, que
llevan a desconfiar no de las vacunas en sí, sino de los que las fabrican.
Y esto debe quedar muy
claro: el problema no son las vacunas, que son exponente del avance científico
de la humanidad, sino las multinacionales que las elaboran y comercializan y
sus más que demostradas ansias de beneficio incesante.
Según la Organización Mundial de la Salud, no habrá
vacuna para el COVID-19 hasta 2021. Pero la “guerra” entre laboratorios se ha
desatado en una competida carrera incentivada, desgraciadamente, mucho más por
el lucro que por la salud (El pasado 17 de marzo, el Ministerio de Defensa de China aseguró haber
desarrollado “con éxito” una vacuna contra el nuevo coronavirus, autorizando
las pruebas en humanos, aunque sin precisar cuándo comenzarían los ensayos). Ante ello, algunos expertos alertan que recortar los tiempos
habituales de producción de estos fármacos preventivos puede comportar riesgos,
porque las vacunas que se están desarrollando son tecnologías nuevas. Tan
nuevas que algunas de ellas no son antivirales como tal, sino genéticas,
modificando el ADN humano para
fabricar anticuerpos antivirales. Pero, de paso, al manipular nuestro ADN, ¿harán
otras cosas no tan positivas?
Cuando exista la vacuna
contra el COVID-19 y dado el temor hacia la enfermedad, la vacunación será probablemente
masiva. Pero, además, ¿será obligatoria? Si así fuera, supondría un gravísimo
atentado contra los derechos fundamentales de todos aquellos, que en su espacio
de libertad personal, no quisieran inyectársela. No obstante, atentados de tal
naturaleza no serán inusuales en la sociedad del post-coronavirus, tal como se
recoge en los siguientes apartados.
3.
Un gobierno postdemocrático
En su ensayo La doctrina del
schok: el auge del capitalismo del desastre, la periodista canadiense Naomi
Klein se esmera en explicar cómo el sistema socioeconómico imperante se
extiende cada vez más no por sus cualidades o porque sus postulados sean
populares, sino a través de impactos en la psicología social a
partir de contingencias desgraciadas, provocando que, ante la conmoción, la
confusión y el miedo, se pueda hacer lo que interesa y beneficia a la
élite que domina el sistema, aunque ello perjudique claramente a la mayoría. Y
Klein se detiene en analizar una batería de casos en los que ya se ha actuado
de esa manera: la Guerra de las Malvinas, el 11 de septiembre, el Tsunami de 2004 en Indonesia, la crisis del huracán Katrina… Todos ellos fueron aprovechados con la intención de forzar
la aprobación de una serie de “reformas” y “ajustes” que, de otro modo, hubiera
sido imposible de aplicar, dado su muy negativo impacto social.
Pues bien, los casos que Naomi Klein examina han
servido de ensayo para lo que ahora sucederá con la crisis del coronavirus. Y a
medio y largo plazo, tras el colosal impacto de psicología social que está
suponiendo, se podrá constatar como la pandemia es rentabilizada por los que
dirigen el sistema. Pero no será para efectuar unas cuantas “reformas”, sino
para acometer la madre de todas las reformas en la que vienen trabajando hace
tiempo: un nuevo orden mundial que abra paso, entre otras cosas, a formas de
gobierno postdemocráticas y a un régimen autoritario policial-digital.
De lo segundo nos ocuparemos en el siguiente
punto. Y en lo relativo a lo primero, el sistema socioeconómico vigente arrancó
en el siglo XVI con una modalidad de gobierno pre-democrática: el Antiguo
Régimen del que hablan los libros de historia. Posteriormente, en los siglos
XIX y XX y bajo el impulso de las dos grandes oleadas de la Revolución Industrial,
llegaron las instituciones democráticas, con la soberanía popular, el sufragio
universal, el parlamentarismo, etcétera. Y ahora, en pleno siglo XXI y con el
acicate de la revolución tecnológica, toca dar el paso a una forma de gobierno
distinto: el postdemocrático.
¿En qué consiste? Muy simple: en alejar de los
ciudadanos la toma de decisiones sobre los temas realmente importantes y situar
la misma en el ámbito de organizaciones supranacionales ajenas a procesos directos
de elección democrática; fuera del alcance de cualquier control popular; sin rostro específico al que exigir
responsabilidades o reclamar; y donde lo tecnocrático prima sobre lo social, auto-invistiéndose
de la cualidad de expertos que es negada a los que no piensen como ellos.
