Aún
recuerdo cuando llegó la siega aquel año. Los campos estaban maduros y los
hombres y los hijos de los hombres estaban alegres porque era buena la cosecha.
Un atardecer después del trabajo fuimos a pasear por el camino de la montaña, y
anduvimos mucha distancia hasta casi perdernos, entre las encinas y los olivos.
Él venía en nosotros y con nosotros, y así nos hablaba:
—¿Habéis
pensado lo pequeño que es este paso por la vida? Todo lo más es un soplo en
brazos del viento de la eternidad. Es como un latido en el corazón de la
verdadera vida.
»¿Y
habéis visto cómo la materia se despereza y estira para cubrir al espíritu, y
después se desgaja y marchita hasta volver al polvo? ¿Os habéis preguntado
cuántas veces y de cuántas formas se vistieron vuestros espíritus para aprender
y conocerse «a sí mismos»?
»Estad en vela y no os durmáis en
vuestros trajes, antes bien, trascendedlos y sed «vosotros mismos». Mirad al
sol y decid: «Mi vida es como el Sol que al amanecer aparece por el horizonte,
después se eleva hasta alcanzar el zenit y desde él, empieza a decaer en el
ocaso, hasta ponerse por las montañas, maduro». Mas ved también que al hacer
esto nos ofrece todo un día, para que en él nos transcendamos. ¿Por qué
vosotros no hacéis de vuestra existencia un día para que otros seres se
trasciendan? ¿Por qué no ser soles, que inunden los caminos y los llenen de luz
y paz?
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este
blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de
2017.
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