Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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2/10/18

Lo que me dice un espíritu andariego


En mi transitar por el escenario del cosmos y las vivencias sincronizadas del día a día, he conocido (¿o reconocido?) a un ser que vive en otra dimensión. Fue una noche de plenilunio cuando  me contactó. Yo escuchaba los grillos y los confundía con el latir de mi corazón, cuando empecé a sentir algo realmente hermoso. Era como si estuviera viviendo otro orden de las cosas. Recuerdo que percibí una voz muy dulce, pero no fuera de mí, sino dentro.  Percibí que era la voz de la montaña, de las nubes, de los grillos, de los bucares, de los guamos, de la noche, de los viejos sabios. Escucha bien lo que esa voz me dijo:

Este es el justo momento para que des continuidad a un largo viaje que iniciaste hace eones de tiempo. Relaja tus músculos, suelta toda tensión, aquieta tu parte humana. Despídete del ego. Toma una respiración profunda, inhala por la nariz y exhala por la boca. Más adelante vas a perfeccionar este tipo de respiración sanadora.

        Sentí que los ojos de mi cuerpo físico se fueron cerrando y sus palabras las fui descifrando como un eco de infinita paz. Era una sensación extraña, misteriosa, divinamente incierta. En ese estado contemplativo, el silencio dibujó la montaña, el viento, la lluvia y el sol. Allí había mensajes y respuestas a mis incertidumbres. El intelecto reaccionó y lo escuché: ¿Cómo tener acceso a esos mensajes? La contemplación se volvió más profunda y sentí el mensaje de un espíritu. Dijo que era un viajero del infinito cosmos, que el silencio traduciría esos mensajes, que todo está conectado. De ahí en adelante comencé a llamarlo “espíritu andariego” No puedo decir que oí al espíritu, más bien lo sentí. La voz sin sonido continuó:

        Este ser que has contactado es un espíritu cósmico que te conectará con el silencio y podrás vivir el mensaje del infinito cosmos que está contenido en la montaña, el viento, la lluvia y el sol. Solo espera y confía. Vas a emprender un viaje hacia el interior de ti mismo. Sumérgete en un gran propósito, el de comprender espiritualmente el mensaje contenido en la naturaleza. Es increíble para el común de los humanos lograr conocer, y mucho menos comprender, tantas dimensiones que existen en el infinito cosmos.

        La mayoría de los humanos percibe una realidad con sus cinco sentidos, y en función de ello, crea teorías de desarrollo, de progreso, de moral y de ética. Y la desigualdad persiste, las guerras continúan, el miedo domina y el mundo de las respuestas sigue siendo un mundo de preguntas. No se puede saber qué es la libertad, sino comprendemos esto.

        Los modelos filosóficos, religiosos  y científicos que sostienen la verdad en esta esferita llamada planeta tierra, son construidos en su mayoría, sobre la base de la razón. Una visión y conceptualización de la vida desde esta percepción, es sólo un nivel, es una percepción incompleta. Todo avanza.

        Los sentidos físicos son los receptores y emisores primitivos de un matiz de verdad. Tú, ahora debes saber esto. Debes saber qué es la libertad; y para saber, debes sentirla; y para sentirla, debes experimentarla; y para experimentarla, debes vivir; y para vivir, debes conocer; y para conocer, debes contactar a uno, a pocos o a muchos seres, en el día a día de tu estancia en la tierra. Pero también, debes contactar otros seres, los puedes llamar “cosmocultores”, habitan otras dimensiones, perciben otras realidades. Parece complejo, pero sólo se trata de existir. Libertad, experiencia, vida, conocimiento, todo eso es existir.

        ¿Sabes?, somos viajeros, somos caminantes, estamos aquí y estamos allá, estamos en todas partes. Cuando logras sentir, percibes que no hay tiempo y no hay espacio, que somos el todo y la nada. Todos traemos una misión, pocos lo saben, no es una misión aislada, es una misión para vivirla en este mundo y que tuvo su origen en otro mundo.  Por ahora, esta debe ser tu visión del vivir. Todo es como una espiral. Esa es la dimensión espiritual, y en esa espiral, haces un viaje hacia el interior de ti mismo y así comprendes. Al comprender, alcanzas un conocimiento, pero ¿para quién?, para el todo; y en el todo, estás tú.

        Ese espíritu andariego era como un sorbo de agua de la quebrada. Sentí que era la lluvia, la brisa, el canto de las aves mañaneras, el olor fresco de las bellas flores de la casita de campo, me sentí un arcoíris, sentí que era una piedra que respiraba, sentí que era el sonido, que era el silencio, que era el color. Sentí que había perdido todo contacto con el mundo físico, con el mundo de las formas, sólo sentía… sólo sentía. Al cabo de cierto tiempo, no sé cuánto transcurrió, abrí los párpados y solo percibía algo que gravitaba en torno a mí y me decía con una voz sin sonido:

        Toma, bebe de tu propia esencia. No preguntes, ingresaste a una dimensión donde sólo hay respuestas.
       