Gracias al COVID-19, este formato de gobierno en
la lejanía, cuasi-virtual, sin filtros democráticos, se puede extender de
manera mundial. No tardaremos en verlo. Desde Naciones Unidas se harán probablemente
las primeras proclamas al respecto. Pero irán apareciendo otros “estamentos”
plurinacionales más en consonancia con los objetivos de la elite. La excusa
está servida y nos argumentarán que la crisis del coronavirus ha puesto de
manifiesto que la humanidad es una (ojo, porque lo dirán sin rubor esos mismos
que niegan un lugar bajo el sol a las decenas de millones de refugiados que
pululan por el planeta debido a las guerras y al hambre) y que es indispensable
establecer mecanismos institucionales supranacionales que garanticen respuestas
globales a situaciones y asuntos globales. Todo ello, por supuesto, en atención
a los intereses generales de la ciudadanía, etc, etc, etc…
Esto es el gobierno postdemocrático al que la
crisis del coronavirus abrirá las puertas: el vaciamiento de poder real a los
parlamentos y gobiernos nacionales y el ejercicio del verdadero poder desde
órganos de decisión supranacionales, distantes, opacos, tecnocráticos, que no
rinden cuentas, sin posible control democrático, sin sensibilidad social alguna
y perfectamente calibrados y alineados con las estrategias y objetivos de las
grandes corporaciones financieras y empresariales. Esas que controlan la
economía del planeta y se mueven por él a su antojo en un esfuerzo psicopático
por ganar lo más posible en el menor tiempo posible: especulando sin cesar,
invirtiendo y desinvirtiendo, deslocalizando empresas, explotando a niños,
contaminando nuestras aguas y nuestro aire, desgastando sin mesura los recursos
naturales, haciendo negocio con la enfermedad y el hambre…
4.
Un régimen autoritario de policía-digital
Y
el nuevo orden a escala mundial, promovido a partir del gigantesco impacto
de psicología social configurado por el coronavirus, conduciría gradualmente a
un régimen autoritario de policía-digital del modo que ha sido descrito por Byung-Chul Han en un
artículo muy reciente titulado La
emergencia viral y el mundo del mañana, en el que nos alerta sobre la
posible llegada a Occidente del modelo chino de policial-digital.
No en balde, subraya Ham, China podrá vender ahora
su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia y
exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Allí, las epidemias
no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo los
informáticos y los especialistas en macrodatos. En China hay 200 millones de cámaras de
vigilancia, muchas de ellas provistas de una técnica muy eficiente de
reconocimiento facial. Captan incluso los lunares en el rostro. No es posible
escapar de las cámaras de vigilancia. Están dotadas de inteligencia artificial
y pueden observar y evaluar a todo ciudadano en los espacios públicos, en las
tiendas, en las calles, en las estaciones y en los aeropuertos (pronto, hasta
en sus casas, como en 1984 de Orwell). Y toda esta infraestructura para la vigilancia
digital ha resultado ser ahora sumamente eficaz para contener la epidemia. Por
ejemplo, cuando alguien sale de la estación de Pekín, es captado
automáticamente por una cámara que mide su temperatura corporal. Si la
temperatura es preocupante, todas las personas que iban sentadas en el mismo
vagón reciben una notificación en sus teléfonos móviles. No en vano, el sistema
sabe quién iba sentado en el tren y dónde exactamente.
¿Cómo van a usar todo esto los
apologetas de la vigilancia digital? Para proclamar que el “big data” (seguimiento,
almacenamiento, procesamiento y tratamiento masivo de la información y los
datos) salva vidas humanas. Pero callarán a costa de qué.
Callarán que los proveedores chinos de telefonía
móvil y de Internet comparten obligatoriamente los datos sensibles de sus
clientes con los servicios oficiales de seguridad y salud. Callarán que el
Estado sabe, por tanto, dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué
busco, en qué pienso, qué como, qué compro, adónde me dirijo... Callarán que, a
no tardar, las tecnologías permitirán que el Estado controle también la
temperatura corporal, el peso, el nivel de azúcar en la sangre, etcétera.
Pero el tremendo efecto de psicología social
provocado por el coronavirus ha creado
el caldo de cultivo perfecto no ya solo para que un régimen policial-digital
así sea promovido desde las “altas” instancias, sino, lo que es aún más grave,
para que sea aceptado –incluso con satisfacción- por mucha gente aturdida y
mentalmente colapsada por el la inseguridad y el miedo. Como afirma Ham: “Una bio-política
digital que acompaña a la psico-política digital que controla activamente a las
personas”
.
5.
Reestructuración de la distribución del poder dentro de la propia élite
En las páginas que anteceden se ha usado
con frecuencia el término “élite”, dejando para un momento posterior el entrar
en detalles. Tal momento ha llegado, pues otros de los efectos de la crisis del
coronavirus a medio y largo plazo -el último que aquí se va a sintetizar- es
una importante reestructuración de la distribución del poder en su seno.
