Y vino el Maestro a un corro de niños que
jugaban. Y
dijo a los que le seguían:
—Mirad,
afinad vuestros oídos y sentid alegría porque ese jolgorio de los niños cuando
juegan es la mejor música que puede dar la Tierra. A los oídos del cielo suena
más bellamente que las notas delicadas de los ruiseñores y el canto alegre de
los jilgueros.
»Es
el canto de la inocencia, y si los miráis, ellos viven en otro plano, donde los
árboles aún hablan y los pajarillos les hablan, y hasta las mariposas y las calles
y los muros de las calles aún les hablan.
»No
cortéis sus notas con vuestras palabras. No rompáis sus juegos con vuestros
egoísmos. No dejéis que rompan sus sueños.
»De
verdad os digo que el día en que el hombre no tenga que dejar su infancia y la
pueda prolongar hasta toda su vida, el mundo empezará a ser un edén.
»¡Cuántos
la han dejado olvidada en una calle, o en una plaza, o en un árbol, o en un
jardín!
»¡Cuántos
la dejaron dormida bajo un libro o una flor!
»¡Cuántos
no la han conocido porque no les dejaron tenerla y, ahora, a la vuelta de los
años van por el mundo como vagabundos solitarios buscándola en cada esquina del
tiempo!
»Mirad
que es tan delicada como los pétalos de un lirio y una simple palabra la puede
matar.
»Ved
pues por los niños, sentid por ellos, cuidaos en ellos, porque ¡ah de un jardín
que no cuida los nuevos retoños!, ¡ah del árbol que no cuida sus futuras
semillas!
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este
blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de
2017.
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