        Caminé absorto, un largo trecho, hasta que apareció ante los ojos de mi cuerpo físico, una quebrada, cristalino riachuelo, escondida entre helechos y carrizos. El agua viva serpenteaba desde los albores de una montaña despierta. Me detuve a orillas de la quebrada y me senté sobre unas piedras semiredondas, lisas, de colores rojizos y marrones pronunciados. La quebrada me miró y esa mirada se sintió infinita. Mientras me miraba, sonrió y  dijo:

        ¿Puedes ver la danza?  Es la danza del agua, de las piedras, de la brisa, del sol. Todo es una danza. Tú estás danzando. Sólo escucha la voz sin sonido.

        Estuve largo rato contemplando la danza del agua o la danza de nosotros mismos. La paz se hizo infinita. Sólo contemplaba. Los ojos de mi cuerpo físico se cerraron lentamente, elevando las manos por encima del rostro y en un estado de profundo éxtasis, percibí la ternura de una voz sin sonido. Apareció el espíritu andariego. Esto fue lo que dijo:

        Hay que aproximarse a la fuente de las voces silenciosas del saber. Eso se hace a través de un viaje, un viaje hacia el interior de cada quien. En ese viaje se debe ir muy liviano, sin dogmas, sin apegos, sin teorías preconcebidas, sin formatos preestablecidos, intentando anular el razonamiento, procurando minimizar el análisis y las referencias. Se debe dejar a un lado el pesado bulto de los prejuicios, intentando sentir, ingresando al mundo de las respuestas, percibiendo el conocimiento de la fuente, de la energía, de la fuerza, de Dios, del Amor.

¿Quiénes somos? ¿Qué es todo esto? ¿De dónde venimos?, si es que venimos, ¿Hacia dónde vamos?, si es que vamos. Esas son las interrogantes que limitan la incertidumbre del ego. No se trata sólo de razonar. Se debe sentir y sentirse parte del todo. La mayoría de los humanos recoge historias de vida de humanos, pero se olvidan de reconstruir la historia de vida de la montaña, del agua, del viento y del sol. No te inquietes porque el silencio de un espíritu cósmico te contacta y podrás entonces, sentir y vivir el mensaje del cosmos que está contenido en la montaña, en el agua, en el viento, en el sol y en ti mismo. Puedes llamarme espíritu andariego, como lo hace Jacinta,  la Maestra disfrazada de campesina que te trajo hasta mí, otros me dicen cosmocultor, el nombre no importa, porque en algún momento comprenderás que yo soy tu mismo.

Sólo espera y confía. Atento a las señales. Un propósito guía la incertidumbre: Explicar desde tu estado perceptivo los mensajes contenidos en la naturaleza. Es necesario que comprendan y conozcan los significados de esos mensajes, y para ello, se debe abordar el enfoque cósmico, espiritual, para reconstruir la memoria ecológica de la existencia.

Ya es tiempo de iniciar  un viaje hacia el interior del ser. Desde la perspectiva de la cosmocultura, se  ha de sentir las voces silenciosas. Alerta con las señales. Esta es una dimensión que requiere disciplina, preparación, honestidad, desapego, discernimiento, desprendimiento y sobre todo, permanente contacto con la naturaleza.

        Sus palabras fueron como grabadas a fuego en nuestro interior. Tuvimos  otros encuentros, en los cuales se nos recordó un programa de respiración profunda y meditación contemplativa. Aparecieron mensajes y según sus sugerencias, tomamos nota de ello y en función de un discernimiento vinculante, logramos establecer el sincronismo de los encuentros. Nos preparó para ir en busca de la savia que mantiene vivos los frondosos árboles del saber. Durante esa preparación aparecieron las señales, unas tras otras y un sinnúmero de eventos de un vivido sincronismo con el mensaje recibido del espíritu cósmico andariego. Ello me ha permitido contemplar la realidad, la inmensidad, la infinitud y la real belleza de la vida, esa que permanece oculta tras el velo de la personalidad.

Mientras fijemos la atención en un sistema de creencias, que sólo puede captar lo efímero e ilusorio de la existencia, sujeto al temor, a la competencia, al apego a lo material y a la muerte como su fase terminal, no podemos contemplar y vivenciar la danza de la vida.

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Autora: Hector Rodríguez Orellana (forimakius@gmail.com)
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