En mi transitar por el
escenario del cosmos y las vivencias sincronizadas del día a día, he conocido
(¿o reconocido?) a un ser que vive en otra dimensión. Fue una noche de
plenilunio cuando me contactó. Yo
escuchaba los grillos y los confundía con el latir de mi corazón, cuando empecé
a sentir algo realmente hermoso. Era como si estuviera viviendo otro orden de
las cosas. Recuerdo que percibí una voz muy dulce, pero no fuera de mí, sino
dentro. Percibí que era la voz de la
montaña, de las nubes, de los grillos, de los bucares, de los guamos, de la
noche, de los viejos sabios. Escucha bien lo que esa voz me dijo:
Este es el justo momento
para que des continuidad a un largo viaje que iniciaste hace eones de tiempo.
Relaja tus músculos, suelta toda tensión, aquieta tu parte humana. Despídete
del ego. Toma una respiración profunda, inhala por la nariz y exhala por la
boca. Más adelante vas a perfeccionar este tipo de respiración sanadora.
Sentí que los ojos de
mi cuerpo físico se fueron cerrando y sus palabras las fui descifrando como un
eco de infinita paz. Era una sensación extraña, misteriosa, divinamente
incierta. En ese estado contemplativo, el silencio dibujó la montaña, el
viento, la lluvia y el sol. Allí había mensajes y respuestas a mis
incertidumbres. El intelecto reaccionó y lo escuché: ¿Cómo tener acceso a esos
mensajes? La contemplación se volvió más profunda y sentí el mensaje de un
espíritu. Dijo que era un viajero del infinito cosmos, que el silencio
traduciría esos mensajes, que todo está conectado. De ahí en adelante comencé a
llamarlo “espíritu andariego” No puedo decir que oí al espíritu, más bien lo
sentí. La voz sin sonido continuó:
Este ser que has
contactado es un espíritu cósmico que te conectará con el silencio y podrás
vivir el mensaje del infinito cosmos que está contenido en la montaña, el
viento, la lluvia y el sol. Solo espera y confía. Vas a emprender un viaje
hacia el interior de ti mismo. Sumérgete en un gran propósito, el de comprender
espiritualmente el mensaje contenido en la naturaleza. Es increíble para el
común de los humanos lograr conocer, y mucho menos comprender, tantas
dimensiones que existen en el infinito cosmos.
La mayoría de los
humanos percibe una realidad con sus cinco sentidos, y en función de ello, crea
teorías de desarrollo, de progreso, de moral y de ética. Y la desigualdad persiste,
las guerras continúan, el miedo domina y el mundo de las respuestas sigue
siendo un mundo de preguntas. No se puede saber qué es la libertad, sino
comprendemos esto.
Los modelos
filosóficos, religiosos y científicos
que sostienen la verdad en esta esferita llamada planeta tierra, son
construidos en su mayoría, sobre la base de la razón. Una visión y
conceptualización de la vida desde esta percepción, es sólo un nivel, es una
percepción incompleta. Todo avanza.
Los sentidos físicos
son los receptores y emisores primitivos de un matiz de verdad. Tú, ahora debes
saber esto. Debes saber qué es la libertad; y para saber, debes sentirla; y
para sentirla, debes experimentarla; y para experimentarla, debes vivir; y para
vivir, debes conocer; y para conocer, debes contactar a uno, a pocos o a muchos
seres, en el día a día de tu estancia en la tierra. Pero también, debes
contactar otros seres, los puedes llamar “cosmocultores”, habitan otras
dimensiones, perciben otras realidades. Parece complejo, pero sólo se trata de
existir. Libertad, experiencia, vida, conocimiento, todo eso es existir.
¿Sabes?, somos
viajeros, somos caminantes, estamos aquí y estamos allá, estamos en todas
partes. Cuando logras sentir, percibes que no hay tiempo y no hay espacio, que
somos el todo y la nada. Todos traemos una misión, pocos lo saben, no es una
misión aislada, es una misión para vivirla en este mundo y que tuvo su origen
en otro mundo. Por ahora, esta debe ser
tu visión del vivir. Todo es como una espiral. Esa es la dimensión espiritual,
y en esa espiral, haces un viaje hacia el interior de ti mismo y así
comprendes. Al comprender, alcanzas un conocimiento, pero ¿para quién?, para el
todo; y en el todo, estás tú.
Ese espíritu andariego
era como un sorbo de agua de la quebrada. Sentí que era la lluvia, la brisa, el
canto de las aves mañaneras, el olor fresco de las bellas flores de la casita
de campo, me sentí un arcoíris, sentí que era una piedra que respiraba, sentí
que era el sonido, que era el silencio, que era el color. Sentí que había
perdido todo contacto con el mundo físico, con el mundo de las formas, sólo
sentía… sólo sentía. Al cabo de cierto tiempo, no sé cuánto transcurrió, abrí
los párpados y solo percibía algo que gravitaba en torno a mí y me decía con una
voz sin sonido:
Toma, bebe de tu
propia esencia. No preguntes, ingresaste a una dimensión donde sólo hay
respuestas.