Para empezar, es fundamental tener muy en
cuenta que poco más de 200 grandes corporaciones multinacionales, financieras y
empresariales tienen actualmente en sus manos el 75 por 100 de la economía
mundial. Y hay una nítida tendencia a que el indicado número disminuya y el
citado porcentaje aumente: para 2025-2030, serán unas 150 corporaciones y
moverán el 80/85 por ciento de la economía global. Lo que tiene mucho que ver
con el hecho ya compartido de que, desde 2015, haya un uno por ciento de la
población mundial que acumula más patrimonio y riqueza que el 99 por ciento
restante. Estamos hablando, por tanto, de unos 75 millones de personas. Aunque dentro
de este grupo privilegiado, hay unos 12 millones que sobresalen sobre los demás
y acaparan para si la mayor parte de la riqueza. Ahondando aún más, nos
encontramos con no más de medio millón de personas que son “la crème de la
créme” de tamaño acaparamiento de capital, rentas y propiedades. Y llegados a
este punto, estamos en condiciones de bajar (de subir, sería más apropiado) un
peldaño más para identificar finalmente, detrás de una monumental maraña de
lazos e interacciones entre corporaciones y accionariados, a un núcleo duro configurado
exclusivamente por una pocas decenas de personas que están detrás del “Estado Profundo”
o “Gobierno en la sombra” también mencionado en otros epígrafes.
¿Qué es la élite? La gran trama de poder e
intereses que se acaba de describir: los actuales amos del mundo. Y actúan sin
parar para serlo cada vez más, fomentando y rentabilizando la inconciencia
colectiva: sobre la propia existencia de la élite; sobre su papel en cuanto
sucede; y sobre cómo funciona realmente la economía, la sociedad y el mundo,
sometidos a sus dictados
Sin ser objeto de este apartado el
adentrarse en mayores detalles, si conviene recordar que la élite se organiza
en círculos. El primero consta de muy pocos miembros. Y a partir de
él, como las ondas que provoca la caída de una piedra en el agua, existen más
círculos (una vasta red de élites y sub-élites) que el primero utiliza para sus
fines bajo una estructura férreamente jerarquizada. El eje central de su proceder
consiste en generar continuamente un estado en el que se mezcla en perfectas
dosis: de un lado, el miedo, la inseguridad y la incertidumbre; de otro, la
distracción y el entretenimiento alienantes. Y, así, mantener a la gente
paralizada mental y consciencialmente y domesticada, aborregada y atontada. Es
el escenario ideal para que sus resortes de poder actúen sin interferencias y con
radical impunidad.
¿Cuáles
son los nombres de los que componen el referido círculo primero? No se les
puede dar nombre, porque actúan en el anonimato más absoluto. Se consideran tan
poderosos que no aspiran a ser conocidos (esto lo dejan para los miembros de
los demás círculos de élites y sub-élites a su servicio). De hecho, el anonimato y la
actuación de incógnito son requisitos fundamentales para que el entramado que
han diseñado se mantenga en pie. Les viene como anillo al dedo esta descripción
tomada de un texto de hace siglos, Las
profecías de Juan de Jerusalén (igualmente llamado el ermitaño o el
templario): “Cuando comience el año mil que sigue al año mil, gobernarán los
que carecen de fe. Mandarán sobre multitudes humanas inconscientes y pasivas.
Lo harán escondiendo sus rostros, guardando en secreto sus nombres; y sus
fortalezas estarán ocultas en los bosques. Pero ellos decidirán la suerte de
todo y de todos; nadie participará en sus reuniones. Todos serán sus siervos,
pero se creerán hombres libres y hasta caballeros”.
Debido a los
efectos del coronavirus, esta élite acumulará todavía más poder. Y dentro de
ella se producirá una reestructuración, concentrando más ese poder en los
círculos primeros del entramado y podando de la estructura los círculos más
inferiores, que ya han dejado de ser útiles e, incluso, se han convertido en
una carga innecesaria. Lo expuesto con relación a la instauración de un tipo de
gobierno
postdemocrático está directamente asociado a esto último.
Todo lo cual lo comparto, como señalé al inicio de estas páginas, no
desde el odio o el resentimiento, sino desde un inmenso amor y compasión hacia esta élite,
que ocasiona tanto dolor y sufrimiento. Ricos en lo material, están arruinando
sus almas. Y aunque ello no justifique sus actos, lo cierto es que todo tiene su
porqué y su para qué en nuestro proceso de desarrollo consciencial, tanto
personal como colectivo (se verá en el último epígrafe del texto).
9. UNA GRAN
OPORTUNIDAD: LA NUEVA HUMANIDAD
Para vivir con consciencia, situarse en el centro del huracán y
sacar lo mejor de uno mismo
Ante tanta distopía, lo
primero es no caer en la dinámica de pánico en la que desearían que entremos.
No en balde, como se ha reiterado, el miedo, la inseguridad y la incertidumbre
configuran el caldo de cultivo idóneo para la manipulación, la alienación y, en
definitiva, la inconsciencia.