Caminé absorto, un
largo trecho, hasta que apareció ante los ojos de mi cuerpo físico, una
quebrada, cristalino riachuelo, escondida entre helechos y carrizos. El agua
viva serpenteaba desde los albores de una montaña despierta. Me detuve a
orillas de la quebrada y me senté sobre unas piedras semiredondas, lisas, de
colores rojizos y marrones pronunciados. La quebrada me miró y esa mirada se
sintió infinita. Mientras me miraba, sonrió y
dijo:
¿Puedes ver la danza? Es la
danza del agua, de las piedras, de la brisa, del sol. Todo es una danza. Tú
estás danzando. Sólo escucha la voz sin sonido.
Estuve largo rato
contemplando la danza del agua o la danza de nosotros mismos. La paz se hizo
infinita. Sólo contemplaba. Los ojos de mi cuerpo físico se cerraron
lentamente, elevando las manos por encima del rostro y en un estado de profundo
éxtasis, percibí la ternura de una voz sin sonido. Apareció el espíritu
andariego. Esto fue lo que dijo:
Hay que aproximarse a
la fuente de las voces silenciosas del saber. Eso se hace a través de un viaje,
un viaje hacia el interior de cada quien. En ese viaje se debe ir muy liviano,
sin dogmas, sin apegos, sin teorías preconcebidas, sin formatos
preestablecidos, intentando anular el razonamiento, procurando minimizar el
análisis y las referencias. Se debe dejar a un lado el pesado bulto de los
prejuicios, intentando sentir, ingresando al mundo de las respuestas,
percibiendo el conocimiento de la fuente, de la energía, de la fuerza, de Dios,
del Amor.
¿Quiénes somos? ¿Qué es
todo esto? ¿De dónde venimos?, si es que venimos, ¿Hacia dónde vamos?, si es
que vamos. Esas son las interrogantes que limitan la incertidumbre del ego. No
se trata sólo de razonar. Se debe sentir y sentirse parte del todo. La mayoría
de los humanos recoge historias de vida de humanos, pero se olvidan de
reconstruir la historia de vida de la montaña, del agua, del viento y del sol.
No te inquietes porque el silencio de un espíritu cósmico te contacta y podrás
entonces, sentir y vivir el mensaje del cosmos que está contenido en la
montaña, en el agua, en el viento, en el sol y en ti mismo. Puedes llamarme
espíritu andariego, como lo hace Jacinta,
la Maestra disfrazada de campesina que te trajo hasta mí, otros me dicen
cosmocultor, el nombre no importa, porque en algún momento comprenderás que yo
soy tu mismo.
Sólo espera y confía.
Atento a las señales. Un propósito guía la incertidumbre: Explicar desde tu
estado perceptivo los mensajes contenidos en la naturaleza. Es necesario que
comprendan y conozcan los significados de esos mensajes, y para ello, se debe
abordar el enfoque cósmico, espiritual, para reconstruir la memoria ecológica de
la existencia.
Ya es tiempo de
iniciar un viaje hacia el interior del
ser. Desde la perspectiva de la cosmocultura, se ha de sentir las voces silenciosas. Alerta
con las señales. Esta es una dimensión que requiere disciplina, preparación,
honestidad, desapego, discernimiento, desprendimiento y sobre todo, permanente
contacto con la naturaleza.
Sus palabras fueron
como grabadas a fuego en nuestro interior. Tuvimos otros encuentros, en los cuales se nos
recordó un programa de respiración profunda y meditación contemplativa.
Aparecieron mensajes y según sus sugerencias, tomamos nota de ello y en función
de un discernimiento vinculante, logramos establecer el sincronismo de los
encuentros. Nos preparó para ir en busca de la savia que mantiene vivos los frondosos
árboles del saber. Durante esa preparación aparecieron las señales, unas tras
otras y un sinnúmero de eventos de un vivido sincronismo con el mensaje
recibido del espíritu cósmico andariego. Ello me ha permitido contemplar la
realidad, la inmensidad, la infinitud y la real belleza de la vida, esa que
permanece oculta tras el velo de la personalidad.
Mientras fijemos la
atención en un sistema de creencias, que sólo puede captar lo efímero e
ilusorio de la existencia, sujeto al temor, a la competencia, al apego a lo
material y a la muerte como su fase terminal, no podemos contemplar y vivenciar
la danza de la vida.
=======================================
Autora: Hector
Rodríguez Orellana (forimakius@gmail.com)
=======================================
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.