Y, a partir de ahí,
recordar y recalcar la importancia de que, como siempre, pero ahora más que
nunca, mantengamos la serenidad, la calma y la consciencia; nos situemos, desde
la armonía y la conexión interior, en el centro del huracán aceleradamente
creciente en el que estamos inmersos (es en el centro del tifón donde el cielo
permanece despejado, no hay viento y la temperatura es cálida); y seamos
capaces de sacar lo mejor de nosotros mismos y ponerlo al servicio de los demás
y de todas las forma de vida con las que convivimos en este hermoso planeta que
nos cobija y sostiene.
Nos querrían dormir más,
pero también es una oportunidad para despertar.
Nos querrían deshumanizar
más, aislándonos y generando desconfianza y enfrentamiento entre nosotros, pero
igualmente es un espléndido momento para cultivar la solidaridad, la cooperación,
el altruismo, la generosidad, la empatía y la comprensión.
Nos querrían encerrar más
en los pequeños y míseros círculos del egoísmo, el egocentrismo y el sálvese quien
pueda, pero también es un magnífico escenario para expandir la compasión y el
discernimiento.
Nos querrían aprisionar
más entre los barrotes del efímero y pequeño yo –el yo físico, emocional y
mental y la pasajera personalidad a él asociada-, pero es una extraordinaria
ocasión para salir de la amnesia sobre nuestro verdadero ser, recordar nuestra naturaleza
divina e imperecedera y hacer brotar de esa inefable esencia todas sus
cualidades, elevando nuestra mirada.
Así, con ojos nuevos, podremos
impulsar una nueva humanidad que merezca realmente tal calificativo y viva en
paz y sintonía con ella misma, con todos los seres vivos y con la Madre Tierra.
La nueva humanidad: ¿estás invitado a ella?
Y esa nueva humanidad, por
increíble que ahora pueda parecer, no está lejana. No sabemos ni el día ni la
hora, pero hay numerosas señales que anuncian su llegada: de hecho, nos
hallamos ante los estertores del
viejo mundo; ante sus últimos suspiros. La crearemos entre muchos que, en
medio de la distopía, nos posicionamos conscientemente en la utopía desde la
transformación interior de cada uno y la apertura de corazón hacia los demás.
Efectivamente, ambas, la distopía
y la utopía, discurren al unísono y coexisten en tensión extrema en la presente
humanidad, a modo de trayectorias temporales aparentemente contradictorias. Y la
evolución en consciencia de la humanidad, como si fuera un tren, avanza sobre
estos dos raíles, el distópico y el utópico. Y su avance es imparable porque la
extensión de la distopía, a través de circunstancias como la pandemia del
coronavirus, sirve de factor de impulso para que cada vez más personas tomen
consciencia y se decanten vitalmente hacia la línea utópica.
Para comprenderlo mejor,
conviene recordar que la evolución en consciencia de cada persona en particular
opera exactamente igual: lo utópico –el deseo de crecer, de ser mejores, más
conscientes, etcétera- impulsa esa evolución; pero también lo distópico –las
situaciones sufrimiento, las “noches oscuras” loadas por san Juan de la Cruz-
contribuye al respecto, al sacarnos de nuestro “hábitat de confort”, de
nuestros comportamientos egoicos, de las distracciones y el entretenimiento
alienantes.
De forma análoga, todos los
acontecimientos distópicos que se acumulan sin cesar están aquí con un sentido
profundo personal y colectivo. Esto no justifica a los que causan con ellos
tanto daño y dolor. Pero lo que vivimos tiene un hondo porqué y para qué en tu
proceso consciencial y en el de los demás.
Es así como estamos avanzando
hacia la nueva humanidad. Eso sí, en ella no tendrán sitio ninguna de las cosas que han constituido los
pilares de lo que ya queda atrás y se desmorona a pasos agigantados: ni el
poder, ni la riqueza, ni la competencia, ni el aferramiento a lo material, ni
el desprecio a las otras formas de vida… Nada de eso está invitado. ¿Lo estás
tú?
Esta es la gran pregunta
que tienes delante de ti y que la pandemia del COVID-19, con todo lo que implica,
enfatiza y resalta para que des cuenta.
Y solo tú la puedes
responder.
No con ensueños, palabras
huecas o declaraciones de intenciones, sino con tus obras y con tus actos en
cada instante de tu vida. Es la hora de ser impecable contigo mismo, con tu
verdadero ser, y con la Vida en todas sus expresiones y manifestaciones.
Los hechos distópicos,
como los que el coronavirus ha traído consigo y traerá, sirven para romper el
espejo y que podamos ver –tú, yo, cada
cual…- en qué lado estamos.
Lo
que veamos, lo que seamos, lo elegimos cada uno cada con nuestras obras y con
nuestros actos. Se acabaron los auto-engaños. Toca ser auténticos.
Es
el momento.
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